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El perro Mata Paco

Fuentes: Rebelión

La revuelta social, como la bautizaron los medios de comunicación, para nosotros era una verdadera revolución social, para destruir el orden establecido.

por Fernando Espinoza

Era callejero por derecho propio
Su filosofía de la libertad
Fue ganar la suya sin atar a otros
Y sobre los otros no pasar jamás.

Faltaban unos dos años para terminar los estudios en una universidad privada, fue en una noche fría de invierno del año dos mil quince, subiendo la escalinata para entrar al hall central del establecimiento de educación privada; repentinamente un animal de cuatro patas, ataviado con un pañuelo rojo sobre su cuello peludo, abrió su hocico perruno, y lanzó al aire invisible unos ladridos.

La noche estaba cubierta por tenebrosas nubes amenazantes, que no dejaban pasar la luz diáfana del farol circular al cual los lobos aúllan, en un ritual lobuno, señalando que somos animales efímeros, que nos iremos de esta tierra agonizante, y la vieja bella luna seguirá iluminando el aullido canino del perro que no ha perdido su instinto salvaje.

Los ladridos de ese perro con su pelaje negro, su ojos dos llamaradas volcánicas, antifaz rojo, no eran para una luna desnuda que no estaba, tampoco iban destinados a conquistar una perra y transmitir todos sus genes para que su estirpe no desaparezca, simplemente era un ritual lobuno, esos ladridos eran dirigidos a mí persona, de esa forma manifestaba que entraba dentro de su espacio vital perruno.

De esa forma conocí al animal cuadrúpedo que con el tiempo sería conocido como el “perro Mata Paco”. Cada vez que los estudiantes diurnos realizaban una manifestación, o la CONFECH llamaba a una movilización, o viajaban al puerto rodeado de casas colgando de los cerros que serpentean “La joya del Pacífico”, donde la dictadura determinó el aposento parasitario y corrupto de los Diputados y Senadores. De esa forma por un decreto dictatorial el viejo puerto se convirtió en el castillo de estos señores.

“Y vino el temporal y la llovizna/ Con su carga de arena y
desperdicio/ Por ahí paso la muerte tantas veces/ La muerte que
enlutó a Valparaíso/ Y una vez más el viento como siempre/ Y limpió
la cara de este puerto herido”. (Valparaíso canción de Osvaldo Rodríguez)

Y los porteños y su cotidiana vida de subir y bajar cerros, se encontraron cara a cara con los estudiantes protestando por una Educación gratuita y de excelencia, el primero que estaba esperando subir al bus, o moviendo la cola impacientemente para salir a marchar por la Alameda; ora a obstaculizar el tránsito, ora a enfrentarse a las fuerzas represivas del cuerpo militarizado de Carabineros, ora para perseguir y ladrar incansablemente a los pacos, ora para perseguir a un honorable político neoliberal, era el perro callejero que puntualmente llegaba caminando por la plaza Almagro, convertido en un comando verde oliva, para sumarse a los estudiantes y defender la educación pública.

La carga de los estudios impone exigencia, el recreo permite un momento de relajo para fumar un cigarro, tomar un café y contemplar el caminar coqueto de una hermosa estudiante; por donde se estuviera, y sobre todo los viernes, cuando en complicidad de la pequeña plazoleta interior, bebíamos cervezas, y filosofábamos como unos Sócrates, debatíamos de política invitando a un Aristóteles armado con la críticas de las armas y su batallón alejandrino.

Nosotros bebíamos cervezas, Sócrates con una hidalguía propia de su estirpe griega nos hablaba de su apología inconclusa, mientras lentamente tomaba su vaso de cicuta. ¿Qué castigo hubiera impuesto el Estado neoliberal? Por supuesto, la primera acusación sería la de ser un agente terrorista, que está contaminado a los jóvenes con ideas ajenas a nuestra idiosincrasia democrática, que no beba cicuta, llévenlo al pelotón de fusilamiento y de paso destruyamos en el fuego purificador todas sus obras apologistas de la violencia de clase.

Aristóteles, tan admirado por Marx, dejaba el vaso plástico semi vacío, y terminaba con una frase terminante. “En qué tropieza al llevar adelante su análisis: tropieza en la carencia de un concepto del valor”, y antes que llegara la inquisición privada ponía sus pies en polvorosa, estaba alerta y no quería recorrer el suplicio de su maestro buscando refugio en la espada conquistadora de Alejandro el macedónico.

Y ante nosotros, moviendo su cola, lanzando alaridos, para manifestar su acuerdo, o negativa, ante una opinión; levantaba sus patas experimentadas de maestro, y pobre aquel estudiante que dejara por un instante el vaso, el perro metía su hocico bebiendo hasta la última gota de cerveza. Los guardias privados, contratados a una empresa privada, para cuidar una universidad privada, que impartía educación privada, como cualquier industria que produce mercancía privada, una educación que dejó hace décadas de ser un derecho para transformase en un bien de consumo, en una mercancía que se oferta en el mercado, como toda mercancía, tal como señala Marx. “A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales. Pero analizándolas, vemos, que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos…” (Carlos Marx, El capital, tomo 1, Edit. de Ciencias Sociales, La Habana, año 1973 pág. 38.) Ese fetichismo educativo no termina sin duda, sigue hasta después de obtener el título; y para esos está el orden burgués para mantener esas relaciones privadas en todo el que hacer de la sociedad chilena, para cumplir su papel de agentes privados para sustentar el orden privado, mantener la seguridad privada, dentro de una universidad privada, y al mismo tiempo llevar ese orden privado al conjunto de una sociedad privada, para llevar a cabo su objeto esencial, la liquidación social de la clase trabajadora.

¿Y qué es de nuestro leal perro? Después de saciar su sed perruna se olvidó de ladrar, se olvidó de su actividad subversiva, simplemente su olfato lo alertó que se acercaba la seguridad privada, y cuando los agentes privados en forma caballerosa y respetuosa, nos decían que era hora de abandonar el recinto universitario, nuestro amigo perro había borrado toda huella de su presencia.

Chile, un oasis que se quiebra

Dejé la Universidad el año dos mil diecisiete. Realicé la práctica y esperé la entrega de un título, para unirme al batallón de cesantes ilustrados. Los días, semanas, meses y años pasan por nuestra sociedad chilena ataviada de gris, aunado a un pensamiento gris, esos millones de santiaguinos que deambulan de un lado a otro, por las principales calles de la ciudad capital, buscando a manera de manada salvaje el sustento diario. Los miles de hombres y mujeres arrojados a la calle a la perpetua cesantía, no hay trabajo, no hay vacante es lo que se lee en los muros y portones de las pocas industrias que quedaron después que los economistas neoliberales, o mejor dicho los economistas monetaristas, y su énfasis inminente, de la sacro santa propiedad privada, implementaron su experimento económico apoyado por los tanques y ametralladoras de las Fuerzas Armadas.

De la noche a la mañana, ese proletariado textil, del cuero y el calzado, de la metalmecánica y de los ferrocarriles y sus maestranzas, sufrieron la metamorfosis kafkiana, “Una mañana tras un sueño intranquilo Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto…” (La metamorfosis, de Franz Kafka). El cuerpo social a nivel político, económico y organizativo del proletariado, se transformaba en un eterno cesante, y ¿qué hacer ante este dilema? atravesar la cordillera y buscar trabajo en la Argentina. Otros, los más valientes, vendieron su bien inmueble y su ajuar: su destino, el país de las oportunidades, Estados Unidos, y los que no se fueron terminaron combatiendo en la principales calles céntricas en unos guerreros ambulantes, y sus hijos, sus nietos, siguieron el camino cotidiano de combatir contra la fuerza pública en vez de proletariado, su modo de vida fue y sigue siendo ser comerciantes ambulantes.

Nuestro proletariado, producto de la destrucción de la industria nacional y la implementación a cañonazo limpio de un modelo económico, contempló pasivamente su sociedad civil que ayudó a construir como se transformaba, ya no se escucha la sirena llamando al trabajo, solamente la mortífera droga de la publicidad llamándolo a consumir, su faz social fue aniquilada.

En la época de apogeo de la Central Única de Trabajadores, liderada por el viejo líder sindical Clotario Blest, daba júbilo entrar a una casa de un obrero textil, del calzado, o de la construcción; el lenguaje brotaba de sus bocas morenas, tan correctamente; hablaban de poesía, de filosofía, de política, eran obreros y obreras con conciencia de clase, trabajadores cultos, que tenían una quimera, ver al Chicho (como cariñosamente le decían a Allende) llegando a la Moneda, y un día menos pensado esa utopía se hizo realidad.

La cultura neoliberal transformó el país aplicando la liquidación social; hoy tenemos una clase obrera que no sabe expresarse, que no tiene sueño; la poesía, la filosofía, la conciencia política de clase dejaron pasar al gigante egoísta del neoliberalismo económico, vive permanentemente en los antivalores inoculados por la cultura neoliberal, nuestra clase trabajadora se ha ido aburguesando paulatinamente. Engels manifiesta esa preocupación a su amigo Marx, al entrar en contacto con el proletariado inglés: “…el proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, de manera tal que ésta, la más burguesa de las naciones, aparentemente tiende a poseer una aristocracia burguesa y un proletariado burgués además de una burguesía. Para una nación que explota a todo el mundo” (Carlos Marx y Federico Engels, Correspondencia de Marx y Engels. Editorial Problema, Argentina, año 1947, pág. 133.)

Lamentablemente y no solamente en Chile el proletariado se ha ido aburguesando, ha ido paulatinamente perdiendo la fe en los partidos de izquierda, al descubrir que casi no existe diferencia entre un partido de derecha y otro de izquierda, ya que todos en mayor o menor medida son defensores de la democracia liberal, que nos impuso la revolución francesa. Repiten como loros que la democracia es uno de los valores más esenciales de la sociedad civil; por lo tanto se debe respetar la legalidad democrática; debemos ser fiel a la política de los consensos, respetemos los valores democráticos, pero cual democracia la de los ricos, para que sigan maximizando su tasa de ganancia a costa de la pauperización permanente de la clase trabajadora: o nuestra defensa de la democracia debe ser aquella que destruya los antivalores que nos impone la burguesía, los trabajadores deben destruir la democracia burguesa el sustento material del Estado opresor, y construir una democracia proletaria, que vaya generando en forma paulatina la construcción del nuevo orden social, el socialismo.

Lo más patético, es que estos partidos que se auto denominan vanguardia, ejes del proletariado, en toda su praxis siempre han sido organizadores de derrotas. Regresemos a nuestro amigo perro: lo dejé de ver, no supe más y sobre todo dejé de escuchar sus ladridos que algunas veces eran violentos; otras veces, sus aullidos eran de franca amistad.

En todo este devenir social, los poros de la sociedad civil dominada sin contrapeso por el orden neoliberal, que había inoculado a todas las clases sociales, burguesía, campesinado, proletariado, burguesía comercial, agraria, minera, con los principios ideológicos liberales en lo político, económico, cultural con una economía desregulada; el dogma neoliberal llevado hasta la demencia de los publicistas al servicio de este nuevo orden, que repetían como loros, los conceptos y principios económicos de los economistas monetaristas. “La economía debe regularse automáticamente, y su regulación es y debe ser el mercado”. Por supuesto, ese principio jamás se cumplió porque el lenguaje de la bestia solo lo comprende la bestia. “…Si alguno adora al monstruo y a su imagen, y se deja poner su marca en la frente o en la mano…” (Apocalipsis). La marca de la bestia neoliberal es llevada con orgullo por la mayoría de nuestro pueblo, es frecuente escuchar “soy un emprendedor; soy un colaborador; pertenezco a la clase media, todo lo que tengo es gracias a mí, no le debo nada a nadie”, se escucha ese comentario en los vecinos de las poblaciones populares, y, tantos otros sinónimos por el mismo estilo. Nuestra clase trabajadora se ha entregado a la utopía neoliberal; y cuando despierte de la pesadilla y se libere sacándose la marca de la bestia, inmanentemente deberá levantar su revolución proletaria para destruir las cadenas de la explotación.

En este país largo y quebrajado, que cuando se mira de la altura pareciera que será sepultado por nuestra imponente cordillera, o será tragado por nuestro mar friolento. Los Presidentes van y vienen, llegó la señora Verónica para cumplir su segundo mandato, paso cuatros años sin pena ni gloria. “En todas partes se cuecen habas, en nuestro país las habas se cuecen un cuarto de horas más”, frase que siempre repetía nuestro insigne novelista, Alberto Blest Gana; oración que bien le calza a nuestra señora Presidente, que en todo su mandato, “se enteraba por la prensa lo que pasaba en el país que gobernaba y por supuesto se informaba hacia su familia, demos gracias a dios que este chilito lindo le llegaban los periódicos a primera hora; y, le llegó el turno por segunda vez al señor empresario Sebastián Piñera, más tarado que Carlos II el hechizado y más gilipollas que Fernando VI el rey felón (como dicen los españoles). Todos estos Gobiernos post dictatoriales, que gobernaron desde el año noventa. tiene en la frente un signo en común, la marca de la bestia, pero no es un triple seis, es la marca neoliberal, monetarista. Profundizaron el modelo económico de la dictadura criminal, y esto se expresa en que la “riqueza se acumula en un polo y la pobreza se acumula en el otro polo”.

La paz social se instauró en el seno de la sociedad civil, vivíamos el sueño del pibe, el mismo Presidente dejaba irradiar optimismo al señalar el nueve de octubre del año dos mil diecinueve, “Chile es un verdadero oasis dentro de una América Latina convulsionada”. El criminal Pinochet expresó esa misma frase en los primeros años de dictadura, pero Piñera cometió un error: dio orden a su Ministra de Transporte subir el pasaje del transporte público en treinta pesos; estos economistas permanentemente suben los precios de los artículos de primera necesidad, esa fórmula mágica para mantener controlado el artificial Índice de Precios al Consumidor, conocido como IPC. El presidente puede ser un buen economista y saber administrar sus negocios usureros y maximizar su tasa de ganancia, pero es un pésimo historiador, si hubiera ocupado su intelecto aunque sea un mínimo estudiando Historia de Chile, en vez de comportarse como el vil judío Shylock, que en las noches frías de Venecia en su dormitorio hermético, se extasiaba en su lujuria financiera, mientras sus ojos de lechuza veían el brillo libidinoso de las joyas.

Efectivamente, si estos neoliberales y su lenguaje jeroglífico estudiaran Historia, tendrían conocimiento que en nuestro Chilito lindo, cada vez que se sube el valor del pasaje de la locomoción colectiva, el pueblo obrero hace revoluciones. La Revolución de la Chaucha; el año mil novecientos cuarenta y nueve se alza el valor del transporte público en veinte centavos, la ciudad de Santiago se levantó, los estudiantes y trabajadores se manifestaron levantando barricadas y enfrentándose a la policía y al ejército.

El Gobierno de Ibáñez, en el mes de abril del año mil novecientos cincuenta y siete, sube el valor del pasaje, la CUT liderada por Clotario Blest, convoca a una movilización para los días dos y tres de abril, el proletariado de Santiago y Valparaíso sale a la calle, que termina en enfrentamiento con la policía y el ejército.

Llegó octubre.

Se subió el pasaje del Transantiago y del Metro, los estudiantes salieron a protestar, su consigna central fue: “Evadir es otra forma de luchar”. Entre el dieciocho y diecinueve de octubre, los estudiantes de Santiago subvirtieron la paz neoliberal de 45 años; el Metro de Santiago, orgullo de la ciudad, las estaciones quemadas, el pueblo salió a la calle, se tomaron las plazas, saquearon los supermercados, el comercio -como siempre por temor al pillaje-, bajaba las cortinas, las micros se pusieron a resguardo, Alameda fue tomada por los estudiantes y la ciudadanía llegó a la plaza Baquedano, bautizada Plaza de la Dignidad, el orden burgués se debilitaba. Piñera, un gobernante obtuso, declaró a los cuatro vientos que se decretaba el Estado de Emergencia en todo Chile y la implementación del toque de queda. ¡Qué mayor estupidez! Si el Gobierno no declara el Estado de Emergencia, el estallido social no hubiera salido de los límites del Área Metropolitana. El día veintiuno de octubre del año dos mil diecinueve, volvió a cometer otra idiotez, declarando a los medios de comunicación: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite, incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el mayor daño posible”. Así es la clase burguesa, cuando ve aunque sea en lo más mínimo en peligro sus intereses de clase, le declara la guerra a un pueblo desarmado y desorganizado, no trepidando en aplicar el terror, asesinando, quemando, sacando los ojos a todos y todas que se atreven a cuestionar su orden económico, político y social. En esos meses de enfrentamiento popular contra el orden burgués, el Comité de Defensa de los Derechos Humanos, CODEHS, fundado por nuestro compañero Clotario Blest Riffo, solicitó al Presidente del Senado, que en ese momento lo precedía don Jaime Quintana, que se declare inhábil al Presidente de la república, (https:/www.Pressenza.com/es/2020/01/comité-de´defensa-ddhh-y-sindicales-solicita-se-declare-inhábil-a-piñera/).

Un enigma, ¿la renuncia?

La protesta social se esparció como reguero de pólvora, producto de la implementación del Estado de Sitio, en todo el país desde Arica hasta Punta Arenas, la revolución estaba en boca de todo el pueblo trabajador. Carteles que pedían la “renuncia de Piñera”, en labios de todos los manifestantes se coreaba la consigna del pueblo Argentino. “Que se vayan todos”, la renuncia del Presidente implicaba que la casta política corrupta y degenerada del Congreso tenía que tomar sus maletas y buscar el resguardo cobarde de una Embajada. La orden del día era la revolución social; policía militarizada incapaz de detener la movilización social, las poblaciones populares se transformaron en zona de enfrentamiento y debates políticos en las plazas donde se planteaba sin tapujos, por los jóvenes más osados, “Que la revolución había comenzado”; usaban una frase de Marx, cuando los obreros de París crearon su propia comuna proletaria: debemos “Tomar el cielo por asalto”.

Al final, toda la casta política corrupta y degenerada, expresada en su partido único neoliberal, se unió en una santa alianza para salvar al Gobierno de derecha, “si se va Piñera, después nos iremos nosotros”, se decían unos a otros en los pasillos iluminados del Congreso Nacional: la fórmula para salir de la crisis política generada por el aumento del transporte público, fue el famoso acuerdo por la paz del quince de noviembre del año dos mil diecinueve, donde se decide convocar a un plebiscito para redactar una nueva Constitución, como si los hombres y mujeres que salieron a marchar y protestar, lo hicieron para que se convocara a una comisión para redactar una Constitución. No, lisa y llanamente no, no repletaron las plazas de Chile para llamar a redactar una nueva Constitución, la mayoría de la gente enarbolaba otro tipo de reivindicaciones.

Han pasado cuatro años.

La pregunta que debemos hacernos, ¿y qué pasó con todo ese sacrificio de meses de movilización incontrolable? ¿Fue el acuerdo del quince de noviembre, fue la pandemia del COVID, o faltó una dirección revolucionaria que llevara al pueblo trabajador a la toma del palacio de la Moneda? O simplemente los acontecimientos del dieciocho de octubre, sin la presencia y la participación del proletariado, ¿no buscaban derrocar el orden burgués neoliberal e instaurar la dictadura democrática del proletariado?

La emoción de este ensayo me llevó por un momento a dejar en el olvido a nuestro protagonista de esos acontecimientos de octubre, me refiero al leal “perro Mata Paco”, en las constantes y cotidianas movilizaciones por la principal avenida de la capital, marchando junto a los pocos sindicatos que salieron a apoyar a los estudiantes, me encontré con el perro negro y su pañoleta roja sobre su cuello peludo, iba alegre, moviendo su cola al aire caluroso del mes de octubre, donde el sol rojo que nos acompaña deja caer toda su furia calórica sobre los poros aceitunados de hombre y mujeres grises, protestando en una ciudad gris.

Nuestro perro Mata Paco, alerta ante la presencia del paco ataviado de pies a cabeza con casco, escudos, granadas lacrimógenas, cachiporra, escopetas antidisturbios, para reprimir a los manifestantes; nuestro querido perro callejero, se lanzaba como un Hércules dispuesto a cumplir las doce tareas impuestas por el Olimpo, mordiendo, ladrando y persiguiendo pacos.

Debemos aclarar un hecho de naturaleza histórica, el perro protagonista del cual escribo estas líneas, no es el perro Mata Paco de la Universidad Técnica del Estado, el perro al cual me refiero, era un perro vagabundo que convirtió la plaza Almagro en su hogar, y los estudiantes universitarios, lo adoptaron como su mascota.

A todos nos llega nuestro cuarto de hora, frase favorita de mi abuela, y por supuesto, a nuestro héroe perro Mata Paco, le tocó su cuarto de hora, no murió producto de los golpes, de un balazo de la policía, o en una pelea callejera con otros perros, o envenenado por un ser despiadado: una mañana fría de junio unos obreros jardineros que trabajan para la Municipalidad lo encontraron muerto, arrimado a su viejo árbol en su parque Almagro, que lo había convertido en su hogar perruno.

La revuelta social, como la bautizaron los medios de comunicación, para nosotros era una verdadera revolución social, para destruir el orden establecido. En todos estos acontecimientos se da un hecho curioso, en la marcha anti -neoliberal, se mezclaba con comerciantes ambulantes, o usando mejor dicho una expresión económica neoliberal, con verdaderos emprendedores neoliberales, que ofrecían sus productos neoliberales en una marcha anti neoliberal, sus gritos ofreciendo su mercadería, se confundían al unísono palpitante de las consignas de los manifestantes.

Los chilenos tenemos esa picardía y ese instinto de realizar un buen negocio, no faltó el comerciante ambulante que diseñó una escultura del perro Mata Paco, de polera Mata Pacos, de gorros Mata Paco, de tazas Mata Paco, de llaveros perro Mata Paco, el souvenir de la protesta en la plaza Dignidad fue sin contrapeso el perro Mata Paco; inclusive se realizó una monumental escultura del nuestro héroe perruno, en el Jardín de la Resistencia, cual fue bautizada la plazoleta subterránea del Metro. No faltaron personas que llevaban carteles con la figura insigne de nuestro amado perro.

Ustedes se preguntarán y la misma pregunta que se imaginan me la pregunté en la noche del treinta y uno de diciembre, faltando unos veinticincos minutos para que comenzara el año dos mil veinte, en la cena organizada por varias organizaciones para festejar a los combatientes de la primera línea, la figura central era nuestro hidalgo perro, convertido en ese momento en el máximo líder que había levantado la revolución de los treinta pesos.

No hubo dirección y mucho menos un líder.

“Fue una época que requería titanes y que engendró titanes por la fuerza del pensamiento,…”  (Carlos Marx y Federico Engels, Introducción a la dialéctica de la naturaleza F: Engels, en Obras escogidas en dos tomos, Ediciones en Lenguas Extranjeras Moscú, año 1955, pág. 58.).

Realizar un paralelo del efectivo movimiento real que se desató en octubre, que subvirtió toda la normalidad de la sociedad civil y estuvo a punto de botar al tarro de la basura al Gobierno de derecha del Presidente Piñera, es sin duda un hecho del movimiento real creado por los estudiantes, en esos momentos los jóvenes se transformaron en verdaderos titanes, colocaron toda su pasión, todo su intelecto, toda su fuerza. ¿Qué les falto entonces a estos titanes? La falta de un programa al interior del movimiento social, fue la causa real de su debilitamiento, que permitió a los ideólogos del capitalismo desviar el descontento social a otros carriles reivindicativos, y por supuesto para lograr este objetivo siempre la burguesía cuenta con el concurso entusiasmado de sus amigos reformistas y revisionistas, que en cada momento de su vida partidaria están disponibles para llevar la lucha de clase por otro carril, el carril del pantano de la derrota.

Los acontecimientos de octubre transformaron la faz de los acuerdos políticos, de los consensos, de la cocina, de las negociaciones bajo siete llaves, terminaron abruptamente con la irrupción de los jóvenes estudiantes.

La simple consigna evadir es otra forma de luchar, que implicó una evasión masiva del tren subterráneo, más conocido como el Metro, llevaría a la desesperación a la clase gobernante y a toda su cáfila de sirvientes bien pagados para defender los intereses de una minoría plutocrática. La revuelta de octubre, sorprendió al mundo de la izquierda contestataria; esa izquierda consecuente, quedó totalmente sobrepasada, producto de su incapacidad, permaneció en el inmovilismo, y fue incapaz y lo sigue siendo de ponerse a la cabeza del movimiento social, para llevarlo por el camino de victoria destruyendo al Estado burgués.

Un brasilero avecindado en nuestro país, me expresó con una nitidez propia de un filósofo presocrático. Los argentinos botaron al de la Rúa, y en once días cayeron otros cuatros Presidentes, hubo un vacío de poder, los partidos de izquierda estaban envueltos en su capullo sectario y dogmático y fueron incapaces de dar una conducción al proletariado argentino. Todo ese esfuerzo quedó en nada, se perdió en el vacío, y la razón fue que no tuvimos un Lenin, un Mao Tse-Tung, un Che Guevara, les faltó un verdadero partido revolucionario, a ustedes les pasó lo mismo.

Pese a la fortaleza de la movilización, en su interior tenía un elemento que la debilitaba, los marxistas la definimos aproximadamente como el factor subjetivo. Las condiciones objetivas estaban a la vuelta de la esquina, el pueblo protestando en la calle, el Gobierno y todo su aparato represivo se debilitaba, la casta política totalmente confundida, Piñera renunciaba, sus maletas y sus millones lo esperaban, dejaba el país, ¿Por qué no tuvimos nuestro propio asalto al palacio de los zares? La razón es muy simple de explicar, y ese el elemento débil de la protesta, la revolución de los estudiantes no tuvo en ningún momento presente el factor subjetivo, la creación de una vanguardia revolucionaria para la toma del poder.

Efectivamente, si la izquierda consecuente hubiera tenido un líder de la estirpe de un Lenin, un Mao, un Che, un Ho Chi Minh, otro gallo estaría cantando en estos momentos al interior de la Moneda; pero a falta de esos grandes líderes que organizaron revoluciones y triunfaron, nuestra revolución de octubre erigió, como líder a un perro, nuestro querido perro Mata Paco.

La protesta social no tuvo un proyecto revolucionario, sobre todo no existió o mejor dicho brilló por su ausencia un partido para la revolución, la izquierda anti-neoliberal fue incapaz de dar conducción, por el contrario quedó tan sorprendida de los acontecimientos de octubre, que no tuvo capacidad de respuesta. Engels en una carta enviada a su amiga A. Zasulich, señala “….Éste es uno de esos casos excepcionales en que a un puñado de gente le es posible hacer una revolución, es decir, hacer que un pequeño empujón derrumbe todo un sistema…” (Federico Engels, Correspondencia. Obra citada, pág. 451.) . Eso nos faltó, un empujón para derrocar el gobierno neoliberal de Piñera. Para dar ese empujón faltaron hombres y mujeres extraordinarios, armados con las armas de la unidad, de la convicción transformadora, con las armas de la tolerancia entre sus iguales, con la audacia y valentía de un Leónides proletario conduciendo a sus trescientos seres excepcionales a la destrucción de este miserable modelo de explotación que está actuando en forma inexorable en la destrucción del planeta Tierra.

Sin duda, el octubre insurrecto generó una subversión de todo el quehacer político social al interior del movimiento social, y de paso dejó a la izquierda anti-neoliberal, más debilitada y confusa y, sin temor a exagerar, no generó ningún campo de irradiación de ideas al interior de la movilización social.

Engels tiene toda la razón: con una dirección, con un grupo de compañeros como los trescientos de las Termopilas, nos hubiéramos ahorrado toda esta pantomima de elecciones para escribir una nueva Constitución; de un electorado bipolar que vota mayoritariamente por una Convención de ciudadanos elegidos, para en poco tiempo votar rechazando la propuesta de esa Convención elegida por ellos mismos.

Han pasado cuatro años de los acontecimientos de octubre, las lecciones que nos dejaron esos acontecimientos, o las consecuencias todavía y por el contrario no han terminado. Podemos señalar que los sectores que se autodenominan de izquierda revolucionaria, en estos momentos están más debilitados y confundidos, el movimiento social, ha quedado en un estado inerte. Antaño, el movimiento No Más AFP, nos deslumbró con marchas apoteósicas: en la última convocatoria quedó reducido a una mínima expresión, jibarizado. La CUT, ataviada de guantes amarillos, esperando como un lacayo las migajas de los señores social-liberales que por períodos de cuatros años ocupan el palacio de la Moneda, y para colmo de todos los colmos, fijando con los explotadores miserables de la Patronal un salario mínimo de hambre. Pero no toda la culpa la tiene la rastrera CUT, también nuestra clase trabajadora, que se acostumbró a percibir una remuneración paupérrima por la venta de su fuerza de trabajo, ante lo cual la patronal se acostumbró a pagar un sueldo miserable por la compra de la fuerza de trabajo.

La ANEF, la organización sindical con más trabajadores sindicalizados, sus puertas de la sede sindical jamás se abrieron al viento subversivo de la revuelta social.

Mao Tse-Tung nos señala el camino que debemos seguir para el triunfo de la revolución que nos liberará del yugo capitalista y de todos esos alcahuetes que trabajan para el sistema neoliberal. “Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan tranquila y delicada, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra” (Mao Tse-Tung. Citas del presidente Mao Tse-Tung. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1967, pág. 14.) .

No todo está perdido, la izquierda debe salir de su punto muerto, y tomar las banderas de la unidad, de todos los sectores revolucionarios, para llevar por el camino de la victoria a la clase trabajadora, ese camino de triunfo sobre el orden burgués y su democracia cartucha, como repetían los jóvenes lautarinos, a los cuales les decíamos con cariño, los Lauchas.

Necesitamos ser audaces, no todo está perdido, debemos blindar al pueblo trabajador con un programa revolucionario que lo lleve por el camino de victoria. Mi maestro Clotario Blest, nos repetía a cada momento cuando nos reuníamos un su vieja casona de la calle Ricardo Santa Cruz 630 mientras en la calle los esbirros de la siniestra DINA espiaban desde un segundo piso las actividades del CODEHS: “Solamente la unidad, la unidad de los trabajadores nos hará poderosos”.

Para terminar cito una frase sacada del libro “Revelaciones sobre el proceso de los comunistas de Colonia”, escrito por Carlos Marx.

“La revolución está más cerca de lo que algunos creen”.

¡Viva la revolución!
¡Salud y fraternidad!
Huechuraba, octubre 2023.