Recomiendo:
1

El Ronco, Guillermo Rodríguez

Fuentes: Rebelión

“No sirven los combates heroicos que sólo serán testimonio, nos sirve el lento y pesado trabajo en la base para construir las fuerzas necesarias”

El Alma Negra, uno de sus variados nombres políticos –  nos dejó y estoy desolada. Pero en verdad era su hora, ¡y es demasiado lo que nos deja! Fue un militante integral del MIR y de la vida y una figura mítica de los años más duros de la clandestinidad, a quien en la posdictadura tuve el privilegio de conocer más. Él supo unir la acción a la reflexión. A partir de los años 90, de esa reflexión fue surgiendo una variada producción literaria (Haceldama, Hacia el Final de la Partida; y otros relatos autobiográficos como De la Brigada Secundaria al Cordón Cerrillos, Destacamento Miliciano José Bordaz; Canción de Entresiglos, Letras Insurgentes), a la que se sumaron documentos,  entrevistas, testimonios y colaboración con otros investigadores y trabajadores de la memoria, entre los que me cuento. Construyó una síntesis y sistematización “en caliente” de los años 60 en adelante, que representa una contribución importante y única a la memoria del MIR y del pueblo. Es única porque el Ronco es un protagonista de las luchas por el poder popular y su autodefensa, de los Consejos de Guerra, la prisión y exilio   y más tarde del retorno clandestino a Chile en dictadura, de los combates de la Resistencia en los destacamentos milicianos, de la segunda prisión política y del envenenamiento, entre otros episodios.

La división y fragmentación del MIR no anuló su pasión de cuadro revolucionario. Fue ajeno a la maledicencia, pero agudo en el balance y la crítica política bien fundamentada, participando de diversos esfuerzos de organización popular y construcción orgánica. Entrevistado por la revista Tejer sobre su último libro, Letras Insurgentes, sostuvo que “No sirven los combates heroicos que sólo serán testimonio, nos sirve el lento y pesado trabajo en la base para construir las fuerzas necesarias”  y continuó refiriéndose    “al tema de los analistas, comentaristas y académicos que desde los olimpos pontifican qué se debe o no se debe hacer sin hacerse cargo de los complejos procesos de construcción de fuerza política y orgánica real.  De alguna manera, al asumirme como militante revolucionario, asumí por tanto, que todos los espacios son una trinchera, lo privado y lo público, así como las expresiones de la subjetividad como el arte, la artesanía y la creación literaria, entre otras.” Indoblegable, siguió actuando, observando, y experimentando, últimamente en el sur de Chile. Fue siempre ajeno a toda cooptación e insobornable en los tiempos sin fin de la mal llamada transición y sus continuadores. Partió rodeado del amor de su pareja, la compañera Isabel, y de la solidaridad activa de los más variados sectores miristas y populares.  El Ronco era también un compañero fraternal, cálido y de gran espíritu colectivo cuya huella y legado siempre honraremos.