Hoy tienen al pueblo Colombiano escogiendo entre dos males el menos peor. Resultado de un proceso electoral grotesco donde los más opcionados se dedicaron a sacarse los trapitos al sol, lo cual hizo la función circense más divertida para un público amante del chisme y los escándalos. El que se diera a conocer pormenores […]
Hoy tienen al pueblo Colombiano escogiendo entre dos males el menos peor. Resultado de un proceso electoral grotesco donde los más opcionados se dedicaron a sacarse los trapitos al sol, lo cual hizo la función circense más divertida para un público amante del chisme y los escándalos.
El que se diera a conocer pormenores de cómo compiten quienes quieren quedarse con el poder para darle su matiz particular al rumbo del país, aunque en su esencia sea lo mismo, mostró la nata de un recipiente ya nauseabundo, pero que para nada ayudó al elector a escoger lo mejor, que al menos creara la esperanza de un cambio que requiere y pide a gritos un país que en medio de lo contradictorio de un crecimiento económico, que es la imagen que más se vende, la exclusión, desigualdad y miseria, se acrecientan día a día.
Todas las opciones son válidas según quién las mire. El ya tradicional abstencionismo, expresión del que «todo sigue igual llegue quien llegue» y de que las elecciones no son más que una farsa para aparentar una democracia que no existe en su plenitud. El otro protagonista, el Voto en Blanco, que a pesar de su relativa juventud, ya se codea de tu a tu con los demás candidatos, y aspira a que inhabilitando a sus contendores se purifique por fin el proselitismo político y así lleguen a dirigir solo los puros. Y por último los candidatos del continuismo, Santos y Zuluaga-Uribe, los que no quieren poner a discusión el modelo imperante, pero que tienen hoy una «pequeña diferencia», el que dice querer continuar con el dialogo para que el proceso de paz llegue a un feliz termino, y el otro que a pesar sus discursos del hoy no y mañana si y después otra vez no, su finalidad es continuar con una guerra atroz y ciento de miles de muertos más, para algún día imponer su orden definitivo, una dictadura civil de nuevo corte.
No es fácil para un pueblo apático, poco politizado y desilusionado de su entorno social y político, decidirse a escoger cuál de esas dos posibilidades seria la menos peor para su futuro inmediato. Como lo expresaron en alguna red, pusieron a escoger entre «morir con cianuro o morir con mercurio» refiriéndose a que los dos apoyan la social y ambientalmente criminal mega-minería. Pero lo cierto es que en estos momentos cruciales del devenir de nuestra patria querida, es necesario apostarle a una paz definitiva en plena democracia y con justicia social.
Al parecer no queda otra opción «por ahora», sino la de votar por la continuidad de las negociaciones en la Habana.
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