En estos días de reclusión obligada, me vienen a la memoria aquellos días compartidos durante el llamado Periodo Especial en Cuba. La escasez, la angustia, y la incertidumbre por el futuro sólo podían ser conjuradas con los afectos y la solidaridad. Siempre he defendido, más allá de compartir -o no- el modelo sociopolítico, que Cuba nos obligaba, y nos obliga, a pensar y a reflexionar en profundidad, sobre nuestros estándares de vida, sobre nuestros valores. Muchos pensaban que esa dura realidad que vivía Cuba se debía al pecado original de no reconocer al mercado como fuerza motriz y única de la economía y de la sociedad. El Dios mercado y su aparato cultural castigaban con dureza tanta soberbia., tanta osadía. Una situación así era impensable en nuestros países. Pero, hete aquí, que el título de ese bello ensayo de Santiago Alba se hizo realidad: Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos.
El desastre antropológico del capitalismo nos enseña hoy sus consecuencias. La lógica del mercado ha roto todos los equilibrios naturales. La mayoría de los pueblos “atrasados”, que fueron arrollados durante la configuración del capitalismo, nunca se hubiesen atrevido a ello. No es el ser humano genéricamente quien destruye, sino una forma determinada de configurar la economía. Marina Garcés, al respecto, se hacía la pregunta pertinente y certera : “Pero ¿cuál es la raíz de la impotencia que nos inscribe, de manera tan acrítica y obediente, como agentes de nuestro propio final?
Una muy buena amiga, que en estos días lucha desesperada como médica intensivista en Madrid contra este primer desastre, me decía: “estamos acostumbrados a conseguir todo con nuestra tarjeta de crédito… no hay respiradores, no hay camas suficientes de UCI, los stocks de material hospitalario están rotos… Es la misma impotencia ante la muerte que viví en Nicaragua hace años…estos momentos nos van a poner en nuestro sitio”.
En Cuba, siempre se tuvo claro, incluso en aquellos días durísimos del Periodo Especial, que la salud es básica porque somos vulnerables. Es un buen punto de partida, un buen ejercicio de humildad.
En estos días de reclusión más Saramago, más “Ensayo sobre la ceguera” y menos NETFLIX. Habrá un después que nos requiere fuertes y claros para replantear el “nosotros” en el centro de la economía, para frenar tanto aceleramiento sinsentido.