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The Lost Daughter, la mala madre

Fuentes: Rebelión

Muchas podrían imaginar que “a las mujeres no hay nada que explicarnos sobre ser madres”, acto seguido aparecerá la retórica sobre ¡la maravillosa maternidad!, la admiración por las madres sacrificadas (mientras más sufrientes, mejor), y por qué no, hay quienes imaginan hoy en Chile, que “el feminismo” es una madre exitosa profesional joven, que tendrá un puesto importante en el gobierno venidero (pero ese, es otro tema). Igualmente, contra algunas de esas falsedades, “The Lost Daughter” desnuda, un poco, a la institución materna.

“Netflix” la tradujo como “La hija oscura”, y aunque no sé inglés, me parece que es la hija “perdida”. “Oscura” sería entonces, solo otro destello inquisidor racista-misógino de esa empresa privada con capitales trasnacionalizados, y ahora “con género” incluido.

Por otra parte, algunos críticos de cine han decidido que deben “explicarnos” la película. No pueden descalificarla, pero sí “explicarla”, “empoderándonos” cuando permiten decir que la maternidad es aplastante. En tiempos de utilización del feminismo (muy a diestra, y siempre a siniestra) hay tanta condescendencia que incluso se evade que enjuiciar la maternidad es sacrílego y desviado: un desvío de las mujeres para quitarles privilegios a todos los hombres (también a los políticos que capturan úteros para sus campañas).

Desde “Shirley Valentine” 1989 a esta hija perdida de 2022

“Shirley Valentine” (de Lewis Gilbert), hace menos de 30 años vacacionaba en una Isla Griega, y Leda (Olivia Colman), en este siglo nuevo, también. Ambas tienen en común que, con su poder adquisitivo, pueden rozar un instante sin interrupciones en la arena, y acariciar una autonomía que no va a durar. Pero nada más: Shirley Valentine, creada por un hombre, le pone fin voluntario a su libertad con un amante griego. En esto, ella es más como la madre joven, Nina (Dakota Johnson), con la que se encuentra Leda después. Shirley y Nina (desde distintas películas), podrían ser socias de feminidad, pues ambas le suman a su tedio matrimonial, un amante. Pero Nina no llega sola a la playa, sino con su familión “aclanado” y disruptivo, con su marido agresor y con su hermana enjuiciadora y muy embarazada, y así le ponen fin a la libertad de consumo de Leda. Son de esas familias extendidas que esconden daño y crían a “sus” mujeres para que coronen la maternidad. De hecho habrá consecuencias si no lo hacen, por eso ellas siempre lo pregonan: “¡Adoro ser madre!”.

Leda es un bicho raro para el familión: Está sola, sin hijos, sin marido, tampoco “marida”, ya que estamos en 2022 y podría darse un giro a la “inclusión”, pero no (lo que fue un alivio para continuar viendo la película). Lo que sí sucede, es que realmente a nadie le gustan las mujeres solas, mayores y que no estén criando nietos. Justo lo que es Leda. Las esposas pueden llegar a odiarla, las jóvenes a burlarla, y los hombres a acosarla y despreciarla, que es lo mismo.

Para los críticos de cine, Leda actuaría de una manera “misteriosa”. Al parecer sería “un misterio no resuelto” esto de mujeres sin hombres con ganas de vivir placeres que no involucren amantes ni maridos.

Leda más me parece una voyerista (ese ocio maravilloso) que observa pasar el patriarcado que ha intentado abandonar, pero a la vez, es una mujer “culpable” (como todas), y se debate entre el placer de la autonomía y no haber sido “suficiente”. Abandonó la frustrante castración de su matrimonio por tres años, y sabe que “nunca antes de eso había estado tan bien”. Lo dice, pero claro, las mujeres no entienden, no quieren entender, pues les costaría caro.

Leda, siendo joven, abandonó su matrimonio por tres años, probó el sexo fuera, que suele ser fugazmente bueno, olvidó el estrés doméstico, estuvo en hoteles escuchando y dando conferencias, y se ganó por un tiempo limitado esa libertad capitalista de que le lleven la comida al cuarto y el placer de dormir sola en una cama sin despertarse con llantos de guaguas ni acoso sexual del marido. Imaginamos que como Mrs. Dallaway (de Las Horas, novela, película y homenaje a Virginia Woolf), Leda logró en esos años abrir un libro en la mañana sin deberles atención a nadie.

Apenas un guiño lésbico

Siendo lesbiana (y habiéndolo no sido justo antes) sé de miradas ganosas entre nosotras. Ella la tiene con una mochilera cuando su marido “aliade”, invita a una pareja de desconocidos a casa. La mujer es la amante del mochilero con la que Leda termina emborrachándose. Se miran y se admiran. También Leda se entera de que el mochilero dejó a sus hijos con su esposa para irse con su atractiva novia, y que no siente ni pizca de culpa por ello.

Pero no es solo la mirada deseante entre mujeres, es así mismo la indiferencia de Leda ante los halagos masculinos de un hombre machista que la ronda. Esos halagos que otras sienten que una (“a su edad”) debería agradecer, y que Leda no agradece (es una malagradecida). Supo bastante en su juventud de tipos hablándole de poesía mientras la cosificaban. También se le ve entretenida en un bar conversando con un joven inteligente, y no parece ser para follárselo. Tampoco se traga que las otras mujeres le digan que se ve “genial”, que “ni se le nota la edad” porque esa es solo la violencia moral hacia las viejas, una que tiene expectativas machistas con nuestra apariencia.

Leda se roba una muñeca, esa es la hija perdida. No está robándole los afectos de un ser vivo a una niña, está librándola de un objeto inanimado que tiene el peso de la maternidad en las vitrinas del capital.

Todo el tiempo temí un ataque lesbofóbico de los machos a Leda, la miran, la burlan, la acosan, la cercan, pero no, la que se encarga de eso es una mujer, claro, la feminidad secunda el poder de los patrones de manera eficiente siempre.

Esta película no es sobre que los hombres no cooperan en la casa y por eso pierden a sus esposas (otra idea absurda de críticos de cine algo femilistos), es sobre la asfixiante maternidad que a su vez asfixia a las demás.

Si al final Leda muere o no, si superó la maternidad para amar y ser amada por sus hijas, son cuestiones que quedan a la interpretación.

Interesante “The Lost Daughter” de la directora Maggie Gyllenhaal, basada en la novela del mismo nombre de la autora italiana Elena Ferrante, que parece saber bastante de esas familias aclanadas que tanto enorgullecen al chileno.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.