“Te amaré como al mundo…te amaré aunque no sea la paz.”
Silvio Rodríguez.
Sea dicho esto sin pretensiones. Desde el rincón de esa patria secreta y grande donde la dignidad ilumina de manera inversamente proporcional a la densidad de la oprobiosa falta de luz, renaciendo diariamente en la lucha contra las sombras que acompañan la existencia: las de parasol, silla y contemplación; las de esos afectos-sombra que solo están ahí cuando brilla el sol; las mundialmente famosas sombras de la duda y la amenazante sombra de la disolución, que es más oscura en la cárcel, que es más fría para el espíritu libre que reconoce ese peligro en la dimensión trágica que encierra; que es más tumba terrible para el que tropieza una y otra vez pero “tontamente” se levanta porque no puede adaptarse a vivir arrastrándose y se ve impulsado a confrontar eso que no puede tolerar, llámese molinos o gigantes.
Suceden cosas en nuestro país, en nuestro continente, en nuestro mundo. Muchos se inquietan para rebelarse, muchos se rebelan sin saber muy bien para qué y terminan apaciguándose. Algo nos viene sucediendo (desde hace rato) ¿Será que construimos desde ya otro mañana? ¿amamos definitiva, totalmente y para siempre, aunque nos duela? O ¿jugamos un poco a los timos y las estafas antes de sentar cabeza porque nos sentimos viejos? La rebeldía es siempre una opción individual que carece de sentido y se convierte en pose, cliché, ladrillazo si no es rebelión y dignidad colectiva.
Símbolos, accesorios, barbas, bicicletas y gestos ya convencionales estudiados en redes sociales para demostrar la imagen que se quiere proyectar… y esta muy bien ¿quien dijo que no? Tal vez el gesto inocuo, inofensivo, inane se empaña a veces de esa suficiencia del semiintelectual de clase media que se mantiene a prudente distancia de los pobres, de su vida, sus inquietudes y sus sueños. Carenciados que merecen ese desprecio por «ignorantes», por feos, porque no entienden y votan por Uribe. Pero desde la altura de la bicicleta de dos millones y sin que pertenezcan a las redes sociales de uno.. ¿Cómo se les puede explicar algo para que entiendan? Además, un ñero puede robarle a uno la bici o el celu y en eso si que nos encontramos todos los que nos hemos civilizado a la europea: seguridad y ciclo rutas. Pero sin “chalecos amarillos” porque aquí cuando la gamineria se desborda hay que explicarle, decirle que así no, que no es la forma, que tampoco ¿Como hacer para que dejen de creer en los patrones y crean más en sí mismos, en nosotros mismos, en los de abajo mismos?
«Rebeldes» progres, raros-peinados-retrovintage, under-cool o vikingcriollos, guerreros de luz y de las galaxias presentes en el marchódromo dispuestos a todo, menos a defender sus ideas con acciones. Porque todo es violencia, todo es maligno todo es ilegal (menos los pequeños placeres ilegales que tanto gustan). Se dice que todas las violencias son iguales, como si la violencia de un macho violador que ataca a una mujer pequeña y menos fuerte fuera del mismo carácter de la violencia de la mujer que le estalla las pelotas de una patada al violador.
Es bueno saber que el poder se interesa en que la gente no comprenda qué sucede y se mantenga aislada una de otra para que no pueda pensar, rebelarse, ni actuar. Al poder le interesa que quienes tienen medios y acceso al título nobiliario que otorgan nuestras prostituidas universidades, sean activos en la lucha por «ayudar a tranquilizar» a esa masa indómita confusa y esperanzada en que «las cosas cambien»
Desde acá se piensa que puede haber belleza en vivir, en caminar compartiendo sueños y saberes porque nada nos distancia en la diversidad múltiple de lo popular. Tal vez nacer pobre ha sido riquísimo para comprender que solo actuando juntos se fortalece la dignidad colectiva.
¿Para que? La dignidad existe sin preguntárselo y esa actitud vital, afirmativa ante el aterrador abismo de lo incierto; ese fuego combativo que se lanza a la incertidumbre, a la angustia, al riesgo con la sola intuición de una “meta final” que no es promesa redentora a la que basta esperar anunciándola con la cerveza en la mano. Sino que se construye cada día como camino y combate, esperanza y acción; la intolerancia ante la situación opresiva, la incomodidad inadaptada capaz de reconocer la irracionalidad esquizofrénica del poder neo facho y las facetas de su funcionamiento. Sin la ilusión guardada de “domesticar a la bestia” con obsecuencia y sonrisas; sin “el reto” de obtener el perdón de los que son imperdonables; sin asumir el papel asignado por las verdades oficiales, es decir, sin evitar rupturas profundas e irreversibles. Reconociendo el patetismo y la capacidad asesina del fascismo criollo. Reconociendo la lucha con y por el orgullo de los y las oprimidas.
Ese primer reconocimiento es necesidad esencial en el filo del ominoso desarraigo para el que “nada es verdadero y todo está permitido” a fin de perder, traicionar o abandonar aquello que nos pone en conflicto, incertidumbre o riesgo: esto es el ánimo de desobedecer la eficiente irracionalidad del mezquino poder del dinero y sus príncipes ( claro, para quien alguna vez ha sentido ese ánimo). La voluntad-decisión de materializar cosas soñadas, nuevos mundos creados más allá de la propia cabeza, más allá del pequeño “sí mismo” con sus metas, posibilidades y certezas domesticadas a crédito y miedo.
Al romperse la estabilidad idealizada y cómoda, el miedo puede llegar a instalarse, profunda y permanentemente por la concreción de lo “imposible” que al no acomodarse, ni adaptarse, al asumir la transvaloración de lo establecido, se hace siempre posible. Cuando lo infausto, el dolor, la angustia se hacen carne y sangre, hierro y cemento, cárcel, muerte, soledad absoluta, crisis. Bien puede surgir de ahí el mito de la caverna al revés, pues la luz intensa y el frío lastiman la sensibilidad y siempre puede ser más cómodo ( e interpretado como símbolo de arrepentimiento y redención) volver al abrigado calor de fuego y caverna. Dicho bruscamente: los buenos de todos los tiempos tienen que demostrar que lo son volviendo a ser espectadores de sombras, asombrados fingida o auténticamente, con los matices variados y las novedosas formas de adaptación a lo viejamente establecido.
¿Cómo hacerlo sabiendo que “lo otro” existe? Arrepentimiento y perdón; cautela cómo nueva bandera, vergüenza y repulsa del pasado que fue siempre riesgo y poquísimas veces promesa. El cambio de un pasado confuso y “sufriente” por el realismo pragmático de la negación y el presente-futuro (¿) de confort seguro y pletórico de mala conciencia. Porque la vergüenza y la negación son culpa que busca la gracia y el beneplácito del poder. Absurdamente algunos anhelantes llaman a eso “libertad” y repiten cotorramente la pequeña lección comprensible, sencilla y simple en medio del caos: “sé tú mismo”, se tú y solo tú. Igual a todos en la adaptación cómo única forma de vivir, de ser y de hacer política. Desde ese “sí mismo” intoxicado por el resentimiento contra un “pasado inferior” que ensucia su propio “ahora superior” que podrá comprar los artículos y las consignas de moda para el “progre” de hoy, sin yugos, sin cadenas, sin prisiones, libre de locuras riesgosas y de explicaciones políticas, sociales, filosóficas o humanas sobre el mundo o sobre su propio actuar.
Un paso más lejos el “tu mismo” encadenándose al amo, cómo corresponde a todo buen esclavo. El fascismo es banal en su operatividad y la aceptación de ese poder niega temperamentos y crisis al arrodillarse simplona y banalmente.
Vuelvan los buenos y los normales a su tibia caverna o no salgan de ella, consuélense con sombras suaves e inofensivas, con sueños realistas, con la ilusión de que el poder no los odia ni desprecia. Sean tranquilos que a nadie perturban ni incomodan. Allá, protegidos de la angustia y de felicidades malogradas; a salvo de la alegría que produce la sempiterna aventura existencial de la lucha no postergada, actuante y cotidiana que molesta, que perjudica, que incomoda al fascismo controvirtiendo el discurso contemporáneo y juvenil- anciano ni frío, ni caliente, pero siempre aporofóbico de “transgredir con el poder y para el Poder “. En todo caso, más fácil y rentable que hacerlo en contra.
Un segundo reconocimiento, que subvierte un futuro confiado en la historia crediticia, para convertirlo en confianza en el futuro, es esencialmente necesario en la perspectiva de la bendita rebeldía cómo aventura existencial definitiva que contraviene el sentido adjudicado, único, seguro y en “su lugar” de todo lo existente. Aventura que nos pone al borde de un precipicio en el que “la idea” no es “método” sino estructura profunda del pensamiento, matriz “racional- espiritual” sentipensante que supera las reglas aristotélicas de la lógica formal y los términos escasos de la racionalidad práctica y la retórica “greco-porcina” del coaching, en las que solo cabe el resultado, la ganancia y el préstamo para comprar “sueños” a la medida de la desesperanza.
Para la rebeldía la razón contra el miedo contra el neo-medioevo del sentido y los lugares comunes, los roles y esquemas que definen e imponen que “el sol no puede brillar para todos por igual”. Para la rebeldía el proceso vale, el proceso actuante define y determina la confianza en el futuro que se constituye en una perspectiva existencial, moral, valorativa, criteriosa de la vida misma y de la percepción del “si mismo” que ejerce el porvenir desde ya y por un mundo en el que exista “para todos todo”. En un fundamento de la vida misma, en una actitud permanente a través de un tiempo continuo, del antes al mañana; porque somos lo que hemos sido, porque lo que hacemos, amorosa y limpiamente, construye el futuro, cómo venga ( a sabiendas de que existen cómodos futuros y presentes surgidos de la traición y el veneno) sin amarguras ni deudas, pues no hay dioses ni amos de nuestro lado, inequívoca señal de libertad. Una libertad que se empeña en amar sin pausa, sin medida, sin excusas.
La confianza en el amor y en la justicia, trascienden nuestras vidas, nuestra propia humanidad, nuestros miedos y soberbias porque son problemas humanos y eternos. Más humanos y más eternos cuando nos levantamos a construir un futuro con vida, días, caminos y un amor infinito que, hasta en sus últimas trincheras y reductos, nos obliga a la libertad y a la alegría al encontrarnos con los desposeídos y los nadies orgullosos de serlo, los que no pueden ser ovejas, ni se avergüenzan de amar, de vivir y morir sin miedo.