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Democracia

Fuentes: Rebelión

La democracia existe donde nadie es lo suficientemente rico como para comprar a votro y nadie es lo suficientemente pobre como para venderse a sí mismo¨, Jean Jacques Rousseau (1)

Otra fuente dice que la frase de Rousseau se inicia con “la igualdad en la riqueza”. Son dos versiones que no he podido verificar con rigor. Entendiendo que la compra y venta es de fuerza de trabajo, no conozco una mejor definición de cómo será la política en una sociedad comunista que esta frase de Rousseau. Allí llegaremos por aproximaciones sucesivas, que tomarán más tiempo del que quisiéramos, pero será. No acuso de comunista a Rousseau, que lo más probable haya concebido esta idea para la esclavitud.

Por ello la democracia es un objetivo a alcanzar, no plenamente conseguido aún, por más que llamemos democracia a cualquier forma de gobierno que consideremos cumple, no con aquellos requisitos que atribuimos a Rousseau, sino los que más convengan a la ideología del que define lo que la sociedad debe honrar.

Así, si se convive con la condición de esclavos para un grupo importante de la sociedad, mientras otros devengan casi todos los derechos, pues, sin problemas, y griegos y romanos se dieron gobiernos ¨democráticos¨, algo que los EE.UU. hizo por más de 90 años de ¨Estado democrático¨ hasta mediados del siglo XIX. Igual proclaman los gobiernos capitalistas su ¨democracia¨, y, en línea con sus intereses, definen los derechos humanos que puedan convivir con la explotación de un grupo grande de seres humanos que solo pueden vivir de vender su fuerza de trabajo.

Todo lo que se dice es propaganda, aunque esa no sea la intención, en el entendido que propaga el mensaje que contiene, si llega a oídos ajenos. En nuestro caso sí hay intención, que llegue al público objetivo, que consiste en los que hacen política desde y para la izquierda. Se pretende compartir con ellos la posición de los revolucionarios que haya entre los que se autodefinen como comunistas, socialistas, progresistas, y sean protagonistas de estos movimientos, sobre todo en Nuestra América y más al norte. Y sí, hay incluso comunistas y socialistas que no llegan a ser revolucionarios, tanto entre los que luchan hoy por el poder o los que ya lo tienen y van perdiendo esta imprescindible condición, inapelable si se quiere liderar la lucha política por y para la clase obrera, el pueblo todo.

Acercándonos al mundo de estos tiempos, se hace más claro el significado de democracia, su relatividad, su utilización y su manipulación. Solo se requiere observar con detenimiento la política de los principales actores del mundo en la última centuria.

Confirmamos, sobre todo desde el golpe de Estado y asesinato de Salvador Allende en 1974, que para EE.UU. y su política exterior la democracia es una fórmula sencilla: en cualquier otro país del mundo que no fuera el suyo, en las elecciones presidenciales en particular, si el candidato de la derecha que su gobierno apoya gana, la democracia funciona de maravillas; si, por el contrario, es el candidato de la izquierda, entonces se trata de una anomalía en el funcionamiento de este ¨sagrado¨ concepto, y hay que ¨corregirlo¨.

Estuve en Santiago de Chile para las elecciones del Congreso unos meses antes del golpe. La arremetida de la rancia derecha burguesa, desde el poder económico cuasi total que detenta, creando una crisis de oferta y todo tipo de distorsiones en el funcionamiento de la economía, más la natural guerra mediática desde el control total de los principales medios de prensa, presumía un deterioro del apoyo popular a Allende y su partido, pero no fue así, ganó casi un 3% más en las urnas, lo que significó una confirmación de que la ¨democracia¨ no estaba funcionando ¨bien¨ para EE.UU. y la ultraderecha chilena, y había que derrocarlo, a como diera lugar, que fue asesinándolo mientras bombardeaban La Moneda y una sangrienta junta militar asumía el poder tras miles de muertos de todo el que olía a izquierda y ponía nerviosos a los militares asesinos, apoyados y asesorados por la embajada yanki.

Eran tiempos de Henry Kissinger, el sabio autor de ¨Diplomacia¨, y arquitecto del golpe y del resto de las intervenciones políticas, diplomáticas o militares, en cada país que osó en tener en el poder a un gobierno de izquierda, o con algún matiz progresista. Tomad nota aquí de esta última palabra, que hoy se usa con frecuencia para definir la corriente política que va desde la izquierda obrera y pequeñoburguesa, hasta la burguesía nacional, con intenciones patrióticas de enrumbar un país hacia la protección de sus riquezas y explotarlas en beneficio propio, con más o menos alcance a mejoras del pueblo trabajador.

Se habla de ¨progresismo¨ que, a pesar de la distancia que lo aleja aún del socialismo, significa igualmente una anomalía para el fundamento principal del estado de la política en cualquier lugar del mundo para los ¨intereses¨ de EE.UU., aunque el imperialismo, para llamar por su nombre al eje burgués-sionista encabezado por este último país y el resto del occidente dócil que le sigue, asume al ¨progresismo¨ de varias formas: entre la flexibilidad diplomática aplicando las presiones y exigencias de siempre, y el golpe de Estado cuando avizoran una posible radicalización que se acerque a los intereses de la clase obrera. Ejemplos sobran y bien actuales, como recientemente ocurrió en Bolivia, ahora en Venezuela y desde hace más de 60 años y sin interrupción en Cuba.

En estos días postelecciones en Venezuela hay que dejar más claro aún la posición política sobre sus resultados. La Revolución Bolivariana se ha aferrado a las elecciones para dar cada paso decisivo en su avance. Así logró la elección del su líder indiscutido Chávez y a su relevo como presidente, Maduro. Igualmente perdió en ellas el cambio constitucional hacia una radicalización del proceso, revés que, en mi opinión, convino para demostrar que no se puede copiar en una Revolución, que tiene que ser fiel a su esencia, a las condiciones objetivas de su desarrollo, al nivel alcanzado por el pueblo para avanzar hacia un Estado socialista ya legalmente consumado.

Perdió también las elecciones municipales del 2017, que creó las condiciones para el fraude presidencial llamado Guaidó. Parece que la estrategia yanki de ir a por todas para derrocar a Maduro fue un error que todavía está pagando la ultraderecha venezolana que, como la cubana, siempre ha estado en manos y tierras norteñas, allí viven de lo que le han robado al pueblo venezolano. Los yankis fallaron todos sus cálculos políticos, a pesar de la guerra económica que ya había declarado Obama años antes, que Trump agudizó hasta el infinito y Biden continúa, aunque titubeando por la realidad objetiva del petróleo creada por la guerra en Ucrania y el avance sostenido del grupo BRICS que ya incluye a los principales productores del mundo. Ahora en proceso de repetir el show con el títere y esbirro Edmundo.

El chavismo y la Revolución Bolivariana han demostrado que sí pueden derrotarlos en elecciones. Mi posición, ya la conocen, es un inmenso riesgo político aceptar ir a elecciones contra el candidato de EE.UU. después de estar sometidos a una guerra económica, política y mediática organizada por ese país, que ha destrozado la fibra económica de la sociedad. Ha sido una victoria desgarradora, pero realmente hay que darles todo el crédito a los revolucionarios venezolanos, es decir, a su pueblo. Creo igualmente que el chavismo tiene que repensar cómo manejar a la oposición contrarrevolucionaria en adelante. Tiene poco sentido dejar participar en las elecciones a un candidato abiertamente agente yanki, con manos aún manchadas de sangre por su participación en los hechos contra la izquierda en El Salvador y que, por su falta de condiciones políticas como candidato, figura como el pelele de una mujer más yanki que venezolana. Ya se manejan leyes para blindar el proceso electoral venezolano, no hay otra.

Agregar que la propaganda imperialista y de la derecha latinoamericana solo habla del supuesto fraude de la votación. El fraude fundamental es llevar al país en condiciones terribles por el robo descarado de activos y una guerra económica total, a elecciones entre el candidato oficialista del socialismo, y un candidato títere del imperio yanki. Se ganó en Chile en el 74 solo como antesala del golpe sangriento que era el Plan B si la desestabilización económica no bastaba, como finalmente ocurrió; se ganó ahora en Venezuela donde tenían Plan B montado, realmente era el único Plan pues cantaron fraude desde mucho antes del día de las elecciones, con todo tipo de acciones cruentas para destruir el país y crear condiciones para intentar sacar al chavismo del poder, lo que no van a lograr. Hay todo derecho político y moral para que gobiernos progresistas, de izquierda o plenamente socialistas, no acepte competir en elecciones donde se juega de forma tan sucia por la derecha y el imperialismo. No hay Comité Olímpico Internacional (político en este caso) que impida que en la final de 100 metros planos masculino se obligue a Usain Bolt, léase Venezuela, a comenzar la carrera 10 metros más atrás de la línea de arrancada.

El llamado progresismo hoy, donde confluyen fuerzas combinadas de la media y pequeña burguesía y de los trabajadores, asume la democracia sin tocar los fundamentos del capitalismo como sistema, lo que significa, en particular para la clase obrera, renunciar temporalmente a alcanzar la dictadura del proletariado, forma de gobierno mucho más democrática que cualquiera de las anteriores mencionadas, pero que honestamente reconoce el estado de trabajadores como dictadura, que todavía no puede llamarse democracia como vimos.

Esta posición, genuinamente honesta, no gusta a muchos, sobre todo porque no funciona para la propaganda de masas y el proselitismo político hasta que las condiciones objetivas de una sociedad dada hacen ver al pueblo que no hay otra salida que tomar este camino para alcanzar la democracia. Demuestra que la honestidad, en política, solo es dada a una clase social, la única con posibilidades de hacerlo por llevar en su seno el cuerpo ya crecido de la sociedad que puede, desde el poder, llegar a esta meta.

El socialismo es otro término que tenemos que manejar al abordar el concepto democracia. Ha sido una palabra utilizada hasta por Hitler para llegar al poder fascista en Alemania. Surgió en pleno siglo XIX, aunque se utilizó anteriormente, pero sin el significado social, político y económico que le imprimieron Owen en la Gran Bretaña y Leroux en Francia. Se convirtió en socialismo utópico primero, científico después. La práctica lo viene perfeccionando, como debe resultar comprensible.

Socialismo, rebasando el primer cuarto del siglo XXI, es clase obrera en el poder, con economía consistente en un poderoso sector estatal, coexistiendo con el cooperativo y privado igualmente consolidados, más la inversión extranjera. En pleno funcionamiento del mercado, en armonía con el Plan, o, para verlo en movimiento, una relación dialéctica Planificación / Marketing para gestionarla.

Los que lleguen al poder tienen que hacer algo similar a lo que se ha dado en llamar ¨Socialismo del Siglo XXI¨, lo que ha hecho Venezuela y le permite recuperarse con mayor rapidez de las arremetidas del imperialismo, que seguirán mientras este exista. Los que ya proclamamos el socialismo y realizamos las nacionalizaciones, es el caso de la Revolución Cubana, tenemos que dar un paso atrás, no hay alternativa a esto. Aunque desde la ¨ideología¨ se intente, no hacerlo, hay que entender que la raíz fundamental de la ideología del socialismo es la clase obrera, sus intereses, sus metas, a corto, mediano y largo plazo; es entender que el socialismo no es comunismo, socialismo es la misión de esa clase de tomar el poder, para el bienestar del pueblo todo, en base a las condiciones objetivas y subjetivas para hacerlo.

Cuando esta toma del poder se haga en uno de los países más avanzados, hay que hacer lo mismo: analizar las condiciones objetivas de la sociedad y subjetivas de la clase obrera y de la sociedad en su conjunto, y actuar en consecuencia, decidir sobre estas bases. Se supone que en estos países todo debe ser ¨más fácil¨. Derrumbar los muros, las construcciones ideológicas inculcadas por decenas de años de capitalismo, no parece una tarea menor. Dependerá, entre otros factores, de si entre los países más avanzados se encuentren algunos que como China socialista, ya hayan sobrepasado sustantivamente el nivel de vida, de bienestar, de todo lo que hoy llamamos Occidente capitalista. Quizás en esa etapa de la humanidad se hayan sumado al socialismo, por ejemplo, buena parte de los países que hoy se agrupan en los BRICS.

El colmo de quien pretenda ser revolucionario es intentar hacer hoy lo que se dijo, o se hizo, o ambas, hace 150, 100, 40 o 10 años atrás. Los padres fundadores se declararon primero materialistas dialécticos e históricos, eso significa que promovieron una forma de pensar que solo se acomoda a la realidad objetiva y subjetiva en cada momento, hijos de la adaptación al cambio, sin lo cual se extinguen las especies y los movimientos políticos.

Comunismo es solo la visión de lo que hay que perseguir como futuro natural, necesario, imprescindible para la supervivencia humana. Nadie sabe cómo será, cuando será, solo podemos trabajar por él sobre la base del bienestar de todo el pueblo hoy y aprendiendo a ser mejores seres humanos, más solidarios, inteligentes y objetivos, borrando la explotación aún presente, y con ella todas sus lacras: corrupción, burocracia, egoísmo, envidia, por mencionar las que más duelen.

Democracia es poder real del pueblo, trabajando para hacer prevalecer cada vez más la justicia social, con la eliminación paulatina de la explotación económica, protegiendo al planeta Tierra de su destrucción como nuestro hábitat. No son las elecciones las que definen si una sociedad es democrática o no, por más importantes que estas sean como mecanismo natural de selección de personas u organizaciones para dirigirnos o gestionar nuestros intereses como pueblo. Estas han sido hasta ahora, y lo serán por un buen rato, instrumento en manos de los explotadores, sean esclavistas o burgueses, grandes o pequeños. Han mantenido a la clase trabajadora, a la aplastante mayoría, como pueblo asalariado, compitiendo 10 metros más atrás de la línea de arrancada cuando este ha logrado, a fuerza de luchar por ese derecho, ser aceptado en las ¨Olimpiadas¨ de la política. Participar es ya una conquista tremenda, pero es solo un paso más en el camino de la real emancipación. Creerse emancipado por votar es una ingenuidad que se paga muy caro ya al siguiente día después de las elecciones.

Nota:

(1) He visto versiones algo diferentes a esta frase de Rousseau, pero no cambian la esencia del mensaje…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.