«El poder de la violencia simbólica esa que se ejerce sobre ustedes por quienes tienen poder en las prisiones, se ejerce también sobre la sociedad civil al imponer significados, sistemas de valores, e informaciones parciales sobre temas sociales que desconocemos la verdad derrotada, es convertida en no verdad» Michel Focault FSJ: Michel Focault hablaba de […]
«El poder de la violencia simbólica esa que se ejerce sobre ustedes por quienes tienen poder en las prisiones, se ejerce también sobre la sociedad civil al imponer significados, sistemas de valores, e informaciones parciales sobre temas sociales que desconocemos la verdad derrotada, es convertida en no verdad»
Michel Focault
FSJ: Michel Focault hablaba de la Microfísica del Poder, de las herramientas de poder usadas por las instituciones sobre el otro para controlarlo. ¿Cuáles son estas herramientas usadas en la cárcel La Picota?
RN: En Eron Picota y en la Modelo el sistema genera una cultura penitenciara a través del poder que ejercen los guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) sobre las personas privadas de la libertad.
A esto se le denomina tratamiento penitenciario y son las variadas formas en que disciplinan a las personas: abriendo las puertas a las 5: 30 de la mañana para que tengas que salir y bañarte, fila para el desayuno a las 6 de la mañana, la formación a las 7 para las «contadas».
Pero además esta microfísica del poder se evidencia en el uso del poder que hagan los guardias dependiendo de su ánimo. Estas situaciones tienen un impacto psicológico, el interno pierde autonomía y empieza a sentir miedo del otro, del que viste de uniforme. En algunos casos, el interno hace lo que el guardia quiera para evitar castigos, que lo dejen todo un día en el patio, o en la celda, o que lo requisen; se produce un acondicionamiento.
Otras evidencias son una resocialización que no ocurre, los chantajes amenazando al interno con quitarle la orden de descuento, un formato donde se lleva el registro de las actividades realizadas, talleres, cursos, que pueden restar días a la condena.
A veces los guardias retienen esa orden de descuento y exigen dinero al interno para devolverla pues sabe que la persona no los va a denunciar, con esos, y otros mecanismos, se reduce al ser humano acá.
En Eron Picota, de alta seguridad para prisioneros de guerra y presos políticos, en operativos de requisa los guardias entran como fuerza de choque: irrespetando al interno, violentándolo verbalmente, pero pasa también con los internos en general. Los guardias crean su propia institucionalidad violentan verbalmente a los internos y, en ocasiones, usan gases lacrimógenos en espacios de poca ventilación. Esas son degradaciones en grupo, pero hay formas de sometimiento individual al desnudar al interno, al insultarlo o al obligarlo a hacer genuflexiones, entre otras.
FSJ: En los modelos antiguos de prisiones como Raphuis de Ámsterdam, de 1596, destinado a mendigos y «malhechores» las pautas eran el uso estricto del tiempo, vigilancia permanente, trabajos obligatorios, sistema de obligaciones y prohibiciones; el modelo inglés, agregó el aislamiento, y la idea de prisión como ejemplo temible, espacio de conversión, y en Filadelfia, Estados Unidos, en 1790, se incluían los mismos elementos, pero además se hablaba de la prisión como instrumento para modificar espíritus. ¿Qué características de esos viejos modelos ha visto en sus estancias en la Modelo y en Eron Picota?
RN: Efectivamente, el sistema de producción en el cual vivimos ha hecho de lo inhumano su bandera primordial. Las prácticas que deshumanizan solo se han perfeccionado con el tiempo y están dirigidas a perpetuar esa modificación de la conducta.
El objetivo es despojar al interno de cualquier característica de ser humano, del pensamiento crítico, de cualquier actitud que tuviera fuera de los muros, despojarlo dentro de los muros. El garrote, el castigo, el abuso verbal y el chantaje son formas usadas para reducir al interno, para que se quede en un rincón y no diga nada. El modelo religioso y moralista se sigue practicando acá también. Persisten los intentos por controlar al hombre, por modificarlo.
FSJ: Focault, hablaba de dos modelos de poder: el de la peste y el de los leprosos. El primero, de las sociedades disciplinarias asignaba un espacio vigilado y controlado a cada persona, el lugar de la mujer, el del enfermo mental; también hablaba del modelo de los leprosos, un sistema binario de exclusión, y estigmatización, entre leprosos y no leprosos, que sueña con una sociedad pura sin mal. ¿Qué características de estos modelos ha observado en las cárceles?
RN: Desde el año 2002, se manejan cárceles y patios dependiendo de la condición de quien «cae» en la cárcel. Si hay una actitud de rendición, de aceptación de las condiciones hay premios, tratamiento especial.
Para aquellos que no están de acuerdo, que siguen siendo rebeldes, el trato duro y para quienes hacen parte del Estado, funcionarios públicos, hay un tratamiento especial, y otro para los prisioneros sociales, quienes terminan en centros de «descomposición» como la cárcel Modelo, la Modelo de Bucaramanga, lugares que hacen que el ser humano se degrade. Estas personas terminan más descompuestas consumiendo alucinógenos y, algunos, ejerciendo poder sobre sus compañeros internos. La segregación se da por sexos.
FSJ: Teniendo en cuenta la excesiva vigilancia, las » Miradas qué deben ver sin ser vistas», como decía Focault, ¿Qué estrategias pueden utilizar los prisioneros, de guerra, políticos y sociales, para confrontar y denunciar los abusos?
RN: En Eron Picota hacemos un trabajo colectivo frente a este tipo de situaciones, afuera las ONGs cumplen un papel importante al visibilizar este tipo de situaciones, esta entrevista que me haces es importante, y el apoyo de ONG´s como La Fundación Comité de Solidaridad con los Presos políticos (FCSPP) y la Corporación Solidaridad Jurídica.
Es importante, adentro, crear conciencia, romper esa idea de que si yo denuncio soy un sapo, ese trabajo lo estamos haciendo acá. Además ejercemos la desobediencia civil y hacemos huelgas de hambre en señal de protesta como la de la semana pasada para denunciar la falta de asistencia médica a los prisioneros. Anoche murió otro prisionero que no recibió atención médica oportunamente.
FSJ: ¿Qué resultados produjo la huelga de hambre de la semana pasada?
RN: La huelga fue planteada como un campanazo para el Inpec y Caprecom debido a la falta de asistencia médica y la respuesta tardía de la institucionalidad en estos casos. Ésta fue llevada a cabo por prisioneros políticos para hacerle ver al prisionero social que hay que dar ciertas luchas y tomar posiciones para romper la dominación.
Directivas del Inpec, de Caprecom y el director del centro penitenciario se reunieron con voceros de Presos Políticos y de Guerra, así como representantes de DDHH de los internos en general.
Resultando de ésta, en primera medida la valoración médica patio por patio para determinar casos urgentes que requieran acción inmediata, reuniones de acercamiento para determinar soluciones al problema planteado ante Gobierno Nacional, Inpec, Caprecom, voceros de los presos Políticos y de guerra. Esperamos que el Gobierno Nacional atienda al llamado realizado y así, no acudir a nuevas jornadas de protesta de nuestra parte.
FSJ: ¿Qué tipo de desobediencia civil se puede ejercer en prisión?
RN: Son pequeñas acciones de carácter simbólico, sabotear la contada, no nos dejamos contar, o no nos dejamos encerrar.
«La sociedad no asume que el castigo es quedar privado de la libertad de movimiento, no de otros derechos. Muchos pretenden que los presos dejen de ser personas». Waldemar y Gabriela Salvi. (Argentina)
FSJ: ¿Qué responsabilidad tienen los medios en la invisibilización de sus denuncias y en la normalización de las violaciones de derechos humanos en las prisiones?
RN: Hay una responsabilidad grande. La huelga de la semana pasada fue visible en los medios alternativos, pero los medios tradicionales invisibilizan las informaciones a pesar de que todos los meses se publican comunicados desde Valledupar, Combita y otras cárceles.
Los medios masivos se hacen cómplices frente a las atrocidades que suceden acá adentro, frente a los abusos contra población vulnerable. El silencio es cómplice de lo que el Estado hace. El 2 de mayo nos visitó Ane Boucher de la Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura, (ACAT) y le contamos lo que está haciendo el Estado, al no respetar las convenciones y pactos que ha firmado.
FSJ: Hay quienes sugieren que al exponer las injusticias y violaciones de derechos humanos en las cárceles se pretende imponer un discurso que exime al prisionero de su responsabilidad y que contrasta con el discurso de la responsabilidad individual ejemplarizante, castigadora. ¿Qué opina al respecto?
RN: Recientemente, nosotros denunciamos ante los medios de comunicación un operativo en el patio en el cual un capitán agredió a un interno social. La respuesta fue por qué no lo pensaron antes de hacer lo que hicieron y por lo cual están allá.
Nosotros creemos que si estamos en un estado social de derecho, el Estado debe ser garante de derechos aun cuando se trate de personas que han transgredido la ley. La violación sistemática de los derechos humanos no tiene porqué ser justificada y aceptada porque alguien transgredió la ley. Esa argumentación es un exabrupto.
En la prisión se reproduce ese pensamiento del enemigo interno y no se trata al interno como a un ser humano. Por ejemplo, escuchamos trotes militares a las 4:30 de la madrugada en los cuales cantaban: «quiero bañarme en una piscina de sangre subversiva». Nosotros nos quejamos para que eso cambiara.
FSJ: ¿Qué consecuencias trae la «hiperinflación carcelaria» en la cotidianidad de los prisioneros?
RN: Recuerdo haber visto en la cárcel Modelo un patio con 800 personas, personas durmiendo sentadas en los baños de los pasillos, tubos de agua rotos, gente caminando por encima de otros que descansaban en el suelo. Estos hechos conducen a una pérdida de la dignidad.
Algunos congresistas, a quienes los medios si les da espacio, se rasgan las vestiduras hablando de la situación carcelaria del país pero se quedan solo en palabras.
Además, Colombia imita también el modelo chileno que es un modelo corrupto en el que predomina la tercerización. ¿Qué clase de muros estamos construyendo, qué tipo de sanción social vamos a replantearnos o vamos a seguir en la desidia y violación sistemática de los derechos humanos?
FSJ: ¿Ante tantos despojos, emocionales y materiales, en el sistema penitenciario ha cambiado la percepción acerca de usted mismo desde que ingresó en él?
RN: Tengo 35 años e ingresé en el sistema hace tres años. Tengo dos condenas una por rebelión agravada y otra por concierto agravado con fines de terroristas, está segunda en apelación.
A pesar de que las cárceles intentan cambiar conductas pues uno vive un afianzamiento de sus convicciones. Lo que pasa aquí adentro es un reflejo de lo que se vive afuera.
La cárcel se convierte en un lugar de lucha donde tratamos de generar pensamiento crítico, invitando a los prisioneros a asumir posiciones para cambiar estas condiciones, a la sociedad civil a que ayude, especialmente al preso social que sufre más degradaciones.
FS: ¿Qué diferencias existen entre el trato a un prisionero de guerra, y político, y un prisionero social? ¿Es más severo por tratarse de personas más activas y también con una formación académica que les permite organizar a otros prisioneros para exigir el respeto a sus derechos?
RN: El prisionero de guerra y político es una persona rebelde por naturaleza debido a sus condiciones políticas, educativas y de conciencia y que desea que el sistema cambie, por ello el tratamiento para éste es diferente.
Los prisioneros de guerra y políticos están en patios de alta seguridad, se intenta dispersarlos, especialmente aquellos que tienen poder de organizar y de denunciar los abusos.
En el caso de Eron Picota, donde me encuentro, los ojos están puestos sobre nosotros las 24 horas del día, pendientes de si hablamos, nos reunimos, enviamos comunicados, amenazan con traslados; el trato es rígido, con el preso social es diferente. Al prisionero social lo violentan de otra manera y por ello les decimos que la manera de frenar los abusos y la degradación no es callar sino protestar al respecto.
FSJ: ¿Por qué sabemos tan poco acerca de los prisioneros de guerra y de las condiciones en las cuales sobreviven? ¿Estamos creando una estratificación de los prisioneros colombianos?
RN: Adentro, a veces hay unión entre prisioneros políticos y de guerra, trabajamos de manera colectiva aunque pensamos diferente. Afuera, los medios masivos invisibilizan a unos y a otros.
Existe temor de visibilizar a un prisionero de guerra, por eso es complicado que publiquen sobre nosotros y en los medios alternativos, la información sobre nosotros es precaria.
Hay una cierta línea demarcada de cierto de casos de prisioneros políticos que nunca han tomado un fusil y quienes sí lo han hecho y, por esa percepción, los medios se abstienen de informar sobre ellos. También por una historia de desapariciones que pesa mucho en lo que se publica y lo que no.
FSJ: ¿De qué manera su condición de prisionero de guerra y político ha afectado a su familia? ¿Son ellos, en parte, «rehenes» y prisioneros psicológicos debido a una opción de vida suya que lo llevó a la cárcel?
RN: Sí claro que sí. Un familiar muy cercano tuvo que exiliarse porque empezó una persecución contra su familia; además sufren la estigmatización, la imposibilidad de conseguir trabajo…
FSJ: ¿Pero qué responsabilidad tienen ellos en una decisión suya?
RN: Así es pero ellos sufren las consecuencias. Una familiar vino a visitarme y fue tildada de guerrillera, de subversiva y eso lo hacen para que me quede callado, para tender un cerco psicológico, para que las personas cercanas a uno no vengan a visitarnos y quedemos aislados.
(*) Fernanda Sánchez Jaramillo. Periodista, magíster en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.