Sobre las cinco de la tarde del martes 4 de febrero, el país fue tomado por sorpresa por una alocución presidencial que terminó siendo la transmisión en directo de un Consejo de Ministros. Según el presidente Gustavo Petro, para gobernar con transparencia y democracia.
El desarrollo de la sesión gubernamental, alargada por más de seis horas, dos de ellas en las que el Presidente tomó la palabra, permitió ver en vivo como es una sesión colectiva del alto gobierno, en esta ocasión con evaluación espontánea de la marcha del Gobierno del Cambio pero sin planeación ni proyección alguna del qué hacer en las próximas semanas y meses, algo que debilita o limita el pretendido democrático alegado por el Presidente al no trascender la sesión hacia lo fundamental: qué y cómo hacer, por qué, con quiénes, en dónde, cuándo, etcétera, y en todo ello cómo participa el país nacional –no solo como espectador de redes y televisión.
Por la manera como discurrió el Consejo de Ministros, el país pudo ver sin maquillaje alguno que es aquello del presidencialismo, y la necesidad que enfrenta de pasar la página de esa característica de nuestro régimen político, en la que todo termina siendo definido por el Presidente, desdiciendo con su proceder de la deliberación que realicen ministros y otros altos cargos –qué decir de la participación de los de abajo y su poder real para doblar la mano presidencial– así como de la autonomía que puedan tener las juntas directivas de empresas, tales como Ecopetrol.
De igual manera, quienes siguieron la extensa sesión, presenciaron las contradicciones existentes al interior del alto gobierno sobre aspectos no estructurales pero no menores, como la Paz Total, explotación petrolera, la participación de personas como Armando Benedetti como mano derecha del Presidente y de Laura Sanabria en la dirección de la Cancillería. Ambos, no integrantes del Pacto Histórico ni con antecedentes de militancia de izquierda pero transformados en actores de primera línea para el actual gobierno.
En esta sesión, la transmisión dio inicio con un balance del cumplimiento del gobierno, en medio del cual el Presidente increpó a los diferentes jefes de cartera ante el incumplimiento de 146 de los 195 compromisos adquiridos por esta administración nacional. Para el actual mandatario, el incumplimiento de las promesas de campañas se debe a los ministros y responsables de despachos de primer nivel pues, según su decir, “hay agendas paralelas”, algo que fue rechazado por los increpados.
Una autocrítica, la del Presidente, que no va al meollo del asunto: la participación social como protagonista del cambio y palabra decisiva para el mismo. Un hacer que va más allá de los ministerios, del liderazgo de quienes los presiden, y descansa en un hacer político de nuevo tipo en el cual el presidencialismo deja de ser, también el centralismo y, lo más fundamental: se alimenta y alienta trascender el actual modelo económico, social y político, lo cual implica entregar recursos de todo tipo para que las mayorías tomen el destino en sus manos.
Antes de la respuesta de cada uno de sus ministros, se presentó el oxímoron que acompañó y se llevó la atención de la transmisión: la presencia de la nueva canciller Laura Sanabria y el regreso al gobierno de Armando Benedetti, en claro guiño a las alianzas con los de siempre, buscando votos entre los sectores más moderadores del establecimiento, pero también, y en esto puede descansar el trasfondo de la decisión tomada por el Presidente de abrir el Consejo de Ministros al conjunto del país: darle juego a quien él considera debe ser quien lidere la próxima campaña electoral –el ministro de defensa, o alguien del cual no se habló: Roy Barreras– y, presentarse él mismo como líder insustituible y aspirante a reelección en el 2030. Una agenda por concretar y en la cual es fundamental un profesional de la política electoral y de todo tipo de componendas y maniobras, como es Benedetti.
Tal presencia, incomoda para quienes
esperaban un gobierno diferente, propició las palabras de Francia
Márquez y Susana Muhamad, quienes apuntaron sus críticas contra la
presencia de ciertos sectores políticos. En el caso de la
vicepresidenta, elevó una crítica; “Hoy me duele que en este gobierno
que ayudé a elegir […] se presenten tantos actos de corrupción”.
Y
agregó, “No me parece en este gobierno, las actitudes de Laura Sarabia
con nosotros, conmigo, que me ha tocado decirle respéteme, soy la
vicepresidenta y no me parece, pero respeto a Benedetti, pero no
comparto presidente, su decisión, la respeto porque usted es el jefe de
estado y el presidente, pero con comparto su decisión de traer a este
gobierno a esas personas que sabemos tiene gran parte de responsabilidad
con lo que aquí está pasando”
Además, en una mirada crítica al actuar del Pacto Histórico hasta hoy, la también ministra de la igualdad cuestionó el rol pasivo que le han brindado al interior del gobierno, producto de lo cual su liderazgo, con el potencial de construir lazos con el movimiento social, fue rezagado, en sus propias palabras “A una designación en un papel”. Minutos después, la ministra de medio ambiente se sumó a las críticas por la presencia de sectores ajenos al proyecto político del Pacto Histórico, afirmando que: “Las agendas paralelas no son de los ministros progresistas, aquí las agendas paralelas son las que nosotros tenemos que enfrentar y hemos tenido que enfrentar” y finalmente, agregó frente a Benedetti “Como feminista y como mujer yo no me puedo sentar en esta mesa de nuestro proyecto progresista con Armando Benedetti y yo no soy la que voy a renunciar, porque yo no renuncio ni al proyecto ni al gobierno”.
Estas críticas y desavenencias fueron recogidas, asimismo, por los directores y ministros, en especial por Gustavo Bolívar, Alexander López, Andrés Camacho, Jorge Rojas y Augusto Rodríguez.
De esta manera, la formalidad de una sesión abierta del Consejo de Ministros en la cual no estaba proyectada planeación alguna, fue desaprovechada para ir a la mayor deuda del Gobierno del Cambio: dar la espalda a los movimientos sociales y a los sectores populares al privilegiar un acuerdo nacional por arriba con los mismos de siempre, relegando a los movimientos sociales que solo son tenidos en cuenta cuando el Presidente necesita amenazar al establecimiento con el lobo. Movimientos que, en una ausencia total de autonomía, responde en silencio ante cada una de las citaciones que él les hace, con lo cual redoblan un liderazgo que termina por instrumentalizarlos.
En el cruce de culpabilidades indilgadas por el Presidente y descargos por parte de su equipo de primer nivel, salió a flote la crítica a Benedetti inculpado por violencia de género. Como escudero de su hoy mano derecha, el Jefe de Estado llamó a las mujeres a reflexionar sobre los daños causados por el feminismo a ciertos hombres. ¡Vaya paradoja! ¿Qué dirán los movimientos feministas, y las mujeres en general, ante este decir presidencial? Continuarán las actuales ministras siendo parte de un gobierno que defiende al agresor pues “los presos necesitan una segunda oportunidad? Una defensa, valga enfatizar en este ítem, que terminó con comparaciones incómodas entre Jaime Bateman y Armando Benedetti, ahora elevado al “hombre de la creatividad, la audacia y la unidad”.
Con las largas horas de sesión ya al límite, el Presidente, cuestionado por varias y varios de sus ministros y altos funcionarios, pasó a la ofensiva regañándolos por querer “encerrar al Presidente” y el llamado a superar sectarismos, reconociendo una vez más la importancia del apoyo de clanes políticos tradicionales en su “acuerdo nacional”.
Un “acuerdo nacional” colocado de nuevo y de cara a las elecciones del año entrante a la orden del día, guiñando así el ojo al sector santista y otros dispuestos a construir tal alianza. Para ello, el Presidente lo sabe, la opinión nacional no le sonríe y no cuenta con el ambiente indispensable para que el Pacto Histórico continúe en la Casa de Nariño.
En este escenario afirmó que “el M-19 no fue de izquierda” y cuestionó las exigencias de la izquierda al interior del Pacto Histórico, cuando su aporte electoral no fue importante en el 2022, “En el movimiento qué ganó 11 millones y medio de electores, ¿cuántos votos puso la izquierda? Si yo hago matemáticas, compañero, 11 millones y medio son de los mismos 10 millones que votaron por los congresistas”, afirmó.
Finalmente, cerró la larga y calculada transmisión, cuestionando las formas en que los ministerios han trabajado, saltando la directriz presidencial, y con ironía les recordó a todos y todas las presentes, “Esto no es un sindicato, el sindicato tiene una manera de ser propia que es tomar decisiones por asamblea, el partido político, si es democrático, va y toma decisiones incluso en la asamblea, está bien, el gobierno si quiere ser democrático respeta el voto popular. Los ministros al no ser elegidos son representantes del Presidente”.
¿Cuántas renuncias seguirán a esta advertencia?
Nota:
1. https://www.desdeabajo.info/ediciones/amanecer-brumoso/item/lecciones-para-todos-los-gustos.html
Fuente: https://www.desdeabajo.info/rotador-incio/item/la-democracia-real-va-mas-alla-de-la-forma.html