Constituye una manifestación de prepotencia y al mismo tiempo una muestra de irresponsabilidad política, el hecho de que el Departamento de Estado y la Casa Blanca no hayan emitido una declaración de condena por el cobarde tiroteo en la sede de la embajada de Cuba en Washington el pasado 30 de abril.
La Casa Blanca es responsable de la seguridad de los diplomáticos cubanos en Washington, y no puede permanecer indiferente. Mike Pompeo y Donald Trump emiten declaraciones contra Cuba en cualquier momento y en el cualquier lugar. ¿Por qué les resulta tan difícil condenar tan cobarde agresión? ¿Acaso porque fue contra un objetivo cubano? ¿No reparan siquiera en que se produjo en Washington?
Sucede que el origen de la acción hay que buscarlo en el discurso de odio contra los dirigentes de la Revolución Cubana que durante décadas mantuvieron legisladores como los hermanos Díaz Balart, y al cual han dado continuidad otros como Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio y Bob Menéndez.
El discurso anticubano ha sido asumido también por cada uno de los ocupantes de la Casa Blanca. Donald Trump se refiere con desparpajo a la conspiración y a la imposición de sanciones contra Cuba, en medio de un orden mundial incapaz de castigar la agresión imperialista.
Marco Rubio y Bob Menéndez guardan silencio, porque saben que han sembrado odio y división en la familia cubana y han mantenido un discurso que bien puede inspirar a un conspirador solitario o servir de fundamento a grupos terroristas que desde 1959 han existido en Estados Unidos, dedicados a cometer acciones contra objetivos cubanos.
Está documentada la existencia de Omega 7, célula terrorista que entrenó a los participantes en la invasión por Bahía de Cochinos, igual que la de Alfa 66, que dio continuidad a la acción terrorista y ha cometido crímenes en varios puntos del continente. A mediados de la década de 1990 se formó Comandos F-4, un desprendimiento de Alpha-66, dirigido por Rodolfo Frómeta Caballero y Ramón Leocadio Bonachea.
Esos organismos han nacido en el sur de Estados Unidos, y se han armado y entrenado con el conocimiento (eufemismo por complicidad, consentimiento y patrocinio) de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Buró Federal de Investigaciones, FBI.
La afirmación más conservadora que puede emitirse es que la cosecha de odio y división generó el tiroteo del 30 de abril.
En el año 2011, la violencia de los partidarios de la venta libre de armas se manifestó en forma odiosa con el ataque a tiros contra la congresista demócrata Gabrielle Giffords, en Tucson. En ese tiroteo hubo 18 heridos, fueron muertos un juez federal, una niña de 9 años y otras cuatro personas. La legisladora fue herida en la cabeza. Aquel hecho fue reconocido como parte de la cosecha del odio sembrado por Thea Party y otros grupos derechistas.
El tiroteo del pasado día 30 compromete la seguridad de todo un cuerpo diplomático. Mike Pompeo y Donald Trump no dan respuesta a las notas diplomáticas y los legisladores de origen cubano, con su silencio, se revelan como apátridas por decisión propia.
De ese modo, irrespetan también a los ciudadanos estadounidenses. Como en el caso de otros hechos que han ocurrido en un país cuyos habitantes pagan impuestos para que el Estado les garantice seguridad, el tiroteo del pasado día 30 es presentado como objeto de investigación policial y nada más. ¡Inaceptable irresponsabilidad!
En una entrevista concedida después de los hechos, el embajador José Ramón Cabañas, declaró: “Ni la Cancillería ni el secretario de Estado, Mike Pompeo, han hecho siquiera una condena pública formal del hecho. En cambio, en su primera alusión a Cuba un día después de la agresión, el secretario se pronunció en contra de las brigadas médicas cubanas que hoy brindan asistencia a decenas de países en el mundo. Es esta retórica cargada de hostilidad, como explicaba nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, la que ha privilegiado la actual administración y la que promueve acciones tan reprochables”.
Hay que agregar que es urgente la transformación del orden político global. Es preciso impedir la aplicación unilateral de sanciones y la conspiración contra Estados soberanos, acciones que Estados Unidos realiza impunemente. (En la reciente agresión militar contra Venezuela, por ejemplo, están involucrados individuos estrechamente relacionados con organismos y figuras estadounidenses, lo que evidencia el patrocinio de los estrategas imperialistas).
Es hora de poner punto final a la acción disociadora de los grupos de derecha a nivel global. Los estrategas imperialistas pretenden arrodillar a los pueblos utilizando la agresión y la violencia… Pero los pueblos permanecerán de pie…