A la memoria de Francisco Martínez, Artista Callejero, asesinado por el Estado de Chile – 5 de febrero 2021 El pasado jueves 11 de febrero se realizó la tercera y última jornada de la Escuela de Formación Política organizada por el Colectivo Universitario de Izquierda de La Serena. En esta oportunidad la exposición estuvo a […]
A la memoria de Francisco Martínez, Artista Callejero, asesinado por el Estado de Chile – 5 de febrero 2021
El pasado jueves 11 de febrero se realizó la tercera y última jornada de la Escuela de Formación Política organizada por el Colectivo Universitario de Izquierda de La Serena. En esta oportunidad la exposición estuvo a cargo de Juan Carlos Gómez Leyton, doctor en Ciencias Políticas y Académico, actividad que se realizó telemáticamente a través del Facebook y de la señal online de Radio La Revuelta. Los moderadores de esta jornada fueron Bruno Jofré y Javiera Mondaca, integrantes del CUI. La primera interrogante fue:
¿Por qué el proceso constitucional representa una derrota para el pueblo de Chile durante la revuelta del 18 octubre?
“Antes de comenzar la respuesta o la exposición relativa a la pregunta quisiera dedicar esta conversación a la memoria de Francisco, joven asesinado por las fuerzas represivas del Estado, el día 5 de febrero, a mansalva, con un disparo en el corazón, lo cual representa la respuesta, o la forma como el Estado chileno está operando desde mucho antes de la Revuelta del 2019.
Esta primera pregunta, encierra una hipótesis y/o una tesis: el proceso constitucional constituye la derrota de la rebelión popular. Esto para muchos puede generar un problema, ¿cómo algo que se consiguió, algo que se logró con la movilización social que es realizar una Convención Constitucional, abrir un proceso constitucional en el cual se pueda modificar la Constitución de 1980, es una derrota?; ¿si mucha gente se movilizó, muchos sectores sociales se plantearon como un deseo el cambiar la Constitución de 1980, entonces, por qué considerarlo, entonces, una derrota política?
Este es el punto clave, desde mi punto de vista y lo quiero introducir en esta conversación: la Rebelión de Octubre, la Insurgencia Popular de Octubre de 2019, aquella que se inicia con todos los procesos de EVADE, con toda la oposición juvenil, ciudadana, trabajadora, etcétera, contra la medida del alza del pasaje del Metro, es la punta de un iceberg mucho más profundo y Octubre representa una gota que rebalsa un vaso, la cual expresa un descontento, una rabia contra el capitalismo y que busca desmontar completamente el neoliberalismo. No busca hacerle reformas.
Entre el 14 de octubre y el 12 de noviembre, durante un mes completo las fuerzas populares en rebeldía se plantean el tema del poder político. Esta es una lucha social, una lucha de clases por el poder. Es decir, allí está la política llevada a su máxima expresión: luchar por el poder político, luchar por controlar y dominar el poder político; por hacer posible que la desestructuración del poder político dé lugar a una transformación de la sociedad donde ponga fin al capitalismo.
Si uno revisa todos los elementos, todos los rayados, todos los planteos que van desde el 14 o 12 de octubre en adelante, llegando al momento expresivo de mayor violencia política que es desde el día 18 hasta el 25 de octubre, violencia política concreta, allí hay una manifestación de sectores que no quieren entrar en una negociación, hay sectores que no buscan entrar en conversaciones ni nada por el estilo, sino que buscan derrumbar al capitalismo neoliberal en Chile. Pero no solamente al neoliberalismo, sino el capitalismo en todas sus manifestaciones. ¡¡¡No buscan terminar ni derrocar al gobierno de Sebastián Piñera, no!! están por trasformar la sociedad. Ellos tenían – y tienen esos sectores- una clara orientación de lucha política como se entendió siempre la lucha política de la izquierda revolucionaria. La izquierda revolucionaria siempre entendió la lucha política como la lucha por el poder político del Estado. Por lo tanto, era una lucha que se impulsaba para destrozar, destruir, deconstruir, desarmar, destituir, al Estado existente. Este es un elemento central para entender por qué se produce la derrota.
La lucha política, la política, mejor dicho, siempre se entendió en la época moderna, desde Maquiavelo, del siglo XVI en adelante, como la lucha por el poder. Si ustedes leen “El Príncipe”, de Maquiavelo, son una serie de recomendaciones, una serie de consejos para conquistar, conservar y preservar el poder. La política se vuelve racional con Maquiavelo porque es la consecución del poder y su mantención en el tiempo. Por lo tanto, la política es entendida en un espacio específico y ese espacio específico era el Estado moderno. Del siglo XVI en adelante todos los políticos pensaron la política de esa forma. Por esa razón las revoluciones modernas siempre tuvieron como objetivo la toma del poder. Así lo entendió la burguesía en ascenso, que crece, acumula poder y cuando llega el momento en que entre lo económico y lo político hay una contradicción, esta tiene que ser resuelta, y en ese sentido la burguesía asalta al poder del Estado para poder instaurar el mejor Estado que le conviene a los intereses del capital. Eso ocurre con la Revolución Inglesa, con la Revolución Francesa y todas las revoluciones liberales del siglo XIX. Es decir, había que tomarse el Estado para hacer la revolución. La Revolución Rusa, la Revolución Soviética de 1917, tiene la misma lógica. Tomarse el Palacio de Invierno como se decía, para poder realizar el proceso de cambios revolucionarios, y así lo hace Lenin y compañía. Lo mismo hace Mao Tse Tung en 1949 en China, lo mismo hace Fidel Castro con los barbudos de Cuba en 1959. Son Revoluciones triunfantes. Así lo hicieron los nicaragüenses con los Sandinistas en 1979. Es decir, la política estaba en el Estado, por lo tanto, si yo quiero discutir el poder, tengo que discutir el Estado; si yo quiero hacer una política subversiva, transformadora, que termine con lo existente tengo que tomar el control del poder del Estado.
Fíjense que hay un dato que no podemos perder de vista: las burguesías latinoamericanas, frente a las amenazas del movimiento social y popular durante la década de los sesenta y setenta, comprendieron que si no tomaban el poder por la fuerza no podían contravenir ese proceso, y así lo hicieron: 1964 golpe de Estado en Brasil; 1971 golpe de Estado en Bolivia; 1973 golpe de Estado en Uruguay y golpe de Estado en Chile; 1976 golpe de Estado en Argentina; y así podemos seguir dando cuenta de cómo las burguesías comprendieron que para poder detener y generar una política contrainsurgente para detener al Movimiento Popular, había que tomar el control del Estado, y eso es lo que hicieron.
Sin embargo, esas lecciones que muestra la historia, y que muestra la historia no solamente en términos empíricos, sino también la historia en términos teóricos y políticos cambia a finales de los años setenta y comienzos de los años ochenta del siglo XX. Se produce un viraje teórico-político, entre los sectores de izquierda marxista, deja de discutir el Estado, en otras palabras, se deja de discutir el poder político radicado en el Estado, para pasar a discutir el régimen político. Esta es una distinción que hicieron los teóricos post golpes de Estado, post crisis del marxismo, influenciados directamente por la ciencia política norteamericana de las transiciones de regímenes políticos autoritarios a regímenes políticos democráticos. Se saca del foco de atención central de la política del problema del poder y se traslada el problema de la política al tema del régimen. ¿Y qué sucede? que dentro de las sociedades actuales se plantea que el cambio tiene que ser de instituciones, que tiene que ser de normas, reglas que van a regir a los poderes del Estado; por lo tanto, se pone el objetivo político de modificar las Constituciones Políticas y las reglas electorales, las formas de gobierno, pero nunca más el Estado.
Fíjense ustedes que en Chile quienes primero introducen esa transformación son un grupo de académicos e intelectuales de izquierda que estaban localizados en la FLACSO-Chile, entre ellos Norbert Lechner, Manuel Antonio Garretón, Augusto Varas, José Joaquín Brunner y una serie de otros cientistas sociales y políticos. Los que comenzaron a plantear que el problema no era la revolución, sino que era la transición, pero la transición con letras pequeñas, es decir breve. Lo que se trataba era pasar de la discusión sobre el tipo de Estado que se instaura con los golpes militares, al tipo de régimen político. Especialmente, instaurar la democracia. Sin discutir ni cuestionar la forma de Estado ni menos la forma de acumulación capitalista dominante
P. Schmitter, G. O’Donnell y otros cientistas políticos sostienen esa postura, e impulsan modificar el hacer de la política. Según ellos, la política no tiene que ver con el poder radicado en el Estado, sino con el régimen político. Incluso más, muchos de nosotros y de ustedes los que nos escuchan habrán leído durante la década de los ochenta y noventa del siglo pasado de manera profusa los planteos de Michelle Foucault, sobre el tema o problema del poder. Foucault tiene una gracia y siempre yo lo destaco, tuvo la capacidad de descentrar aquello que la teoría política había centrado. La teoría política moderna había puesto al poder en el Estado, Foucault dice no, el poder es una red que cae sobre la sociedad, tiene múltiples formas, es una relación -evidentemente siempre lo había sido-. El poder es múltiple, existe el micro, el meso y el macro poder, por lo tanto, muchas veces el poder se ejerce en diversas relaciones en la sociedad. Si, tiene toda la razón, pero qué significó este planteo, cuál fue la lectura que se hizo de esos planteamientos: de que la revolución ya no pasaba por la toma del poder político estatal; la revolución, ya no pasa por la toma del Estado.
Entonces todos empezaron, en la izquierda, a decir ¡no!, no queremos luchar por el Estado. porque eso nos remite a la ortodoxia. Surgieron movimientos al interior de América Latina que se plantearon la no toma del poder y la construcción de poder desde abajo, desde la izquierda, como es, por ejemplo, el Movimiento Zapatista. Yo admiro a los zapatistas, tengo una opinión muy positiva del Subcomandante Marcos y ahora Subcomandante Galeano, y de todo el Movimiento Zapatista, yo creo que se puede aprender mucho, pero hay un dato, ellos también renuncian a la lucha por el poder directo y por lo tanto se repliegan hacia el fondo, hacia abajo, a construir los Caracoles, etcétera, etcétera, pero dejan de luchar por el poder:
Ustedes dirán ¿qué tiene que ver todo esto con lo que yo estoy diciendo de la derrota? Justamente entre el 14 o antes del 14, los chiquillos, las distintas organizaciones políticas de secundarios y universitarios radicales tenían clarito de que la lucha era por el poder. La lucha social y de clases pasaba por la lucha por el poder. Pero a partir del 14 en adelante cambia el asunto, ya se deja de discutir la posibilidad de pelear por el Estado o pelear contra el Estado, sino que ahora se comienza a trabajar la idea de que la responsabilidad de lo que ocurre, fíjense lo que voy a decir, la responsabilidad de lo que ha ocurrido en los últimos treinta años en Chile, o si ustedes quieren de los últimos 45 años en Chile, no es del capital y su funcionamiento, no son las contradicciones que el capitalismo va generando al interior de la sociedad chilena, o de la devastación que va provocando el capitalismo neoliberal en la naturaleza y en los seres humanos, sino eso no tiene nada de injerencia directa en la vida de los hombres, mujeres y niños y niñas de esta sociedad, sino que se dice, mire el problema no está en el capitalismo, el problema está en la Constitución Política del Estado. ¿¡A ver?! Sí, si nosotros cambiamos las normas constitucionales vamos a tener una mejor sociedad.
Por lo tanto, la conservación de la Constitución de 1980 es la responsable directa de las condiciones que hemos tenido estos últimos 30 años, y no se tocan las estructuras del poder. Esas son las normas, ahí están las reglas, ahí está el diseño institucional de lo que es un régimen político, de lo que son los derechos; pero no está tocándose lo esencial y fundamental de una sociedad capitalista que es la estructura del poder y la distribución de ese poder. La forma como se concentra el poder de la propiedad en algunos y otros, entonces el tema ahí se desvía. Eso que había sido el planteo inicial se pierde, comienza a desaparecer del horizonte la derrota del capitalismo neoliberal y comenzamos a poner todos los énfasis de la lucha social, de la lucha política, de la lucha en general, en el tema de la Constitución. Todo esto se va a arreglar con la Constitución.
Pero hay un dato, un dato que es difícil de asimilar: las Constituciones Políticas surgen en el mundo moderno, en el mundo capitalista, justamente para darle viabilidad al capitalismo. El constitucionalismo surge en Francia, surge en Norteamérica e Inglaterra para darle viabilidad al poder de la clase burguesa, que estaba en contradicción con la clase dominante de aquella época que eran los sectores aristocráticos, latifundistas de esa naturaleza. Por lo tanto, aquí hay una burguesía que está en ascenso, una burguesía que lucha por construir una relación directa entre el aparato político del Estado y la sociedad. Pero acá no estamos en esa, no estamos buscando el término del capitalismo en Chile, queremos hacer regulaciones, regulaciones, es decir establecer nuevas normas institucionales que rijan los distintos poderes del Estado, que rijan los distintos derechos, pero sin modificar la base material de la sociedad chilena.
En ese sentido, y al desaparecer del horizonte real y efectivo la idea potente de que vamos a poner fin al neoliberalismo porque el neoliberalismo nació en Chile y muere en Chile, eso ya no está presente, y si está ´presente está a nivel de lo retórico. Hoy día si yo no me presento con un planteo antineoliberal no tengo éxito electoral. La figura de Mario Desbordes planteando de que ellos quieren hacer una inclusión de derechos sociales, de que el mercado sea social, semejante a lo que ocurre en Alemania o en Europa, ¿qué es lo que está diciendo?: queremos un tipo de capitalismo europeo, pero no está diciendo que queremos otro tipo de formación social. Por lo tanto, ellos están también recogiendo aquella idea de que hay que hacerle modificaciones a esto, porque esto puede ser peligroso. Ese es un punto.
Un segundo punto: el tema de la violencia política. Yo tengo la impresión de que la violencia política que se desarrolló se desató, se implementó, durante la primera fase fue fundamental y central. Sin esa violencia política no se habría llegado a ese momento de que el gobierno y el poder constituido tienen la capacidad de decir que sacrifica la Constitución del 80 para que se tranquilicen y dejen de hacer actos violentos.
Tengo la impresión de que una transformación radical requiere de la violencia y requiere de muchos más hechos de violencia política popular. Por lo tanto, más que pensar que hay que evitar la violencia, hay que incrementar la violencia política. No se puede defender el pueblo sin usar la violencia. No se puede responder a los ataques de la represión política poniendo la otra mejilla. No. El tema central es que, si no se siguen implementando los procesos de violencia política, no vamos a llegar a ninguna parte. El éxito de las revoluciones también tiene que ver con éxito de la violencia política.
La implementación, desarrollo y organización de la violencia política con objetivos obviamente políticos es justamente destrozar la estructura del poder. Aquí lo que hay que poner en juego es la estructura del poder, no la estructura del régimen, no la institucionalidad de la Presidencia o de la Cámara de Diputados, que, si vamos a cambiar el régimen por uno semi presidencialista o en un parlamentarismo, o lo que fuera, eso simplemente es buscar otra forma de organización para darle viabilidad al capitalismo.
Lo que hay que tratar de evitar es que el capitalismo siga su desarrollo como lo ha seguido. Se dice que en Chile hay una de las rebeliones más importantes contra el neoliberalismo. Si. En América Latina, desde México al sur ha habido muchas, pero ninguna triunfante. Todas chocan, todas chocan, ¿dónde chocan?, en la estructura política del poder, no del régimen.
Hubo cambio de régimen en Bolivia, hubo cambio de régimen en Brasil, hubo cambios de régimen presidencial o formas de régimen presidencial en Argentina, ahora mismo lo estamos viendo en Ecuador, y todos dicen “fue derrotado el neoliberalismo”. Pero ¿qué fue derrotado?, fue derrotado en la expresión gubernamental del neoliberalismo, pero ¿dónde está la modificación de la estructura de poder de Ecuador?; ¿dónde está la modificación del poder que hizo Lula en Brasil?; ¿dónde está la modificación de la estructura de poder que hicieron los uruguayos que tuvieron tres gobiernos de izquierda o progresistas?; en Argentina; ¿dónde están?, no están en ninguna parte.
Esto es lo que hace que el proceso constitucional que se abre a partir del 25 de Octubre 2020 el adelante no sea nada más que la derrota de la rebelión anticapitalista que se había manifestado entre el 14 de Octubre y el 12 de Noviembre 2019. Cuando se ven acorralados por ese poder actúan políticamente y lo derrotan.”
En este sentido quería hacerle la acotación de que entonces existe una contradicción entre quienes creen la vía institucional como una forma transversal de cambios, considerando que el proceso constituyente es uno de los tantos ejemplos del abuso burgués, al fin y al cabo.
“Yo lo estimo así, creo que la transformación constitucional, es decir, cuando yo pongo todo mi esfuerzo, acumulo toda la fuerza política, organizo a todas las bases sociales, a todo el pueblo, a toda la ciudadanía en la cuestión constitucional, para darme una nueva Carta de derechos o que establezca algunos elementos, no estoy modificando la estructura del poder.
Cuando me refiero a la estructura del poder me estoy refiriendo a las bases materiales de aquellos que sostiene el poder político. La pregunta es ¿cómo le afectamos al poder al señor Luksic?; ¿le afectamos con decir desde aquí en adelante el 1% más rico va a pagar más impuestos? ¿Se le va a afectar; ustedes creen que, por ponerle impuesto a la riqueza de los Luksic, de los Matte o de los Solari, a todos los grupos económicos los estamos afectando dentro de su poder, ¿o simplemente le estamos dando la posibilidad de seguir existiendo como grupo económico solamente pagando un poco más de lo que estaban pagando hoy día como impuestos? No hay modificación alguna.
Fíjense ustedes que –para mí es muy decidor decir esto- Salvador Allende, cuando inicia el proceso de expropiación, de confiscación, de nacionalización, estatización, etcétera, de los principales medios de producción durante la década de los setenta, que tiene que ver con la minería, las comunicaciones, la industria manufacturera, la tierra, lo agrario, ahí se estaba afectando directamente el poder de las clases empresariales, ahí había una transformación real, efectiva. Algunos pueden discutir la intensidad, pueden discutir la factibilidad, podemos discutir si fue oportuno hacerlo en ese momento, si había la acumulación de fuerza social y popular para hacerlo, podemos discutir mucho, pero lo efectivo es que se discutió el elemento central del capital, de una sociedad capitalista, que es el derecho de la propiedad privada de los medios de producción.
Hoy día ni siquiera se está discutiendo aquello. El gran temor, por ejemplo, del Canciller Andrés Allamand, en marzo del 2020 fue decir, antes de que fuera Canciller, que lo que se quería hacer con cambiar la Constitución del 80 era para afectar el derecho de propiedad; es decir, fíjense ustedes una cosa, Allamand, en su infinito sentido reaccionario que tiene, es perspicaz al percibir que la lucha política no pasa solo por cambiar las reglas, sino por cambiar la estructura del poder. Él sabe perfectamente que la estructura del poder no está en el Parlamento, no está en el gobierno, no está en las redes electorales, no está en los partidos, sino que está en la clase empresarial, en el poder de los empresarios.
Fíjense ustedes que el otro día escuchaba, en un dato que daba el economista M. Riesco en CENDA, decía que los grupos económicos en Chile tienen el control, aproximadamente, del 80% de la propiedad del subsuelo chileno, del subsuelo del territorio nacional. Es decir, no solamente son dueños del territorio en la superficie, de sus bosques sus montañas, etcétera, son dueños del subsuelo, que se han entregado en concesión en los últimos años. Es decir que, si usted mañana encuentra algo en el suelo de una propiedad x, y o z, no es que le pertenezca al Estado, le pertenece a un grupo económico, esa es la forma como la estructura del poder en Chile está establecida y eso favorece la concentración del poder, y hace al poder más poderoso aún de la posibilidad de ser regulado solo y exclusivamente por una Constitución Política.
Por eso yo creo que más allá de esto que el 25 de octubre del año pasado la población que fue a votar -que no fue mucha tampoco, digamos que fue a votar el 51%- fueron a votar en un 78% por terminar con la Constitución del 80. Bueno, si, perfecto, era un deseo, era algo que nos hacía mal a todos desde el momento en que fue promulgada. También votaron por una Convención Constitucional elegida directamente por todos los ciudadanos.
El tema central es que hoy día hay 101 Listas que están compitiendo y no sabemos cuáles son los distintos proyectos que hay ahí. Porque cuando unos dicen que están los “Independientes no Neutrales”, donde está Jordán y otra gente, pero esos sujetos están vinculados con el capital. Entonces uno empieza a sumar las distintas fórmulas de listas y números de candidatos y uno aprecia de que hay cerca de un 50% o un 60% de los que están luchando por ser Convencionales que son pro-capitalistas, o tal vez son más, un 70%. O sea que los sectores populares, con un proyecto alternativo, de cambios, radical, socialista, etcétera, son los menos. Es más, incluso esos sectores que podrían plantearse así, evitan decir que son socialistas, porque hay una suerte de autocensura para no plantear temas que son “prohibidos”.
En ese sentido pienso que el esfuerzo gigantesco que se hizo entre el 14 y el 12, como posteriormente en enero, la gente de la ACES, como también las mujeres radicales que salieron a protestar el 8 de marzo, todo ese esfuerzo por trastocar, alterar, modificar el poder en la sociedad chilena ha quedado subsumido, abandonado, por este proceso constitucional.
Es decir, el proceso constitucional ha tenido dos elementos negativos: este proceso es de los partidos, pero todos llamando a participar, pero también la forma como intervino la pandemia. La pandemia puso en puntos suspensivos el proceso de radicalización. Aparecieron nuevas situaciones, nuevas formas de protesta, nuevas reivindicaciones -producto de la pandemia-, pero no con la capacidad de discutir el poder político profundo, el poder de las clases dominantes. Acá no se está discutiendo el poder de las clases dominantes, no se está poniendo en riesgo el poder de las clases dominantes. Se puso en riesgo y por eso reaccionaron. Eso es lo fundamental. La insurgencia tuvo la capacidad de hacer reaccionar a la clase dominante para configurar esta salida como una forma de contener ese proceso. Ahí es donde emergieron estos sectores, por eso es que yo hablo de sector popular y sectores ciudadanos. El sector ciudadano yo lo veo más bien vinculado- y no porque crea que los sectores populares no sean ciudadanos, sino una distinción analítica si ustedes quieren – con los sectores medios que reaccionan frente a la violencia política del Estado, la declaración del Estado de Emergencia, el toque de queda, etcétera, y lo que hacen es que le ponen mayor cantidad de gente en las calles, pero le ponen menos proyecto de cambio. Los sectores medios son reacios al cambio profundo también. Ellos fueron los que apoyaron los procesos de transición de baja intensidad en América Latina. Ellos aceptaron la política centrada en el cambio de régimen, pero no la política centrada en la discusión del Estado. Los sectores medios siempre –esto lo dijo Javier Martínez, un sociólogo de la década de los 80- tienen miedo político a los sectores populares y la salida masiva de los sectores medios en Chile les permite a los partidos del orden eliminar los planteamientos destituyente, revolucionarios, del horizonte de la protesta, y enmarcarla dentro de la institucionalidad.
Esos son los sectores que han ido a votar por la Concertación o por la derecha, masivamente. Los sectores populares dejaron de votar en la democracia protegida a partir del año 97. Volvieron a votar ahora entusiasmados por el tema del cambio constitucional, pero creo que hoy se han dado cuenta, esos sectores populares, de que todas sus ansias de cambios, toda la intencionalidad que se visualizó en los Cabildos, en las reuniones, en las Asambleas Populares Territoriales, se fue perdiendo. No creo que vayan a ir con el mismo entusiasmo a votar en las próximas elecciones del 11 de abril, porque tampoco tienen muchos candidatos por quién votar.
Sabemos que el sistema D’Hondt es otro mecanismo de institucionalización de la política electoral que favorece a los sectores político más conocidos, a los sectores que han tenido más práctica política en los últimos años. Esos son los sectores de derecha, de centro derecha y de centro izquierda. Las otras listas, la Lista del Pueblo, de sectores independientes, tiene muy pocas posibilidades de elegir algún constituyente, y si lo eligen va a ser uno en un mar de reaccionarios. Recuerden ustedes que son 155 y los partidos políticos organizados del orden tienen la posibilidad, ya solo la derecha organizada en una sola lista tiene la posibilidad de tener aproximadamente 50 o 60 Convencionales, solo la derecha, captan. Si la derecha llega con 60 olvídense de cambios profundos. Efectivamente va a haber una nueva Constitución y vamos a decir esa Constitución la redactamos todos los chilenos y chilenas, etcétera, pero va a ser una nueva constitución que va a estar en función de los intereses del capital. No va a estar en función de los intereses de los sectores populares que buscan una transformación radical en la sociedad. Ni siquiera va a ser prosocialista…”
No va a existir el cuestionamiento hacia el capitalismo realmente, entonces…
Responde Gómez Leyton: “Exactamente, tú Javiera has dicho correctamente aquí que no va a haber un cuestionamiento al capitalismo. El capitalismo va a ser remozado. Es lo que algunos autores, o para algunos teóricos, es la teoría del capitalismo democrático. Vamos a tener un poco más de derechos los ciudadanos en esta sociedad, pero eso no va a significar que la explotación humana y la devastación de la naturaleza se vayan a terminar. Cómo vamos a conseguir recuperar el derecho al subsuelo. ¿Vamos a recuperar eso? Piensen ustedes que, en M. Svampa, una socióloga reconocidísima de estas luchas eco sociales ha mostrado, por ejemplo, como se concesionó el subsuelo de la zona sur de Argentina para poder hacer el Fracking, que es una forma de explotación en profundidad para extraer petróleo. No vendían la parte de arriba de la pampa, sino que vendían el subsuelo y por lo tanto cuando llegaban las Compañías arrendaban a los propietarios las granjas, pero no para explotar la superficie, sino para explotar el subsuelo. Esa práctica también se instauró en Chile, también se desarrolló, pero muy poca gente lo sabe. Estos “Independientes No Neutrales” son representantes de estos grupos económicos, y tienen personas que aparecen en la televisión o aparecen en los medios de comunicación como hombres santos, como hombres o mujeres buenas, pero todos están al servicio del capital. Aquí no hay independientes; independientes de partidos políticos podrá haber, pero independientes sociales, culturales, independientes de los sectores dominantes, no hay.
Por eso yo considero que este proceso constitucional en desarrollo es simplemente una derrota de aquellos sectores que sí estuvieron por producir un cambio mayor. No sé si a eso hay que llamarlo revolución, o prerrevolución, pero eso es lo que buscaban, poner fin al capitalismo neoliberal. Eso es lo que se derrota. Esa idea de querer terminar con el capitalismo neoliberal. Los sectores populares, anticapitalistas, tendrán que sacar las lecciones para poder encontrar un espacio donde luchar, para evitar que lo que se va a tratar a partir del 11 de abril en adelante, tenga una manifestación y por lo tanto no lleve a otros 5 años, 10 años o 40 años más para volver a luchar por el fin de capitalismo. El tema central no es que el Movimiento Social Popular anticapitalista tenga que seguir acumulando fuerza, organización y todo lo demás. Creo que esas cosas son importantes, pero llega un momento en que no podemos postergar la lucha para 40 años más.
Muchas de las reflexiones que se plantearon en esta misma Escuela apuntaban a aquello. Ah, no, es que ahora perdimos, es que ahora no tenemos la fuerza, es que ahora esto otro, bueno, uno se pregunta hasta cuándo vamos a seguir esperando. Por lo menos yo cuarenta años no voy a poder esperar estimados, y van a ir desapareciendo muchos de los luchadores sociales que hoy día pisan los setenta, los ochenta, y van a ir desapareciendo. Los que van a ir cumpliendo 40,50 o 60 años, también van a entrar en esa etapa que entran muchas generaciones, que es la etapa de la conservación, no, ya estoy viejo, vámonos por la tranquila. Al final solamente postergamos la idea del cambio hacia adelante.
Recuerdo perfectamente, cuando era joven, así como ustedes y participaba en la universidad en la década de los 80, haber escuchado a un cientista social, de reconocida trayectoria en Chile, decir que la lucha por el Socialismo había que pensarla en 40 años más, porque la derrota había sido tan profunda que nos imposibilitaba pensarlo en esa época y había que pensarlo en 40 años más. Está escrito y hay un texto donde dice aquello. Ya pasaron los 40 años y todavía se nos dice que no, que hay cosas intermedias. No entiendo que se nos esté siempre limitando. No podemos esperar, quedarnos siempre con las organizaciones en los espacios territoriales, que son muy importantes, hoy día todo el mundo habla del territorio, hasta los políticos del Parlamento descubrieron que la palabra fundamental de hoy día es territorio. Yo vengo del territorio, yo lucho en el territorio, yo estoy en el territorio. Pero qué es el territorio, cómo definimos el territorio, qué hace la diferencia entre la señora Carolina Goic o la señora x o z digan territorio y que lo diga un poblador. ¿Cuál es la diferencia sustantiva entre ambos?, pero hoy todos dicen que dan la lucha en el territorio. Son esas palabras que se vuelven, a mí no me gusta citar muchos autores, no soy de ese estilo, como lo dice Laclau, esas palabras que se vuelven significantes vacíos: “territorio”, esa es una palabra que hoy día necesita todo, hay que “llenarla”, pues, hoy es “vacía”. Tengo la impresión de que no es lo mismo un territorio en Las Condes o un territorio en las Tierras Blancas en Coquimbo. Es distinto. Me entienden la idea.
Siempre se tiende a uniformar la política con ciertas ideas que parecen de significado profundo cuando la utilizan determinados grupos y cuando las utilizan otros. Se ha producido trance a lo largo de este año, mal año, porque fue un año maldito el 2020 por la pandemia y por todo aquello, que no permitió la maduración de un proceso político como el que se vivía el 2019.
Tengo la impresión de que aquí también se requiere introducir el elemento temporal, los tiempos en la política, Hay que poner la variable temporal y creo que la variable temporal que iba en ascenso en un momento determinado –fíjense ustedes que la misma Mesa Social convocó al Paro del 12 de noviembre, y frente al mismo éxito del Paro de Noviembre, el Paro de Trabajadores, el Paro Nacional de ese momento, la paralización que es exitosa, la misma Mesa Social no sabe qué hacer. Conversé con algunos miembros de la Mesa Social y me dijeron que ellos estaban esperando que reaccionara el gobierno y los llamara. ¡Por favor!, qué onda. Cómo yo revolucionario, que estoy peleando por esto voy a esperar que el otro me llame. ¿Para qué? Para negociar una salida política, de las prácticas políticas de la política de la transición y no de la práctica de la política de la revolución. Ahí había que pasar hacia adelante, había que seguir insistiendo en un Paro de continuidad. Haber sacado a la gente a la calle, haber salidos todos a la calle como el 25, haber copado los espacios públicos, haberse tomados los espacios públicos exigiendo la destitución, la caída del gobierno. Pero el gobierno todavía está ahí. El gobierno mata a tres jóvenes, como decíamos hace un rato atrás y unos cuantos salen a la calle, pero nadie se atreve a hacer una paralización social, ni la Central única de Trabajadores, ni la Mesa Social, ni la Unidad Constituyente, ni el Chile Digno, ni la Lista del Pueblo, nadie es capaz de decir ¡señores no vamos a seguir adelante hasta que el gobierno renuncie, porque esto no puede seguir así! Silencio total en ese aspecto. Las condenas retóricas que yo lo condeno porque me parece feo, bla- bla-bla, todo ese tipo de cosas son para salir en la televisión diciendo algo, pero no tiene ninguna significación política pura, salvo aquellos que han salido a la calle, salvo los chiquillos que hicieron todas las acciones de justicia popular como quemar la Municipalidad de Panguipulli y todas las demás acciones, esas son acciones reales, efectivas, concretas, decisivas en un proceso político. Lo demás es pura retórica.
Por eso creo que si no cambiamos el chip del proceso político vamos a terminar en el 22 con Piñera saliendo aplaudido de La Moneda porque hizo el cambio constitucional, llevándose el crédito y entrando otro presidente tal vez o presidenta, con una Constitución Política nueva pensando de que ahí está todo resuelto.
Este es un nuevo engaño, una nueva triquiñuela establecida para poder mantener la continuidad del capitalismo en Chile. Y vamos tirándole migajas al pueblo, le tiramos una migaja, le tiramos otra. La aceptación del retiro del 10% tienen que ver con eso, porque el dinero genera adormecimiento, el dinero en las manos de sectores muy necesitados provoca enajenación, etcétera, entonces ahora en marzo le van a tirar otro 10% a la gente que le queda, porque así preservan la idea de que las AFP son una buena organización para los fondos de pensiones.
Todo esto es una maquinación generalizada del poder político. Del poder político, pero del poder real, el poder de los empresarios. Esos son los que están manejando hoy día la sociedad chilena. Si no luchamos contra ese poder vamos a terminar siendo una sociedad capitalista liberal. Yo estoy diciendo hace tiempo que estamos pasando de una sociedad capitalista neoliberal a una sociedad liberal. Yo he dicho, en una forma jocosa si se quiere, cotidiana, que Chile estaba afectado por dos virus: el virus del liberalismo, el virus liberal, y el coronavirus. Esos dos virus son los que tienen atrapados a la sociedad chilena. Lo peor de todos es que todos se sienten liberales, todos quieren ser liberales en este país. Y esta idea de la transición de una sociedad neoliberal no viene como consecuencia solo de la Revuelta, sino que ya anteriormente sectores de la Concertación, como Fernando Atria o Alfredo Joignant y otros que escribieron el libro “El Otro Modelo”, ya anunciaba esta idea de transitar de un neoliberalismo extremo a una sociedad liberal. El mismo libro de Atria que se llama “El Neoliberalismo con Rostro Humano”, eso también implica de pasar de ser neoliberal a ser liberal. Es decir, Chile se quedaría muy tranquilo si fuera una sociedad plenamente liberal, pero no una sociedad socialista.”
¿En qué situación se encuentra la izquierda anticapitalista en relación con el momento actual?
“Es bien simple esa pregunta, yo creo que la izquierda anticapitalista se encuentra en una suerte de repliegue, una suerte de estar haciendo una evaluación de lo ocurrido, tratando de reencontrarse en este nuevo marco pandémico. Todavía está buscando respuestas a un sinfín de problemáticas que surgieron de la Revuelta. No tiene la izquierda anticapitalista un claro proyecto, carece de un proyecto para planteárselo a la ciudadanía, está fragmentada, hay múltiples grupos que se reconocen dentro del anticapitalismo, pero no hay entre ellos algo que es fundamental, que es la búsqueda de una unidad tras un proyecto específico.
Hace unas semanas atrás, Boaventura de Sousa Santos, un intelectual portugués, acaba de escribir un libro que se llama “Izquierdas del mudo ¡Únanse!”, haciéndose eco de la urgencia y de la necesidad de que la izquierda anticapitalista logre terminar con sus diferencias de carácter teórica, de carácter política, histórica y puedan converger en un proyecto único. No hay una izquierda anticapitalista que hoy día pueda ofrecer un proyecto unitario para confrontar, ya sea a la izquierda neoliberal, ya sea a la derecha neoliberal, como también a la centro derecha neoliberal. Es decir, la derecha chilena tiene un proyecto específico que es el sistema neoliberal; la centro derecha, la Democracia Cristiana y otros, tiene un proyecto específico que es hacer un poco lo que hicieron durante los 20 años de la Concertación, mejorado, corregir al neoliberalismo como diría Garretón, un neoliberalismo corregido; y la izquierda neoliberal, en la cual está el Partido Socialista, el PPD, el PC y otros, quieren hacer algunas modificaciones que permitan el desarrollo de un capitalismo democrático, con derechos, pero no cambiar el capitalismo.
Y dentro de los sectores anticapitalistas algunos han caído en el entusiasmo inusitado de la Constituyente y van a presentar candidatos, como son el compañero Artés y otros sectores esperanzados en tener alguna injerencia han presentado candidatos a la Convención Constitucional. Lo que se observa es una gran dispersión en la izquierda anticapitalista y además esa izquierda anticapitalista tiene un sinnúmero de grupos, es masivo, pero en pequeños grupos.
Lo que yo también he señalado es que existe como un individualismo colectivo, hay demasiados colectivos individualistas, que se conciben a sí mismos como grupos que tienen cierta misión en la historia y en la sociedad, pero no hay la instancia para proyectar un proyecto común. Eso es lo que nos hace falta, un proyecto común.
La izquierda chilena fue exitosa en la década de los setenta porque tenía un proyecto común y lo reflejaba Salvador Allende, más allá de las discusiones y problemáticas internas, pero fueron capaces de ponerse de acuerdo en un sujeto, en un programa, y triunfar. Fueron los logros más que los fracasos lo que llevó al golpe. No fueron los fracasos, los errores de la Unidad Popular, sino fueron más bien los aciertos de la Unidad Popular y la conducción de Salvador Allende lo que lleva a la derrota militar, política, el 73.
Tengo la impresión que si el Movimiento Anticapitalista quiere progresar, tiene que estar preparado para dar las luchas tanto en lo institucional, como en lo no institucional. Es decir, es la combinación de las luchas lo que podría permitir el triunfo final. Cada momento tiene su vía, por decirlo así, y cada momento tiene un conjunto de instrumentos que se pueden usar. Cada momento histórico hay que saberlo leer adecuadamente. Volver a leer a Lenin no con la intención de leerlo en tanto reproducirlo esquemáticamente en la sociedad chilena, sino que aprender la metodología. Lenin tenía una metodología muy específica, leía la coyuntura política y desde la coyuntura política establecía la táctica y la estrategia a seguir en un momento determinado (…) hay que hacer la coyuntura política específica para entender el fenómeno.
Cada momento histórico es distinto a otro, por las características del contexto. Tengo la impresión de que hace falta en la sociedad chilena una construcción de una izquierda anticapitalista que recoja todas las experiencias que se han acumulado desde 1994 en adelante. Es decir, desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, en México, hasta la derrota de Correa, en manos de Lenin Moreno, o el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, como también el proceso venezolano. Hay que revisar todo aquello para poder construir una alternativa, de lo contrario vamos a ir de tumbo en tumbo y vamos a seguir teniendo un discurso muy radical, pero finalmente las masas, los trabajadores, las mujeres, los campesinos, los indígenas, van a seguir soportando la miseria que significa vivir en una sociedad capitalista como la actual.
Eso es más urgente, porque hoy día necesitamos ser anticapitalistas no solo porque el capitalismo es negativo, sino porque estamos en una situación de crisis que nos requiere pensar qué queremos hacer de nuestra sociedad, de nuestra civilización para el futuro, no en el corto plazo, sino en el largo plazo. No podemos seguir con este plan de devastación de la tierra y de los seres humanos. La pandemia es una demostración de la crisis también, todo es demostración de aquello. Diría que no hay izquierda antineoliberal, sino que existen distintas agrupaciones antineoliberales.
Desgrabado por Guillermo Correa Camiroaga