La siguiente entrevista fue realizada a Iván Lozada, coloquialmente llamado “Mordisco”, máximo comandante de las FARC-EP, a fines de octubre.
Lozada se refiere al momento político por el que atraviesa esta organización, de la reconstrucción después de la desmovilización impulsada por el anterior secretariado, así como de las bases para avanzar hacia la paz total que busca el actual gobierno de Petro-Márquez, centradas en una amplia participación, en el reconocimiento político de la organización y la identificación de las causas estructurales generadoras del conflicto.
¿Cuál es el momento actual de la resistencia guerrillera que ustedes lideran?
Desde el 2016, públicamente el Frente Primero manifiesta sus diferencias con el rumbo que estaba tomando el llamado “proceso de paz”, debido principalmente a las líneas rojas formales tales como no impulsar una constituyente, no hacer proselitismo político mientras se esté armado, crear zonas de concentración sin civiles, que terceros eligieran el tribunal de la JEP, y también las líneas rojas reales, donde hubo cero discusión sobre la doctrina militar, cero discusión sobre el modelo económico, que fueron impuestas por el gobierno nacional. La disfrazada participación efectiva de la sociedad colombiana, cerraba las puertas a la discusión sobre los elementos estructurales generadores del conflicto, evidenciando que a partir de ahí nada de lo que se acordara iba realmente a significar un acuerdo de paz.
Cuando se manifiesta esta diferencia de fondo con la dirección nacional de las FARC-EP, surge la tarea de reconstruir la organización que los camaradas Manuel, Jacobo, Jorge y muchos otros aguerridos combatientes fortalecieron por años, reconstruir las FARC-EP de la pretensión de desaparición que significó el acuerdo de paz. En esta tarea estamos, ese es el momento que transitamos estos últimos 6 años, etapa que ya vamos culminando, juntando en todo el territorio nacional esos descontentos, contando con la experiencia de muchos guerrilleros, guerrilleras, milicianos, milicianas, miembros de las estructuras clandestinas, además de la fuerza y disposición de mucha gente nueva que de una u otra manera se vincula con la organización.
¿Cómo va el proceso de reorganización?
Hemos contado con la venia de la historia, por eso podríamos decir que lo que se ha construido en estos 6 años es el equivalente a lo que las FARC-EP construyó en sus primeros 25 o 30 años de lucha. Hemos avanzado en la conformación de nuevas estructuras: Columnas, Compañías y Frentes, la conformación de los comandos conjuntos y la proyección de nuevos. Hemos recuperado nuestra presencia en más del 50% de departamentos del territorio nacional, además de la lucha frontal contra el paramilitarismo que por acción u omisión de las fuerzas del estado se fortaleció en los últimos años.
Gracias a la coherencia de nuestra organización, hemos logrado cohesionarnos día a día, permitiéndonos trazar planes a escala nacional. Tenemos una dirección nacional, que estatutariamente se llama Estado Mayor Central. Se podría decir, en términos generales, que vamos en un proceso de fortalecimiento continuo y prontos a superar el proceso de reorganización integral, que significa la estabilización de nuestra organización para continuar con la etapa de fortalecimiento y avanzar hacia la consolidación de una fuerza capaz de ser determinante de la vida nacional.
¿Qué lectura hacen de la situación planteada por el ascenso al poder del gobierno de Petro-Márquez?
Creemos que la llegada de Gustavo Petro y Francia Márquez a la presidencia y vicepresidencia es producto de varias cosas. La primera, es la articulación entre la lucha social y la lucha político-electoral; lo segundo, el evidente debilitamiento de la derecha en Colombia, producto principalmente de la agresión vía legislativa y violenta contra el pueblo colombiano, el abandono estatal durante muchos años; lo tercero, la acertada fórmula Petro-Francia que evoca el debate medioambientalista del momento y la importancia de los liderazgos sociales en las transformaciones que requiere el país.
En esas circunstancias, el gobierno Petro-Francia tiene grandes retos. Uno de ellos es cumplir con las apuestas planteadas en su proceso de campaña y plasmados en el programa progresista en medio de las dificultades que significa sucesivos gobiernos de derecha que limitaron y eliminaron derechos y libertades en Colombia. Otro gran reto es generar las transformaciones estructurales a través de la identificación de las causas de fondo y que son las generadoras del conflicto, que por su persistencia en el tiempo tiene signos profundos de degradación del conflicto, que se presenta en todos los grupos armados, pero tiene la expresión más elevada en la promoción del paramilitarismo desde sectores militaristas y políticos del país.
¿Cuál es su opinión, como organización revolucionaria, sobre la propuesta de paz total?
Es una propuesta ambiciosa que podría llevar definitivamente a la reducción o eliminación de la guerra en Colombia. En su apuesta de la paz total, esperamos reconozca todos los actores del conflicto, todas las visiones, sea capaz de caracterizar cada uno de los grupos en contienda y develar la complicidad en la promoción de la guerra en Colombia desde la institucionalidad.
En lo particular, preocupa la poca claridad que existe frente a nuestro carácter. Hasta el día de hoy sólo está abierta la posibilidad de un diálogo político con el ELN. El otro eje es de sometimiento o acogimiento para las FARC-EP, que somos una organización revolucionaria. Esto no es más que una declaratoria de guerra. Nosotros no aceptamos eso como mecanismo para salir del conflicto social armado en el país, porque el problema no es un grupo armado, sino las condiciones que incidieron para que este grupo se levante en armas. Para nuestro caso, son causas estructurales centradas en la exclusión de la población rural colombiana principalmente, pero que se han ido reproduciendo sobre los sectores marginados de las cuidades.
Nosotros tenemos una interpretación sobre el conflicto en Colombia, además de una apuesta de país que no vimos reflejada ni en la agenda ni mucho menos en los documentos finales del proceso de paz que lideró el anterior secretariado. En esa medida, el gobierno de Petro, que es un gobierno de cambio, no puede cerrarle las puertas a un sector de la población colombiana que asumió, hace más de seis décadas, la lucha armada como condición para preservar su vida y llevar adelante sus apuestas políticas y sociales que al día de hoy no se han resuelto.
¿Qué errores de los procesos anteriores, creen que no pueden volver a cometer?
No se puede convertir la participación de la sociedad colombiana en un privilegio. Debemos avanzar con los sectores académicos e intelectuales y las comunidades en la construcción de una propuesta metodológica que reconozca, escuche y convierta las posiciones en apuestas políticas de país reales, no formales y superficiales, que de verdad incidan en la política del país y que no dependan de los gobiernos de turno.
Se debe ubicar, y la academia hace mucho lo viene haciendo, los elementos estructurales generadores del conflicto y a partir de ahí, sin afanes, pero hilando fino, crear los instrumentos para volcar la sociedad en la construcción real de las trasformaciones necesarias para construir la paz con justicia social.
Se debe tener muy presente el tipo de gobierno con el que se pacta, pues nos acostumbramos a que los acuerdos se hacen con el enemigo. Pero en el contexto colombiano y su oligarquía violenta, cualquier pacto o apuesta por la paz no es para ellos más que una táctica de guerra. Los gobiernos de derecha no van a ceder en las medidas y el afianzamiento del modelo económico que impusieron violentamente por años. Por eso la llegada de Petro sí genera expectativas entre los sectores revolucionarios, pues es la primera vez en la historia de la violencia en Colombia donde se plantea hablar de paz partiendo del reconocimiento de los actores.
No puede haber presiones ni afanes. Debe darse desarrollo metodológico a una agenda sobre lo estructural, sin los afanes electorales ni los afanes que supone un buen o mal balance de gobierno, sin dejarse absorber por las tensiones de los sectores militaristas ni la extrema derecha a quienes nunca les ha interesado la paz en Colombia.
Este proceso de reconstrucción de las FARC-EP demuestra, una vez más, que el problema del conflicto no es la tenencia o no de un arma. Las armas se consiguen mientras necesiten estar del lado del pueblo para defender sus intereses. En esta medida, la premura sobre la dejación y/o entrega debe pasar a un segundo plano. Se trata, insistimos, de avanzar sobre la solución de lo estructural. Si hay agenda, debates y participación con la sociedad sobre estos elementos, ténganlo por seguro que las FARC-EP no dudará un momento en silenciar los fusiles mientras se demuestra al país que somos capaces, junto con el gobierno, de ponernos en sintonía con las necesidades del pueblo colombiano.