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Las líneas rojas de la negociación de paz

Fuentes: Rebelión

La persistencia testaruda del llamado conflicto interno colombiano, ha hecho eclosionar la dimensión territorial; arcaica realidad histórica del hecho colonial que los historiadores Fank Safford y Marco Palacios, pusieron en imprenta en el 2002 con su libro de sugestivo título: Colombia. País fragmentado. Sociedad Dividida. Tozuda realidad, presentada hoy por el poder mediático dominante, como un monstruo policéfalo de varios poderes fácticos enfrentados, pleno de complejidades y entrelazamiento de contradicciones casi irresolubles.

La realidad concreta es que el histórico conflicto social y armado colombiano, también es territorial, lo cual obliga a la hora de pensar en su Solución Política y el programa oficial de la Paz Total, en el nuevo horizonte abierto que va mucho más allá de la simple propuesta burguesa, de los sagaces narcos del 90, de la “Antioquia Federal con salida (en helicóptero de la gobernación) a los dos mares”.

Sin embargo, a pesar de su larga maduración, esta eclosión del asunto territorial ha descolocado a más de un jefe “político” tradicional, es decir del bloque de Poder dominante con sus “analistas de la bolsa vacía”, llevándolos reaccionar apresuradamente, y dejando ver un espectro de reacciones, que va desde la subestimación, pasando por la obstrucción hasta su negación total o su ignorancia deliberada. Veamos:

Posición 1

Colombia es una nación soberana (ojo) indivisible y para que NO  pase lo de Ucrania, tenemos un sólido contrato militar con la OTAN apoyado por las fuerzas armadas “mejores” de América (ver este interesante informe), y también por los»nuevos superaviones militares Saab Gripen JAS 39″ -de la potencia sueca recién ingresada a la Alianza Noratlántica-, en proceso de compra por el gobierno Petro que remplazarán a los obsoletos y caducos Kfir de Israel.

Además, se contará con una potente flota de modernos helicópteros Black Hawk estadounidenses, que llegarán a Catam para remplazar a los antiquísimos y varados helicópteros de la época soviética M17, los que (mediante jugada oscura de la diplomacia actual) serán enviados a Ucrania para su modernización y posterior utilización en la guerra por el ejército ucraniano conocedor de la tecnología soviética.

Uno puede preguntarse entonces ¿Para qué tanta panoplia ultra sofisticada? ¿Para “disuadir” a propios y extraños? ¿Para reafirmar en la Región la declinante hegemonía imperial cuestionada por Potencias atómicas en rivalidad?   

Posición 2

El Acuerdo de la Habana /2016 (modificado en el Teatro Colón de Bogotá) es el abracadabra y la solución total al problema de la paz en Colombia, ahí está Timolión y su grupo para confirmarlo. Pero no solo eso, es también un contundente “tatequieto” a todas esas elucubraciones “territoriales” de clara procedencia insurgente y disidente; el problema, es que el gobierno que nos continuó, o vino después del nuestro, no implementó nada de lo acordado para echarnos la culpa de su ineficacia. Así que, con la capacidad de nuestras FF.MM., no hay necesidad de entrar a negociar nada más sobre territorios, y menos con disidentes o traidores a la firma de ese Acuerdo.

Posición 3

La globalización es ya un hecho universal ya realizado, como lo afirma elegantemente su nuevo convincente y sobrio líder Milei en el centro de Europa postelectoral (donde y esta partecita se oculta, ha triunfado definitivamente el capital, el armamentismo y la guerra, el odio neonazi y la superexplotación del precariado emigrado). Las fronteras son cada vez más borrosas o porosas y no hay que darles tanta importancia a esos cuentos territoriales, y menos en negociaciones con exiguos grupos rebeldes reciclados o fraccionados, que deben ser tratados como tales con la mano dura de siempre. Recuerden los huevitos de mi gobierno: la seguridad, y las inversiones, son la base de los avances sociales. El traidor Santos no debe sacar pecho con la paz de hoy día.    

Esto, por parte de los dirigentes del bloque de Poder dominante.

Pero, inexplicablemente, por parte de quienes han autoasumido la dirección de los Subalternos y Explotados, son escasas las reacciones orgánicas o partidarias, quedando el tema en manos de algunos académicos, de ONG’s, o incluso grupos de la sociedad civil, que casi de manera espontánea defienden con sus exangües fuerzas un territorialismo, digámoslo con pena, bastante territorial.  

El resultado social e ideo político logrado, es que, para complicar el asunto, se ha reemplazado una concepción estratégica e integral sobre el conflicto interno colombiano como lo es la categoría de Solución Política, con todo lo que ella contiene -incluida la candente cuestión territorial- por una simple “negociación de paz” con la que se pretende alcanzar una promesa gubernamental.

El asunto territorial, o incluso federal de una Solución Política del conflicto, no solo se basa en la solución de la antigua, vetusta e irresuelta tenencia de la tierra, la vieja regionalización provinciana de 1886, y las ulteriores, variadas y corruptas “descentralizaciones administrativas con más centralización politica”. Requiere una solución actual, realista, justa, moderna, democrática y lo más amplia posible (¿cómo denominar esto?), que va más allá del resultado de una simple y estrecha negociación de paz, de Desarme, Desmovilización y Reinserción (DDR), que es el único horizonte que ha estado durante 14 o 15 procesos de paz en la cabeza de los dirigentes del bloque de Poder dominante y sus poderes fáctico regionales, interesados en continuar y eternizar el conflicto social, hasta el exterminio de un pueblo aniquilado, que ha resistido la depredación imperialista durante más de 100 años.  

Estamos entonces metidos en otra dificultad bifronte que se suma  al tema territorial y agrario que se viene tratando y que por más que se le ignore siempre estará haciendo presencia: por una cara, la doctrina de la Contrainsurgencia que con algunos matices ha controlado desde su instauración en Suramérica con el tratado de Río de Janeiro en 1947, y sigue controlando e impregnando las acciones de los dirigentes del bloque de Poder dominante como lo dejan ver las tres posiciones arriba mencionadas. Y por la otra cara, los poderes fácticos controlados por miembros del Estado, es decir, los narco-paramilitares, ambos a una, interesados en la continuación, o mejor, en la eternización del conflicto colombiano.

 ¿Cómo puede llegar un Estado, como el colombiano, a una negociación de paz con cualquier grupo rebelde o insurgente o de la resistencia popular, sin demoler la teoría de la Contrainsurgencia que predomina en la llamada Fuerza Pública de la Nación?      

  ¿Cómo se puede llegar un Estado, como el colombiano, a una negociación de paz con cualquier grupo rebelde o insurgente o de la resistencia popular, sin desmontar y demoler desde los cimientos el narco-paramilitarismo colombiano de claro origen Estatal?

¿Cómo se puede llegar un Estado, como el colombiano, a una negociación de paz con cualquier grupo rebelde o insurgente o de la resistencia popular, sin dar garantías absolutas y totales de que el Acuerdo de la Habana 2016, con toda la temática territorial y agraria, se va a implementar desde la A hasta la Z?

¿Son acaso, para usar la terminología del divino JM Santos, estos tres puntos una línea roja que debería enmarcar a las partes, antes de sentarse a la mesa de negociaciones, para que así puedan llegar definitivamente a la modesta meta de firmar el mejor acuerdo posible?

Es lo mínimo a lo que se puede aspirar desde el exilio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.