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Dos años después (IX)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Julio Anguita, que supo entender su gran honestidad y su enorme grandeza intelectual El libro está dedicado. «A la memoria de los que tanto hicieron por una universidad democrática y ya no están». Los nombres citados, sin sectarismo alguno, sin olvidos, con homenajes evidentes: Giulia Adinolfi, su querida y admirada amiga, la gran hispanista […]

Para Julio Anguita, que supo entender su gran honestidad y su enorme grandeza intelectual

El libro está dedicado. «A la memoria de los que tanto hicieron por una universidad democrática y ya no están».

Los nombres citados, sin sectarismo alguno, sin olvidos, con homenajes evidentes: Giulia Adinolfi, su querida y admirada amiga, la gran hispanista italiana, la esposa-compañera de Manuel Sacristán; Lluís Argemí, Mariano Aguilar Navarro, Josep Benet, Maria Rosa Borràs, Antonio Caparrós, Juan José Carreras Ares, Carlos Castilla del Pino, Lluís Carreño i Piera, Alexandre Cirici i Pellicer, Alfonso C. Comín, Josep Elies, Pilar Fibla, Llorenç Gomis Sanahuja, Jesús Ibáñez, Joaquim Jordá, Antoni Jutglar, José Luis López Aranguren, Ernest Lluch, Josep Vicent Marqués, Alberto Méndez, Santiago Montero Díaz, José María Moreno Galván, Francesc Noy, Gabriel Oliver, Octavi Pellissa, Miquel Porter, Leopoldo del Prado, Albert Puidomènech, Montserrat Roig, Joaquín Ruiz-Giménez, Jordi Rubió i Balaguer, Manuel Sacristán, Mercè Sala, Ricard Salvat, Agustí de Semir, Josep Solé Barberá, Enrique Tierno Galván, Eloy Terrón, Julio Valdeón, José María Valverde, Manuel Vázquez Montalbán y Josep M. Vidal Villa.

Habría ahora que añadir otros nombres. FFB no hubiera tenido ninguna duda. Una muestra de esos nombres, no todos ellos: Miquel Caminal, Pere de la Fuente, Josep Maria Domingo. También su amigo Nazario Aguado recientemente fallecido. Y su nombre por supuesto.

El primer capítulo lleva por título «Memoria personal de la fundación del SDEUB (1965-1966)». Hemos hablado ya del sindicato democrático de estudiantes barcelonés. Recojo ahora algunas de sus posiciones, tesis y argumentos:

Entre 1957 y 1965, recuerda FFB, la presión de los estudiantes universitarios había logrado una cierta democratización interna del SEU, el Sindicato Español Universitario obligatorio del franquismo, en las principales universidades (Madrid, Barcelona, Valencia) españolas de aquellos años. «A mediados de la década de los sesenta, en varias universidades, aunque no en todas, se había logrado ya que la mayoría de los representantes del SEU (particularmente en las Facultades y Escuelas Técnicas) fueran elegidos por los propios estudiantes, exceptuando los cargos superiores, que, hablando con propiedad eran extra-universitarios». Estos cargos «superiores» -jefe nacional, jefes de distrito universitario, etc., nombres para temblar y ponerse firme- seguían siendo designados por las jerarquías de la Secretaría Nacional del Movimiento (más temblores, más horrores).

La situación permitía que para tratar ciertos temas -académicos, culturales- pudieran ser convocadas asambleas que formalmente eran «del SEU», aunque, remarca FFB, «la mayoría de los delegados «del SEU» en las Facultades, en los primeros años sesenta, eran ya universitarios demócratas y anti-franquistas que no creían que hubiera que seguir manteniendo aquel sindicato de origen fascista». Las reuniones toleradas por entonces en todo caso eran pocas. «En el lenguaje de la época las toleradas eran «reuniones»; las no toleradas eran ‘asambleas». ¡Todo un acierto político-cultural!

Además del control de las actividades del SEU por arriba, a través de los jefes de distrito y regionales, «existía entonces una férrea censura política que se ejercía simultáneamente a través de la policía político-social y de las autoridades académicas (rectores y decanos), que eran también de designación directa: nombrados por el Dictador a través del Ministro de Educación». Nada menos. Todas aquellas asambleas en las que hubiera que tratar temas potencialmente conflictivos -FFB da los siguientes ejemplos: «propuestas de solidaridad con obreros en huelga, ampliación del sistema de representación estudiantil, democratización de los órganos de la gestión de la universidad, apoyo a profesores represaliados por motivos políticos»- tenían que ser convocadas al margen del SEU.

El SEU no estaba pensado para esas tareas precisamente. Su función era otra muy distinta.

Por lo demás, en circunstancias nada fáciles, con mucho riesgo personal y colectivo, en la primera mitad de la década de los sesenta había ya algunas organizaciones democráticas de estudiantes en la clandestinidad.

«Las constituían estudiantes comunistas, demócrata-cristianos, socialistas, libertarios o nacionalistas, todos ellos críticos, en mayor o menor medida, del franquismo. Se solía distinguir entre las organizaciones políticas de oposición al franquismo (en aquel momento, pocas) y organizaciones estudiantiles en las que había estudiantes que militaban en las organizaciones políticas (PCE-PSUC, FLP-FOC, MSC y alguna más) pero cuyo objetivo principal era la auto-organización estudiantil y la reforma democrática de la Universidad. Existían incluso algunas formas de coordinación entre estas organizaciones estudiantiles de oposición al SEU y al Régimen de Franco por distritos universitarios y en toda España.»

Eran estudiantes antifranquistas organizados los que, solían convocar y organizar estas reuniones a las que ellos, recuérdese, llamaban «asambleas». Hacia 1965, señala FFB, estas otras asambleas eran ya más, y más frecuentes, que las reuniones del SEU, al menos, comenta prudentemente, en el caso de Barcelona. ¿De qué se hablaba en ellas?

«Se discutía en ellas preferentemente: 1º La autoorganización de los estudiantes fuera del SEU; 2º La solidaridad con sectores sociales represaliados por la Dictadura; y 3º La configuración de una Universidad y de una cultura alternativas a la universidad y a la cultura franquistas. Esto último incluía la organización de actividades culturales (o político-culturales) que chocaban con el estricto corsé que entonces imponía el régimen de Franco.»

Ejemplos de este tipo de actividades político-culturales: representaciones de obras de J. P. Sartre (un autor, un filósofo, que a FFB nunca dejó de interesarle, seguía también en esto, de forma creativa, las enseñanzas de Sacristán); lecturas de poetas representativos de lo que había sido la cultura republicana en España (entre ellos León Felipe, Alberti, García Lorca, Machado, Cernuda menos y apenas Juan Ramón Jiménez, también Salvador Espriu desde luego); edición multicopiada de textos de autores prohibidos por la censura (Marx entre ellos a pesar de que en 1960 Sacristán había traducido ya los textos de Revolución en España para Ariel); películas que, como Viridiana, producida por Gabriel Alatriste, y otras de Buñuel («Los olvidados» por ejemplo) no podían verse entonces en los cines del país. Por lo general, estas actividades culturales alternativas se concretaban en Semanas de Renovación Universitaria y se hacían al margen de las clases regulares.

(En una de estas semanas, abro un paréntesis un pelín largo, probablemente en varias de ellas, intervino Manuel Sacristán. Fue en Valencia. I mpartió su amigo y compañero, no es imposible que FFB le acompañara, una conferencia con el título «Algunas actitudes ideológicas contemporáneas ante la ciencia» en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valencia el 25 de abril de 1969, con motivo de una semana de Renovación Científica que durante ese curso había organizado el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad. Francisco Hernández Sánchez, uno de los asistentes, grabó y transcribió, con la ayuda de otros asistentes amigos, la intervención.

Inició su conferencia el autor de Introducción a la lógica y al análisis formal con estas palabras:.

«Al mismo tiempo que agradezco la invitación hecha por ustedes, lo deploro en cierto sentido, pues yo tengo muy poca fe en la fórmula de la conferencia, como tampoco la tengo en la lección magistral, y esto hace que -como ocurre siempre que se tiene poca fe- tenga poca capacidad de hacer conferencias. Lo único que me sale como forma de expresión es más bien lo que podríamos llamar «ponencia», es decir, la exposición de algún problema o de alguna tesis para discusión. La única justificación de la fórmula «conferencia» sería, en todo caso, justificación en física, y como éste no es el tema, no creo que sea una fórmula para hablar de asuntos de orden científico y sociológico.

«¡Poca capacidad de hacer conferencias!» Por favor. En este caso, la modestia movió a Sacristán a un territorio impreciso.

Proseguía en estos términos:

«Entiendan pues, aunque un ambiente tan numeroso no es el más adecuado para esto, entiendan la intervención que voy a tener como una ponencia, como una mera propuesta de temas, en los cuales el ponente dice lo que piensa sobre ellos, pero un poco provocativamente, por así decirlo, y más para que otros hablen que porque considere completado el tema. Ni mucho menos.»

El tema en cuestión podía ser también un poco desagradable. Por lo siguiente:

«[…] en el sentido de restringir al título de «Actitudes ideológicas ante la ciencia». Habría que añadirle delante, para fijar más fielmente el tema, algún adjetivo que lo delimitara: «Algunas actitudes ideológicas ante la ciencia», no todas, y aquellas por las cuales voy a interesarles me preocupan a mí particularmente y no es seguro que les interesen a todos ustedes: se trata de actitudes manifiestas ante el tema de la ciencia en grupos intelectuales, incluyendo entre ellos a los estudiantes, de lo que podríamos llamar corrientes progresistas, inconformistas, rebeldes o hasta socialistas y revolucionarias en casi todo el mundo».

Esta fue también, como es sabido, una de las preocupaciones centrales de FFB. Basta pensar en su Einstein para los Retratos de El Viejo Topo, en La ilusión del método, en Para la tercera cultura, en sus clases de historia de la ciencia y en numerosos artículos).

Al comenzar el curso 1965-1966, prosigue FFB, durante el otoño del 65, «fuimos los mismos delegados de curso elegidos por los estudiantes el año anterior, todavía dentro del SEU», quienes convocaron, en Barcelona, las primeras elecciones libres «ya al margen del SEU y adelantándonos a lo que el entonces llamado sector tecnocrático del Régimen empezaba a proponer en sustitución del SEU: las APE [Asociaciones Profesionales de Estudiantes]».

La convocatoria de elecciones libres al margen del SEU era una cuestión que se había discutido y planteado previamente, «durante el verano, en un par de reuniones de coordinación nacional (se decía entonces) o estatal (se dijo luego), a las que asistieron representantes de varias universidades».

En ella se había constatado que, en aquellos momentos, había diferentes niveles de organización en las universidades más activas. Quedó abierto un abanico de posibilidades:

«1) convocar ya elecciones libres al inicio del curso; 2) aceptar la convocatoria oficial del SEU para luego, una vez hechas las elecciones, romper con la organización oficial y crear sindicatos democráticos; 3) seguir potenciando la democratización del SEU desde dentro donde, por debilidad organizativa, no se pudiera actuar de otra manera».

Si la memoria no le fallaba, señaló, sólo en Barcelona se logró poner en práctica la primera opción. En Madrid, en la ciudad resistente y antifranquista, «se intentó sin éxito, probablemente por la repercusión que había tenido en la organización alternativa la represión de las protestas universitarias del año anterior».

Al iniciarse el curso de 1965-66 en la universidad barcelonesa se había creado una situación interesante, casi de doble poder por decirlo en términos clásicos y optimistas, comenta FFB:

«[…] una parte de los decanos de Facultades y directores de Escuelas hicieron la vista gorda ante la convocatoria de estas elecciones libres, pese a que formalmente se hicieron fuera de la legalidad vigente. Las autoridades académicas actuaban así porque sabían que quienes convocábamos las elecciones éramos realmente los representantes de los estudiantes y porque, en aquellas circunstancias, tampoco encontraban ya estudiantes universitarios que quisieran organizar las elecciones oficiales».

Así nació lo que empezaría a llamarse SDEUB, el sindicato democrático de los estudiantes universitarios de Barcelona, entonces aún no «la millor botija del món» . ¡Uno de los lemas publicitarios que más le enrabietan!

FFB habla a continuación del uso del término «sindicato». Por qué se mantuvo ese término, esa noción, ese concepto, asociado al SEU. Por lo siguiente.

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