Tan sólo 7.061.786 personas (sumatoria de los votos de Zuluaga y Santos) de las 32.975.158 aptas para votar en las elecciones colombianas, pronunció su voluntad de seguir entregando la nación a la más recalcitrante oligarquía latinoamericana o a lo más sofisticada maquinaria de descomposición social apoyada en las estructuras mafiosas que han penetrado todos los […]
Tan sólo 7.061.786 personas (sumatoria de los votos de Zuluaga y Santos) de las 32.975.158 aptas para votar en las elecciones colombianas, pronunció su voluntad de seguir entregando la nación a la más recalcitrante oligarquía latinoamericana o a lo más sofisticada maquinaria de descomposición social apoyada en las estructuras mafiosas que han penetrado todos los poderes y ámbitos de la actividad política y económica, incluso estableciendo una hegemonía cultural que campea a sus anchas por todo el territorio nacional: la cultura traqueta.
(A quien quiera profundizar en este concepto, me permito remitirle a este excelente estudio del científico social, Renán Vega Cantor, ganador del premio Libertador, Venezuela, 2008.-http://www.rebelion.org/noticia.php?id=18093 )
Sobre la base de dichos resultados electorales, con una bajísima participación de sólo el 40%, algunos líderes políticos e intelectuales, algunos autodenominados de «izquierdas» se vuelcan a especular y a dar guiñazos a uno y otro candidato, con argumentaciones carentes de piso real. Uno de estos pronunciamientos recientes, que más ha generado rechazo y decepción sobre todo en el ámbito académico, por la superficialidad política de sus argumentos ha sido el desafortunado artículo de opinión del célebre escritor William Ospina, quien advertía en su columna semanal de El Espectador, que «el mal menor» es Zuluaga.
No me sorprende en absoluto, la frívola columna de tan laureado escritor colombiano. Ya en abril del 2010, ante las elecciones presidenciales de ese año, sin vergüenza de ningún tipo afirmaba que Uribe Vélez era alguien «más interesante y complejo» que sus contendores de entonces: el mismo Santos y Nohemí Sanín. Así lo promulgaba:
«¿Qué tienen los otros candidatos opcionados, Santos y Sanín, por mostrar en términos de modernización de nuestra sociedad? Absolutamente nada, y Colombia lo sabe. Tienen tan poco, que en realidad ni siquiera los votos son suyos, son votos de alguien mucho más interesante y complejo, del que abrió esta brecha en el bipartidismo por la que Colombia podrá entrar al futuro: Álvaro Uribe.»
Leer columna completa: http://www.elespectador.com/columna199855-donde-el-verde-de-todos-los-colores
En aquel entonces, me preguntaba perplejo, a qué brecha en el bipartidismo se refería el notable escritor y sobre todo a cuál futuro modernizador podría entrar Colombia de la mano del tirano??? Ya en ese momento, me parecía increíble que un escritor con la lucidez de William Ospina nos afirmara semejante exabrupto, considerando que lo que fraguó Uribe Vélez fue conjugar los elementos -ideológicos y físicos- más ultramontanos y criminales de ambos partidos para refundar en un nuevo movimiento político, la U y todas sus coaliciones, las bases de la ideología más retrógrada y fascista, subsidiaria del fenómeno de masas de la sub-cultura mafiosa, heredada de los carteles de la droga con los que Uribe sin lugar a dudas, está emparentado. ¿Será que Ospina, a estas alturas de la historia lo duda? Y a su vez, a pesar de la supuesta brecha que abrió -al decir del escritor- los dos partidos tradicionales siguieron apoyando los tres ejes principales de la política uribista, que fueron: la «Seguridad Democrática», la «Confianza Inversionista» y la «Cohesión Social». Tres falacias que continúan en las tesis santistas disfrazadas por un proceso de diálogos con la insurgencia, que pretende en últimas sólo su rendición, pero que al fin de cuentas, está fortaleciendo a gran parte de la llamada «izquierda democrática» y aún de la derecha moderada, que parece por fin entender que la vía militar para acabar el conflicto está agotada, generando un consenso nacional en la necesidad de la salida política al conflicto social y armado. Así que, nos preocupa sobremanera semejante muestra de ligereza y de rigor en un supuesto pensador, que -como lo dice José Zuleta, el hijo del Maestro Estanislao, al que con frecuencia cita Ospina, como también lo recuerda José, en una desconsolada respuesta a su amigo- ilusionó a muchos lectores y puede confundirlos de nuevo.
«La verdad William me tocó releer, frotarme los ojos, para saber si era verdad que decías lo que decías. Sabes que muchas personas en Colombia te consideraban un pensador de nuestra sociedad, creían en ti, leyeron tus libros tratando de encontrar en ellos una hebra de luz sobre la penumbra de nuestra realidad. Hoy siento que has decepcionado a mucha gente. Y tengo la sensación de que en tu escrito hay una vanidad que te enceguece. Quiero creer que es eso, tu vanidad, y no tus ideas lo que te llevó a hacer tales afirmaciones. Digo que tu vanidad porque detrás de tus argumentos gravita un «sé». «sé». sé»: yo sé más que todos y veo más lejos.»
(Leer la carta completa de José Zuleta: http://ntc-documentos.blogspot.com.es/2014/06/william-ospina-y-la-segunda-vuelta-de.html)
En esta ocasión, la superficialidad con que encara la argumentación de su columna «De dos males» no puede ser más clara: afirmando una obviedad, como es el hecho que Santos representa la clase oligárquica criolla, de la cual enumera varios de sus evidentes errores o crímenes históricos, se considera por ello pleno de razones para preferir claudicar ante la nueva clase terrateniente, emergida de la mafia, sobre los cuales afirma: «Uribe y Zuluaga representan ya a otro sector de la sociedad. Sé que no representan a los pobres ni a los excluidos, sé que cada vez necesitamos con más urgencia la Franja Amarilla, pero ya no representan a esa vieja élite clasista, racista, que gobernó al país por muchas décadas y nunca supo qué país era este.»
Entonces el fascio uribista no es una élite, aunque sea de analfabetas funcionales? La «gavilla», la «bandola» paisa no transpira chovinismo y exclusión? Sorprende que parece que se les tragó sus discursos. A lo mejor, se ha creido la voltereta de 180 grados de Zuluaga, al día siguiente de las elecciones al incluir la palabra paz en su programa? Por favor, no creo que sea ingenuidad de su parte, respetado escritor. Es su arrogancia intelectual la que le ha llevado a semejante desvarío que la historia marcará en su encumbrada carrera literaria.
Ah, y lo más triste y contradictorio es que cuando por fin afirma abiertamente sus simpatías con los procesos bolivarianos (Venezuela, Ecuador y Bolivia) y con otros progresistas socialdemócratas en el Continente (Brasil, Uruguay, Argentina,) en su exposición de razones del «supuesto» mal menor que significa Zuluaga para Colombia, se desdice con semejante pifia argumental, para nada cercana, al menos con el bolivarianismo al que dice ser afecto. NO, estimado señor Ospina, muy lejos está usted del pensamiento bolivariano, cuando no hace mención en ningún momento, de la necesidad perentoria de un proceso de unidad de acción de todas las fuerzas sociales populares, obreras, progresistas y revolucionarias (tampoco esperaba, ni mucho menos, esa palabra de su parte) para formar un frente amplio que exija al vencedor de las elecciones -pues si es que triunfa Zuluaga como lo preferiría usted, igualmente se le exigiría- la continuidad del diálogo, con la premisa irrenunciable de la necesidad de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que refrende los acuerdos de Paz, para que de verdad la «Paz con Justicia Social» sea una construcción colectiva a partir de la firma de los acuerdos de Paz, que no sería más que el inicio de una serie de transformaciones radicales, incluyendo el modelo de producción, por supuesto; la justicia, la verdad y la reparación integral para las víctimas del conflicto y la certeza de la no repetición; esto a su vez implicaría la des(para)militarización de la sociedad y un largo camino de transformaciones que pasaría indefectiblemente por la necesaria reflexión de integrarnos a los esperanzadores procesos que vive Nuestra América Mestiza como la bautizó nuestro Maestro Martí. Porque sin mirar hacia allá, entonces sí que la supuesta paz de Colombia no pasaría de ser un mero cambio cosmético, porque sabemos que significaría seguir en la órbita del Imperio, que es lo que habita en el fondo del conflicto: la política del expolio a la que ha sido sometido nuestro territorio y nuestro pueblo, durante gran parte de la historia de nuestra República.
Por lo tanto, si ya puede confundir a muchos de sus fans con su refinada prosa al vuelo, tenga cuidado y no caiga en la frivolidad de su admirado caudillo, el caballista de los tres huevitos que siempre ha intentado confundir a nuestro pueblo y al menos a uno de los más destacados intelectuales como lo es usted, le hace concederle ciertos méritos. Pero a los bolivarianos, que le aseguro, somos muchos, no nos confunden ni los más audaces funámbulos del lenguaje con metáforas prefrabricadas o tomadas a otros para desfigurarlas, como cuando invocó a Aurelio Arturo en el título de su columna de abril del 2010, anteriormente citada: «donde el verde es de todos los colores», bellísima metáfora del gran poeta nariñense para referirse al paisaje de Colombia, que bien lejos estaba del significado político de lo que postulaba usted en dicho escrito. A propósito, leí hace aproximadamente 15 (quince) años, un ensayo suyo sobre «Morada al Sur», la obra de Arturo, con la cual usted ganó un premio y me gustaba la sustentación. Desde luego, cuando escribe sobre política, su agudeza se desdibuja notablemente, a mi parecer.
(*) Mauricio Vidales es poeta, Militante del Partido Comunista Colombiano en España, del Movice País Valencià y del Área de Movimientos Sociales de la Intersindical Valenciana. Ha publicado los libros Festejo de Ausencias, selección de poemas, 1983-2001. Faid Editores. Cali. 2001; Huella de Silencios , poemas y ensayos. Poemia, su Casa Editorial. Cali, 2006; y De-cantares, de ires iras y esperanza. Islavaria Ediciones. Huelva, Andalucía, España, 2009
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