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Análisis de la película “Blade Runner”

El peligro es la inteligencia artificial o el hombre deshumanizado por la tecnología invasiva

Fuentes: Rebelión

Resumen

La humanidad vive en una época (supuestamente 2049, la película fue producida en 1981) en donde se exploran y colonizan mundos cósmicos fuera de la tierra. Para hacerlo, los científicos han desarrollado tecnologías de todo tipo, entre ellas, una de ingeniería genética que produce robots de alta calidad para realizar actividades de colonización en otros planetas.

Esos robots son superiores física e intelectualmente a los humanos y son denominados “replicantes”. Para tenerlos controlados, son programados para vivir un máximo de 4 años y se les prohíbe llegar a la tierra, a fin de que no desarrollen una cognición empática con los humanos y logren superar un “test especial” que permite identificarlos. Un grupo de ellos, del modelo Nexus 6, se rebeló y amotinó en una colonia extraterrestre y enviaron a cuatro de ellos a conseguir que su creador (Eldon Tyrell) les alargue el tiempo de vida, lo que incluye introducirles recuerdos en su memoria. Debido a que eso había sucedido antes, en la tierra se organizaron equipos de cazadores de “replicantes” denominados “Blades Runners” para cazarlos y “desaparecerlos” (acción que le denominan “retirarlos”).

Para hacer esta tarea especial, dado que el nuevo modelo de replicantes es más avanzado, encargan a Dick Deckard (protagonizado por Harrison Ford), quien era un Blade Runner, pero estaba retirado. Lo obligan a trabajar en esa causa porque había demostrado gran capacidad para reconocer un “replicante” y diferenciarlo de un humano. En medio de esa aventura se encuentra y tiene un romance con una mujer llamada Rachel, quien era una “replicante especial”, creada por Tyrell. Ella en una ocasión de peligro le salva la vida y mata a un replicante. Al final, los replicantes rebeldes matan a su creador Tyrell y a su ayudante, J.F. Sebastian, pero son “retirados” o asesinados por Deckard. No obstante, al final del duelo con Roy Batty, el “humano artificial” con el que estaba peleando a muerte, le da la mano y lo salva de una muerte segura. Después de semejante suceso, Deckard reflexiona ante el agonizante enemigo y se pregunta… “¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?”. La película se cierra con una sentencia que emite un lúgubre y oscuro personaje que es el conductor de un vehículo policial, quién refiriéndose a Rachel le dice a Deckard: “Lástima que ella no pueda vivir. Pero, ¿quién vive?”.

Análisis

La película de referencia envía una serie de mensajes en relación con que los avances tecnológicos sirven para que la humanidad disfrute de muchas comodidades y acceda a los recursos de otros lugares del universo, pero a la vez, ese “desarrollo” hace que la vida en la tierra, siga siendo igual de difícil, degradada y compleja a lo que ha sido, incluyendo el tema de las emociones, sentimientos, amor y afecto.

La clave de la cinta en relación con la inteligencia artificial es la prueba o test llamado Voight-Kampff, que de acuerdo a lo visto en la película va más allá del test de Turing, diseñado para comprobar si una máquina tiene una inteligencia similar a la humana. Como los replicantes son inteligentes, la máquina y las preguntas están diseñados para detectar emociones y sentimientos, o sea, busca fallos de empatía.

Por eso, la película plantea una pregunta que va más allá del siempre interrogante de si las máquinas son capaces de pensar. En realidad, las preguntas de Turing tienen que ver más con la capacidad que las máquinas puedan desarrollar para “imitar” al ser humano, mientras que la pregunta que plantea la película es hasta qué punto los humanos nos estamos deshumanizando con el uso invasivo de la tecnología.

El problema se complejiza más cuando reflexionamos sobre el desarrollo y evolución de la inteligencia humana en relación a la sociedad. De acuerdo a algunos estudiosos (Steiner), el ser humano llega a un máximo de empatía entre el pensar, el hacer y el sentir, entre los intereses individuales y colectivos, entre el hombre y la mujer, entre los jóvenes y los adultos, entre los vivos y los muertos, y entre los humanos y los dioses, antes de pasar al estadio que llamamos “civilización”. O sea, más o menos 7.000 años atrás, en el caso de las primeras civilizaciones asentadas en lo que hoy es Irak, Irán y la India. Y en América, antes de que surgieran los “imperios amerindios” como el azteca y purépecha en México o el Inca en Sudamérica.

Después de ese momento, cuando se rompe la denominada “comunidad primitiva o ancestral”, o sea, cuando surgen con fuerza los intereses individuales que destruyen lo colectivo y comunitario que existía antes, surgen formas de pensar que subordinan cualquier tipo de “empatía armónica” con los “otros” y con la naturaleza, y se desarrolla la propiedad privada, el Estado, el patriarcado y surgen las burocracias y los ejércitos.

Esa “nueva inteligencia” que desarrolla la humanidad, que se corresponde también a un gran cambio tecnológico (el descubrimiento de la agricultura y de la ganadería), va cambiando y destruyendo todos los enfoques y valores que la humanidad hasta entonces había construido para enfrentar los grandes retos que la naturaleza le imponía. Esa inteligencia “civilizatoria” también es “artificial” respecto de la inteligencia comunitaria y colectiva que existían antes.

Los “artificios” a que recurrió esa nueva inteligencia, además de la escritura, se basó en sobrevalorar al más fuerte (no sólo físicamente sino económica y políticamente), subordinar a la mujer y al débil (esclavizándolos), desnaturalizar su relación armoniosa con la naturaleza (aprovecharse de ella sin concebirla como algo vivo), y en general, usando todas las herramientas humanas (físicas, culturales, artísticas, etc.) para legitimar el “Poder”.

Un ejemplo de ello, que tiene que ver con la inteligencia artificial en relación al “arte”, es lo que ocurrió con las diferentes disciplinas artísticas que existían en esas épocas. El nuevo poder y la nueva inteligencia humana les dieron prioridad a las artes vinculadas a la imagen y al mensaje oral (la vista y el oído). La propaganda en favor de los emperadores (llámense reyes, monarcas, sultanes, etc.) se hacía con dibujos y letreros, canciones y poemas, y con grandes edificaciones.

Mientras tanto, otras artes que estaban más relacionadas con el papel de las mujeres y con los otros sentidos (gusto, olfato y tacto) como la danza, la culinaria, la elaboración de perfumes, el arte del nacimiento, el cuidado y la educación temprana de los hijos, el arte de la medicina en todas sus variantes, el arte de “tocar” y estimular, fueron relegadas a la categoría de “oficios”.

Conclusión

Se puede afirmar que la “nueva inteligencia” construyó una serie de artificios para justificar el nuevo orden simbólico existente en la sociedad en donde había unas personas más fuertes que otras, unas más inteligentes que otras, unas más ricas que otras, y por ello se inventó un “nuevo derecho” y un “nuevo Dios”. En esa época surgió el monoteísmo.

Lo que habría que preguntarse es si el desarrollo de las tecnologías actuales, en donde la “inteligencia artificial” construida alrededor de máquinas y “artificios tecnológicos”, que de alguna manera es algo “realmente nuevo”, va a cambiar los enfoques y valores construidos hasta ahora por la humanidad. De alguna manera, así no parezca, las nuevas tecnologías han democratizado el acceso al conocimiento y la misma “inteligencia artificial centrada en máquinas” (teléfono celular, computadores, etc.) está generando cambios importantes.

Lo que sugiere la película “Blade Runner” es que el proceso de socialización (“empatía cognitiva”) entre humanos y máquinas, en donde la emoción y el sentimiento adquieren una importancia especial, pueden crear las condiciones para que la inteligencia humana –actualmente degradada por el individualismo– pueda dar un nuevo salto cualitativo para colocar lo colectivo y colaborativo de nuevo en su lugar.     

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