Se han cumplido cuarenta años desde aquel día aciago en el que cayó asesinada Yolanda González, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, por los disparos de dos militantes de Fuerza Nueva. Para muchos fue la última víctima del franquismo. El 1 febrero de 1980, Franco había muerto cinco años antes, España tenía una Constitución […]
Se han cumplido cuarenta años desde aquel día aciago en el que cayó asesinada Yolanda González, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, por los disparos de dos militantes de Fuerza Nueva. Para muchos fue la última víctima del franquismo. El 1 febrero de 1980, Franco había muerto cinco años antes, España tenía una Constitución y pensábamos que estábamos en una democracia. Hubo muchos más asesinatos cometidos por la derecha reaccionaria.
El asesinato de Yolanda fue una prueba más de la connivencia entre determinados sectores de la Policía y los grupúsculos terroristas de extrema derecha. «El asesinato de Yolanda me dejó anonadado porque fue un golpe totalmente inesperado, nunca había sucedido algo así desde la Guerra Civil; asustado porque planeaba la sospecha de que todavía vinieran a por mí; y responsabilizado por si yo podía haber hecho algo para evitarlo; me costó tiempo convencerme de que los únicos responsables eran los asesinos y sus instigadores», escribe Alejandro Arizkun, el novio, en aquel momento de Yolanda en el libro Los amigos de Yolanda (Andavira)
La Transición no fue el periodo modélico que muchos pregonan, sino una etapa conflictiva y trágica, en la que decenas de personas perdieron la vida intentando asentar las frágiles libertades que comenzábamos a recuperar frente a quienes defendían la pervivencia de un franquismo sin Franco. Yolanda González, una estudiante bilbaína de 19 años, fue una de esas luchadoras anónimas. Ni fue la primera ni sería la última víctima de aquel tiempo convulso. Yolanda se convirtió en el símbolo de una generación de jóvenes idealistas que se echó a la calle decidida a cambiar el mundo. (Carlos Fonseca en su obra No te olvides de mí, de Planeta)
La última semana de enero de 1977, ha sido considerada por los historiadores como la más trágica, violenta y tensa de la Transición española, según Mariano Sánchez Soler en el libro Los hijos del 20-N. Historia violenta del fascismo español (Temas de Hoy, 1993). El 23 de enero fue asesinado en Madrid el estudiante Arturo Ruiz, de 19 años, durante una manifestación a favor de la amnistía; reivindicó el crimen la ultraderechista Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista). Al día siguiente otra estudiante, María Luz Nájera, murió en Madrid como consecuencia de un bote de humo lanzado por la policía durante una carga. Tal vez la masacre más recordada es la perpetrada el 24 de enero en el despacho de los abogados laboralistas de la calle Atocha de Madrid, vinculados a Comisiones Obreras y al Partido Comunista: cinco personas asesinadas y cuatro heridos graves.
La noche en que mataron a Yolanda González, los termómetros, marcaban 6ºC en la Zona Sur de Madrid; pero no fue el frío, sino tres disparos a quemarropa, dos de ellos en la cabeza, los que helaron su vida para siempre en un descampado a la altura de Alcorcón, tras haber sido secuestrada. Era afiliada desde los 16 a las Juventudes Socialistas de España en la corriente Izquierda Socialista, evolucionando hacia el trostkismo. En plena Transición, su ideología le supuso su tumba. Los autores del crimen, pertenecientes a la ultraderechista Fuerza Nueva, contaron con el contubernio policial, como así quedó acreditado en el juicio.
Hubo muchos más casos, como recuerda Enric Llopis en Rebelión, en su artículo La otra Transición: balas, porras y pelotas de goma. El 8 de julio de 1978 -durante las Fiestas de San Fermín-, medio centenar de personas descendieron a la arena de la plaza de toros de Pamplona, en la que se congregaban cerca de 20.000 espectadores. Los activistas desplegaron una pancarta con el lema «Amnistia Total. Presoak Kalera. San Fermín Sin Presos». Tras algunos incidentes en la grada, efectivos de la policía armada irrumpieron y cargaron con porras, botes de humo y pelotas de goma. La policía «hizo uso de sus armas disparando fuego real indiscriminadamente». La tensión se extendió por la ciudad y se levantaron barricadas. El balance de la jornada represiva fue de 11 heridos de bala y un muerto, según cuenta Germán Rodríguez Sáez, militante de la Liga Comunista Revolucionaria.
Y la trágica historia llega hasta nuestros días. La jueza argentina María Romilda Servini libró una orden de busca y captura internacional por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Vitoria en 1976, contra los exministros franquistas y también del gobierno de Adolfo Suárez, José Utrera Molina y Rodolfo Martín Villa. Estos crímenes se produjeron cuando la Policía desalojó la iglesia de San Francisco de Asís, en la que se encontraban reunidos miles de trabajadores en huelga. La policía abrió fuego hacia el interior de la iglesia y disparó contra quienes abandonaban el recinto. Cinco manifestantes perdieron la vida y más de ciento cincuenta resultaron heridos, algunos de ellos de extrema gravedad. Este suceso salpicó a Martín Villa y al entonces Ministro de Gobernación, Manuel Fraga Iribarne. Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo García y Bienvenido Pereda Moral fueron los cinco trabajadores asesinados por la policía.
Las querellas integradas por familiares de víctimas acusan a Martín Villa de tener responsabilidad en las muertes de otras seis personas. Norma Menchaca Gonzalo fue asesinada el 9 de julio de 1976, José María Zabala Erarsun murió el 8 de septiembre de aquel año. El 23 de enero de 1977 falleció Arturo Ruiz García; el 12, el 14 y el 15 de mayo fueron asesinados Rafael Gómez Jáuregui, José Luis Cano Pérez y Francisco Javier Núñez. Todos fueron muertos durante protestas y manifestaciones. En 2014 Servini dictaminó que los asesinatos que se produjeron durante la huelga de 1976 «habrían sido cometidos en el contexto de un ataque sistemático y generalizado contra población civil». La responsabilidad mediata de los acontecimientos recae en Rodolfo Martín Villa, como titular del ministerio de Interior.
La Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo (Ceaqua), señala, en un informe remitido al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, los incumplimientos sistemáticos de, Estado español, de las recomendaciones dictadas para garantizar la tutela judicial de las víctimas del franquismo. Según el abogado de la Coordinadora, no ha habido ni una sola medida adoptada por parte de los tres poderes del Estado que suponga ningún avance, sólo retrocesos.
Yolanda González Martín fue asesinada por los miembros de Fuerza Nueva Emilio Hellín e Ignacio Abad, con la colaboración de José Ricardo Prieto, Félix Pérez y David Martínez. Juan Carlos Rodas, agente de policía, participó en la vigilancia del exterior de la vivienda junto a otros cómplices, mientras Hellín y Abad subían para secuestrarla. El proceso judicial mostró las carencias de una Transición que permitió a jueces, fiscales y policías, «construir la impunidad del presente sin tener que rendir cuentas por la represión del pasado». Hellín, autor de los dos primeros disparos, fue condenado a 43 años y medio de prisión. Consiguió fugarse de prisión en febrero de 1987 instalándose en Paraguay. Regresó a España en septiembre de 1990 tras ser detenido por la Interpol. Finalmente, cumplió 14 años en prisión de los 43 años a los que fue condenado. Ignacio Abad, autor del tercer disparo, fue condenado a 28 años, ocho meses y un día.
En su desvergüenza asesina, Emilio Hellín reivindicó el asesinato mediante un télex a la Agencia EFE: «El Batallón Vasco Español, grupo operativo-militar, reivindica el arresto, secuestro y ejecución de Yolanda González, natural de Deusto, integrante del comando de ETA, rama estudiantil −IASI−, del que también forman parte otras dos personas con domicilio en Madrid y que utilizan como tapadera y acción de masas a grupos políticos de ideología trotskista y maoísta, donde se amparan sus actividades. Por una España grande, libre y única. ¡Arriba España!». ¿Les suena el talante? La ultraderecha sigue utilizando los mismos términos y estilos de siempre.
En memoria a Yolanda y a todas las víctimas asesinadas por la derecha reaccionaria y sus cómplices; les mataron por defender una sociedad más justa y en libertad. Debemos pedir justicia y reparación por todas ellas y por las que siguen olvidadas.
@caval100
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