A 49 años de su desaparición forzada, nunca antes se había estado tan cerca de hallar los restos del internacionalista Pedro Baigorri y sus compañeros muertos en la Serranía del Perijá.
“La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”, Jorge Luis Borges (1899-1986).
Entre el 27 de septiembre y el 11 de octubre de 2021 la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas en el Contexto y en Razón del Conflicto Armado (UBPD), —organismo de naturaleza humanitaria y extrajudicial que hace parte del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición surgido del Acuerdo de Paz firmado entre el Estado colombiano y las antiguas FARC-EP—, en desarrollo del marco del Plan Regional de Búsqueda del Centro del Cesar, llevó a cabo una importante intervención en el cementerio Santísima Trinidad de Curumaní que consistió en la inspección puntual tanto de un osario familiar como de los osarios comunes existentes, así como de la prospección geofísica de un área aledaña que años atrás, antes de su modificación, hacía parte de los predios de dicho cementerio, la cual arrojó como resultado el hallazgo de 15 restos y estructuras óseas, así como importante información geofísica que una vez analizada posibilitará acotar la superficie de búsqueda donde se cree estaría una fosa común de especial interés.
La génesis de esta actividad se encuentra en la comunicación que, a instancias de los buenos oficios del Colectivo Ceiba de la Memoria, el 13 de febrero de 2019 desde Pamplona en el País Vasco, la familia Baigorri Apezteguía le remitió a la UBPD solicitándole formalmente “en virtud del derecho a la verdad, establecer lo que pasó con Pedro Baigorri Apezteguía [y] apoyo y acompañamiento para la exhumación, confirmación de la identidad y entrega digna de los restos de nuestro hermano […] de acuerdo a como lo exigen las prácticas culturales, usos y costumbres del pueblo vasco”.
Con la finalidad que se avanzara decididamente en la documentación del caso y como parte del acuerdo que surgió de la reunión bilateral celebrada en Valledupar el 7 de mayo de 2019, veinte días después el Colectivo Ceiba de la Memoria le remitió formalmente a la UBPD un completo dossier con toda la información y fuentes que se habían recogido respecto de la muerte y posterior desaparición forzada de los cuerpos de Pedro Mari Baigorri Apezteguía (1939-1972) y sus dos entrañables compañeros Tomás Antonio Arévalo Velásquez (1941-1972) y Remberto Artunduaga (¿?-1972), en hechos acaecidos en Curumaní, en la tarde del viernes 6 de octubre de 1972.
En la referida comunicación se señalaba que “coincidimos en la necesidad de generar un escenario de trabajo con el doble propósito de aportar desde nuestras capacidades a las gestiones de carácter humanitario conducentes a hallar, identificar y entregar a sus familias los restos de Pedro y sus compañeros, así como a contribuir desde una perspectiva académica al esclarecimiento de los hechos y a la reconstrucción de la memoria histórica de lo que significaron”, para más adelante agregar que es en este contexto que “se hace entrega formal a la UBPD de los documentos […] relacionados en detalle, como evidencia tangible de nuestra disposición de continuar acompañando y participando en esta búsqueda y bajo el entendido que servirán de insumo para una sólida y ágil documentación del caso y, en consecuencia, se pueda avanzar sustantivamente en las gestiones que sean necesarias para llevar a feliz término el proceso”.
El largo y tortuoso camino en la búsqueda del internacionalista y revolucionario vasco Pedro Mari Baigorri Apezteguía —sobre quien, valga recordar, Marco Tobón (n. 1981), escribió una brillante y bien documentada biografía intitulada “Baigorri. Un vasco en la guerrilla colombiana”, editada en 2017 por la Editorial Txalaparta— ha revestido una enorme trascendencia por dos razones principales. En primer lugar, a lo largo del riguroso proceso de investigación in loco adelantado por la UBPD se advirtió que en el cementerio de Curumaní, y en muchas ocasiones probablemente sin el cumplimiento de los protocolos establecidos, habrían sido enterrados bajo la etiqueta de Ningún Nombre (N.N.), un importante número de cuerpos correspondientes ya sea a insurgentes muertos en combate o a víctimas de ejecuciones extrajudiciales, con lo que se hizo evidente que el número de casos de desaparición forzada asociados al cementerio Santísima Trinidad era más elevado al referido en las estimaciones preliminares. En segundo lugar, la investigación adelantada por el Colectivo Ceiba de la Memoria condujo al hallazgo de la muy poco conocida figura de Tomás Antonio Arévalo Velásquez, un campesino ilustrado autodidacta, reconocido líder popular y entusiasta admirador del sacerdote Camilo Torres Restrepo (1929-1966), quien movido por unas profundas convicciones políticas dirigidas a la construcción de una sociedad menos injusta y desigual, junto a sus compañeros, se involucró en la Serranía del Perijá en uno de los proyectos foquistas que estaban muy en boga en el país a finales de la década de los años sesenta del pasado siglo y estando allí la muerte irrumpió violenta, sorpresiva y abrumadora.
Cabe precisar que el trabajo que el Colectivo Ceiba de la Memoria ha venido realizando desde 2017 a propósito del caso del que se viene hablando, aborda dos perspectivas diferentes pero que se entrecruzan en distintas facetas. Primero: una perspectiva eminentemente humanitaria con la que se pretende contribuir al proceso que la UBPD viene adelantando encaminado al hallazgo y entrega a sus respectivas familias, en condiciones de dignidad, de los restos de Pedro Mari Baigorri Apezteguía, Tomás Antonio Arévalo y Remberto Artunduaga, para que puedan ser sepultados de acuerdo a las tradiciones espirituales y religiosas que consideren más adecuadas y de alguna manera dar un cierre decoroso y adecuado a este ciclo de medio siglo de incertidumbre y dolor. Y segundo: una perspectiva convergente de historia y memoria que se encaminada a ahondar en el conocimiento de los orígenes del conflicto armado en el Cesar y de escudriñar acerca del contexto histórico regional que se configuró y que llevó a personas disimiles a vincularse tempranamente a experiencias revolucionarias.
El caso de estos tres insurgentes muertos hace 49 años —en la que al parecer fue una desproporcionada operación militar que bien hubiera podido saldarse con su rendición y captura— y cuyos cuerpos, al haber sido enterrados por el ejército nacional en el cementerio de Curumaní de manera irregular y sin dejar ningún tipo de registro, consumaron el grave delito de desaparición forzada, más allá de su condición de combatientes y de su pertenencia a un determinado grupo armado no estatal, está amparado legalmente por el mandato de la UBPD, habida cuenta que el hecho se presentó se enmarca en una de las circunstancias que son de su competencia, en este caso puntual, el de la búsqueda de personas desaparecidas “durante las hostilidades: combatientes, tanto regulares (miembros de la fuerza pública), como irregulares (miembros de grupos armados al margen de la ley)”.
De otro lado, en lo que concierne al ejercicio de memoria histórica que se ha trabajado desde el Colectivo Ceiba de la Memoria, después de casi medio siglo de que estas tres personas hayan sido enterradas y desaparecidas forzadamente con la intención de arrojarlas al profundo foso de la desmemoria —lo que casi sucede con Remberto Artunduaga, de quien apenas hasta hace poco se conoció su nombre y apellido—, la pretensión es la de darles un rostro, recabar datos sobre algunos aspectos de sus trayectorias vitales con la finalidad de hacer una aproximación a lo que pensaron, a sus acciones, a sus iniciativas, a las razones que tuvieron para tomar las decisiones que tomaron y de esta manera restituirles su derecho a ser recordadas en un escenario que trascienda sus roles de víctimas y de combatientes.
En este sentido es que se realizó la pieza audiovisual “Pedro Baigorri, memoria y nostalgia” (2019), se han escrito varias crónicas publicadas en periódicos y revistas, entre las que, cabe referir, “Pedro Baigorri Apezteguía o el desprecio por la victoria” y “La impostergable memoria de los vencidos. El caso que se puede resolver en Curumaní”, publicados en el semanario Voz, respectivamente el 16 de octubre de 2019 y 6 de octubre de 2021, y se preparan un cortometraje biopic y un vídeo documental que finalizara cuando se cierre el proceso de búsqueda.
Así las cosas, el trabajo de memoria histórica comporta un doble sentido. De una parte, situar a Pedro, a Tomás y a Remberto en el contexto específico del tiempo en el que vivieron y murieron, para evitar que sean juzgados con las valoraciones del presente; y por otra parte, trascender la demonización de la que fueron objeto, —la cual, valga decir, se hizo extensiva a parte de sus familias— y ubicarlos en su justa dimensión, entendiendo que, equivocados o no en la decisión que tomaron, fueron hombres íntegros y consecuentes con los ideales que tenían sobre la justicia social. Es en este escenario que las familias Baigorri y Arévalo, además de la legitima reivindicación para que el Estado, apelando a todos los conocimientos científicos y medios tecnológicos existentes adelante las gestiones encaminadas al hallazgo y entrega de los restos de sus parientes desaparecidos a manos de agentes de Estado, han planteado que su deseo es que se dignifique su memoria y se les restablezca la humanidad que les fue arrebatada al momento de su entierro y desaparición.
Este trabajo de memoria histórica tiene ciertas complejidades dado que, además de escenificarse en un territorio en el que aún persiste el conflicto armado interno, uno de los grupos armados ilegales que todavía desarrolla actividades en la región, tuvo tempranamente algunas conexiones con los tres combatientes muertos y desaparecidos, lo que podría llevar a inferir equívocos y estigmatizaciones al pretender asociar un proceso autónomo e independiente de investigación social encaminado a la recuperación y dignificación de sus memorias, tal y como lo desean sus familias, con alguna suerte de reivindicación de dicho grupo que se mantiene activo medio siglo después. En este sentido, no está demás recalcar que estos ejercicios de memoria histórica se han realizado deslindados y desmarcados totalmente de las eventuales pretensiones que cualquiera de los actores armados al margen de la ley, que a la luz del gran despliegue mediático que esta búsqueda ha tenido, pudiera mostrar en el sentido de eventualmente querer hacer algún tipo de “homenaje” a antiguos combatientes, lo cual en caso de llevarse a cabo, ciertamente resultaría inoportuno, por cuanto la memoria de Pedro, Tomás y Remberto, que le pertenecen a sus respectivas familias y comunidades que aún los recuerdan, no deben ser objeto de ninguna apropiación ni instrumentalización.
Pedro Mari Baigorri Apezteguía y Tomás Antonio Arévalo se conocieron, se hicieron grandes amigos, compartieron ideales, decidieron emprender proyectos juntos para ir tras la materialización de sus apuestas políticas y tuvieron el mismo fatal destino. Hoy en día, unidas por el inconmensurable dolor de la pérdida, la ausencia y la imposibilidad de haber enterrado dignamente a sus hermanos y tíos, la familia Baigorri desde Pamplona —Navarra en Euskal Herria— y la familia Arévalo desde Curumaní —Cesar en la Serranía del Perijá—, con el acompañamiento del Colectivo Ceiba de la Memoria han venido tejiendo lazos de apoyo mutuo, de solidaridad y de amistad, expresada mediante vídeos de ida y vuelta que se han enviado con el fin de conocerse, saludarse, darse aliento y fortaleza y agradecer las diligencias que cada una ha hecho por su parte. Ambas familias albergan la esperanza que muy pronto, justo cuando se cumplan cinco décadas de ocurridos los hechos, podrán encontrarse en Curumaní, conmemorar en juntanza el hallazgo de los restos de sus parientes y recrear en el presente la amistad que hermanó a Pedro y a Tomás décadas atrás y que los fundió por siempre en un mismo destino.
Finalmente, hay que señalar que a 49 años de su muerte y desaparición forzada y gracias al destacado papel desempeñado por la UBPD y la intervención que en el cementerio de Curumaní ha realizado y seguirá realizando en el inmediato futuro, nunca antes las familias Baigorri y Arévalo habían estado tan cerca del hallazgo de los restos de sus seres queridos, de manera tal que muy pronto podrían estar repitiendo aquello que Sol Camacho Sclenker, hija de un detenido-desaparecido, expresó en su poema “Somos como barcos”: “La verdad es que no sirve de nada que los sigan escondiendo, de todos modos, acabaremos por encontrarlos. Al final de la búsqueda están, eso es seguro”.
Referencias
Colectivo Ceiba de la Memoria (2021). “La impostergable memoria de los vencidos. El caso que se puede resolver en Curumaní”. En: Voz No. 3097. Bogotá, D.C. 6 de octubre de 2021. P. 10. Ver en: <https://semanariovoz.com/la-impostergable-memoria-de-los-vencidos/>.
Colectivo Ceiba de la Memoria (2019) “Pedro Baigorri Apezteguía o el desprecio por la victoria”. En: Voz No. 3002. Bogotá, D.C. 16 de octubre de 2019. P. 13. Ver en: <https://semanariovoz.com/pedro-baigorri-apezteguia-desprecio-la-victoria/>.
Colectivo Ceiba de la Memoria (2019). Pedro Baigorri, memoria y nostalgia. 08:18 m. Valledupar. 6 de octubre de 2019. Ver en: <https://www.youtube.com/watch?v=OibDXPLJbJQ&t=320s>.
Marco Tobón (2017). Baigorri, un vasco en a guerrilla colombiana. Editorial Txalaparta. Tafalla. [281p.]. Ver: <https://www.txalaparta.eus/es/libros/baigorri-un-vasco-en-la-guerrilla-colombiana>-
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