Recomiendo:
4

Solución política para una nueva Constitución

Fuentes: Rebelión

Si el gobierno de los EEUU, no pudo hacer mayor cosa en defensa de los golpistas bolivianos, ni en defensa de los pinochetistas chilenos es porque realmente no está en su mejor momento.

El gobierno estadounidense enfrascado en una gran crisis económica, otra sanitaria a causa del coronavirus y su manejo, incluso una crisis social que se ha hecho visible con las protestas masivas en importantes ciudades, unas con candela y otras no tanto, que han dividido y polarizado políticamente la sociedad estadounidense como nunca antes; una guerra comercial con China, Rusia, Irán, y otros países oponentes que no ha dado los resultados económicos esperados, y en cambio sí ha dejado ver la crisis de Hegemonía, incluso militar al existir múltiples poderes atómicos opuestos que hasta ahora ha obstaculizado la voluntad imperialista de imponerse, por cualquier medio, en cualquier lugar del mundo como antes lo hacía; un enconamiento y ampliación del sentimiento anti yanki dentro del mundo musulmán y centro asiático, y un renacimiento del sentimiento bolivariano antimperialista de la Patria Grande, de la solidaridad con Cuba, Venezuela y demás pueblos agredidos en América Latina y el Caribe, rechazo al inicuo muro racista y xenófobo en la frontera con México.

 Son estos ingredientes tanto internos como externos para no despreciar y que presagian (así Mr. Trump no sea reelecto) un deslizamiento irreversible hacia un incierto final del unilateralismo y el afianzamiento de un multilateralismo más acorde con el mundo globalizado que intentaron imponer en su beneficio y que se les ha volteado. ¡Contradicciones del viejo Topo de la Historia!

En Colombia, en donde el fascismo contrainsurgente logró imponer para beneficio del presidente-premio-Nobel, un falso dilema entre Guerra y Paz y evitó conducir el proceso de diálogos con las Farc-EP hacia un final que reflejara la nueva correlación de fuerzas pactada en una Nueva Constitución que superara la caduca Constitución neoliberal y contrainsurgente de 1991 convocada por el presidente Gaviria ex profeso, para dejar por fuera a las insurgencias que siguieron en rebelión. Hoy se debate entre un ascenso de la multiforme y potente movilización social que quedó por fuera de los diálogos de la Habana, una crisis profunda económica y social a la que su mentor los EEUU ya no pueden sostener por largo tiempo por más marines que ilegalmente mande a Colombia, y,  un recrudecimiento de la represión y resurgimiento del narco paramilitarismo, la destrucción regresiva del tejido social con la muerte de líderes sociales y guerrilleros reinsertados y sobre todo, con un peligroso reciclamiento del conflicto armado mediante la “war on drugs”.

Es claro que esta situación nos impone seguir levantando con más fuerza la consigna de la Solución Política al conflicto armado colombiano; pero adecuándola a la circunstancias que surgen de la pregunta ¿Solución Politica del conflicto, para qué?

Bueno, se me dirá para lograr una Paz con Justicia social, Democracia y Soberanía. De acuerdo. Y, ¿cómo se lograría esto en el caso de que se logre, sino es reflejando los cambios de la correlación de fuerzas sociales del momento en una nueva Constitución?  

Es reconfortante y estimulante, por ejemplo, leer las primeras declaraciones un tanto autocríticas del intelectual boliviano García Linera (Ver https://prensarural.org/spip/spip.php?article26023 ) donde reconoce que el arrollador y masivo triunfo del pueblo boliviano sobre el golpismo fascista impulsado por los EEUU a través de la OEA, ha vuelto a revivir viejas polémicas de la izquierda marxista sobre cómo enfrentar el fascismo imperialista del enemigo interno: si armados, o con elecciones, o como lo sostuvieron los comunistas colombianos en la década de los 60 que recogieron la recomendaciones de Lenin, mediante “ la utilización responsable de todas las formas de lucha de masas”, que es lo que parece estar confirmando la Historia continental.

Pero, tanto y más reconfortante o mejor ejemplar, o si se quiere como fuente de inspiración, es el triunfo de la movilización popular y social de todo el pueblo chileno, que en este histórico 25 octubre 2020, después de 47 años de muerte, sufrimiento e infamia, ha votado de manera unitaria democrática y de masas por sepultar definitivamente el fascismo pinochetista y neoliberal montado por Nixon y Kissinger en 1973 sobre el cadáver de Allende y sus camaradas. Y ¿cómo se puede sepultar este, sino es como lúcidamente lo han previsto los aguerridos dirigente populares chilenos, mediante una Constitución moderna que refleje la nueva correlación de fuerzas actual, que de suyo tendrá que ser de Justicia, Democrática y Soberana?

Ay, si los llamados dirigentes de la izquierda institucional colombiana dejaran de mirarse en el espejo narcisista de las elecciones y aprendieran de sus vecinos. Si en vez de escribir buenos artículos sobre el ascenso del partido nacional socialista de Hitler al Poder en Alemania en 1933, reconocieran mejor de manera autocrítica que la Constitución de 1991, la que su grupo firmó como prolongación de aquella trinidad bipartidista con el conservador Álvaro Gómez y el liberal Horacio Serpa, no es ni ha sido la solución Democrática, Justiciera y Soberana que ofrecieron retóricamente, sino que fuera de algunos derechos humanos trasnochadamente reconocidos, sólo ha servido como Ley suprema para imponer “el imperio de la Ley” de la Fiscalía creada por ese fascismo contrainsurgente que hoy se intenta desenmascarar.