El profesor británico, David Harvey, ha dado tres conferencias en Bolivia sobre el capitalismo contemporáneo. La ciudad de Cochabamba fue el lugar elegido para explicar un par de las diecisiete contradicciones que analiza en su reciente libro. Prefiere hablar de «contradicciones peligrosas» en lugar de apoyar la idea fatalista de que el capitalismo -en última […]
El profesor británico, David Harvey, ha dado tres conferencias en Bolivia sobre el capitalismo contemporáneo. La ciudad de Cochabamba fue el lugar elegido para explicar un par de las diecisiete contradicciones que analiza en su reciente libro. Prefiere hablar de «contradicciones peligrosas» en lugar de apoyar la idea fatalista de que el capitalismo -en última instancia- colapsará bajo el peso de sus propias contradicciones. De esa manera, se desmarca de los marxistas que creen que sólo hace falta intensificar las tensiones intrínsecas del capitalismo para acelerar su inevitable fin o autodestrucción. Harvey sostiene que el capital seguirá funcionando indefinidamente pero de una manera tal que provocará mayor degradación de los recursos naturales y exacerbada inequidad entre las clases sociales a niveles insostenibles. Advierte que para controlar los conflictos y las revueltas emergentes, los Estados reprimirán con más fuerza y los regímenes autocráticos se multiplicarán alrededor del mundo.
La contradicción número quince -el crecimiento ilimitado- emerge de la ambición del propio sistema de acumular capital a tasas de ‘crecimiento compuesto’. Este imperativo implica que el capital requiere encontrar de forma permanente nuevas y lucrativas fuentes de inversión y mercantilización de los recursos naturales. Por eso capitalistas, gobiernos y países enteros se regocijan cuando la economía crece a un ritmo mayor a las tasas históricas de dos a tres por ciento. El problema está en que mantener una tasa de crecimiento ilimitado es insostenible y cada vez más difícil en un mundo finito. Sin embargo, Harvey advierte que ello no conducirá al fin del sistema capitalista sino este se adapta y se reinventa de múltiples formas. Explica que para sostener y acelerar el crecimiento ilimitado, la tendencia capitalista es producir bienes con obsolescencia programada o ‘bienes ficticios’ como los con grandes espectáculos (juegos olímpicos, copas mundiales de fútbol) para su consumo instantáneo y efímero.
El comentarista -el ministro Arce- se abstuvo de opinar sobre esta contradicción fundamental del capitalismo. Ciertamente, no era el escenario propicio para presumir que Bolivia alcanzó una tasa de crecimiento de 6,8 por ciento el año pasado (2013), ni que la «previsión más modesta» para el año en curso es de 5,7 por ciento. Pero, siguiendo el postulado boliviano de los derechos de la «Madre Tierra», una respuesta coherente debería haber respaldado la posición de Harvey, alegando que el crecimiento ilimitado agrava el cambio climático y son los pobres quienes sufrirán las mayores consecuencias. También se podía optar por una postura más abierta-aunque políticamente incorrecta-de defender las altas tasas de crecimiento argumentando que países pobres como Bolivia,ante todo, necesitan tasas sostenidas de crecimiento para la transformación de su matriz productiva y la ‘socialización’ de la riqueza. En fin, la presencia de Harvey no ha sido suficiente para animar un debate más intenso de estos temas centrales para entender en qué consiste el modelo alternativo boliviano.
La contradicción entre el valor de uso y valor de cambio fue el segundo tema abordado por el conferencista. En primer lugar dejó establecido que todos los bienes o mercancías tienen valor de uso y valor de cambio. Son dos formas de valor significativamente diferentes. Mientras el valor de uso refiere a la capacidad de un bien para satisfacer una necesidad, el valor de cambio toma forma cuando el bien es objeto de transacciones en el mercado capitalista. Ilustra su argumento con un bien inmueble, cuyo valor de uso -refugio, morada, residencia familiar– es superado en demasía por la suma de los costos de producción, ganancias, tasas de interés y renta capitalizada de la tierra. Aún peor, la brecha se amplía con las burbujas especulativas. Harvey explica que esto es así porque la intención capitalista no es obtener el valor de uso sino el valor de cambio. En consecuencia,propone que para la transformación de una sociedad se debe privilegiar y retornar al valor de uso, en detrimento del valor de cambio.
Al respecto, Arce resaltó que la nueva Constitución, por ejemplo, reconoce y protege el acceso a los servicios básicos y que el agua esun derecho humano. También destacó la reciente regulación estatal del sistema financiero para reducir las tasas de interés especulativo sobre las viviendas. En términos marxistas, esto significa que el gobierno actual tiene políticas en curso para reducir la brecha entre el valor de uso y el valor de cambio atribuida a la especulación financiera. También el Ministro de Economía explicó que el modelo boliviano consiste en «generar riqueza a partir de los recursos naturales, apropiación de ese excedente por parte del Estado, su redistribución […] entre la gente y entre los propios sectores de la economía apuntando hacia la industrialización […] y así luchar contra la desigualdad social». En otras palabras,los supuestos subyacentes de esta lógica son que el crecimiento bajo el capitalismo de Estado genera aún mayor desarrollo económico, trae beneficios sociales y resuelve eficientemente los problemas de inequidad social. Dicho de otro modo, el modelo boliviano queda justificado con los mismos argumentos con que los ricos defienden la acumulación privada de la riqueza y aseveran que mecanismos como eltrickle-downeffect (efecto de goteo) se encargan de reducir las brechas de inequidad social. Una razón más para admitir lo que dijo Harvey en Bolivia: «todos pensamos como neoliberales».
El profesor Harvey ha dejado valiosas reflexiones para los procesos político-económicos de nuestro país. Su mensaje es que la premeditada acentuación de las contradicciones del capitalismo no nos conducirá a una sociedad postcapitalista sino a la violencia, conflictos y luchas por el control de la tierra y recursos naturales. Sus propuestas apuntan al humanismo: solidaridad entre todos, no a la alienación del trabajo y la naturaleza y cambio de nuestras concepciones políticas y mentales. Probablemente estas premisas sean insuficientes pero su incansable trabajo sobre la teoría marxista y las categorías conceptuales como «acumulación por desposesión» que concibió no sólo son consistentes aportes para la reflexión sino bases imprescindibles para entender cómo opera el capitalismo contemporáneo en crisis.
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