Juan Manuel Aragüés Estragués es profesor titular de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Ha publicado diversas obras sobre Karl Marx, Jean Paul Sartre (al que también ha traducido), Gilles Deleuze y diversos aspectos de la filosofía contemporánea. Su último libro publicado: De idiotas a koinotas. Para una política de la multitud(Madrid: Arena Libros, 2020).
*
Vuelvo a un punto del que ya hemos hablado. Tu énfasis en el ateísmo de Marx, ¿no te aleja en exceso de lecturas interesantes y reconocidas como las de Enrique Dussel por ejemplo?
Me alegra que menciones a Dussel porque es un autor al que valoro enormemente y del que hablo mucho a mi alumnado. Su Ética de la liberación me parece un texto imprescindible. Sin embargo, en la cuestión que señalas mantengo una seria discrepancia que sirve para ilustrar, además, buena parte de lo que estamos hablando. En primer lugar diré que Dussel emplea en este tema una argumentación que me parece muy improcedente. Dussel argumenta que la repetida utilización por parte de Marx de metáforas vinculadas a la religión muestra que Marx, en realidad, no era ateo. Me parece un argumento carente de rigor. Marx era un hombre de una inmensa cultura que extraía su arsenal teórico de muy diferentes ámbitos, también, cómo no, el religioso. Insisto en el enorme valor que, desde mi punto de vista, tienen los planteamientos de Dussel, lo cual no obsta para que discrepe con él en su planteamiento de carácter universalista que es muy propio, precisamente, de ese trasfondo religioso, y por lo tanto idealista, del que se nutre su obra. Pretender una reconciliación universal, que todos nos coloquemos del lado de las víctimas, es obviar que las víctimas lo son de ciertos verdugos que no van a entrar, nunca, en ese juego de reconciliación. Lo vemos a diario en nuestra realidad, cómo los poderosos luchan a sangre y fuego por mantener sus privilegios y que el conflicto con ellos resulta necesario, pues ellos están en el origen de la violencia y del conflicto.
Pero, en todo caso, tu pregunta permite abordar, también, una cuestión importante, que es la de la relación entre materialismo-marxismo y religión.
Lo es y lo ha sido. Por ejemplo, en los años sesenta y setenta en nuestro país.
Creo que Marx colocó esa cuestión en su justo punto al deslindar lo teórico de lo político. Para él la profesión de fe materialista es inexcusable, solo es posible hacer filosofía desde ahí y de ahí su beligerancia contra toda forma de idealismo. Pero ello no es inconveniente para que, a la hora de definir una política de alianzas, de construir el sujeto, Marx aparque cualquier sectarismo y privilegie los objetivos políticos sobre las posiciones ideológicas. Lo dejó muy claro cuando, ante las reticencias de aceptar a creyentes en la AIT, como postulaban ciertos sectores, defendió con contundencia su entrada. Esto es algo que, desde mi punto de vista, es preciso tener muy en cuenta a la hora de hacer política y de establecer un programa (programa, programa, programa, si me permites un breve homenaje a Julio Anguita, quien defendía, precisamente, que en política hay que ser laicos, es decir, regirse por las propuestas concretas).
No creo que Sacristán estuviera muy alejado de esa posición. No se suele hablar muy bien de Engels como pensador cuando se habla de los grandes clásicos de la tradición marxista. ¿Fue un pensador menor el autor de La situación de la clase obrera en Inglaterra?
Sartre llega a hablar, en Materialismo y revolución, del “nefasto encuentro con Engels”, lo que a mí me parece una tremenda injusticia. Creo que, efectivamente, la distancia teórica entre Marx y Engels es grande, pero, ¿y con quién no mantiene esa distancia Marx? Estamos hablando de uno de los grandes nombres del pensamiento universal. El papel de Engels es tremendamente importante, desde muchos puntos de vista, incluido el teórico. Prefiero pensar que alrededor de Marx se genera una cierta sociedad, la <sociedad Marx> a la que pertenecen Engels, las hijas de Marx, Jenny, que se implica en una tarea colectiva de la que la cabeza más visible, por motivos evidentes, es Marx, pero en la que cada uno, cada una, desempeña un papel importante sin el que la obra de Marx no hubiera sido posible.
¿Qué autores consideras más importantes en el ámbito de la tradición marxista? ¿Gramsci, Lukács y Benjamin han sido los grandes marxistas del siglo XX?
Se me hace difícil responder a eso, desconfío de las clasificaciones tipo ‘el mejor queso del mundo’, ‘la mejor cerveza’, o el marxista más importante. Son muchos los autores que aportan al desarrollo del marxismo en el siglo XX, enriqueciéndolo con perspectivas que desbordan el economicismo mecanicista en que lo convierten, a la par, la II y la III Internacionales. Sartre y Lukács aportan, entre otras cosas, la atención al tema de la subjetividad, que también puede encontrarse, vía psicoanálisis, en Reich o Marcuse, de Benjamin destacaría su teoría de la historia y su crítica de la idea de progreso, de Gramsci, la idea de hegemonía. También hay que señalar a K. Korsch, con su magnífica obra Marxismo y filosofía, condenada por Pravda en 1924, junto con Historia y conciencia de clase, de Lukács. Y, cómo no, una autora imprescindible, luminosa, como Rosa Luxemburg, cuyos análisis son de una enorme pertinencia y que tiene el enorme mérito, desde mi punto de vista, de combinar el inequívoco apoyo a la Revolución de Octubre con el señalamiento de los elementos que no le parecían convenientes de su desarrollo.
¿El marxismo analítico significó un aire nuevo para la tradición o fue simplemente una moda pasajera?
A mí no me dice nada, como todo lo que tiene que ver con la tradición analítica.
Desde nuestro hoy, ¿qué opinión te merece la obra de Louis Althusser?
¡Menuda pregunta! Acabo de decir que no creo en clasificaciones. Sin embargo, Althusser es, sin ninguna duda, el marxista al que más leo en la actualidad y el que, de esa tradición del siglo XX de la que hablábamos, más aporta en estos momentos. He de dejar clara una cosa: no soy un experto en Althusser, solo soy un fan, enorme, de Althusser. Althusser es todo un universo, tiene textos verdaderamente cautivadores como el del materialismo del encuentro. Es el tipo de autor que me gusta, aquel que se cuestiona, que no cree tener la verdad, que va evolucionando en su posición, aunque desde una extremada coherencia. En Althusser es donde podemos encontrar un mayor esfuerzo por pensar desde coordenadas materialistas. Quizá eso tenga que ver con algo sobre lo que reflexionábamos más arriba, la presencia de Spinoza. Althusser es consciente de que el marxismo debe desarrollarse desde la tradición materialista, no desde el idealismo, y de ahí el papel que concede a Spinoza, con toda la problemática que ello conlleva. La crítica del humanismo, de la teleología, del determinismo, del fundamento son elementos esenciales para construir otro modo de pensar que es, en el fondo, de lo que se trata. La gran pregunta que podemos hacernos a partir de Althusser es: ¿es posible pensar la realidad de una manera materialista con las herramientas que ha forjado la tradición idealista?
Tu respuesta.
Creo que la respuesta es, radicalmente, no. Los conceptos, por ejemplo, son herramientas muy pobres para aproximarse a una realidad múltiple y en devenir. Esto es algo que la tradición materialista, desde Spinoza hasta Deleuze, pasando por Nietzsche, ha subrayado convenientemente. También lo hizo, por cierto, Sacristán, en un texto magnífico. Es el enorme problema de una ontología y una epistemología materialistas, sobre las que he intentado reflexionar en mi Deseo de multitud. Marx nos da algunas claves fundamentales en esta dirección, que nada tienen que ver con la paupérrima teoría del reflejo.
Uno de los problemas de Althusser es la caricatura que de él se hizo a partir de la expresión “proceso sin sujeto”. Pero es que hay gente especialista en criticar a autores a los que, en realidad, no ha leído, porque es imposible, si se han leído, decir tantas tonterías. Es lo mismo que le sucedió a Foucault con la muerte del hombre. En realidad, en Althusser podemos encontrar una reflexión tremendamente interesante sobre la cuestión del sujeto, tanto individual como colectivo y que tiene que ver con el proceso de constitución de los mismos. La pregunta materialista es cómo se constituye el sujeto, muy diferente de la pregunta idealista, qué es el sujeto. La segunda parte de una concepción esencialista, mientras que la primera presta atención a las condiciones de posibilidad que desencadenan, en un momento dado, en un contexto dado, procesos de subjetivación. El idealismo es tremendamente taimado. Por un lado, teoriza un sujeto esencialista, pero, por otro, cuando se trata de hacer política, sabe que la construcción de un sujeto ajustado ideológicamente a las necesidades del sistema es la base para el éxito político y, por lo tanto, se aplica con todo su arsenal, especialmente el mediático, a la construcción de sujetos. Es decir, construye sujetos diciendo que los sujetos no se construyen. Cierto marxismo, no el althusseriano, ha caído en esa trampa y sigue pensando en clave esencias y va con su fanal buscando denodadamente al sujeto revolucionario. Y lo encuentran siempre en una clase obrera que luego no se ajusta a lo que esperan de ella. Y se enfadan. Y le echan la culpa a la clase obrera, cuando la culpa es de la pobreza de sus concepciones teóricas. Eso ya nos lo dijo Marx, en multitud de textos: el sujeto, en su doble dimensión individual y colectiva, debe ser construido.
En fin, seguiría hablando a partir de Althusser, porque me apasion. Pero tampoco quiero excederme. Solo recordar dos cuestiones. La primera, me estremece. La confesión que hace en El porvenir es largo, con respecto a su nombre, Louis, que en francés suena como lui, él, y que hace que, cada vez que le llamaba su madre, él sintiera que ella, en realidad, está designando a otro Louis, a otro él, su tío, el hombre al que ella amó y con el que no pudo casarse porque murió en la guerra del 14 y en cuyo recuerdo le puso el nombre a nuestro autor. La otra, muy breve, el comienzo de su texto sobre el materialismo del encuentro: “Llueve”. Me parece fascinante que un texto tan maravilloso, tan potente filosóficamente, comience de ese modo.
¿Encuentras pensadores de interés y con pensamiento propio en la tradición marxista española?
Sin ninguna duda. El problema es que vivimos en un país en el que hay una tendencia enfermiza a sobrevalorar lo extranjero y minusvalorar lo propio. No somos, desde luego, una potencia filosófica, pero creo que se han hecho, y se hacen, cosas muy interesantes. Sacristán y todo el entorno de Mientras tanto merecen una mayor consideración de la que reciben, hay en ese ámbito un pensamiento muy vanguardista y de una enorme potencia. Tú, desde luego, lo sabes muy bien. Y hay muchos nombres que subrayar, desde Manuel Ballestero hasta Francisco José Martínez, junto con los Bermudo, Fernández Liria, Alegre, Galcerán. Entre ellos me gustaría destacar a José Luis Rodríguez García, de quien he aprendido casi todo lo que sé y que tiene una obra de un enorme interés, no solo en el campo de la filosofía, porque también se puede hacer <marxismo> desde la novela, como es el caso de su maravillosa Al final de la noche, una de las mejores crónicas de la Transición que he leído. Pero voy a hacer una pirueta final, que tiene que ver mucho con cómo concibo yo esto del pensamiento y de las etiquetas. He de decir que las etiquetas me interesan más bien poco, excepto, quizá, la de materialismo. Si alguien me califica de marxista no me va a parecer mal, pero me parece un tanto restrictivo. Colocarse en la estela de Marx no es, necesariamente, llamarse marxista, sino, nuevamente, reproducir determinados gestos. Y un gesto encomiable de Marx fue la total ausencia de sectarismo a la hora de encarar sus lecturas. Marx lee mucho y muy diverso y por eso su obra tiene múltiples perfiles. Viene esto a colación de que para mí el pensador más relevante de la segunda mitad del siglo XX en España es alguien a quien no sé si cabe calificar como marxista, aunque sí como materialista, un materialista de tomo y lomo. Y, además, no es filósofo, sino sociólogo. Me refiero a Jesús Ibáñez, un autor inmenso que, si hubiera nacido en Francia y Alemania no le citaríamos los cuatro gatos que solemos hacerlo. Ibáñez es un magnífico conocedor de Marx y lo amalgama con todo el saber contemporáneo. El resultado es una propuesta teórica brillante, una lucidísima crítica de los mecanismos del capitalismo de consumo, una interesantísima teoría del sujeto, una original reflexión sobre la cuestión de la libertad, en resumen, una aportación teórica indispensable.
No te robo más tiempo. Mil gracias por tus reflexiones.
*) Para la primera parte de esta entrevista: Entrevista a Juan Manuel Aragüés Estragués sobre Marx y marxismo (I). “Hay un gesto en Marx del que todavía no hemos sido capaces de extraer toda su potencia filosófica” https://rebelion.org/hay-un-gesto-en-marx-del-que-todavia-no-hemos-sido-capaces-de-extraer-toda-su-potencia-filosofica/
Fuente: El Viejo Topo, diciembre de 2020
Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Juan Manuel Aragüés Estragués sobre Marx y marxismo (I). “Hay un gesto en Marx del que todavía no hemos sido capaces de extraer toda su potencia filosófica” https://rebelion.org/hay-un-gesto-en-marx-del-que-todavia-no-hemos-sido-capaces-de-extraer-toda-su-potencia-filosofica/
Segunda: Entrevista a Juan Manuel Aragüés Estragués sobre Marx y marxismo (II), “El ateísmo es un discriminador ontológico fundamental” https://rebelion.org/el-ateismo-es-un-discriminador-ontologico-fundamental/