Más del 50 por ciento de los chilenos tiene ingresos inferiores a lo que, según la Casen, corresponde a la clase media, por lo que sufren las consecuencias de la marginalidad. Según los especialistas, esta mayoría debe soportar una violencia que es invisibilizada en el discurso público y en la intervención de las instituciones del […]
Más del 50 por ciento de los chilenos tiene ingresos inferiores a lo que, según la Casen, corresponde a la clase media, por lo que sufren las consecuencias de la marginalidad. Según los especialistas, esta mayoría debe soportar una violencia que es invisibilizada en el discurso público y en la intervención de las instituciones del Estado. Sin embargo, postulan que también se puede deber a un intento de desestabilización contra al Gobierno.
Con especial cautela para atribuir los atentados explosivos a algún grupo en especial, expertos analizan las posibles motivaciones que podrían haber causado este tipo de hechos, que marcan un quiebre de lo conocido al afectar a la población civil y no a los símbolos tradicionales del poder y del sistema.
El atentado al Subcentro del metro Escuela Militar marcó un punto de inflexión en la forma de interpretar el fenómeno que estaba ocurriendo en torno a una seguidilla de atentados, la mayoría de ellos artesanales, por parte de grupos pequeños que escapan a la visión de grupos organizados, con capacidades operativas tradicionales.
Rabia contenida, marginalidad, violencia, abuso, las drogas dominando el espacio público en las poblaciones, miedo, desconfianza hacia las instituciones y la resistencia al poder de parte de los jóvenes, sobre todo a los partidos políticos tradicionales, son parte de fenómenos sociales que hacen concluir a los analistas que una buena parte de la población hoy vive en un entorno de permanente inseguridad, donde las policías no son sinónimo de resguardo. Un ambiente donde impera la ley del narcotráfico y donde la vida está en constante riesgo. Todo esto, podría explicar el fenómeno de la seguidilla de atentados.
Los expertos que se dedican a estudiar las tendencias y el comportamiento de los movimientos sociales, aseguraron que la delincuencia y el temor se viven con mayor grado en los estratos más bajos, porque la presencia del Estado allí es débil.
Persiste un modelo de desarrollo con medidas coercitivas que no han variado mucho desde la dictadura, pese al cambio en las comunicaciones y el acceso a las nuevas tecnologías. Y si se agrega que los perpetradores de violencia en dictadura siguen impunes, eso queda en el inconsciente de una sociedad que se permea de una cierta conducta moral, explican.
El sociólogo de la Universidad de Chile, Víctor Hugo Allen, que se ha dedicado durante los últimos 17 años a investigar los cambios que se producen en las tendencias sociales, planteó que resulta exagerado hablar que en Chile hay terrorismo y que las razones de la violencia se deben buscar en las grandes diferencias sociales.
«Es una situación muy ambigua que juega con el límite entre la civilización y la barbarie, ese es el fondo: algunos están viviendo en la barbarie, por lo tanto, lo que está pasando ahí, en la medida que se intensifican las diferencias y se percibe que cada vez está más alejada la política, por ejemplo, del discurso público, más alejada de esa vivencia, de las personas que están al margen, es más o menos lógico que uno pueda esperar conductas muy irracionales. Eso desde la perspectiva de que no sean cosas con objetivos políticos definidos de desestabilizar al gobierno, también existen algunas posibilidades de eso», dijo.
Uno los objetivos de estos atentados, explican los analistas, podría ser influir en la agenda e impactar al gobierno. Sin embargo, también observan que estos hechos bloquearon otros temas. En el caso de que se tratara de la variante de un terrorismo antisistema, ello podría deberse al recrudecimiento de un proceso político que tiene que ver con la marginalidad que se expresa en los que denominaron «carnavales de destrucción», por ejemplo en fechas conmemorativas o el comportamiento de las barras bravas.
El investigador y académico francés, actualmente invitado por la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, experto en movimientos sociales, Franck Gaudichaud, sostuvo que este tipo de acciones son destructivas, tanto para quienes lo practican como para las organizaciones de izquierda y la sociedad.
«También puede ser un símbolo de un malestar acumulado en la sociedad que se traduce de manera aberrante y violenta: un malestar que hay en el neoliberalismo chileno. Esta violencia es intrínseca también a la sociedad chilena, es una violencia a veces subterránea, a veces más visible y que tiene que ver también con la impunidad de los resopmsables de la Dictadura, con el golpe de Estado, con la violencia del capitalismo neoliberal, que pueden provocar acciones individuales destructivas»
El director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, Hugo Frühling, precisó que esto plantea una dificultad porque la mayor parte de las experiencias en grupos terroristas habían sido desde el estudio de grupos organizados, jerarquizados, con ideologías claras y que incluso tenían una ligazón con grupos políticos. Esto, a su juicio, representaría un fenómeno nuevo en el país, con un perfil de personas de bajos ingresos, en un ámbito de informalidad económica.