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Soberanías de facto y reconocimientos limitados

Fuentes: Rebelión
Mapa del conflicto de Nagorno-Karabaj antes de la guerra de 2020

Hablamos de “soberanías de facto y reconocimientos limitados” para referirnos a estados cuya independencia no está reconocida internacionalmente, o al menos no de forma mayoritaria ni por las Naciones Unidas y que, según el derecho internacional disponen de un territorio, una población y un gobierno propio que se considera sucesor de una soberanía histórica o, en algún momento, ha proclamado la independencia de forma unilateral.1

Ciertamente, muchas soberanías de facto han acabado siendo aceptadas por una mayoría de países. Tan sólo en las últimas tres décadas, la llamada comunidad internacional ha reconocido más de 20 nuevos estados, casi todos procedentes de las antiguas Unión Soviética, Yugoslavia y Checoslovaquia. Nos referimos a Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Macedonia, Montenegro, Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. La gran mayoría fueron secesiones unilaterales, pues sólo en el caso de Chequia y Eslovaquia (1993) y de Serbia y Montenegro (2006) hubo procesos negociados, y con el aval del estado del que hasta entonces formaban parte.

Aunque se nos pretenda explicar que la URSS se auto-disolvió, ni el entonces presidente de la Unión, Mijaíl Gorvachov, ni tampoco el gobierno soviético o el Congreso de los Diputados del Pueblo, aprobaron nunca aquella disolución, pactada por los máximos dirigentes de la Federación Rusa, de Ucrania y de Bielorrusia (Borís Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkévich, respectivamente), y posteriormente ratificada por la mayoría de las demás repúblicas federadas, no por la Unión Soviética propiamente dicha (lo que en muchos otros países se consideraría una secesión ilegal). Es difícil saber si Gorbachov, en caso de haber continuado en el poder, habría llegado a aceptar un referéndum de autodeterminación en el caso de las tres repúblicas bálticas, anexionadas por la URSS en la Segunda Guerra Mundial, pero difícilmente en el resto de la URSS. 2 Lo que sí es evidente es que, históricamente, ha habido una doble vara de medir por parte de Occidente a la hora de apoyar la desintegración de estados “enemigos”, como la Unión Soviética, o no aliados ni integrados en el sistema occidental, como Yugoslavia, mientras se ha defendido, con el máximo apoyo militar, la integridad territorial de países como Ucrania. Sobre los estados hoy parcialmente reconocidos o independientes de facto, hay al menos una decena de casos a los que podemos que hacer mención.

En primer lugar, tanto por orden cronológico como de actualidad, debemos hablar de Palestina. El plan de partición entre hebreos y árabes de la histórica región del mismo nombre, promovido por las Naciones Unidas en 1947, después de que las tropas británicas abandonaran lo que durante varias décadas había sido un territorio bajo mandato internacional, llevó a la primera guerra árabe-israelí (1948). Un conflicto que acabó con la victoria del ejército hebreo, recién creado a partir principalmente de movimientos armados paramilitares como HaganáIrgún o Lehi, es decir grupos “resistentes” o “terroristas” como puede ser hoy en día Hamás o Hezbolá. La derrota árabe frente a las Fuerzas de Defensa de Israel, hoy conocidas como el Tzáhal, supondría el inicio de la gran diáspora del pueblo palestino, la Nakba en árabe(catástrofe o desastre). Una ocupación que pasó a ser total desde la Guerra de los Seis Días de 1967, con la invasión de Cisjordania y Gaza, además de los Altos del Golán en Siria y la península del Sinaí (más tarde devuelta a Egipto), y a la que los palestinos siempre se han resistido, como podemos ver aun hoy día en pleno genocidio de Gaza y en la progresiva limpieza étnica e implantación de un verdadero apartheid en Cisjordania. Desde entonces y, pese a los acuerdos de Oslo de 1993, las acciones militares de Israel han sido habituales y cada vez más mortíferas. Aunque sin un territorio con fronteras claramente delimitadas, el estado palestino, proclamado oficialmente en 1988, está ahora mismo reconocido por más de 140 países, con España, Irlanda, Noruega y Eslovenia como más recientes. Pero el veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad impide que hoy por hoy pueda ser miembro de pleno derecho de la ONU.

Un caso totalmente distinto es el de Taiwán, que nunca se ha declarado formalmente independiente pero que, en la práctica, lo es desde 1949 y el final de la revolución maoísta, cuando los nacionalistas partidarios del Kuomintang se atrincheraron en la isla, considerándose representantes legítimos de lo que hasta entonces había sido oficialmente la República de China, hoy sólo reconocida por una docena de naciones, ninguna de ellas importante en la esfera internacional. Desde entonces, la República Popular China siempre ha considerado la isla, antes conocida con el nombre portugués de Formosa, como parte integrante de su territorio. Sin embargo, Estados Unidos hace años que le ofrece un amplio apoyo diplomático, económico y militar, incluyendo visitas de altos cargos como la entonces presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, en agosto de 2022. Algunos poderosos sectores en EE.UU. quisieran incrementar la tensión en la zona hasta provocar un conflicto armado con la República Popular, en el que el gobierno de Taipei tendría probablemente un amplio apoyo occidental. Exactamente lo contrario de la integridad territorial que dicen defender en Ucrania.

En el caso de la actual República Árabe Saharaui Democrática, la retirada de las tropas españolas en 1976 supuso la ocupación de buena parte del territorio por parte de Marruecos. El Frente Polisario continuó la lucha armada, hasta declarar su independencia ese mismo año, reconocida entonces por más de 80 países, un apoyo que ha ido menguando con los años, en muy buena parte por las presiones diplomáticas del reino alauita, a la espera de un hipotético referendo avalado por la ONU que cada vez parece más difícil que llegue a ver la luz.

La República Turca de Chipre del Norte se proclamó soberana en 1983, después de años de enfrentamientos entre grecochipriotas y turcochipriotas, y de la ocupación de la parte septentrional de la isla por el ejercido turco. La mediación de la ONU, incluyendo el envío de fuerzas de interposición, no sirvió para lograr una solución consensuada, y la situación se mantiene todavía hoy congelada, con el único reconocimiento de la secesión por parte de Turquía. Por su parte, la República de Somalilandia, situada en el noreste de África, es otro estado autoproclamado desde 1991, en el transcurso de la guerra civil en Somalia y a partir de las regiones del norte de país que antes habían formado una colonia británica. A pesar de su independencia de hecho, nunca ha sido reconocida por ningún otro estado ni por las Naciones Unidas, si bien mantiene una especial relación con Etiopía.

Osetia del Sur y Abjasia (también transcrito como Abcasia), se declararon independientes de Georgia en 1992, poco tiempo después de la disolución de la URSS, de la que la república georgiana formaba parte. Ambas están reconocidas por Rusia y algunos de sus aliados. De forma similar, y también en el proceso de descomposición de la URSS, Transnitia se declaró independiente de la también exrepública soviética de Moldavia en 1992, pero su reconocimiento internacional es igualmente muy exiguo.

Kosovo, por su parte, proclamó la independencia respecto a Serbia en 2008, una secesión propiciada por las grandes potencias occidentales y hoy reconocida por más de cien países. Sin embargo, su independencia tampoco ha sido nunca ratificada en el Consejo de Seguridad de la ONU, ya que en este caso son Rusia y China las que vetan su ingreso formal en la organización. Kosovo goza actualmente del reconocimiento de 22 de los 27 estados de la Unión Europea, entre los que no se encuentran España, Rumanía, Grecia, Eslovaquia ni Chipre.

En las últimas tres décadas, otros territorios han sido también independientes de facto por un período más o menos largo, pero por varios motivos han acabado perdiendo esa condición. Es el caso del Alto Karabaj (Nagorno-Karabaj), situado geográficamente en el interior de Azerbaiyán, pero de lengua y cultura armenia, que declaró la independencia en 1991, hasta que el ejército azerí, después de años de conflictos armados, reconquistó su territorio a finales del pasado año 2023. También en 2014, tras la revuelta del Maidán en Ucrania, y del giro claramente pro-atlantista del nuevo gobierno, la península de Crimea y las regiones de Donetsk o Lugansk en el Donbass, se proclamaron independientes para, posteriormente,  incorporarse a Rusia, sin que esta unión o anexión haya tenido reconocimiento internacional alguno. Sin embargo, el caso de Crimea es diferente de la zona del Donbass, ya que había formado parte de la Federación Rusa hasta el año 1953, en que pasó a depender de Ucrania, un cambio entonces puramente administrativo en el interior de la URSS. Su secesión durante la revuelta del Maidán fue pacífica, sin que en ese momento hubieran todavía tropas rusas en el territorio, más allá de la base naval de Sebastopol, entonces arrendada por Rusia a Ucrania.

En cualquier caso, parece claro que algunos de los países aquí mencionados tendrán antes o después un reconocimiento internacional pleno, como Palestina o quizás Kosovo, mientras  otros pueden permanecer durante años o décadas en un verdadero limbo legal de difícil solución, sin llegar a ser nunca aceptados como tales por las Naciones Unidas.3 Conseguir un desenlace negociado, por ejemplo con referendos supervisados por esta organización internacional, parece francamente difícil en la mayoría de los casos.

Notas

1. Según la enciclopedia Wikipedia en lengua castellana, un “Estado con reconocimiento limitado (…) es un territorio cuya soberanía no está reconocida internacionalmente, a pesar de ser administrado parcial o plenamente por algún organismo al menos potencialmente autónomo (…) y que reúne los tres elementos que exige el derecho internacional: territorio, población y gobierno autónomo”

2. Según el historiador británico Eric Hobsbawm, “la sorprendente e inadvertida (…) coincidencia entre la atracción del descontento nacional y la del descontento social que Lenin, con su habitual perspicacia para las realidades políticas, (se) convertiría en uno de los cimientos de la política comunista en el mundo colonial. En la Unión Soviética (…) fue el régimen comunista quien deliberadamente se propuso crear “unidades administrativas nacionales” de signo etno-linguístico y territorial, es decir “naciones” en el sentido moderno de la palabra (…) Puede decirse con confianza que antes de Gorbachov ninguna república soviética pensaba en separarse de la URSS, excepto los estados bálticos, e incluso en ellos la independencia era obviamente un sueño en aquel tiempo” (Eric Hobsbawm. Naciones y nacionalismos desde 1780. Editorial Crítica, Barcelona, 1991)

3. Es bastante sorprendente que Google Maps reconozca la mayoría de estos casos como territorios en disputa, delimitándolos en línea discontinua, diferente a los límites estatales reconocidos pero también a los límites regionales/provinciales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.