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Centenario de la primera huelga en Barrancabermeja contra la Tropical Oil Company

Fuentes: Rebelión - Imagen: Grupo de líderes obreros invitando a la concentración en la Plaza Once de Noviembre. Foto: Floro Piedrahita, 8 de octubre de 1924.

“Es la misión histórica de la clase trabajadora hacer desaparecer el capitalismo”. -Raúl Eduardo Mahecha Caycedo, Vanguardia Obrera.

Antecedentes del centenario de la primera huelga petrolera en Barrancabermeja.

El connotado líder Raúl Eduardo Mahecha Caycedo llegó a Barrancabermeja en el año de 1922, convertida recientemente en municipio y se instaló en la casa de Pablo Sandino: “con el número 263, [albergaba] siete hogares de inquilinos, entre los cuales uno llamado Raúl Eduardo Mahecha, un inmigrante de origen tolimense que llegó al caserío en septiembre de 1922”.[1] Desde su llegada, en la Calle de la Campana del municipio, promovió un cambio significativo sobre la toma de conciencia y de lucha en la formación política y sindical de los trabajadores petroleros contra la llegada del enclave de la Tropical Oil Company (Troco) e igualmente jugó un papel importante como líder popular en la región del Magdalena Medio, por su experiencia combativa en diversos lugares del país, de manera especial en los puertos del río Magdalena.

Mahecha llegó desde Medellín en compañía del fotógrafo amigo Floro Piedrahita Callejas (12 de febrero de 1893 – 17 de noviembre de 1972) y del farmaceuta Escolástico Álvarez Vidal,[2] administrador del periódico bisemanario El Luchador y fundador de “La Farmacia del Pueblo en 1923”. La importancia de la presencia de Piedrahita radica en su sensibilidad social y política, demostrada en las valiosas imágenes fotográficas que logró captar sobre las reivindicaciones de las protestas sociales y de las dos primeras huelgas de los trabajadores petroleros contra la Troco, entre los años de 1924 y 1927. Podemos afirmar que fue el primer reportero fotográfico que colocó en el municipio su estudio con su cámara Autographic Kodak Special llamado “Foto Piedrahita”, en inglés “Piedrahita-Photographer”. La fotografía para Piedrahita no fue “una ‘emanación’ mágica, sino el producto material de un aparato material puesto en acción, en contextos específicos, por fuerzas específicas, con unos fines más o menos definidos”.[3] Por eso es válida la afirmación de la escritora Beatriz Helena Robledo al considerar a “Floro Piedrahíta, el fotógrafo de la revolución”.[4]

Fachada del taller fotográfico de Floro Piedrahita en Barrancabermeja. Liliana Vélez, “Barrancabermeja 1927. Fotografías del Archivo de Floro Piedrahíta”, Revista Número 2. Bogotá: oct. – dic., 1993, p. 24.

A los tres meses de haber llegado a Barrancabermeja, Mahecha se dio cuenta de las condiciones precarias e injustas que estaban viviendo los trabajadores en la Troco y comenzó a producir sus primeras comunicaciones, como la siguiente:

“Aquí todo trabajador sea cual fuera su categoría, es despedido si la fatalidad lo cobija y se ve enfermo, ya sea de fiebres palúdicas, úlceras o diarreas, conseguidas por razón de sus quehaceres de obrero; también es despedido cuando no se presta a la adulación, firmando manifestaciones para el gobierno, ‘–haciendo aparecer a la compañía como la mejor empresa de su clase–’ por sus rectitud, honorabilidad y espíritu de filantropía con sus trabajadores. […] Otro hecho de significación y que justifica una guerra sin cuartel, es haber resuelto la compañía ‘–no pagar a los trabajadores más de un peso diario–’; aquí donde una miserable alimentación vale diariamente $0,60, el lavado de una pieza de ropa 0,20. […] Es necesario que los hombres de corazón, los que ven en los obreros el brazo de acero y la esperanza para la patria en el mañana, tomen cartas en esta crítica situación y hagan oír en todos los ámbitos de la República la voz de alerta de los obreros sin pan, hartos de miseria y próximos a la muerte que pintan el cuadro de su desgracia para ejemplos y experiencia de sus hermanos los obreros”.[5]

Tales condiciones laborales y de vida indigna, imperantes en el naciente enclave petrolero de la Tropical Oil Company, se vivían desde 1919 y generaron las primeras protestas de los trabajadores, que en un principio fueron espontáneas, individuales y desorganizadas. Después en 1921 llegaron a Barrancabermeja Carlos E. Avendaño y Teodoro Lozano, enviados por el Comité Regional Socialista de Antioquia. Ellos realizaron conferencias clandestinas sembrando en los trabajadores la simiente de disconformidad y descontento contra los intereses de la empresa extranjera. Intentaron organizar para el primero de mayo con motivo de conmemorar la lucha obrera, pidiendo como primera reivindicación la destitución de un odiado capataz de la Troco, Rafael A. Ariza, medida que fue respaldada por los trabajadores. La respuesta de la Compañía fue negativa, alegando que los delegados de los obreros no eran empleados de la empresa. Por dicha respuesta se intentó organizar un paro, que fue reprimido y los socialistas expulsados de Barrancabermeja[6].

Para encauzar los anteriores sucesos, Mahecha se vio en la necesidad de organizar un sindicato que, con todas las dificultades, nació el 10 de febrero de 1923; de esta forma se fundó, en la clandestinidad a orillas de la quebrada “La Putana”[7], la Unión Obrera o la Unión de Obreros, los nombres originarios de la actual Unión Sindical Obrera (USO). Lamentablemente, hasta el momento, no se ha encontrado el acta de fundación de la primera junta directiva, pero sí hay una carta dirigida al presidente del Concejo Municipal que demuestra que el primer presidente de la Sociedad Unión Obreros, en su denominación original, fue Eduardo Sánchez Sanmiguel, y el secretario general, Raúl Eduardo Mahecha. Si bien el documento fue emitido el 12 de febrero, es necesario aclarar que la reunión clandestina inaugural se llevó a cabo el día 10 de febrero de 1923.

Carta de la Unión Obrera al Concejo Municipal de Barrancabermeja el 12 de febrero de 1923. Copia de la carta original es cortesía del historiador Renán Vega Cantor. Este mismo documento está en el Archivo del Concejo Municipal. Libro de informes y memoriales, 1923.

Simultáneamente, Mahecha empezó a ofrecer sus servicios de defensor a la población y a los obreros en su periódico Vanguardia Obrera de manera consecuente, sin haber adquirido el título de abogado, anunciando que sólo cobraba “honorarios para favorecer a los obreros”. Recién creado el sindicato Unión de Obreros, el presidente Fortunato Filippo y Raúl Mahecha como secretario, redactaron una carta aclaratoria al presidente del Centro de la Acción Social de Barranquilla; comunicándole que la Troco no estaba cumpliendo con el pago ofrecido para traer mano de obra de su región a Barrancabermeja porque terminaba engañando y condenando a vivir indignamente a los trabajadores:

“Tengo el honor de informar a usted para que lo ponga en conocimiento de todos y cada uno de los miembros de la organización que usted dirige, que la Compañía Tropical Oil, que explota las petroleras de esta región, se ha dado últimamente a la tarea de traer, engañándolos, trabajadores de esa región, ofreciéndoles allá salarios de $1,50 diarios, pero llegados a esta localidad, la compañía se niega de manera rotunda a cumplir sus compromisos pactados y solo reconoce a $1.00 diario por trabajo de ocho horas y media. Aquí es imposible para un trabajador mantenerse con tan exigua suma, sea cual fuere su clase y condición, según se verá por la enumeración que a continuación hacemos: Alimentación deficiente diaria para jornaleros $0,60. Dormitorio, por noche, en cama incómoda y antihigiénica $0.10. Lavado de cada pieza de ropa $0,15. Suma total, poco más o menos, por día $0,80. Réstale, el fin de la semana $1,20 con lo cual tiene que alimentarse el domingo, hacerse arreglar la barba y el pelo, proveerse de zapatos y hacer todos los demás gastos indispensables, teniendo en cuenta todo aquél que aquí enferma, cosa muy frecuente en un clima tan deletéreo y palúdico, es desempleado inmediatamente por la Tropical, quien lo deja completamente abandonado a su mísera suerte, quedando así condenado a vivir de la caridad pública o a morir de hambre bajo los alares de las casas o en los muladares públicos”.[8] 

Publicidad de los servicios de litigante que ejercía Mahecha. Vanguardia Obrera,núm. 38 Barrancabermeja: 2 de octubre de 1926, p. 4. (Esta misma publicidad se publicó en el periódico Germinal.)

En el mes de junio de 1923, Mahecha y Álvarez, con el propósito de darles instrucción a los obreros petroleros, solicitaron al Concejo Municipal el préstamo de la escuela de niños desde las 6:00 a 8:00 p.m., para enseñarles a aquellos que no sabían leer ni escribir. Esto demuestra que uno de los objetivos de la Unión Obrera era alfabetizar a los obreros y poder lograr con la educación una conciencia de lucha y progreso.

Cuatro meses después, la Troco comenzó a sobornar a los obreros, para que votaran en las elecciones al concejo municipal por los candidatos de la plancha ad hoc que defendía los intereses de la compañía, llegando al extremo de amenazar con despido al que no votara por dicha lista. Por este abuso de constreñimiento político, el presidente José Vicente Rodríguez, de la Sociedad Unión de Obreros y el secretario Raúl Eduardo Mahecha, redactaron una admirable carta dirigida al connotado líder socialista Carlos Melguizo, con el propósito de alertarlo sobre las ofensas al sector obrero colombiano de Barrancabermeja, efectuadas por la Tropical Oil Company. Allí se afirmaba:

“Es triste, doloroso, que una Sociedad de obreros quizá la que menos le corresponde velar por los sagrados fueros de la Patria, ofendida, humillada y quizá mañana vendida, por una pléyade de Huertas y Obaldias (sic), tenga en esta ocasión la imperiosa necesidad de hacer oír su grito de enérgica protesta ante el pueblo colombiano, contra la iniquidad, la infamia y doblez de la Sociedad comercial denominada Tropical Oil Company, la cual, prevalida del oro que maneja en sus arcas, viene sembrando en este suelo el sentimiento que atenta contra la soberanía de la Patria, queriendo comprar al obrero, ya en una forma, ahora forzándolo en otra, para que consigne su voto en las próximas elecciones para consejeros municipales, por una plancha ad hoc, que ellos han forjado en los antros tenebrosos y pérfidos de la Gerencia de la Tropical, de esta localidad; con esa lista, padrón de ignorancia y barbarie, secta de vendidos y aborto de los traidores para quienes Colombia no vale nada ante el puñado de oro que corrompe y prostituye el alma de los hijos sin honor; con esa lista, quieren arrojar el baldón y la terrible responsabilidad del mañana sobre esta infortunada tierra, baluarte del obrerismo colombiano”.[9]

Posteriormente, Mahecha comprendió la necesidad de educar políticamente a los trabajadores mediante un órgano escrito de agitación y propaganda; para ello fundó el 31 de octubre de 1923 el periódico Vanguardia Obrera,[10] que editaba por medio de una imprenta volante de su propiedad. En esta prensa se empezaron a denunciar las injusticias de la compañía y las desastrosas condiciones de vida de la población obrera. Fueron lemas del periódico “Las libertades no se piden, se toman”, “Trabajo o revolución social” y “Es la misión histórica de la clase trabajadora hacer desaparecer el capitalismo”, frases que siguen siendo vigentes en la actualidad, en especial para que la clase trabajadora siga luchando y se apoye en ellas como banderas. Contribuyó también en el periódico Germinal, que circulaba en el municipio y era dirigido por Ricardo Elías López Ortiz. Estos dos medios de comunicación sentaron las bases para que la ciudadanía, en general, y la clase trabajadora en particular, comenzaran a obtener conocimientos y a estar informados de los hechos políticos y sociales locales y nacionales.

Mahecha tenía muy claro el papel fundamental que jugaba la imprenta como medio de ilustración de la clase obrera y popular (campesinos, labriegos, lavanderas, artesanos, leñadores y pobres) y como medio de difusión del ideario liberal radical y de los derechos del hombre, además del principio de emancipación. Veamos las razones:

“La necesidad que tiene el pueblo de una imprenta propia salta a la vista. No puede haber organización, ni lucha que lleve a la victoria, ni adelanto de ninguna especie, si el pueblo no posee una imprenta propia, en la cual pueda defender sus intereses, hacer valer sus derechos y poner de relieve la justicia de su causa. Pueblo que no habla es pueblo muerto. El mayor enemigo de los tiranos y especuladores es la prensa independiente. Por eso la odian, le temen, la persiguen. Debemos hacer un esfuerzo colectivo, que podría ser un pequeño sacrificio para cada uno, pero que traerá incontables beneficios. […] La imprenta es el principio de nuestra emancipación, el arma formidable que en la vida moderna esgrimen los pueblos conscientes sobre sus amos”.[11]

Como dice Renán Vega Cantor:

“Estos periódicos expresaron el esfuerzo de impulsar la emancipación cultural y espiritual de los trabajadores. Colaboró como organizador en las huelgas de 1924 y 1927 contra la Troco, por lo que fue perseguido, expulsado y encarcelado. Por sugerencia de Mahecha, en el pliego de solicitudes de la primera huelga se consignó una petición memorable: que se permitiera a los trabajadores leer la prensa nacional en las instalaciones del enclave. Tener acceso a la prensa, en momentos en que se publicaban numerosos periódicos socialistas en el país, era para los trabajadores un paso encaminado a entender el origen de sus condiciones de vida y esbozar formas de resistencia. La lectura de la prensa se entendía como una labor colectiva, ya que un pequeño periódico podía circular de mano en mano y ser conocido por muchos trabajadores”.[12]

          También como lo manifiesta la historiadora Luz Ángela Núñez Espinel:

“En las tres primeras décadas del siglo XX, la palabra escrita tenía una importancia central en la propuesta política, cultural y educativa de las organizaciones obreras. Esta trascendencia no se derivaba únicamente de la posibilidad de lectura individual de las personas (en lo que ciertamente los obreros y artesanos estaban en desventajas frente a otros sectores sociales), sino en que los textos impresos cumplían un papel aglutinador y justificador de muchas actividades políticas y culturales, que solamente tenían que ver tangencialmente con los impresos […]”.[13]

El sindicato de la Unión Obreros surgió por un conjunto de razones, tanto objetivas como subjetivas. Entre los factores objetivos resaltaban las pésimas condiciones materiales de vida y de trabajo que tenían que soportar los trabajadores, como las jornadas extenuantes, la pésima alimentación, la falta de hospitales y de servicios médicos, y el maltrato a que eran sometidos por los capataces, en su gran mayoría coterráneos. Los factores subjetivos hicieron posible una embrionaria conciencia de clase, la cual sólo se adquiere y se consolida mediante la lucha contra la explotación y la opresión. Esto les permitió generar un sentimiento de dignidad y justicia a los trabajadores, para luchar por sus intereses contra la Troco.

Raúl Eduardo Mahecha Caycedo, como secretario general del sindicato, fue el nervio de la embrionaria organización de trabajadores, su promotor y constructor e, inclusive, sin ser trabajador de la Troco, demostró ser un líder descollante. Por sus permanentes denuncias, la asesoría que les proporcionaba a los obreros y su entrega en las labores organizativas, soportó la calumnia por parte de la Troco, que siempre lo calificó como un expresidiario que no merecía ser escuchado. A medida que el trabajo organizativo de Mahecha cosechaba frutos, siendo el más sobresaliente el de la fundación de la Unión Obrera, la compañía estadounidense empezó a presionar al gobierno para que lo persiguiera. Él tuvo que sobrellevar amenazas, multas, luego prisión y ostracismo tras las dos primeras huelgas de 1924 y 1927.

Además, su influencia no se limitó a Barrancabermeja, ya que “su nombre y actividad sindical eran reconocidos a todo lo largo del río Magdalena, entre los ferroviarios y los braceros, a tal punto que llegó a acuñarse la frase popular que lo definía todo: ‘Donde llega Mahecha, se prende la mecha’”.[14]

Un hecho importante para tener en cuenta respecto de la beligerancia de Mahecha como delegado del sindicato de la Unión Obreros fue el papel que jugó en el Primer Congreso Nacional Obrero el 1° de mayo de 1924. Dicho evento se instaló en el Teatro Colón, en Bogotá, con asistencia del presidente Pedro Nel Ospina y de los ministros de Industrias, Instrucción Pública, Guerra y Correos. El dirigente Carlos Cuéllar narró que Raúl Eduardo Mahecha pronunció un discurso

“que no se había dado nunca en la historia de Colombia, que planteaba la destrucción del capitalismo y la muerte de esos bandidos explotadores, y todo en presencia del presidente ¡ay! Se desarmó el tablado, la gente vivaba, fue la locura, nunca se había hablado así a un gobernante, nunca les habían dicho tantas cosas de frente, pues…tremendas, increíbles!”[15].

Sin embargo, el periódico El Tiempo registró la participación de Mahecha así: “discurso que fue acogido con visibles muestras de extrañeza por los delegados”.[16]

Momentos después, en el salón de la sesión para la elección de los dignatarios del Congreso Obrero, se presentó una acalorada discusión cuando Juan de Dios Romero se levanta y dice:

“Compañero Mahecha. Quiero que usted declare públicamente su afiliación política, porque hay muchos que lo creen conservador, y yo lo tengo como candidato para la Presidencia. Mahecha –Advierto a mis compañeros que yo soy radical socialista. Con motivo de este incidente estalla la barra en gritos y abajos contra el señor Romero. Aquí no queremos política! Romero es un traidor! Romero se vende por cualquier cosa! La indignación cunde entre los mismos delegados, que matonean, gritan y piden al señor Romero que se salga del recinto del Congreso”.[17]

El Cuarto Congreso Socialista de Colombia se realizó el viernes 2 de mayo de 1924, en los salones del edificio Liévano. La elección de dignatarios obtuvo el siguiente resultado: “Presidente, doctor Dionisio Arango Vélez; Vicepresidente, Raúl Eduardo Mahecha; segundo Vicepresidente, Pedro Rojas Palma”.[18] En este congreso se aprobaron derroteros para que el proletariado colombiano comenzara a ser independiente de los partidos tradicionales y se esbozó la idea de trabajar en la formación del partido comunista.

La primera huelga del 9 al 14 de octubre de 1924.

Por las continuas denuncias sobre las pésimas condiciones de vida manifestadas por los trabajadores y dadas a conocer por la Sociedad Unión Obrera, el ministro de Industrias, General Diógenes Reyes, sugirió a la Troco que debía tomar medidas que atendieran los reclamos de los obreros. El ministro logró persuadir a J. F. Lehan, gerente de la Troco, para que se comprometiera a aceptar un pacto a favor de los trabajadores. El compromiso acordado, a fines de marzo de 1924, consistía en diez puntos: a) La compañía se obligaba a retirar a algunos capataces que vejaban a los trabajadores. b) Designar personal médico en Infantas para que atendiera a los obreros. c) Abrir una oficina de reclamos. d) Pagar semanalmente. e) Construir un hospital con dotación adecuada. f) Establecer un escalafón interno para los obreros. g) Reconocer vacaciones anuales remuneradas. h) Abrir escuelas para la educación de los obreros. i) Mejorar la alimentación proporcionada a sus trabajadores. j) Construir nuevos campamentos.[19] No obstante, la Gerencia de la Troco no cumplió el acuerdo, con el argumento de que se había visto obligada a firmarlo por las presiones del ministro y porque decía que había sido una imprudencia haber dado a conocer lo pactado a través de la prensa nacional.

Ante el incumplimiento del pacto de marzo por parte de la Troco, el 5 de octubre de 1924 la Sociedad Unión Obrera dirigió al gerente de la compañía su primer pliego de peticiones elaborado por los trabajadores y coordinado por Mahecha. En ese documento se exigía cumplir el pacto del 29 de marzo de 1924 firmado entre la Troco y el Ministerio de Industrias, que contemplaba: a) Aumento diferencial de salarios de acuerdo con las labores desempeñadas por los trabajadores, así como el pago doble en días feriados y reconocimiento de horas extras nocturnas. b) Retiro inmediato de ciertos empleados y celadores colombianos, por ser responsables de las divergencias entre los obreros y los jefes de la empresa. c) Arreglo de los campamentos, para que no se inundaran ni entraran los mosquitos trasmisores de paludismo. d) Permiso para leer la prensa nacional en los campamentos. e) Mejoramiento de la alimentación diaria de los trabajadores y que las comidas fueran repartidas “sin la custodia de la policía nacional, como viene haciéndose, con lo cual se humilla al obrero colombiano y se le coloca como presidiario, en los campamentos de la Empresa, que es algo así como una colonia penal y no una empresa petrolera”. f) “Trato decente a los trabajadores colombianos, por parte de los empleados de la compañía”.[20] La respuesta inmediata de la Troco a estas justas peticiones fue el despido de cien obreros y la negación de estudiar el pliego, alegando que el sindicato no representaba a los trabajadores. Esta actitud despótica de la Gerencia de la Troco motivó que la huelga se iniciara el 9 de octubre.

Un día antes de estallar la huelga, se presentó un hecho muy importante de solidaridad, relacionado con la participación de un grupo de mujeres vestidas de hombres, para apoyar las exigencias de los obreros, recorriendo las calles, con lemas contra la Tropical Oil Company y afrentando a la policía que defendía los intereses de la multinacional. Un periódico departamental relato este hecho:

“Naturalmente dentro de ese ambiente, no todo era orden y aun cuando la propiedad se respetaba, algunos mal dirigidos o aconsejados, pretendieron a espaldas del comité hacer exigencias indebidas a particulares. Un grupo de mujeres vestidas de hombre con banderas recorrían las calles sin control, vivando la huelga y se allegaban hasta cerca de la Tropical Oil Company a insultar la policía, a provocarla con desafíos. La policía tenía allí apostadas las ametralladoras. El coronel Aldana, supo con su prudencia zanjar estos arrebatos, mientras el Comité ordenaba el retiro de las hetairas”[21].

Es importante señalar que dicha participación del grupo de mujeres en solidaridad con los obreros petroleros fue excepcional, porque los derechos laborales, sociales y políticos de las mujeres no eran reconocidos en ese entonces y ellas tampoco eran aceptadas como obreras en la Tropical Oil Company. Debe tenerse en cuenta que, antes de crearse la Sociedad Unión Obrera, se presentó un interesante conflicto social de protesta de mujeres lavanderas en Barrancabermeja. A finales del año de 1907, se enfrentaron victoriosamente contra la empresa East Magdalena Explotation, que en la quebrada de “Las Mujeres” había cercado y cerrado la senda que conducía a los lavaderos. En masa reclamaron ante la Inspección que las amparara en el derecho de hacer uso de las aguas para el lavado. El pleito fue llevado hasta la Alcaldía de San Vicente, conquistando las mujeres su derecho al trabajo[22].

A la vez, tres días antes de presentarse la huelga el jefe de policía de Barrancabermeja, presentó el siguiente informe:

“El día 6 de los corrientes salí a visitar los campamentos acompañado del Comisario Sr. Rafael Bayona […] Había fijado los sitios a donde apostaría otros retenes de la Policía para concurrir simultáneamente al punto de reunión de los huelguistas y cuando regresaba de Infantas de conferenciar con el Subgerente fui sorprendido en el campamento 21 por el estado de exaltación en que se encontraban los trabajadores que hacían flamear una bandera roja con tres ochos […] Al amanecer del miércoles ocho […] acababa de llegar y de establecer los grupos de defensa cuando se presentó por la carretera un desfile de más de mil quinientas personas con banderas rojas que pretendían entrar a la Tropical […]”[23].

Con los antecedentes mencionados, se inició la primera huelga petrolera el 9 de octubre de 1924, con la organización de manifestaciones por las calles de Barrancabermeja, en las que sobresalían las banderas rojas con los tres ochos, algo que no se había visto en las movilizaciones obreras de la historia nacional, al grito de “viva la revolución social”. Los tres ochos simbolizaban la lucha por ocho horas de trabajo, ocho horas de estudio y ocho horas de descanso. Además, los huelguistas contaron con la solidaridad de los comerciantes y la gran mayoría de la población, la que en su mayor parte los apoyaba por sus vínculos directos o indirectos con ellos. Inclusive, el alcalde Caicedo, preocupado por la fuerza de las manifestaciones en las calles, ordenó cerrar las cantinas, sin conseguirlo del todo. Se vio obligado a llamar a Mahecha y le dijo lo que se proponía, y este ordenó a los huelguistas que las hicieran cerrar. Esto demostró el poder de credibilidad y respeto que tenía Mahecha entre la clase trabajadora y la ciudadanía en general, por encima de la máxima autoridad local (las fotos siguientes fueron tomadas por Floro Piedrahita).

Protesta obrera cuando llegó el señor ministro, 1924. Foto: Floro Piedrahita, 12 de octubre de 1924. Tomada del libro de José Yunis y Carlos Nicolás Hernández, Barrancabermeja. Nacimiento de la Clase Obrera. Bogotá: Tres Culturas Editores, 1986, p. 61.
Grupo de líderes obreros invitando a la concentración en la Plaza Once de Noviembre, 1924. Foto: Floro Piedrahita, 8 de octubre de 1924. Tomada del libro de José Yunis y Carlos Nicolás Hernández, Barrancabermeja, Op. Cit., p. 58.
Llegada del Ministro de Industria y Comercio Diógenes Reyes a Barrancabermeja el 12 de octubre de 1924. Foto de Floro Piedrahita. Tomada del libro de Mauricio Archila. “La clase obrera colombiana (1886-1930). En: Nueva Historia de Colombia. Tomo III. Relaciones Internacionales Movimientos Sociales, 1946-1986. Bogotá: Planeta, 1989, p. 238.

Conferencia de Mahecha a los huelguistas, 1924. Foto: Floro Piedrahita. Archivo personal del autor.

Cuatro días después de iniciada la huelga, el ministro de Industrias, Diógenes Reyes, llegó a Barrancabermeja; acompañado por el doctor Vicente Posada Gaviria, funcionario del Ministerio, y el señor Isidro Molina, representante de la Confederación Obrera de Colombia (CON). Los trabajadores lo recibieron entusiasmados, pensando que simpatizaban con la huelga, pero Reyes se limitó a decir que buscaría una pronta solución al conflicto en los marcos de la cordialidad y la razón. Al siguiente día, la empresa y el ministro se pusieron en contacto para lograr un pacto que favoreciera a ambas partes. A pesar de las dilaciones, el 13 de octubre se firmó un “acuerdo” entre el ministro de Industrias y la gerencia de la Troco con trece puntos. Al día siguiente, Diógenes Reyes dialogó con los dirigentes de la huelga: Escolástico Álvarez, Ismael Vásquez, Manuel F. Salazar, Francisco Barbosa, Rafael Nieto, Segundo Reyes y Raúl Mahecha. Estos solamente aceptaron cuatro puntos, modificando y rechazando los demás por considerarlos lesivos para los intereses de los obreros, ya que las peticiones fundamentales de las demandas de los trabajadores no eran resueltas, en cambio todo el poder de decisión quedaba en manos de la compañía, violando el respeto a la palabra empeñada.

Mahecha con los cuatro delegados, 1924. Mundo al Día, Bogotá: 21 de octubre de 1924, p. 1. Nota: esta misma foto se utilizó en el periódico Germinal, núm. 30, con el nombre “Tribunal de arbitramiento de la huelga 13 de octubre de 1924”.

Este hecho llegó a tal extremo que luego de que los obreros conocieran los términos del convenio, Mahecha expresó: “Salvo mi responsabilidad, si esta noche es asesinado el Ministro de Industrias”, a lo cual él respondió: “Yo estoy dispuesto a sacrificarme esta noche en defensa del principio de autoridad y del decoro del Gobierno. Pero si el sacrificio se consuma, usted será el responsable de la sangre que derrame esta noche este pueblo que usted ha conducido de manera tan errada”.[24] El ministro se dirigió a los trabajadores, siendo abucheado y se rechazaron sus invocaciones respecto a la aceptación del acuerdo firmado entre él y la Troco.

Después intervinieron Mahecha e Isidro Molina, quienes pudieron calmar los descontentos para que los trabajadores accedieran al “acuerdo”, en el cual se aceptaban las renuncias de Teodoro Meek y Antonio Schelessinger, se nombraba un fiscal para que vigilara los campamentos y la alimentación por cuenta del gobierno y la compañía, y se consultaba a Toronto para saber si sería posible el aumento de treinta centavos para los trabajadores de la trocha (desmontar cortando caminos y montes con machetes o hachas) y un veinticinco por ciento sobre los sueldos de los empleados.

Una vez terminada la huelga, vinieron las represalias y la policía comenzó a controlar la entrada a los campos petroleros, entregando salvoconducto a los obreros admitidos y rechazando a unos trescientos de ellos. Este hecho motivó que la Sociedad Unión Obrera convocara al alcalde del municipio a una reunión para contener la situación. Como respuesta se dictó orden de prisión contra los organizadores de la huelga, señalados como sediciosos, entre ellos Raúl Eduardo Mahecha, Escolástico Álvarez, Rafael Nieto y Francisco Barbosa:

“Después de la detención de los dirigentes de la huelga, el alcalde de Barrancabermeja comunicó que “la Tropical recibirá únicamente a los empleados que no hayan tomado parte en los movimientos recientes y que las autoridades han dispuesto lo necesario para hacer partir del puerto a los obreros encargados de la agitación”. ¡El Alcalde no hablaba como la primera autoridad del municipio sino como un emisario de la Troco!”[25]

Aproximadamente mil doscientos obreros fueron despedidos por la Troco y se les impidió regresar a los campamentos a recoger sus pertenencias personales, ante el temor de que la revuelta volviera a iniciarse. La alcaldía abrió una investigación penal contra los dirigentes de la huelga y ordenó la captura de Mahecha y nueve dirigentes obreros que fueron transportados en la draga Magdalena a Puerto Berrío y de allí a Medellín. Este hecho represivo e injusto suscitó una solidaridad en todo el país, contando con el apoyo moral y político por parte de los diferentes sindicatos, que exigían la libertad de los presos de Barrancabermeja. Al respecto, Neftalí Arce señaló:

“[…] lo que nosotros pedimos cuando reclamamos la liberación de los presos de Barrancabermeja, no es indulgencia ni la piedad sino la justicia. ¿Será necesario que la clase obrera que reclama libertad de los suyos, las familias que aguardan la liberación de sus parientes y todos los hombres de corazón con que cuenta el país, se decidan a sitiar la inmunda Bastilla medellinense y abrir por medio de la violencia sus puertas? Sería menos cobarde soltar inmediatamente a esos hombres culpables solamente de haber reclamado en favor de los desgraciados trabajadores de Barrancabermeja, esclavos del capitalismo yanqui, un poco de bienestar y de justicia. Si la verdadera equidad existiese en este mundo, serían los jefes de esa inmensa asociación de malhechores: ministros, parlamentarios, magistrados, etc., quienes deberían ser castigados por haber vendido al capitalismo americano las regiones más ricas de Colombia, la que debido a la ambición y a la codicia de sus gobernantes, no es hoy otra cosa sino un feudo del capitalismo yanqui absorvente (sic) y explotador”.[26]

Igualmente, la dignísima María Cano, designada Flor de Trabajo de Medellín el 1.o de mayo de 1925, desempeñó un papel activo a favor de los presos políticos, en especial de los dirigentes de Barrancabermeja encarcelados y contra el proyecto de ley sobre la pena de muerte:

“Con el objeto de protestar y presionar para liberación de Raúl Eduardo Mahecha y demás compañeros presos en Medellín a raíz de la huelga petrolera de Barrancabermeja, el Comando de la Flor de Trabajo participó activamente en la organización de la manifestación del primero de julio de 1925, frente a la gobernación de Antioquia. Se realizó una amplia promoción del acto por medio de cartelones fijados en toda la ciudad, misión que estuvo a cargo del dirigente obrero y miembro del Comando de la Flor del Trabajo, José María Gutiérrez”.[27]

Cuando se cumplieron ocho meses del encarcelamiento de los dirigentes obreros de Barrancabermeja, María Cano encabezó una masiva manifestación obrera en Medellín, efectuada el 1.o de julio de 1925. Esta marcha denunciaba la prolongada e injusta prisión de los huelguistas. En esa ocasión, María Cano pronunció un emotivo discurso, en el que afirmó:

“A vos, señor, venimos en nombre de los oprimidos, en nombre del dolor, en nombre de la igualdad. Venimos a pedir justicia para nuestros hermanos presos por la huelga de Barrancabermeja […]. Cuando os pido justicia para mis hermanos presos por la huelga de Barrancabermeja es porque a vos toca impartirla. Que este paso sea un blasón más de honor para vuestro corazón, ceja luminosa que nuestra aurora de libertad que iluminará mañana a la humanidad. Este puñado de valientes que ayer dieron el grito de la rebeldía para detener la avalancha monstruosa de la opresión extranjera ha merecido no sólo la cruel prisión, sino el escarnio y lo que es peor, la indolencia, que ha sido sudario de hielo sobre su causa. […] Soy mujer y en mi entraña tiembla el dolor al pensar que pudiera concebir un hijo que sería esclavo[…]. No vengo a pediros un mendrugo, no vengo a pediros misericordia, sino justicia. En qué quedará Antioquia, la altiva, la noble, si se castiga oprobiosamente a los que han sabido levantarse enérgicos por la libertad, y no han querido admitir la férula del yanqui?”[28].

La fuerza de la solidaridad y la fraternidad manifestadas por los sindicatos del país y por la actitud beligerante de María Cano con el gremio de los sindicatos en Medellín permitieron que se agilizara la libertad de los nueve primeros huelguistas, al cumplirse los nueve meses de martirio en la cárcel. Pero quedó en prisión Raúl Eduardo Mahecha, el principal líder de la huelga,

“purgando su noble delito de encabezar el movimiento más enaltecedor y dignificante. El burgués gobierno colombiano castiga al proletario digno y honrado, y deja sueltos por las calles a los ladrones de levita! […] Hé aquí los gloriosos nombres de los presos: Escolástico Alvarez V., Sebastián Murillo M., Manuel Felipe Salazar Ll., Francisco Luis Jaramillo, Segundo Reyes, Elías Cañas, Rafael A. Mejía, Ovidio Prada y Eugenio Cárdenas Villate, son los que han salido. Pero la canina de los amos burgueses no está saciada todavía de la carne proletaria y ha dejado en la cárcel con quién recrear su sevicia: a RAUL EDUARDO MAHECHA, escogieron por víctima propiciatoria, dizque para someterlo a jurado. No quedará reparada la Justicia, mientras no pongan en libertad a Mahecha.”[29]

En el mismo texto se denuncia el trato humillante que soportaban los obreros colombianos, en comparación con los trabajadores yanquis:

“La Tropical Oil Company, hizo el contrato con la Nación para explotar los enormes pozos de petróleo de Barrancabermeja. Sus cláusulas ordenaban la preferencia del trabajo a los obreros colombianos. Para descuajar montañas, para dominar la Naturaleza bravía, cumplióse lo prescrito. El clima deletéreo apagó muchas vidas del proletariado colombiano. Abonado ya el terreno, extinguido el mosquito, mortal enemigo de los místeres, y teniendo Norteamérica que ocupar en algo el contingente que regresaba de la guerra, lo encaminaron a Barranca. Lujosas camas; higiénicas habitaciones; suculenta comida; munífico jornal, y livianas labores, fue la característica para todo trabajador yanki. En cambio para el trabajador colombiano era: exiguo jornal; hambreada alimentación; ramadas de pesebreras y barbacoas para dormir, y por sobre todas estas miserandas diferencias una más infame y deprimente que ningún hombre que se sienta digno puede consentir: el mal trato con el plebéyico lenguaje del gringo. […] Oh Bolívar! Tu espada invicta rompió las cadenas españolas, y las manos de un Ministro las fundió con el oro yanki para ponérselas a tres mil colombianos en Barrancabermeja. Diógenes A. Reyes, pasará a la lista negra del proletariado, para las liquidaciones. Este Diógenes que ha tenido que apagar la lámpara, porque al buscar el hombre honrado, él mismo se insultaría”.[30]

Una semana después de ser liberados los nueve huelguistas, Vanguardia Obrera publicó un editorial titulado “La libertad de los presos huelguistas”, artículo que reprodujo La Humanidad. El contenido del texto es de gran actualidad; para entender las causas de las injusticias sociales y políticas y por qué el Estado colombiano históricamente siempre ha estado a favor de los intereses de la burguesía y de las empresas extranjeras y no de la clase obrera y menos del pueblo:

“Los grandes vendidos al oro de Yanquilandia, esos hijos traidores y desnaturalizados de Colombia, lloran en estos momentos la libertad de nuestros compañeros, los presos huelguistas de Barrancabermeja, que ayer purgaban su crimen de no ser siervos en las sombrías ergástulas de la ciudad de Medellín, ésto por mandato de su majestad omnipotente el ORO del corsario del Norte, en contubernio con la execrable trinidad en Colombia del Estado, el Militarismo y la Burguesía, […] queda tan sólo en la sombría casa el dolor de los siempre parias, nuestro infortunado compañero y espíritu rebelde Raúl Eduardo Mahecha C., hasta que un jurado de calificación dicte un veredicto que será verdad deslumbradora, justicia positiva y reivindicación incontestable a los fueros inmanentes de la Ley. La verdad y la justicia se abren paso contra todos los malvados, vendidos en cuerpo y alma al bárbaro del Norte que desmembró nuestra Patria. Llorad, miserables, sacerdotes del templo de la vanalidad (sic) y de la corrupción; vuestra obra sombría, fiel trasunto de vuestras almas, no se ha cumplido; nuestros compañeros gozan de libertad, los unos hoy, y los otros mañana.”[31]

Al fin, ocho meses después de ser liberados los nueve dirigentes huelguistas, Mahecha logró la libertad el 22 de marzo de 1926. Con estas elocuentes palabras se informó acerca de su liberación:

“Batidas las huestes trogloditas limpio estandarte escarlata, vindicados de iniquidades, gozamos libertad. Abrazámoslos. Mahecha, Compañeros, […] después de haber saciado sus deseos los piratas y capitalistas americanos en consorcio con los cabrones oficiales del gobierno que nos rige, teniendo un largo tiempo en las mazmorras de Medellín, a nuestros altivos compañeros, sólo por el hecho de haber pedido justicia para los trabajadores y protestado dignamente contra los abusos del capitalismo americano, con los obreros del país. Los bellacos del Norte y sus agentes oficiales del gobierno de Colombia, primero cumplieron sus deseos de vengar el grito de justicia dado por los trabajadores de la Tropical Oil Company, para después de haber violado el derecho de nuestros compañeros, dictar el veredicto de su libertad! Que justicia la de los vellacos (sic)”![32]

Después de su libertad, Mahecha regresó a Barrancabermeja, para seguir luchando contra la Troco, que seguía tratando de manera despótica a la clase obrera. Con tenacidad reanudó, la organización y defensa de los intereses del proletariado del enclave petrolero, para reivindicar con la lucha una vida digna para los trabajadores.

A manera de conclusión, vale decir que es lamentable que en los textos de enseñanza de Ciencias Sociales de Colombia y en el currículo educativo no se registre, ni siguiera una página de la vida y obra de Raúl Eduardo Mahecha. Es tarea y compromiso del movimiento sindical y obrero y de los historiadores críticos persistir en la recuperación de la memoria histórica de los de abajo. Decepciona que la mayoría de trabajadores afiliados y directivos de la actual Unión Sindical Obrera (USO) no hayan comprendido el valor ético y moral de Mahecha. De haberlo hecho primaría el interés colectivo en favor de la dignidad y la emancipación humana.

Notas:

[1] Jacques Aprile-Gniset, Génesis de Barrancabermeja. Ensayo. Bucaramanga: Compuláser-Instituto Universitario de la Paz, 1997, p. 204.

[2] La afirmación de que Mahecha llegó con Floro Piedrahita y Escolástico Álvarez a Barrancabermeja en dicho año es del filósofo Carlos Nicolás Hernández Camacho, gracias al contacto que tuvo con la familia Mahecha, lo que le reveló su esposa e hija, y las postales que tuvo en sus manos y que contrastó con otros documentos.

[3] John Tagg, El peso de la representación, ensayos sobre fotografías e historias. Barcelona: Gustavo Gili, S.A., 2005, p. 10.

[4] Beatriz Helena Robledo, María Cano, la virgen roja. Bogotá: Penguin Random House, 2017, p. 254.

[5] Raúl Eduardo Mahecha y Francisco Marigo, “La vida en Barrancabermeja”, El Porvenir. Cartagena, 20 de noviembre de 1922, p. 4. Ver Renán Vega Cantor, Gente muy rebelde, tomo 1: Enclaves, transportes y protestas obreras. Bogotá: Pensamiento Crítico, 2002, p. 219. También véase a Simón Galvis Anaya. Monografía de Barrancabermeja. Bucaramanga: Impresión Salazar, 1965, pp. 238-239.

[6] Cfr. Simón Galvis Anaya. Monografía de Barrancabermeja. Bucaramanga: Impresión Salazar, 1965, pp. 239-240.

[7] Cfr. Gustavo Almario Salazar. Historia de los trabajadores petroleros. Bogotá: Cedetrabajo, 1984, p. 56. Véase también Gonzalo Buenahora Delgado. Sangre y Petróleo. Bogotá: Editorial Colombia Nueva Ltda, 1970, pp. 104 y 111. Es necesario aclarar que el sitio de la quebrada la Putana, ya se mencionaba en 1757 y se vuelve a nombrar a finales del siglo XIX y en plena guerra de los Mil Días. Ver al respecto: AGN-Colonia, Testamentaria Santander II, f. 831. Agradezco al historiador Barranqueño Roger Pita Pico me haya facilitado dicha información.

[8] Fortunato Filippo y Raúl E. Mahecha, “Se quejan los obreros de Barrancabermeja”, Vanguardia Liberal. Bucaramanga: abril 7 de 1923, p. 5.

[9] José Vicente Rodríguez y Saúl (sic) Eduardo Mahecha C., “Una carta de los obreros de Barranca”, El Tiempo. Bogotá: Miércoles 5 de septiembre de 1923, p. 2.

[10] Archivo General de la Nación, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección Primera, tomo 982, folios 427-428. Ver Renán Vega Cantor, “Nuestra campaña socialista en Barranca”. En: Gente muy rebelde Tomo I. Enclaves, transportes y protestas obreras. Bogotá: Pensamiento Crítico, 2002, pp. 444-447.

[11] Miguel Strogoff [seudónimo de Raúl Eduardo Mahecha Caycedo], “La imprenta del pueblo”, El Luchador, núm. 103. Medellín: 18 de noviembre de 1919; Administrador Escolástico Álvarez Vidal. Tomado de José Yunis y Carlos Nicolás Hernández, Barrancabermeja. Nacimiento de la clase obrera. Bogotá: Tres Culturas Editores, 1986, p. 24. Igualmente, Carlos Nicolás Hernández, Mahecha. El río grande, la USO y la zona bananera. Bogotá: Panamericana Formas e Impresos S.A., enero de 2019, pp. 40-41. Mahecha utilizaba también otros dos seudónimos: Han de Islandia y Modesto Bueno.

[12] Renán Vega Cantor, “Intelecto socialista y dedos proletarios: imprenta, prensa popular y periodistas insumisos a principios del siglo xx”, Boletín Cultural y Bibliográfico, núm. 94. Bogotá: 2018, pp. 58-59.

[13] Luz Ángela Núñez Espinel, El obrero ilustrado. Prensa obrera y popular en Colombia (1909-1929). Bogotá: Corporación Aury Sará Marrugo-Unión Sindical Obrera-USO, 2022, p. 132.

[14] Helena Restrepo de Ruiz, Las tres primeras huelgas petroleras 1924, 1927 y 1935. Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1986, p. 116. Tesis de grado. 

[15] María Tila Uribe, Los años escondido. Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá: 1994, pp. 92-93.

[16] El Tiempo, “La fiesta del trabajo”. Bogotá: 3 de mayo de 1924, p. 5.

[17] Ibíd., “Congreso Obrero”. Bogotá: 3 de mayo de 1924, p. 6. La cursiva es nuestra.

[18] Ibíd., “El Congreso Socialista”. Bogotá: 3 de mayo de 1924, p. 6.

[19] Renán Vega Cantor et al., “La huelga de 1924”. En: Petróleo y protesta obrera Tomo I, p. 136. También se puede confrontar a Helena Restrepo de Ruiz, Las tres primeras huelgas petroleras, pp. 54-153.  

[20] Vega Cantor et al., “La huelga de 1924”, p. 137.

[21] “Historia de la Primera Huelga en Barrancabermeja”. En: Vanguardia Liberal. Bucaramanga: sábado 22 de agosto de 1959, p. 13. La cursiva es nuestra. Lamentamos no poder encontrar más fuentes sobre la participación de las mujeres en las dos primeras huelgas, sin negar que ellas fueron muy solidarias y luchadoras con la obrería. Este mismo texto aparece en Simón F. Galvis Anaya. Monografía de Barrancabermeja. Bucaramanga: Impresión Salazar, 1965, p. 246.

[22] Cfr. Simón F. Galvis Anaya. Monografía de Barrancabermeja. Bucaramanga: Impresión Salazar, 1965, p. 70. Uno de los primeros estudios sobre el papel de las mujeres en las luchas sociales de Barrancabermeja entre los años de 1920 y 1950 Lo realizó el historiador Mauricio Archila Neira. “La mujer”. En: Aquí nadie es forastero. Testimonios sobre la formación de una cultura radical. Barrancabermeja, 1920-1950. Controversia 133-134. Bogotá: Cinep, 1986, pp. 82-90.

[23] Informe del Jefe de Policía de Barrancabermeja sobre la huelga de octubre de 1924. En: Renán Vega Cantor. Gente muy rebelde, tomo 1. Op. cit. pp. 447-448. La cursiva es nuestra.

[24] El Espectador. Bogotá: 16 de octubre de 1924, p. 1.

[25]  Renán Vega Cantor et al., Petróleo y protesta obrera. Tomo I, p. 143.

[26] La Humanidad, núm. 10, edición extraordinaria, “El pueblo obrero pide la libertad de los presos de Barrancabermeja”. Cali: 20 de julio de 1925, p. 3. La cursiva es nuestra.

[27] Mario Arango Jaramillo, María Cano: Flor eterna, siempreviva. Medellín: Fundación Universitaria María Cano, 2001, p. 126. Es necesario aclarar que Mahecha, antes de llegar a Barrancabermeja, se conoció con María Cano en Medellín en el año de 1922, cuando Jorge Uribe Márquez se la presentó y lo relacionó con ella en los círculos literarios. Ver Uribe, Los años escondidos, pp. 73-74.

[28] La Humanidad, núm. 13, “La manifestación obrera”. Cali: 8 de agosto de 1925, p. 2. Ese mismo discurso fue publicado en El Correo Liberal (Editorial), “El día de la manifestación obrera pro-presos de Barrancabermeja”.  Medellín: 7 de julio de 1925.

[29] La Humanidad, núm. 13, “La libertad de los presos de Barrancabermeja”. Cali: 8 de agosto de 1925, p. 1.

[30] Ibíd., p. 1.

[31] Ibíd.,núm. 14, “La libertad de los presos huelguistas”. Cali: 15 de agosto de 1925, p. 2.

[32] Ibíd., núm. 44, “La libertad de los huelguistas”. Cali: 30 de marzo de 1926, p. 1.

Rafael Antonio Velásquez Rodríguez: Investigador independiente y profesor de la Institución Educativa El Castillo, Barrancabermeja.

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