Todo el mundo es consciente de la profunda crisis que atraviesa el Estado Español. Todos los días se publican nuevos escándalos de corrupción. La mayoría de los partidos políticos están salpicados, cuando no involucrados de manera casi generalizada, en financiaciones ilegales, tarjetas, sobresueldos y corruptelas varias. El paro y la pobreza se extienden como una […]
Todo el mundo es consciente de la profunda crisis que atraviesa el Estado Español. Todos los días se publican nuevos escándalos de corrupción. La mayoría de los partidos políticos están salpicados, cuando no involucrados de manera casi generalizada, en financiaciones ilegales, tarjetas, sobresueldos y corruptelas varias. El paro y la pobreza se extienden como una mancha de aceite. El modelo de estado diseñado en la Constitucion del 78 hace aguas porque niega y ahoga las aspiraciones democráticas de las Naciones del Reino de España.
De todo ello se habla y se discute pero apenas se analizan las raíces o las causas de esta crisis multifacética. Las tertulias más variopintas tratan con profusión sobre la degradación en la que han caído las instituciones públicas han, pero casi nadie se pregunta por qué se ha llegado y quiénes han permitido semejante depravación. Y aunque no se puede reducir a una única causa, sí se puede ratificar con certeza que hay una forma de hacer política que se implantó en la llamada «transición», tras la muerte del dictador, que tiene mucho que ver con la putrefacción actual de la vida política.
Precisamente lo que se denominó el «espíritu de la transición», que con tanta vehemencia defendieron distintos representantes públicos hace unos meses a la muerte de Suárez, es una de las causas más determinantes de esta degeneración. La denominada «transición democrática» en la práctica fue tan sólo simple barniz del franquismo, implantó un estilo de hacer política que nos ha llevado a la actual degeneración. Aquella fase fue estafa y engaño para los intereses de la mayoría. Y de «aquellos vientos estas tempestades». Porque, ¿qué estilo se implantó en esa «Reforma del Franquismo»?
En primer lugar, la filosofía del acuerdo entre las direcciones de distintos partidos políticos mintiendo o falseando la realidad a sus bases. (UCD; PSOE; PC; PNV y CIU). Acuerdo en el que a cambio de su legalización aceptaron la impunidad de los crímenes horrendos de los franquistas. Es verdad que hubo una ley de Amnistía por la que se liberaron también presos vascos, pero en la practica fue una ley de «punto final» utilizada de manera fraudulenta porque no es aplicable a crímenes de lesa humanidad como los franquistas. ¿Acaso ha pagado algún verdugo franquista por sus responsabilidades? Aquella impunidad ha generado esta depravación. Se ha aplicado un simple silogismo: «Si los anteriores no han pagado por sus desmanes también nos libraremos nosotros».
En segundo lugar, dichos partidos consistieron en mantener intactos todos los aparatos del Estado del anterior Régimen fascista: la misma Guardia Civil; los mismos jueces fascistas; los mismos banqueros y empresarios acostumbrados a imponer las leyes que más les convenía Así ocurrió algo insólito en el mundo entero: un régimen dictatorial pasó a llamarse «democrático» por la mera legalización de aquellos partidos, que a ellos mismos les interesaron, y de impulsar unas teóricas libertadas «tuteladas».
En tercer lugar, abanderaron el «pacto social de Toledo» para atar y desactivar a los sindicatos CC.OO y UGT. Neutralizados los sindicatos y los partidos políticos, de la mano de los intereses económicos de la banca, de las grandes multinacionales y con el apoyo de los «poderes fácticos» de los militares el sistema caminaría sin grandes sobresaltos. La actual sumisión a la monarquía y los poderes económicos del PSOE hunde sus raíces en ese «pacto de la transición».
Por último, aceptaron crear un modelo de Estado sobre la base de negar la plurinacionalidad del Reino de España con un «café para todos», que esta resultando insostenible por el enorme gasto público. Tratando negar las diferencias naturales han creado un bodrio que hace aguas por todas partes: unas Autonomías uniprovinciales inviables y dualidades de instituciones que mutuamente se solapan.
Por todo ello, solamente será posible una «regeneración democrática» sobre bases y fundamentos nuevos. Nada avanzamos con pactos entre partidos totalmente degenerados. Los ejes de esa profunda regeneración pasa por cambios profundos y radicales:
Por una parte, por rescatar el poder político de las garras de la banca y de la sumisión a las grandes multinacionales. No hay código ético creíble sin una verdadera soberanía popular. Resulta urgente recuperar la democracia. El actual «capitalismo parlamentario» es insostenible, no puede ser que las instituciones estén al servicio de las clases pudientes a costa de los-as trabajadoras. ¡¡¡Basta ya de utilizar el voto de los pobres para enriquecer todavía más a los ricos.!!! Es hora de la rebeldía popular para recuperar los principios elementales de la Democracia, «secuestrada» por el PP y el PSOE.
Por otra, apostar por una clara transformación social, implantando la economía solidaria. Se hace imprescindible otra economía y otro modelo de sociedad. Es clamor y resulta vital una sociedad basada en el reparto equitativo de la riqueza y del trabajo. Hay que planificar la economía sobre la base del servicio a toda la población y no al principio del máximo beneficio para unos pocos. No podemos seguir siendo rehenes de las deudas públicas injustas, ni admitir expolios de Cajas de Ahorros para enriquecimiento de unos pocos.
En tercer lugar, urge reconocer el carácter multinacional del Reino de España. No valen paños calientes. Cataluña y Euskal Herria están exigiendo a gritos el reconocimiento de que son una Nación y como tal tienen pleno derecho a decidir su futuro económico, social y político. Cambios parciales tan sólo alargan la crispación unos años más, la solución solamente puede llegar desde una actitud de total respeto a la decisión soberana de cada una de las naciones del Estado Español.
Todas las instituciones del Estado necesitan una profunda regeneración que pasa necesariamente por una auténtica «Transición Democrática». Es imprescindible que el pueblo recupere la Democracia, actualmente «secuestrada» por la casta política al servicio de los grandes ricos. No valen acuerdos entre partidos corruptos ni entre la «casta política». El cambio exige nuevos principios políticos, otra manera de hacer política y valentía para que las instituciones estén al servicio de los intereses populares y no arrodillados y sumisos ante los lobbys económicos y las presiones militares.
Tasio Erkizia. Militante de la izquierda abertzale
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