El 15 de abril de 1961, ante las milicias de Pinar del Río, Ernesto Guevara de la Serna (el Che), decía: «Estamos frente al eco trágico de la guerra, los nuevos fascistas, los nuevos nazis del mundo, desencadenan otra vez agresiones contra países indefensos y buscan en la conquista y en la destrucción la solución de los problemas políticos, pero no tienen ni siquiera la trágica grandeza de aquellos generales alemanes que hundieron en el holocausto más grande que conoce la humanidad a toda la Europa y que se hundieron ellos en un final apocalíptico. Esos nuevos nazis cobardes, felones y mentirosos, dicen hace tres días por boca del más cobarde, el más felón, el más mentiroso de todos ellos, que ni directa ni indirectamente intervendrán contra Cuba y hoy los aviones, que no pueden partir de otro lugar que de bases norteamericanas porque su radio de acción no alcanza para salir de ningún otro lugar, vienen a bombardearnos; esa es la forma en que hablan y actúan los nazis de hoy, los nazis cobardes, vencidos ya por la historia».
En 1961 atacaban a la Revolución cubana mercenarios nacidos en Cuba. Hoy, militares yanquis navegan por el Caribe (la generala Laura Richardson y otros representantes del Comando Sur) y funcionarios vestidos de civil mantienen el nombre de Cuba en la discutida lista de países patrocinadores del terrorismo, además de dar continuidad al criminal bloqueo económico impuesto desde 1962.
Con el concurso de las potencias europeas, reunidas en disfrazada subordinación en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, el poder hegemónico mantiene la política de sanciones (son incautados cuantiosos recursos que pertenecen a países como Venezuela, Irán y Libia) e instala la guerra en diversos escenarios.
En noviembre de 1963, en un discurso pronunciado ante trabajadores cubanos, el guerrillero argentino, cubano y universal, dijo: «Todo hace suponer que en los próximos meses o años la paz del mundo estará amenazada por la oligarquía monopolista y guerrera más feroz, más inescrupulosa y también con más potencia de muerte que ha conocido la historia de la humanidad».
La amenaza constante convierte a la palabra paz en una sucesión de tres letras que designa lo inexistente.
Ciento diez millones de personas han sido desplazadas por la fuerza de sus lugares de origen o de residencia temprana. No corresponde esta descripción a una situación de paz. El desplazamiento forzado ocurre en escenarios de guerra o en situaciones de hambre y persecución.
La oligarquía que ha montado los escenarios de guerra, que sustenta a los grupos saqueadores y dispone la aplicación de políticas que lesionan a las mayorías, utiliza el poder mediático para presentar el fenómeno como inevitable y para difundir la falacia de que los ejércitos y los cuerpos policiales que le sirven garantizarán la seguridad colectiva y sus agencias para la caridad combatirán el hambre.
La prensa al servicio de la oligarquía es inescrupulosa, porque es inescrupulosa la oligarquía.
A 56 años del asesinato del guerrillero heroico, se evidencia la certeza de su planteamiento.
Contra la amenaza que constituye el accionar de la oligarquía, el Che recomienda asumir `como cosa propia` el internacionalismo. Esta convicción lo llevó a combatir en Cuba y en la Bolivia donde fue asesinado, pero también en la empobrecida África, en El Congo donde los represores belgas cometieron masacres y donde asesinaron al líder Patricio Lumumba.
Para garantizar la continuidad del saqueo, la oligarquía se aferra al nacionalismo trasnochado en la práctica y en las ideas y fundamenta en el nacionalismo su proceder clasista y racista.
Ante el hecho de que más de 241 millones de personas viven fuera de sus países de origen, los gobiernos de los países desarrollados adoptan las más grotescas modalidades de cierre de fronteras y los más burdos mecanismos de expulsión.
En Suecia, por ejemplo, fue dispuesta la participación de las Fuerzas Armadas en el trabajo policial. Altos funcionarios proclaman que el aumento en los hechos delictivos es debido a la lenidad de sus políticas migratorias. Por otro lado, el multimillonario Elon Musk condenó recientemente la real o supuesta ayuda de Alemania a grupos rescatistas de migrantes indocumentados en los mares de Europa alegando que los contribuyentes alemanes no han sido consultados para ello y que se viola la soberanía de Italia al conducir hacia su territorio embarcaciones con indocumentados.
Es esa la definición de la alianza público-privada en una situación en que el capitalismo sobrevive a través de medidas fascistas. Para sepultar o incinerar los cadáveres que no devoran los carnívoros marinos, hay una logística planificada, mas no la hay para el tratamiento a los indocumentados, casi siempre pobres y no siempre calificados en materia técnica o académica.
Los planteamientos de Adolfo Hitler, en sus escritos y discursos, lejos de negarlos e invalidarlos, la oligarquía de hoy los asume y enriquece.
DESDE LA ISLA DE SANTO DOMINGO
Hoy, desde la Isla de Santo Domingo, la oligarquía inescrupulosa controla a una prensa con la misma condición que llama colaboración armada a la inminente ocupación en Haití y califica como solidarios al presidente dominicano Luis Abinader y a su canciller Roberto Álvarez, quienes se han prestado a solicitar en los foros internacionales la organización de una fuerza para ocupar Haití.
Abinader compite por el apoyo de los nacionalistas criollos con otros aspirantes a liderear la derecha dominicana como son el desacreditado expresidente Leonel Fernández y el gris y también desacreditado candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana Abel Martínez, conocido por encabezar en la zona del Cibao jornadas de repatriación por la fuerza y otras formas de abuso contra migrantes haitianos.
Y el poder hegemónico, el que ha patrocinado el terrorismo fascista en Ucrania y en otras zonas del planeta, cosecha el servilismo sembrado en Kenia, un país africano gobernado por un lacayo (William Ruto), acostumbrado a servir al imperialismo en organismos económicos internacionales, para utilizar militares africanos en la dirección de la fuerza multinacional que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas autorizó formar.
A la conversión en invasores de un grupo de soldados africanos se opone el combate por la libertad del cual el Che fue vocero y ejemplo de una práctica firme y decidida. El internacionalismo es libertario.
Tal como no actuaba en 1960 contra el apartheid en Sudáfrica (lo denunció el Che) hoy la ONU no sanciona a los sectores de poder que financian y dan apoyo logístico a las bandas criminales en Haití, y ni siquiera pide cuentas por la formación, envío y entrenamiento de los mercenarios que mataron en el año 2021 al presidente Jovenel Moïse porque se negó a dejar la Presidencia después de prestarse a reprimir al pueblo haitiano y a obedecer los dictados de Estados Unidos, Canadá, Francia y otras potencias.
El imperialismo presiona a gobiernos presentados por la prensa como progresistas (incluso como izquierdistas) para que colaboren con ese proyecto de invasión. El Gobierno de Brasil, encabezado por Luis Inacio (Lula) Da Silva, votó por la invasión en el Consejo de Seguridad, y el de México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador (que en otros temas internacionales ha sido más consecuente), ha ofrecido entrenar invasores en su territorio. En estos casos, ceder a la presión imperialista es oportunismo del peor. ¡Qué vergüenza!
Si se hace énfasis en el tratamiento ultraderechista a la migración, es porque el racismo y la colocación del sello de ilegales a personas que son despojadas de derechos es una indignante manifestación de la ilegitimidad en el ejercicio del poder.
En el 56 aniversario del asesinato del guerrillero heroico, es preciso denunciar el saqueo y el crimen ejercidos desde el poder, y rechazar a la oligarquía y sus representantes. Como advirtió Antonio Gramsci, la oligarquía no combate el fascismo, porque con ello se estaría suicidando. Dice Gramsci sobre el fascismo que: `solamente puede ser extirpado por un nuevo poder de Estado, de un Estado “restaurado” como lo entienden los comunistas, es decir, un Estado cuyo poder esté en manos del proletariado, la única clase capaz de reorganizar la producción y, en consecuencia, todas las relaciones sociales que dependen de las relaciones de producción`.
La condena al fascismo hoy es, sin lugar a duda, la denuncia mordaz contra el capitalismo.
Como dice Bertolt Brecht en una reflexión sobre la verdad: «Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo».
A 56 años de ser asesinado en Bolivia, el Che antifascista, brechtiano, gramsciano, marxista e internacionalista, tiene, como dijo Eduardo Galeano: `la peligrosa costumbre de seguir naciendo`… En la lucha contra el fascismo, su imagen no es simple ícono, es inspiración y ejemplo…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.