Resituación es el nuevo disco de Nacho Vegas. Y a mí el nuevo disco de Nacho Vegas me encanta. Y también me encanta la nueva -que no es tan nueva, no nos engañemos- manera de afrontar la música y la composición de canciones del cantante gijonés. Vegas ha pasado de los largos temas confesionales en […]
Resituación es el nuevo disco de Nacho Vegas. Y a mí el nuevo disco de Nacho Vegas me encanta. Y también me encanta la nueva -que no es tan nueva, no nos engañemos- manera de afrontar la música y la composición de canciones del cantante gijonés. Vegas ha pasado de los largos temas confesionales en primera persona de sus primeros discos, en los que dios, el amor hiriente o la heroína eran referencias recurrentes, a poner voz a una colectividad que no siempre encuentra portavoces artísticos que la representen. O por decirlo de otra manera, en esa parte de su corazón que antes ocupaban enteramente Leonard Cohen o Townes Van Zandt, hoy se han hecho con un pequeño espacio Billy Bragg, y los espíritus de Woody Guthrie y Phil Ochs.
La postmodernidad nos había machacado con la idea de que no estaba nada bien que la cultua coqueteara con la política. Vamos, que era de muy mal gusto hablar de política en el arte. Eso es cosa de progres trasnochados, se decía, poniendo cara de asco y haciendo ver que los músicos, los cantantes, los poetas o los directores de cine, lo que tenían que hacer era dedicarse a sus canciones, a sus poemas o a sus películas, es decir, crear arte (uff, qué pretencioso suena esto) que sólo sirviera para evadirse, no para calentarnos la cabeza hablando de las condiciones laborales de la mayoría de la gente, del paro, de la avaricia de los bancos, de lo complicado que resulta llegar a fin de mes o de la violencia policial. Hoy está ampliamente demostrado -para mí, al menos- que aquella postura era parte de un plan estratégico de desarme ideológico perpetrado desde los despachos del capital. Y nos la metieron hasta las orejas. Así que esta nueva colección de canciones de Nacho Vegas, un músico que goza de un más que aceptable nivel de popularidad entre el público, que sale con cierta asiduidad en los medios, que toca en México y en otros plazas internacionales, es decir, que no estamos hablando de un «actor poco memorable», por usar sus propias palabras, me parece valiente, acertada y además, muy, muy necesaria. Ojalá y cundiera el ejemplo y muchos músicos más se atrevieran a componer, cantar y publicar canciones como las que hay en este disco.
Resituación es el tercer disco de la era Marxophone, -tras La zona sucia y el espléndido Cómo hacer crac– es decir, publicado desde el propio sello de Nacho, algo que ya viene a indicar por dónde van los tiros: autogestión y control absoluto del producto. Además, es el primero con la nueva banda, La trama asturiana, en la que continúan Abraham Boba, mano derecha de Nacho desde hace tiempo, Manu Molina y Luis Rodríguez, y se incorpora el guitarrista vasco Joseba Irazoki, un magnífico músico que ha puesto su guitarra al servicio de Atom Rhumba y Duncan Dhu, entre otros, y además tiene su propio proyecto en solitario. Como ya es costumbre de la casa, de la producción y la grabación se ha encargado Paco Loco en su estudio del Puerto de Santa María, Estudio Pacomunista.
Resituación es un disco al que no le viene grande el adjetivo de sociopolítico. Y es que entre las doce canciones, al menos ocho contienen material orientado claramente en esta dirección, ya que hacen hincapié en la situación social y política en la que vivimos inmersos desde hace unos años. Para quien esté familiarizado con el anterior disco de Nacho, el mini álbum Cómo hacer crac, que nació de la relación de Nacho con la Fundación Robo, este viraje estilístico no ha debido suponer ninguna sorpresa, ya que entre las seis magníficas canciones de ese disco, ya abundaban los versos de denuncia, disparos certeros contra la línea de flotación del neoliberalismo imperante en España y Europa, esa corriente política y económica que, en palabras del propio Nacho, «nos ha llevado a este pozo de mierda en el que estamos» .
Resituación, canción a canción
Se abre la cara a del disco (llamada cara izquierda) con un maravilloso tema instrumental titulado «Indefensos», en el que los arreglos de cuerda, a cargo de Carlos José Martínez, destilan una fina melancolía, y un ambiente muy norteño. Decía Nacho en una entrevista hace unos días que durante los dos últimos años ha estado escuchando mucha música folk, y sin duda esto es algo que se aprecia en todo el disco, pero sobre todo en este prólogo instrumental. Y sí, has acertado, el título de la canción hace referencia a todas esas personas que se han quedado indefensas ante el puto neoliberalismo y sus armas de destrucción masiva.
La siguiente canción, la primera propiamente dicha, «Actores poco memorables» habla de ese tipo de gente insulsa, gris y vacía, cuyas vidas son, cómo no, insulsas, grises y vacías. Uno de estos actores poco memorables puede ser, por ejemplo, Ramón, policía nacional, «estudió una vez y consiguió sacar la oposición» ; o Raquel, a la que le gusta presentarse diciendo que es «una hija de la Transición»; o Marián, que se siente culpable si no va a votar, y en un ejercicio de auto ironía sin parangón, aparece Nachín, un cantante que se cree especial, «medio maricón» y lleno de complejos. En fin, un gran catálogo de seres que «se ofenden por las cosas que a nosotros nos aburren mortalmente.»
En «Polvorado» el tema siguiente, Nacho empieza a disparar con artillería pesada: «Yo tengo un Tàpies, dice Juan Luis; / yo tengo un Antonio López, dice Jaume. / ¿Quién de los dos sabrá decir / cuántos muertos tiene a sus espaldas?» Y en el estribillo, esa frase que ya se ha hecho famosa: «Polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos». Y te aconsejo que no te pierdas el vídeo que de este tema ha grabado Ramón Lluís Bande, con ocho personas que han sufrido en sus propias carnes la violencia empresarial en forma de despido, algo que por desgracia se ha convertido en el pan nuestro de cada día.
La «Rapaza de San Antolín» es, una canción con aires folk dedicada a la cantante Lorena Álvarez, con una letra pegadiza y una música entre sensual e infantil que te atrapa desde la primera escucha.
Le sigue «Ciudad vampira», una versión libérrima del tema «Devil town» de Daniel Johnston, pero basada en la versión que de ese mismo tema hiciera el grupo vasco Mursego. Así que comienza la canción con los versos en Euskera cantados por la hipnótica voz de Maite Arroitajauregui, lo que, desde mi punto de vista, no deja de ser toda una declaración de principios. Esta es una de las tres canciones en las que Gijón, la ciudad de Nacho, se convierte en un personaje más del relato. En este caso concreto, el tema es un canto de amor/odio hacia una de las ciudades más castigadas por las políticas neoliberales, con aquellas brutales reconversiones industriales que se hicieron en los ochenta y noventa.
Y cerrando esta cara a (o izquierda, como ya hemos señalado) otro de los platos fuertes del disco, «Runrún», en la que Nacho canta lo siguiente:
Vienen del frente gigantes de azul
con las botas llenas de su democracia,
Pero el miedo ha dejado de ser la actitud.
Suena en cada cabeza un hermoso runrún:
Nos quieren en soledad, nos tendrán en común.
Unos versos donde se denuncia la violencia policial que en los últimos tiempos se va extendiendo por las calles de este país y una invitación a que la gente se organice y luche.
La cara b (extrema, se llama en el disco) comienza con «Adolfo suicide» un tema que el autor dedica a un amigo y que enlaza las viejas canciones y las nuevas de una manera bastante natural.
La segunda canción de esta cara se titula «Luz de agosto en Gijón», y es una canción de corte intimista, cuyo tema principal es la soledad, en la que la ciudad de Gijón se vuelve a erigir en protagonista absoluto del tema. Hacia el final, Nacho se descuelga con unos versos que dicen así: «Y entre algunas otras cosas, / como hombre tengo que pedir perdón / por un mundo patriarcal (…)». Ahí queda eso.
A esta le sigue «Libertariana song», cuyo título, por sí solo, ya lo dice todo. Una escucha detallada nos descubre frases como: «Hay cabezas que pisotear, / ya no valen disculpas. / Hombres con placa te humillarán / y tuya será la culpa.» O estas otras: «Hay expresiones que suenan bien / y otras que hacen gracia. / De las primeras justicia social /; de las otras meritocracia.» Para terminar, nos deja esta sentencia: «Te tiene que entrar que esto es la libertad / y que todo lo demás, caos o sometimiento. »
En «Un día usted morirá» se nos habla de esa actitud tan cómoda y tan española de no hacer nada, porque, total, de todas formas, para lo que va a servir, mejor me estoy quieto. Algo que también nos ha enseñado la crisis que es más falso que Judas Iskariote. Entre los personajes de la canción, estremece esa niña judía que dibuja corazones sobre misiles que más tarde matarán a una mamá palestina y a su bebé. Pero no pasa nada, porque esos no son de los suyos.
Y para terminar «La vida manca», un largo tema narrativo, de esos que tanto gustan a su autor, al «dylaniano modo» y que por cierto, le salen tan bien. Se abre la canción con esta frase lapidaria: «Amanecí con la certeza de que iba a morir. » A partir de ahí, el narrador nos va contando un viaje de autodestrucción, a través de calles y otros lugares de Gijón. Una canción que mezcla lo onírico con lo real, lo político con lo personal, y en el que se cuelan los desahucios, la propaganda electoral, la inutilidad y brutalidad de la policía, y con algunas imágenes memorables (por ejemplo, Miguel Bosé flotando ahogado en una piscina, mientras lo observan Víctor Manuel y Ana Belén), que sin duda, quedarán para siempre entre lo mejor del cancionero del asturiano. Sin duda, una manera magistral de terminal un disco magistral.