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El Covid-19 y el mundo del trabajo

Fuentes: Rebelión

Ciertamente el mundo capitalista global está siendo víctima del virus Covid-19 que ya se ha convertido en una pandemia como reconoció oficialmente, el 12 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y experimenta la mayor parte de los países del mundo. Esto sencillamente es innegable, independientemente de las causas que lo hayan provocado − donde siempre hay una acción humana − entre las que figuran con mucha fuerza y consistencia la acción deliberada del gobierno de Estados Unidos que ha sido responsabilizado formalmente por gobiernos, especialistas y académicos de diversas partes del mundo (véase, por ejemplo: “EEUU liberó su arma biológica, el COVID-19, para dominar al mundo”, 18 de marzo de 2020, en: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/451885/arma-biologica-china-coronavirus-guerra).

La crisis capitalista estructural en curso – que lo es esencialmente de su modo de producción, de vida y de trabajo – precede al estallido y expansión de la epidemia que originalmente se ubicó en la ciudad China de Wuhan que es la capital de la provincia de Hubei ­- donde ya se reestablecieron servicios como el metro – en el centro del país y que, conforme se fue controlando, al mismo tiempo trasladó su epicentro a Europa y, ahora, a Estados Unidos, a pesar de que Trump había declarado en varias ocasiones e insiste en lo mismo que su país es “inmune“ a la pandemia porque esta es un “invento Chino”. Esta crisis, en su actual fase del imperialismo neoliberal, ya se había manifestado, por lo menos desde 2008-2009, como una crisis financiera y comercial que trababa relación con las fuertes pugnas comerciales entre China y ese país, expresada en la imposición mutua de fuertes “sanciones” e impuestos a las exportaciones. También se manifestó en el área tecnológica por parte del ataque del gobierno de Trump contra la empresa china Huawei que le lleva la delantera, particularmente en tecnologías de quinta generación.

Lo mismo ocurre con otra contradicción, en este caso en el área militar entre Rusia y Estados Unidos donde este último no acepta el estatus del mundo constituido como un mundo multipolar que de plano desechó históricamente todo unilateralismo hegemónico en las relaciones internacionales, cuestión que por supuesto atenta contra todo supremacismo imperialista en las relaciones internacionales, en especial del norteamericano y de otros imperialismos, digamos menores, como el alemán, el francés, el italiano o el británico. Por ello, el imperialismo dominante de Trump ha replanteado el objetivo del “excepcionalismo norteamericano”, junto con el eslogan “America First” acompañado, en América Latina, de la resurrección de la mortífera Doctrina Monroe.

Pero la verdad es que esa crisis rebasa con creces esas dimensiones para abarcar las relativas a lo social, cultural, ambiental, civilizatorio y humano que afectan a todas las categorías del mundo del trabajo: desde los sectores más descalificados, pasando por los miles de millones de trabajadores informales y los desempleados hasta abarcar a los más calificados con altos niveles de educación y destreza tecnológica ubicados en los escalones más altos de los sistemas de producción y de consumo intercalados con las tecnologías de punta y con el uso de la inteligencia artificial.

La pandemia es una consecuencia del capitalismo destructivo o del desastre (Naomi Klein) y no al revés como plantean los principales medios de comunicación occidentales siguiendo los lineamientos ideológicos y la geopolítica de Estados Unidos.

La gravedad de la epidemia para los trabajadores y la humanidad que se observa en los principales países del capitalismo avanzado, como Estados Unidos, Italia, Francia o Alemania, es el resultado del desmonte del Estado del bienestar que emergió después de la Segunda Guerra Mundial y la privatización de los sistemas de seguridad social y de la salud, al grado de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que Estados Unidos podría convertirse en el epicentro de la epidemia y de hecho unos días después se convirtió. De tal manera que enseguida la Cámara de Representantes aprobó un programa de “emergencia” de 2 billones de dólares que firmó el presidente norteamericano, alrededor de los cuales la mitad va dirigido a las empresas privadas y el otro tanto, que no detalla, para pequeñas y medianas, así como para la población afectada por el desempleo y los flagelos de la pandemia. Y en medio de esta tragedia el presidente Trump insiste en que es necesario “abrir la economía” y regresar a los trabajos para superarla, no importando el saldo de muertos y enfermos que se produzcan al final.

Es de conocimiento público que el gobierno de este país ha pedido ayuda a otros como Corea del Sur y Alemania para que le proporcionen “kits de prueba” contra el Covid-19 justamente debido a que carece de ellos y de una política de seguridad y de prevención para la población, al contrario de lo que sucede con su estrategia geopolítica y militar que es perfectamente coherente y sistemática cuando de atacar e invadir a otros países se trata, y para lo que invierte miles y miles de millones de dólares en su complejo industrial-tecnológico-financiero y militar.

Los efectos lacerantes en los empleos y en las condiciones de vida y de trabajo de las poblaciones trabajadoras del planeta, ya comienzan a tener consecuencias en los miles de despidos que se están registrando en la mayor parte de los países más afectados y en los que sus clases patronales depositan todo el peso de los efectos de la caída de sus negocios y de sus tasas de ganancia que constituyen el motor y objetivo de su existencia. Por ejemplo, Reuters (cit. por Hispantv, “Uno de cada cuatro estadounidense pierde su trabajo por coronavirus”, 28 de marzo 2020, en: https://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/462570/desempleo-coronavirus-sondeo

https://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/462570/desempleo-coronavirus-sondeo) afirma que han sido despedidos alrededor del 23% de los norteamericanos de manera temporal o definitiva por el brote. Y lo mismo ocurre en otros países de Europa como en Italia – donde la clase obrera ha respondido al gobierno ante su ineficacia en las medidas para contener la pandemia (véase: La Izquierda Diario, “La primera huelga general bajo la pandemia rompe la «unidad nacional» en Italia”, 28 de marzo de 2020, en: https://rebelion.org/la-primera-huelga-general-bajo-la-pandemia-rompe-la-unidad-nacional-en-italia/) -, y de América Latina donde los trabajadores han experimentado situaciones similares en las condiciones de un extendido desempleo estructural y de la llamada informalidad que en muchos países como México, Brasil o Perú rebasa el 60% de la población activa.

El capitalismo en crisis estructural y de valorización de capital necesita de la (super) explotación del trabajo − y de la fuerza de trabajo − y de extensos volúmenes de desempleados para sobrevivir, aun en las condiciones desastrosas de un capitalismo del desastre que se impone a sangre y fuego con tal de mantener su dominación y rentabilidad. Los miles de millones de billones que desparrama el Estado imperial norteamericano no salen de las maquinitas de hacer billetes, sino de las plusvalías que producen millones de trabajadores y trabajadoras, formales, o precarios, informales o agrícolas, de los servicios o de las manufacturas, hombres y mujeres, jóvenes y niños, dentro y fuera del país y que, por supuesto, van a parar mayoritariamente a las arcas de las empresas trasnacionales para su reproducción y acumulación.

Recordando la premisa de Marx de que “el dinero de suyo carece de valor” y que este, entre otras funciones, sólo es la expresión del valor de la fuerza de trabajo y, en general, de las mercancías, es evidente que esa suma billonaria adelantada por el magnate de la Casa Blanca que equivale a alrededor del 10% del PIB estadunidense, necesariamente tendrá que compensarse en el futuro por la vía de la mayor explotación de la fuerza de trabajo acompañada de despidos masivos, contención salarial y precarización laboral, además de otras medidas como privatización de los servicios públicos y de la salud, entre otras. 

La actual crisis mundial de la salud en su forma pandémica del Covid-19 pone de relieve la crisis y el agotamiento del sistema capitalista universal globalizado, al mismo tiempo que muestra las limitaciones para superarla sin atentar contra sus propios cimientos fincados en las relaciones de propiedad, de explotación y apropiación privada de la riqueza. Con este insuficiente arsenal de alternativas la patronal y la derecha mundial (los Bolsonaro, Piñera, Trump), así como organismos ultra neoliberales como la OCDE y empresariales como el Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación Patronal de la República Mexicana, han desatado toda una campaña contra la “sana distancia” y las medidas preventivas como la cuarentena para sortear la posibilidad de la infección, proclamando que lo mejor no es frenar la actividad económica (léase la explotación de la fuerza de trabajo para la producción y extracción de plusvalía) sino mantener abiertas las fábricas, los servicios y los negocios, sin reparar en el tenebroso comportamiento exponencial de la pandemia del coronavirus que amenaza la salud y la vida fundamentalmente de las clases trabajadoras y proletarias de todo el mundo.