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Entendiendo el Príncipe Moderno de Gramsci

Fuentes: Rebelión

Tal vez parezca una necedad escribir sobre lo que tanto se ha escrito en el transcurso del tiempo hasta ahora, y desde tantos ángulos del entendimiento humano. Sin embargo, siempre existe una novedad entre tan compleja relación y es, en esta época del segundo decenio del siglo XXI marcada a hierro por la incertidumbre y la perplejidad que ha impuesto la mundialización del liberalismo, la relación teórico-práctica siempre actual, entre Gramsci y Maquiavelo.

La bibliografía sobre Maquiavelo es enorme e interminable y sobre Gramsci ni se diga. Sin embargo, a pesar de lo fragmentario y disperso de las diversas notas gramscianas sobre el diplomático florentino, existen suficientes indicios y elementos interpretativos sobre los cuales se puede intentar traer a la actualidad el imperecedero e inmortal tema humano de la Política inaugurado por Maquiavelo, reinterpretado y actualizado por Gramsci.

En noviembre de 1927, ya encerrado directamente por el Duce fascista en la cárcel milanesa de San Vittore y después de haber leído el libro “Sobre la política de Maquiavelo” escrita por el ideólogo fascista Ercole, le escribe una carta a su esposa Tania pidiéndole el libro de Prezzolini, donde le comenta lo siguiente:

    “Me impresionó el hecho de que ninguno de los escritores sobre el centenario haya relacionado los libros de Maquiavelo con el desarrollo de los Estados en toda Europa en el mismo período histórico. Desviados por el problema puramente moralístico del llamado “maquiavelismo” no vieron que Maquiavelo fue el teórico de los Estados nacionales bajo la Monarquía absoluta; en Italia él teorizaba lo que en Inglaterra era enérgicamente realizado por Elizabeth, en España por Fernando el católico, en Francia por  Luis XI y en Rusia de Iván el terrible; aún si n o se conociese ni podía conocer algunas de estas experiencias nacionales que en realidad representaban el problema histórico de la época, Maquiavelo tuvo la genialidad de intuir y exponerlas sistemáticamente”.

Breve nota, donde se plantean someramente las bases del ulterior desarrollo interpretativo de Gramsci sobre Maquiavelo, sintetizados en estos tres aspectos: En primer lugar, el rechazo a la teoría “moralista”, conservadora y religiosa imperante en la época sobre la vida y obra del diplomático florentino. En segundo lugar, la amplia visión material de la histórica, constante del pensamiento gramsciano, con la cual enmarca la teoría y la práctica de Maquiavelo en un periodo concreto del desarrollo histórico en Europa, y en tercer Lugar, el valor universal, permanente y constitutivo, de los hallazgos políticos sistematizados por Maquiavelo en el periodo de transacción feudal- capitalista y en el surgimiento de los llamados Estados Nacionales modernos que inauguran el triunfo de la burguesía, y el desarrollo definitivo e irreversible del capitalismo en el continente europeo.

    I. Contexto Histórico

Desde el siglo XV hasta el siglo XVI se producen una serie de transformaciones sociales y humanas en Europa Occidental especialmente en Italia, que se venían dando desde el siglo XI, conocidas como el Renacimiento y que consistió en lo fundamental en retomar y actualizar lo más destacado de la herencia artística de la antigüedad clásica griega y romana, para revalorizar al hombre como centro de la naturaleza y el mundo, y para adaptarla a los nuevos tiempos más mundanos y terrenales que se estaban estableciendo.

Era el largo y complejo proceso revolucionario humano conocido como la transición feudal-capitalista, que en realidad se prolonga de manera muy dispar incluso hasta bien entrado el siglo XVIII, y en cual diversos historiadores han podido identificar tres etapas bastante bien definidas:

La primera que se inicia en el siglo XI hasta el siglo XIII, caracterizada por la expansión económica y territorial de la sociedad feudal y el surgimiento y desarrollo de las ciudades y el comercio.

La segunda, desde los primeros años del siglo XIV hasta mediados del siglo XV, cuando la anterior expansión se detuvo a causa de la profunda y generalizada crisis del mundo feudal, a pesar de la cual la sociedad urbana lentamente se consolida, se diversifica y empieza a predominar la economía mercantil.

Y la tercera, desde mediados XV hasta finales del siglo XVI, cuando la crisis cede, se inicia un nuevo periodo de expansión del comercio, la economía mercantil se apuntala definitivamente y las monarquías logran centralizar el Poder subordinando a la nobleza y al “patriciado” urbano, o comerciantes citadinos ennoblecidos.

En la primera etapa, una probable combinación de avances técnicos, mejoría del clima regional hicieron posible avances notorios en la agricultura, liberando trabajo humano hacia otras producciones, y una relativa paz europea a partir de la derrota de vikingos,  normandos, eslavos, musulmanes y otros pueblos  periféricos que asolaron Europa occidental especialmente en el siglo VIII,  todo lo cual permitió  mejores condiciones de vida, de salud y de crecimiento demográfico, así como la repoblación de antiguas ciudades romanas abandonadas.

En la unidad feudal, los señoríos, hubo ya un excedente agrícola apreciable y la fuerza de trabajo sobrante fue dirigida a las ciudades, burgos o castillos; y en los cruces de caminos comerciales, o de peregrinación, o al lado de los conventos, fueron apareciendo nuevos centros de producción artesanal para el intercambio y el comercio. La ciudad o burgo había renacido ejerciendo una atracción cada vez mayor a los campesinos siervos que huían hacia ella para evitar la miseria, el saqueo y la expoliación a los que los sometían los señores feudales y para respirar una relativa libertad, trabajar o comerciar, y vivir un poco mejor. Paralelamente se fueron dando también, profundas modificaciones en los hábitos de consumo y disfrute en más sectores de la población y, en las ciudades cada vez más interconectadas al haberse reanudado el tráfico marítimo en los mares europeos, a partir de las Cruzadas a Tierra Santa, apareció una economía basada en el uso masivo de la moneda y los pagarés, dejando atrás a una economía puramente natural.

Van surgiendo y creciendo ciudades-puertos en ríos y costas del norte de Europa como Colonia, Brujas, Hamburgo, Ámsterdam, Londres, ect, interconectados en un intenso comercio de larga distancia con las florecientes ciudades del norte de Italia como Venecia, Milán, Génova o Florencia.

Los comerciantes enriquecidos con la actividad comercial, inicialmente no entran en contradicción con los nobles feudales locales, reyes, o monarcas regentes en estas ciudades, aliándose más bien con ellos para ayudarles en el proceso de concentración y centralización de su Poder, a cambio de que les permitieran y protegieran sus actividades comerciales; sin embargo, en tabernas y mercados una nueva manera de ver la vida, bastante diferente a la de los castillos y palacios de nobles y patricios, empieza a generalizarse y con ello vendrían nuevos choques o conflictos.

La segunda etapa se inicia a comienzos del Siglo XIV y se caracteriza por una profunda crisis de la estructura feudal, azotada por ciclos recurrentes de pestes, hambrunas y carestías; rebeliones de campesinos, asonadas en las ciudades, así como diversas guerras locales y entre Estados, que asolaron tanto los campos como las ciudades europeas hasta mediados del siglo XV, logrando estancar los logros alcanzados en la etapa anteriormente descrita. El resultado fue un debilitamiento de los privilegios de la nobleza en los señoríos feudales en favor del fortalecimiento de las monarquías centralizadas absolutas y, un desarrollo de las burguesías adineradas a quienes “la caprichosa rueda de la Fortuna” había favorecido: El Poder estaba pasando de los bienes Inmuebles como tierras, castillos y palacios, etc, a los bienes movibles o muebles, o tesoros monetarios acumulados por los grandes comerciantes, los banqueros tenedores de pagarés y obligaciones (por pagar) y los grandes prestamistas y usureros.

Así mismo, la creciente diferenciación social que no se detuvo por la crisis, sino se aceleró con la especulación y la usura generada por la carestía; fue separando cada vez más al “Pueblo graso” o gordo conformado por grandes comerciantes banqueros y grandes maestros gremiales en proceso de ennoblecimiento o patricios, del “Pueblo magro” o flaco representado este último por pequeños comerciantes, artesanos menores y aprendices, simples trabajadores de los talleres, y la plebe. Distanciamiento que motivó recurrentes y sangrientos enfrentamientos y asonadas en varias ciudades especialmente en Italia, agravando así la rivalidad existente entre ellas, así como la inestabilidad política, obligando a reyes y gobernantes locales a recurrir a poderes extraordinarios de monarcas extranjeros más poderosos, o a tropas mercenarias que intervinieran y les ayudasen a conservaran el Poder.

La tercera etapa, enmarcada entre la segunda mitad del siglo XV y fines del siglo XVI, se caracteriza por la superación de la crisis precedente y la definitiva consolidación económica, social y política de las burguesías mercantiles, bancarias y prestamistas; las que sin embargo deben continuar sometidas a las nuevas condiciones surgidas con el triunfo de las monarquías absolutistas unificadas y centralizadas a quienes en la mayoría de los casos ayudan, a triunfar  aportándoles los caudales requeridos en forma de magnánimos créditos y a expandirse especialmente por el mar mediterráneo, el mar del norte y el mar báltico o hanseático. Surgen así los nuevos reinos territoriales centralizados, en el largo proceso de debilitamiento y desgaste de las noblezas regionales o locales, sobre la base de una lengua nacional generalmente desprendida de un tronco común como latín, el germánico, o el eslavo, dentro de unos territorios ya delimitados y unificados y, se da paso a la consolidación de los Estados Nacionales bajo monarquías y reinos absolutistas; cuyos ejemplos más conocidos son España, Inglaterra, Francia y Portugal.

Sin embargo, y a pesar de tener dadas las condiciones materiales y espirituales, tanto en Italia como en el centro y el norte de Europa, este proceso nacional se da un poco más tardío y de manera desigual: En Italia, innumerables ciudades menores independientes como Lucca, Mantua, Ferrara, o Génova y, cinco Estados grandes en un relativo equilibrio de poder: el reino de Nápoles, el Pontificado romano, la república de Florencia, el ducado de Milán y la república de Venecia, envueltos en una complicada trama de pugnas internas, intrigas, alianzas y contra alianzas con las potencias emergentes en el occidente, o del centro de Europa, se disputaban su expansión territorial, dominio político y hegemonía, sin que hubiese un triunfador neto, y sin que nadie estuviese exento de un ataque especialmente de las fuerzas mercenarias, que eran pagadas por cada fracción dominante en su ciudad respectiva.

El largo y complejo proceso generado por el surgimiento y desarrollo revolucionario de nuevos medios y formas de trabajo y producción, nuevas técnicas y avances sorprendentes en el conocimiento humano y científico aplicado a la productividad y al mejoramiento de las condiciones de vida; adelantos acelerados en el comercio, en los mercados, en los sistemas bancarios y crediticios, en el trasponte terrestre local y transfronterizo, en la navegación  marítima con barcos cada vez más veloces y capaces, que hicieron posible los viajes prolongados a larga distancia y con ellos los descubrimientos continentales y marítimos que revelaron nuevas rutas comerciales y de expansión, con el consecuente impulso de la circulación y atesoramiento monetario y  facilitaron el establecimiento de los Grandes Imperios Coloniales europeos, donde el saqueo despiadado de sociedades remotas en Asia y Oceanía, en las costas africanas cazando esclavos, o en el continente  Americano, fuente inagotable y aporte de recursos de todo tipo, de metales preciosos, de vidas y de sociedades enteras a la conocida acumulación primitiva de capital, condujeron a la ulterior integración de capital comercial, bancario y usurero con el capital industrial, paralelamente gestado en el seno de los talleres artesanales y manufactureros;  donde ya los trabajadores habían sido separados  definitivamente de sus medios de trabajo, por parte  de los grandes dueños de dichos obrajes.

También en paralelo, se van dando profundas modificaciones en los hábitos de consumo y disfrute en más sectores de la población, la que paulatinamente abandona el aislamiento y oscurantismo y lentamente se va imponiendo una cosmovisión distinta; una manera de pensar más material y pragmática, racional y crítica en especial sobre el dominio terrenal y cosmopolita (urbi et orbi) del papa como vicario exclusivo de Dios en esta tierra, afianzando la tendencia creciente de separar los terrenos de Dios de los del Cesar: Es decir la secularización que llevará a la intensa disputa religiosa de reformas, contrarreformas y guerras religiosas, con las que fue asolado todo el continente europeo.

Es en esta última etapa y en un mundo convulsionado por una transición revolucionaria cuando nace Maquiavelo (1469-1527) en la ciudad de Florencia y cuando Italia, debido a la fragmentación política descrita, era un botín de guerra para las potencias absolutistas emergentes: El reino de Nápoles, situado al sur de la península, así como las islas italianas en el Mediterráneo, eran parte consustancial de los dominios del rey de España Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano. Los suizos, conocidos por su eficacia como tropas mercenarias de infantería, controlaban la mayor parte de las zonas de habla italiana de los Alpes limítrofes. Francia paradigma del Estado absolutista y que hizo famosa la frase” l’État, ce moi”, extendía sus dominios sobre Torino y Milán y disputa a su rival español la posesión de Nápoles. Las posesiones del papa o Estado pontificio, estaban gobernados por el valenciano Rodrigo Borja (papa Alejandro VI) proclive a los intereses de España y su política de “guardián de la cristiandad”.

Y, Florencia, la ciudad de Maquiavelo, era el centro de la región de Toscana donde habitaban cerca de 120.000 habitantes, de los cuales solamente unos 3.000, eran ciudadanos de derecho pleno. Era un Estado oligárquico independiente, gobernado por una poderosa y rica oligarquía comercial bajo una complicada forma de corporaciones “republicanas”, que además de ser gobierno local tenía funciones internacionales propias, y, como la mayoría de las ciudades italianas disponía generalmente de tropas mercenarias con las que enfrentaba las agresiones regulares de los príncipes vecinos; especialmente los de Milán desde  el norte y los de Nápoles por el sur.

A partir de 1434, la familia de los Medici vinculada mediante el comercio y los préstamos con los reyes de Francia, Inglaterra, Borgoña y con el Pontificado, afianzó su poder en Florencia con el rico banquero Cosme, quien se apoderó de gran parte de la Toscana, pero sin poder tomar las ciudades de Luca y Siena. Lo sucede su hijo Pedro por un corto periodo de 5 años, y a su muerte en 1469, año que nace Maquiavelo, el poder de Florencia pasa a manos del nieto de Cosme, Lorenzo de Médicis también llamado “el magnífico”, quien gobierna hasta el recordado año de 1492, cuando muere y la Familia Médici es expulsada del gobierno y de la ciudad de Florencia por el fraile Savonarola. Al formar este un nuevo gobierno, se abre otro ciclo de turbulencias políticas donde tres facciones se disputaron el Poder: los “grises” o partidarios de continuar con los Médicis, “los frailescos llorones” partidarios del gobierno “popular” de Savonarola y los magnates o “furiosos”, partidarios de un gobierno fuerte y restringido.

El domino de Savonarola concluye en 1498 cuando muere en la hoguera y se instaura en la ciudad un nueva señoría “republicana” que dura 14 años, hasta 1512, lapso durante el cual trabaja Maquiavelo como empleado público en importantes cargos diplomáticos y como consejero de la Señoría; equivalentes a lo que hoy día conocemos como Jefe de Asuntos Internos, Secretario de Guerra y jefe de Relaciones exteriores; experiencias que lo convierten en uno de los funcionarios más importantes del gobierno, tras desempeñar importantes tareas internas de guerra y defensa de su ciudad, así como complejas misiones diplomáticas en Francia, Suiza, Alemania y ante el Estado pontificio.

En 1512, cuando debido a la ineficiencia gubernamental y la inestabilidad social motivada por las intensas pugnas políticas, alianzas y contra alianzas, y los Medici retoman el Poder, Maquiavelo pierde su puesto de manera definitiva. Los Médici logran gobernar 15 años más, hasta 1527, cuando nuevamente pierden el Poder. Es en este tiempo de “desempleo” cuando Maquiavelo basándose en su rica y variada experiencia directa produce su obra teórica, muriendo poco después de la salida de los Médici a la edad de 58 años, sin haber recuperado su anhelado cargo directo en el gobierno de la ciudad.

Con esto, tenemos que Maquiavelo es un hombre cuya vida transcurre en el periodo revolucionario de la humanidad que está realizando en Europa, el complejo tránsito del feudalismo al capitalismo, caracterizado por las intensas y radicales transformaciones en todos los órdenes de la vida  y que se dan, especialmente el hecho político más destacado e influyente a nivel general como fue el proceso complejo mediante el cual surgieron al mundo moderno los Estados Nacionales bajo reinos absolutistas, y se consolida de manera definitiva e irreversible la cosmovisión y el pensamiento Burgués sobre el caduco y oscurantista orden feudal; cambios trascendentales que el que el propio Maquiavelo tuvo oportunidad de vivenciar y analizar detalladamente en los países donde más avanzado estaba este proceso. Y en lo singular, vivir la frustración de no ver realizado este paso histórico en su país Italia, ni en la contradictoria e intensa ciudad de su nacimiento.

A teorizar y sistematizar de manera genial, como dice Gramsci, este doble desgarro existencial, esta experiencia única; a escribirla adornado y vestido con las galas que le permitían hablar con los “antiguos” después de “encanallarse” con la plebe más soez en la taberna vecina, y a darle su dimensión universal permanente y constitutiva, dedicó Maquiavelo sus 15 largos y solitarios años de desempleado:

    “Llegada la noche, vuelvo a casa y entro en mi escritorio; en su puerta me despojo de la ropa cotidiana, llena de barro y mugre, y me visto con paños reales y curiales y así, decentemente vestido, entro en las viejas cortes de los hombres antiguos, donde acogido con amabilidad, me sirvo de aquellos manjares que son solo míos y para los cuales he nacido. Estando allí no me avergüenzo de hablar con tales hombres, interrogarles sobre las razones de sus acciones, y esos hombres con su humildad me responden”.

    II.  Gramsci interpreta y actualiza a Maquiavelo

Los escritos de Maquiavelo que lograron superar la censura o la hoguera de sus enemigos en especial la iglesia católica, y trascendieron a todos aquellos reyes, generales, emperadores y hombres de Poder   que lo leían calladamente de noche para ejecutar durante el día sus consejos; pudieron llegar hasta por los más esclarecidos intelectuales europeos de la modernidad y, del Marxismo: uno de ellos Hegel, en la introducción a la constitución alemana llama la atención sobre Maquiavelo cuando dice que: “es una seria cabeza política en el sentido más grande y más noble…capaz de plantear una solución para el idéntico problema de fragmentación que padecía Alemania … En la época de su desgracia, cuando Italia se precipitó en su miseria, un hombre de Estado italiano profundamente conmovido por esta situación de miseria general, de odio, de desorden, de ceguera, concibió con fría serenidad la necesaria idea de salvar a mediante su unificación en un Estado”

Los fundadores del marxismo, no cabe duda lo leyeron con detenimiento y agrado y Marx menciona como una obra maestra de análisis materialista histórico la “Historia de Florencia” de Maquiavelo, sirviéndose de ella en su teoría de la lucha de clases. Sus discípulos los bolcheviques también lo discuten con pasión y Trotsky, en su historia de la revolución rusa, paradójicamente hace referencia a Maquiavelo, no precisamente a su obra más difundida y criticada “El Príncipe”, sino a los “Discursos sobre Tito Livio” cuando escribe: Una república con nobleza no es república. Esto había sido perfectamente comprendido por el viejo Maquiavelo cuatrocientos años antes de la presidencia de Ebert cuando, exiliado en Florencia, entre la caza del mirlo y el juego a las cartas con un carnicero, generalizaba la experiencia de las revoluciones democráticas”, y hace referencia al núcleo del pensamiento del secretario florentino sobre la cuestión de la igualdad sustancial del republicanismo, frente a la diferenciación sustancial que es la condición del Principado.

Pero indudablemente es Gramsci, el fundador del partido comunista italiano encarcelado por Mussolini, quien en sus mentados “Cuadernos de Cárcel”, hará una lectura nueva interpretativa y actualizadora (en ningún caso “marxistizante”) de la teoría y la práctica de Maquiavelo, con el fin de incorporar de manera crítica en la filosofía de la Praxis tal acervo intelectual, dentro de cuarto conceptos prácticos básicos:

Uno, el de Hegemonía y de Estado moderno; presentados de manera condensada en la imagen mítica del Centauro usado por Maquiavelo, que devela el doble carácter (inseparable) de la dominación y del Poder burgués materializado en el Estado moderno: cabeza humana (consenso) y cuerpo de caballo (fuerza animal o coerción). Dicotomía  inseparable y persistente “Consenso-Fuerza” que junto con la otra dicotomía determinante de las acciones del Príncipe, Virtud (inteligencia) y Fortuna (azar), atraviesa todo el pensamiento de Maquiavelo y se puede ver también en las figuras usadas por él, de la Zorra (engaño) y el León (fuerza) o incluso en sus dos obras cumbres “El Príncipe” o momento de la fuerza para tomar y conservar el poder y, “Los  discursos sobre Tito Livio” o momento del consenso,  para gobernar eficientemente en tiempos de estabilidad y dominio pleno, mediante buenas leyes es decir consensuadas entre los diversos intereses, sin ocultar el conflicto, sin enmascararlo por medios de los aparatos ideológicos del Estado y la llamada opinión pública, que el propio Gramsci describe así:

    “Guicciardini afirma que para la vida de un Estado son absolutamente necesarias dos cosas: Las armas y la Religión. Esta fórmula puede ser traducida a varias otras menos drásticas: Fuerza y Consenso. Coerción y Persuasión. Estado e Iglesia: Sociedad Política y Sociedad Civil. Política y Moral (historia ética-política de Croce) Derecho y Libertad. Orden y Disciplina; o con un implícito juicio de saber libertario. Violencia y Engaño. De cualquier manera, en la concepción política del Renacimiento la religión era el Consenso y la Iglesia la Sociedad Civil, el aparato de Hegemonía del grupo dirigente, que no tenía un aparato propio, una organización cultural e intelectual propia, sino que como tal a la organización eclesiástica universal. Solo se está fuera del Medioevo cuando abiertamente se concibe y se analiza a la Religión como “instrumentum regni”

Agregando en otra breve nota, su funcionamiento:

    “El ejercicio normal de la Hegemonía en terreno ya clásico del régimen parlamentario se caracteriza por la combinación de la Fuerza y el Consenso que se equilibran de varias maneras sin que la Fuerza supere demasiado al Consenso, al contrario, buscando obtener que la Fuerza aparezca apoyada sobre el Consenso de la mayoría, expresado por los así llamados órganos de la “Opinión Publica” (periódicos, asociaciones, etc) los cuales en ciertas situaciones son multiplicados artificialmente. Entre el Consenso y la Fuerza está la corrupción-fraude”

Dos: El carácter eminentemente político e ideológico de las obras más importantes de Maquiavelo, que en la redacción del inmortal libro de “El Príncipe”, adquiere un carácter “mítico” de gran impacto literario y emocional, a la manera de un manifiesto político que recuerda al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y que Gramsci describe magistralmente así:

    “El Carácter fundamental de “El Príncipe”, no consiste en ser un tratado sistemático, sino un libro “viviente” en el que la ideología política y la ciencia política se fundan en la forma dramática del “mito”. Entre la utopía y el tratado escolástico, formas bajo las cuales se configuraba la ciencia política de la época, Maquiavelo dio a su concepción una forma imaginativa y artística, donde el elemento doctrinal y racional se personifica en un “condottiero” que representa en forma plástica y “antropomórfica” el símbolo de la voluntad el símbolo de la “voluntad colectiva.

El Proceso de formación de una colectiva que tiene un determinado fin político, no es representado a través de pedantescas disquisiciones y clasificaciones de principios y criterios de método de acción, sino como las cualidades, los rasgos característicos, los deberes y necesidades, de una persona concreta, despertando así la fantasía artística de aquellos a quienes procura convencer y dando una forma más concreta a las pasiones políticas.

“El Príncipe” de Maquiavelo podría ser estudiado como una ejemplificación histórica del “mito” soreliano, es decir de una ideología política que no se presenta como una fría utopía, ni como una argumentación doctrinaria, sino como la creación de una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar la “voluntad colectiva”.

El carácter utópico de “El Príncipe” reside en el hecho  de que el príncipe no existía en la realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, sino que era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, el “condottiero” ideal; pero los elementos pasionales míticos contenidos en el pequeño volumen y planteados con recursos dramáticos de gran efecto, se resumen y convierten en elementos vivos en la conclusión, en la conclusión de un príncipe realmente existente.

En el pequeño volumen, Maquiavelo trata de cómo debe ser el Príncipe que quiera conducir a un pueblo a la fundación de un nuevo Estado, y la investigación es llevada a cabo con rigor lógico y desapego científico.

En Conclusión, Maquiavelo mismo se vuelve pueblo, se confunde con el pueblo, mas no con un pueblo concebido en forma “genérica” sino con el pueblo al que Maquiavelo previamente ha convencido con su trabajo del cual procede se siente la conciencia y expresión y con quien se identifica totalmente. Parece ser que todo el trabajo “lógico” no fuera otra cosa que un autorreflexión del pueblo, un razonamiento interno que se hace en la conciencia popular y que concluye con un grito apasionado inmediato. La pasión, de razonamiento sobre sí misma, se transforma en afecto, en fiebre de acción. Por eso el epílogo de “El Príncipe” no es extrínseco, “pegado” desde fuera, retórico, sino que, al contrario, debe ser explicado como un elemento necesario de la obra, o mejor, como un elemento que ilumina toda la obra y que aparece como su “manifiesto político”

Tres: el concepto de que el partido político de nuevo tipo fundado por Lenin, el partido comunista, donde se funden filosofía, ciencia política y pasión, debe ser como un “Príncipe Moderno”, jacobino, y actuar de   manera semejante a como en la época de la transición feudal capitalista El Príncipe de Maquiavelo llevó a su clase a la Hegemonía y al Estado moderno, pero teniendo en cuenta que se encuentra en otra época de transición aún más compleja y en ella, debe realizar la tarea histórica y revolucionaria de conducir las voluntades colectivas en él representadas, hasta la superación del capitalismo por un nuevo modo de producción lógico histórico contenido en su propia contradicción: El Comunismo:

    “El príncipe moderno, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo, en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción: Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de la voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales.

    En el mundo moderno sólo una acción histórico-política inmediata e inminente caracterizada por la necesidad de un procedimiento rápido y fulminante puede encarnarse míticamente en un individuo concreto…pero una acción inmediata y rápida de ese tipo, por su misma naturaleza no puede ser de vasto alcance y de carácter orgánico. Será casi siempre del tipo restauración y reorganización y no del tipo característico de la fundación de nuevos Estados y de nuevas estructuras nacionales y sociales, tal como el caso de Maquiavelo, donde el aspecto de la restauración, solo era un elemento retórico ligado al concepto literario de la Italia descendiente de Roma y que debía restaurar el orden y la potencia romana”

 Y en otra nota, precisa que:

    “Si hubiera que traducir a un lenguaje político moderno la noción de “príncipe”, tal como funciona en el libro de Maquiavelo, habría que hacer una serie de distinciones: “Príncipe” podría ser un jefe de Estado, un jefe de gobierno, pero también un jefe político que quiera conquistar un Estado o fundar un nuevo tipo de Estado, en este sentido “príncipe” podría traducirse a la lengua moderna por partido político.

    En la realidad de algún Estado, el jefe del Estado o sea el elemento equilibrador de los diversos intereses en lucha contra el interés que prevalece, pero que no es exclusivo en un sentido absoluto, es precisamente el “partido político”. Pero a diferencia de lo que ocurre en el derecho constitucional tradicional, el “partido político” no reina ni gobierna jurídicamente: Tiene “poder de hecho”, ejerce la función hegemónica, y por lo tanto, equilibradora de intereses diversos en la “sociedad civil”, la cual empero está tan entrelazada de hecho con la “sociedad política” que todos los ciudadanos sienten que en realidad reina y gobierna. Sobre esta realidad en movimiento continuo no se puede crear un derecho constitucional de tipo tradicional, sino sólo un “sistema de principios” que afirmen como finalidad del Estado su propia disolución, su propia desaparición, o sea, la reabsorción de la sociedad política por la sociedad”.

Cuatro: El asunto de la Guerra como una prolongación de la Política, que los fundadores del Marxismo, Marx y Engels, encuentran desarrollada de manera científica y dialéctica en la “singular forma de filosofar” del general Clausewitz, que Gramsci como destacado seguidor de la filosofía de la praxis y de los aportes teóricos y prácticos obtenidos en la revolución y la guerra civil en Rusia, desarrollados por Lenin y demás bolcheviques, lleva hasta Maquiavelo:

    “Sobre Maquiavelo influye el ejemplo de Francia, España, (también de Inglaterra. Nota del traductor) que alcanzan una fuerte unidad estatal territorial. Maquiavelo hace un parangón elíptico (para usar la expresión crociana) y extrae las reglas para un Estado fuerte en general e italiano en particular: Maquiavelo es en todo un hombre de su época, y su Ciencia Política representa la filosofía de esa época, que tiende a la organización de la Monarquías Nacionales Absolutas como formas políticas que permiten y facilitan un desarrollo ulterior de las Fuerzas Productivas burguesas. En Maquiavelo se puede descubrir “In nuce” (dentro de la nuez, en embrión. Nota del traductor) la separación de los poderes y el parlamentarismo (régimen representativo): su “ferocia” (fiereza. Nota del traductor) está dirigida contra los residuos del mundo feudal y no contra las clases progresistas. El Príncipe debe poner término a la anarquía feudal, y es esto lo que hace Valentino de Romagna, apoyándose en las clases productivas, comerciantes, y campesinos. Dado el carácter militar-dictatorial del jefe del Estado, tal como se requiere en un período de lucha por la fundación y la consolidación de un nuevo Poder, la indicación contenida en “El Arte de la Guerra”, esta debe ser entendida también en su aplicación a la estructura general del Estado. Si las clases urbanas desean poner al desorden interno y a la anarquía externa deben apoyarse en los campesinos como masa, constituyendo una fuerza armada segura y fiel de un tipo absolutamente diferente del de las compañías de mercenarios. Se puede decir que la concepción especialmente política es tan dominante en Maquiavelo que le hace cometer errores de carácter militar; de allí que piense especialmente en la Infantería, cuyas masas pueden ser enroladas en virtud de una acción política y desconozca el significado de la artillería.

    Russo (en los Prolegomeni a Machiavelli) anota justamente que “El Arte de la Guerra” integra “El Príncipe”, pero no extrae todas las conclusiones de su observación. También en “El Arte de la Guerra” Maquiavelo debe ser considerado como un político que se ocupa del arte militar. Su unilateralidad (así como otras curiosidades del tipo de la teoría de la Falange que dan lugar a bromas fáciles como las lanzadas por Bandello y que son las más conocidas) deriva del hecho de que no es la cuestión técnico-militar la que está en el centro de su interés y de su pensamiento, y por ello Maquiavelo la trata solo en cuanto es necesaria para su construcción política. Más no solo “El Arte de la Guerra” debe ser vinculado a “El Príncipe” sino también las “Historias Florentinas” que deben servir justamente como un análisis de las condiciones reales italianas y europeas, de donde surgen las exigencias inmediatas contenidas en “El Príncipe”.

Lo que le permite a Gramsci considerar la terrorífica experiencia de la primera guerra mundial, como otro hecho político más, para plantear su teoría de la guerra de posiciones política o estratégica hacia la meta comunista, en los países del capitalismo avanzado:

    “A propósito de las comparaciones entre los conceptos de guerra de movimientos y guerra de posiciones en el arte militar y los conceptos correlativos en el arte político hay que recordar el librito de Rosa Luxemburg. La Huelga General nota del traductor) traducido al italiano en 1919. En el librito se teorizan un poco precipitada y hasta superficialmente las experiencias históricas de 1905 en Rusia: pues Rosa descuidó los elementos “voluntarios” y organizativos que en aquellos acontecimientos fueron mucho más numerosos y eficaces de lo que ella tendía a creer, por cierto perjuicio suyo “economicista” y espontaneista. De todos modos, ese librito (y otros ensayos suyos) es uno de los documentos más significativos de la teorización de la guerra de movimiento aplicada al arte político. El elemento económico inmediato (crisis, etc) se considera como la artillería de cerco que abre en la guerra una brecha en la defensa en la defensa enemiga, rotura suficiente para que las tropas propias irrumpan dentro y obtengan un éxito definitivo (estratégico) o, por lo menos un éxito importante según la orientación de la línea estratégica. Como es natural, en la ciencia histórica la eficacia del elemento económico inmediato se considera mucho más compleja que la de la artillería pesada en la guerra de maniobra o movimiento, porque este elemento se concebía como origen de un efecto doble: 1) el de abrir brecha en la defensa enemiga tras haber desorganizado al enemigo mismo, haciéndole perder la confianza en sí, en sus fuerzas y en su porvenir; 2) el de organizar vertiginosamente las tropas propias, crear los cuadros o, por lo menos, poner inmediatamente en su puesto de encuadramiento de las tropas dispersas a los cuadros propios ( elaborados hasta entonces por el proceso histórico general); 3) el de crear inmediatamente la concentración ideológica de identidad con la finalidad buscada. Era esta una forma de férreo determinismo economicista, con el agravante de sus efectos se creían rapidísimos en el tiempo y en el espacio; por eso se trataba de un misticismo histórico propiamente dicho, expectativa de una especie de fulguración milagrosa.”

    “En realidad el ejército ruso intentó la guerra de movimiento y la rotura del frente sobre todo en el sector austriaco, pero también en Prusia Oriental y tuvo éxitos brillantísimos pero efímeros. La verdad es que no se puede elegir la forma de guerra que se quiere practicar a menos que uno tenga desde el primer momento una superioridad aplastante sobre el enemigo, y son sabidas las enormes pérdidas que costó la obstinación de los estados mayores en no reconocer que la guerra de posiciones quedaba “impuesta” por la correlación general de las fuerzas en pugna. Pues la guerra de posiciones no consta solo en efecto de las trincheras propiamente dichas, sino de todo el sistema organizativo e industrial del territorio que se encuentra a espaldas del ejército de combate, y la imponen especialmente el tiro rápido de los cañones, de las ametralladoras, de los fusiles, etc, y la concentración de armas en un determinado punto, así como la abundancia de suministros que permita sustituir el material perdido a raíz de un hundimiento del frente y una retirada. Otro elemento es la gran masa de hombres que intervienen en las formaciones de primera línea, de valor muy desigual, y que, precisamente por eso tienen que actuar como masa. Así se ha visto como en el frente oriental una cosa era irrumpir en el sector alemán y otra en el sector austriaco, y que incluso en el sector austriaco una vez reforzado por las tropas alemanas elegidas y al mando de oficiales alemanes, la táctica rusa de asalto se saldó con un desastre…En las guerras entre los Estados más adelantados industrialmente y en civilización, la guerra de movimientos tiene que considerarse como reducida ya a una función táctica más que a una estratégica.

La misma reducción hay que practicar en el arte y en la ciencia de la política, al menos en lo que hace a los Estados más adelantados, en los cuales la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a los “asaltos catastróficos” del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.):  las sobrestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna. Así como en ésta ocurría que un encarnizado ataque artillero parecía haber destruido todo el sistema defensivo del adversario, cuando en realidad no había destruido más que la superficie externa, de modo que en el momento del asalto los asaltantes se encontraban con una línea defensiva todavía eficaz. Así también ocurre en la política durante las grandes crisis económicas; ni las tropas asaltantes pueden por efecto mero de la crisis organizarse fulminantemente en el tiempo y en el espacio, ni (aún menos) adquieren por la crisis espíritu agresivo, y en el otro lado los asaltados no se desmoralizan, ni abandonan las defensas, aunque se encuentren en ruinas, ni pierden la confianza en su propia fuerza y en su propio porvenir. Es verdad que las cosas no quedan como estaban antes de la crisis económica pero no se tiene ya el elemento de rapidez, de aceleración de tiempo, de marcha progresiva definitiva, como lo esperaban los estrategas del “condormismo” político” (Nota del traductor: Gramsci hace referencia a la catastrófica conducción de las tropas italianas en la primera guerra mundial por el general Cardona, y extiende el término a la visión economicista y determinista de la crisis económica.)

Después de Gramsci, el filósofo comunista francés Althusser dicta varias conferencias sobre la filosofía de Maquiavelo (La Soledad de Maquiavelo) y siguiéndole el hilo a los planteamientos de Gramsci, escribe el libro “Maquiavelo y Nosotros”, en donde dentro de sus varios y sugestivos planteamientos se debe destacar su tesis de que lo novedoso de Maquiavelo es, el examen teórico de un problema político dentro de la categoría  metodológica de “coyuntura con de su sistema de contradicciones” contenido en la famosa afirmación maquiaveliana de  que: “Mi è parso più conveniente andare drieto alla verità effettuale della cosa che all’immaginazione di essa” ( Me ha parecido más conveniente ir a la verdad efectiva de la cosa que a su imaginación) donde claramente opone el conocimiento objetivo de la cosa (en singular) es decir la política que le interesaba en ese momento; al pensamiento que en ese entonces imperaba en los teóricos medievales: la imaginación de la historia y de la política. Y por esta razón, Maquiavelo no invoca los grandes textos políticos y morales de la ideología cristiana, Platón Sócrates, Aristóteles, o Cicerón, etc, ni las tradicionales teoría políticas o históricas de la antigüedad, sino que alimenta su pensamiento de ruptura, revolucionario, con ejemplos concretos extraídos de la historia de Atenas, Esparta, y Roma y donde la dicotomía determinante de las acciones  de “El Príncipe”;  “Virtud” entendida como Inteligencia y “Fortuna” como azar, adquiere una explicación coherente y lógica y un significado material moderno y actual.

   Bibliografía y agradecimientos

1. A Maquiavelo por su vida y obra, y a las varias ediciones que existen incluso en internet:

— El Príncipe. 1981. Madrid: Alianza, traducción, introducción y notas de Miguel Ángel Granada.

— Del arte de la guerra. 1988. Madrid: Tecnos traducción, estudio preliminar y notas de Manuel Carrera Díaz

— Discursos sobre la primera década de Tito Livio. 1987. Madrid: Alianza, traducción, introducción y notas de Ana Martínez Arancón.

— Antología. 2009. Barcelona: Península, edición de Miguel Ángel Granada.

2. A Antonio Gramsci por su vida y obra

— Notas sobre Maquiavelo, la política y sobre el Estado Moderno. 1980. Madrid: Nueva Visión, traducción y notas de José Aricó. (De este texto he extraído las citas para mi escrito)

— Antonio Gramsci. Antología. 1970. México: Siglo XXI, selección traducción y notas de Manuel Sacristán.

3. Otros

— Louis Althusser. Maquiavelo y Nosotros. 2004. Madrid: Akal. Director Carlos Prieto del Campo.

— Louis Althusser. La soledad de Maquiavelo. 2008. Madrid: Akal, edición preparada por Yves Sintomer.

— Geraldo Magella Neres. Política & Hegemonía a interpretación gramsciana de Maquiavel (en portugués) 2009. Curitiba, Brasil: Ibpex.

— Dora Kanoussi. Los cuadernos filosóficos de Antonio Gramsci. De Bujarin a Maquiavelo. 2007. Puebla Méjico: UACM- Plaza Valdés

— Tomas Várnagy (compilador) Fortuna y Virtud en la República Democrática.  11 Ensayos sobre Maquiavelo 2000. Buenos Aires: CLACSO.

— José Luis Romero. Maquiavelo Historiador.1986. México: Siglo XXI, edición al cuidado de Martí Soler.

— José Fernández Vega. Las Guerras de la Política Clausewitz. De Maquiavelo a Perón. 2005. Buenos Aires:  Edhasa.

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