“A todo marrano gordo le llega su nochebuena”. -Proverbio popular de nuestra América.
Ya es un lugar común afirmar que existen días en que la historia se acelera y en pocos momentos se condensan acontecimientos de tal calado histórico que parecen haber transcurrido décadas. Ahora mismo vivimos uno de esos momentos, cuya densidad hace época al poner fin a un período y abrir uno nuevo, aunque no sepamos a ciencia cierta de qué se trata y cuáles vayan a ser sus características.
Lo que acontece en Israel en estos instantes marca un punto de inflexión, un quiebre histórico cuyas implicaciones de toda índole sobre la vida presente y futura de Asia Occidental y del mundo entero, cuya importancia -con independencia de la valoración que se haga- no puede ni ocultarse ni negarse. Y eso si suponemos que la demencia sionista e imperialista no implica el fin de la humanidad, algo cada vez más posible.
Lo nuevo a lo que asistimos, aunque falsimedia occidental intente minimizarlo, se muestra con algunas imágenes: Israel es bombardeado en forma continua y precisa, sus edificaciones son destruidas, sus cuarteles, sedes del Mosad e instituciones criminales de alta tecnología (entre otras el instituto Weizmann) soportan el peso de los misiles de Irán, su cúpula de hierro se convirtió en una “coladora de mantequilla”, sus habitantes (los mismos que horas antes bailaban y cantaban por las bombas que caían en Teherán) le imploran al cielo que cese la lluvia de misiles… Todo esto, aparte de ser un hecho inédito que creíamos que nunca íbamos a contemplar, es la clara expresión del fin del mito de la invulnerabilidad de Israel que tiene perplejos y preocupados a todos los sionistas del mundo entero (al “Israel global” como lo denomina Ilan Pappé) empezando por Estados Unidos y sus lacayos de la Unión Europea.
UN MITO DE MEDIANA DURACIÓN
El mito sobre el carácter pretendidamente inexpugnable de Israel en términos militares duró 80 años porque, en la práctica el ente sionista logró resguardarse de ataques militares serios, salvo en la Guerra de Yom Kipur [1973] cuando en un primer momento Egipto y Siria avanzaron y golpearon a las tropas de Israel que ocupaban la Península del Sinaí. Pero ese ataque fue breve y, con el apoyo abierto de Estados Unidos, Israel revirtió la situación y se impuso sobre los países árabes. Ni siquiera en ese momento, las ciudades de Israel soportaron bombardeos, ni fueron destruidos sus edificios, ni atacadas sus instalaciones militares.
El mito en cuestión surgió incluso desde antes de la fundación del Estado sionista, porque sus grupos paramilitares que les antecedieron se dieron el lujo, durante el nefasto mandato de los británicos, de atacarlos sin que soportaran ninguna represalia. Al respecto recuérdese, no más para dar un ejemplo, que el 22 de julio de 1946 se presentó el ataque terrorista al Hotel Rey David, sede de la Comandancia Militar del Mandato Británico en Palestina y de la División de Investigación Criminal de los británicos, en el que murieron 91 personas (28 británicos, 41 árabes, 17 judíos, 3 soviéticos, 1 griego y 1 egipcio) y heridas otras 45. Este atentado terrorista fue realizado por la fuerza paramilitar Irgún, con la participación directa del sanguinario Menájem Beguín, quien llegaría a ser Primer Ministro de Israel [1977-1983].
Los significativo radica en que este hecho, anterior a la fundación oficial de Israel, muestra la impunidad y complicidad de las potencias imperialistas con Israel, puesto que los británicos aceleraron su partida, en lugar de que las fuerzas de asesinos que organizaron el atentado con bombas hubieran sido juzgadas, perseguidas y sus miembros encarcelados o ejecutados.
Después, luego de la creación de Israel en 1948, la guerra infinita contra los palestinos, los árabes y todos los vecinos ha sido la constante de ese estado terrorista. Con el tiempo se armó hasta los dientes, desarrolló bombas atómicas (con el apoyo primero de Francia y luego de Estados Unidos), ha agredido a diestra y siniestra a los pobladores locales, impulsa la limpieza étnica y el genocidio del pueblo palestino y todo eso lo hace bajo el paraguas protector de su invulnerabilidad militar.
El pretexto eterno era su “derecho a defenderse” de sus múltiples enemigos. Esto le dio carta franca para que fuera armado por la comunidad imperial de Occidente y que, al tiempo, los palestinos y países de la región no recibieran ayuda militar que pudiera cambiar el balance militar de la región.
Por eso, las armas caseras que han usado los palestinos y otros grupos antisionistas (Hezbolá, los Hutíes, para mencionar algunos del momento actual) han sido rudimentarias y sus cohetes son poco efectivos. Solo se requiere que alguna de esas armas hechizas de corto alcance sea disparado a territorio de Israel e inmediatamente viene la respuesta brutal del ejército nazi sionista, matando a la población de Palestina, El Líbano o Siria, con la complicidad y aprobación de la Comunidad internacional de delincuentes del mundo occidental.
Así las cosas, con el pretexto de la “legítima defensa” Israel invirtió en una costosa malla protectora, la cúpula de hierro, para impedir el paso de cualquier cohete casero o artesanal que llegará a su territorio. Esto se complementa con su poderosa fuerza aérea, una de las más fuertes del mundo, y con la actuación de esos asesinos profesionales del Mosad que liquidan sin piedad, y violando cualquier derecho, a sus potenciales o reales enemigos.
Esta situación de invulnerabilidad de Israel parecía eterna, porque, aunque solo ha durado 80 años ‒que en términos históricos es una bicoca de tiempo‒ ese lapso cubre, por lo menos, a tres generaciones de seres humanos. Por eso, muchas personas nacieron y murieron sin ver nunca que el territorio de Israel fuera sometido a ataques militares de algún relieve. En estas condiciones el mito había pasado de ser un relato para convertirse en una práctica cotidiana, puesto que nadie había tocado con fuerza a Israel. Y una de las cosas que más refuerza un mito es cuando los hechos parecen confirmarlo a los ojos de propios y extraños. De ahí la importancia histórica, de larga duración, de lo que está sucediendo, porque lo que se derrumba es un mito que parecía ser algo más que una simple especulación discursiva y se creía que formaba parte del designio divino del Estado “elegido por Dios” para asesinar, torturar y someter a todos los que se opusieran al relato bíblico del “Gran Israel”.
LA IMPUNIDAD REFUERZA EL MITO DE LA INVULNERABILIDAD
Dos elementos centrales que ha fortalecido en la práctica durante décadas el mito de la invulnerabilidad de Israel son los de la impunidad y la cobertura permanente de armas por parte del occidente imperialista.
En cuanto a la impunidad está se encuentra tras todos los hechos referidos a la existencia del estado sionista, desde su misma fundación, fraudulenta y criminal, repleta de sangre y dolor hacia los árabes en general y particularmente hacia los palestinos. A nombre del “Nunca más”, de raigambre claramente eurocéntrica ‒sobre el que vertieron ríos de tinta y saliva los más esclarecidos filósofos, literatos, humanistas y pensadores nacidos en el viejo continente‒, Israel ha tenido carta franca para realizar acciones que en ningún otro caso hubieran pasado desapercibidas después del fin de la Segunda Guerra Mundial que se han hecho a la luz del mundo entero, sin ninguna vergüenza ni contrición. Limpieza étnica, bombardeos indiscriminados, genocidio, matanza de niños, mujeres y ancianos, asesinatos selectivos de miles de personas en todo el mundo (incluyendo científicos e investigadores), decapitación de gobiernos enteros, destrucción de hospitales, escuelas, universidades y centros culturales, uso de bombas sucias y prohibidas (entre ellas armas cargadas con fosforo blanco), destrucción de sistemas de agua potable y redes eléctricas, hambrear a los palestinos y bombardearlos a campo abierto mientras luchan por un mendrugo de pan… En fin, es un interminable reguero de muerte y dolor que parece no terminar.
Y todo eso no solo ha sido posible por el apoyo directo de Estados Unidos y la Unión Europea sino por el respaldo incondicional a Israel dizque por ser un país moderno, desarrollado y la “única democracia de la región”. Esa impunidad criminal queda en evidencia con los acontecimientos de los dos últimos años, cuando, pese a la magnitud y evidencia directa de las acciones genocidas de Israel, el apoyo del occidente imperial en lugar de atenuarse se ha incrementado.
Lo que ha sucedido recientemente es un claro ejemplo de esa impunidad sin límites de que goza Israel. Luego de bombardear unilateralmente a Irak, recurriendo al argumento nazi del ataque preventivo, de asesinar a sus principales generales y científicos nucleares, y a los negociadores de los persas con Estados Unidos, de bombardear reactores nucleares, de masacrar a centenares de personas (entre ellas, como es costumbre de los sionistas mata-niños, a decenas de infantes), de atacar estaciones de televisión y matar periodistas y locutores. Luego de todo eso, decimos, los gobernantes de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania… han dicho que los crímenes de guerra y de lesa humanidad de Israel forman parte de su derecho supremo a “defenderse” y mejor, se agrega, si eso se hace contra un enemigo indeseable de occidente como es el actual Irán. El cinismo en tal sentido es de la misma catadura que el de los sionistas, empezando por ese criminal químicamente puro que se llama Benjamin Netanyahu, como lo evidencian, para citar solamente una de esas magistrales piezas de ignominia surrealista que se han lanzado al aire por estos días, estas declaraciones del jefe del gobierno alemán, Friedrich Merz, quien señaló que estaba muy bien lo que había hecho Israel de atacar unilateralmente a Irán porque estaba realizando el “trabajo sucio” por la “comunidad internacional”: “Este es el trabajo sucio que Israel está haciendo por todos nosotros. También somos víctimas de este régimen. Este régimen clerical ha traído muerte y destrucción al mundo”. En conjunto, la comunidad imperial de delincuentes occidentales apoya sin restricciones a Israel, como lo dicen en el comunicado emitido por el G-7 en Canadá hace escasos días: «Israel tiene derecho a defenderse. Reiteramos nuestro apoyo a la seguridad de Israel. […] Irán es la principal fuente de inestabilidad y terror regional. Hemos sido siempre claros en que Irán jamás podrá tener un arma nuclear”.
El cinismo y descaro alcanzan extremos delirantes, puesto que Estados Unidos y la Unión Europa en lugar de criticar al agresor sionista responsabilizan a Irán por defenderse y allí empiezan a hablar nuevamente de las “víctimas” de Israel que soportan los ataques inexplicables de Irán.
Y claro, dentro de la impunidad uno de los componentes que no podía faltar es la fábrica sionista del victimismo, al punto que asesinos puros y duros (Benjamín Netanyahu, Isaac Herzog y la cúpula militar de los FDI), han vuelto a decir por estos días que los dirigentes de Irán son los nuevos Adolf Hitler y que ellos son unas víctimas que están siendo agredidos sin razón alguna. Al respecto, Netanyahu afirma que los bombardeos que soporta Israel recuerdan el momento durante la segunda guerra mundial en que la Alemania nazi bombardeo a Inglaterra. Y él, por supuesto, se presenta como el salvador de la civilización occidental.
Y el otro elemento que refuerza el mito de la invulnerabilidad sionista es el continuo apoyo militar, financiero, político, económico, cultural y mediático del mundo imperialista a Israel. Y eso también se evidencia en estos días, sobre lo que solo cabe mencionar que la agresión asesina de Israel no se hubiera podido realizar sin la participación directa de Estados Unidos y Gran Bretaña y sin las armas que estos le suministran, lo cual se evidencia con el apoyo de aviones cisterna para que se recarguen los sicarios del aire que pilotean las naves de Israel que bombardean y masacran indiscriminadamente en Teherán y otros lugares de Irán.
Y del apoyo mediático que no decir respecto a todas las mentiras que se propagan para legitimar los atroces crímenes de Israel y para ocultar los ataques que soportan en carne propia los sionistas en su propio territorio. Al respecto, impera la censura y la desinformación, y aparecen en escenas los opinologos sionistas de Europa y Estados Unidos que alaban y aplauden el ataque artero de Israel y el engaño diplomático de Donald Trump como acciones geniales para destruir a Irán. Sobresalía la felicidad, que no podían ocultar, de todos esos opinologos el 13 de junio cuando se produjo el primer ataque de Israel y daban por descontado el triunfo inmediato del ente sionista y la derrota de Irán. La dicha les duró poco tiempo y después, ante los ataques de Irán y ante las imágenes de destrucción en Tel Aviv, Haifa y otras ciudades de Israel, acudieron a minimizar los ataques y a exaltar la tan afamada cúpula de hierro como muy efectiva y cuando ya no podía ser negada la realidad han procedo a llorar y a clamar por la intervención directa de Estados Unidos para salvar a los criminales sionistas.
EL FIN DEL MITO
Asistimos al fin del mito de la invulnerabilidad de Israel, lo cual es una buena noticia para el mundo entero. Resulta inédito ver a Netanyahu abandonar un escondite, para huir de misiles de Irán, como la rata que sale de su madriguera para luego contemplar y señalar los edificios en ruinas que se encuentran al frente. Es histórico observar la destrucción de una de las sedes del Mosad, esa entidad que forma y patrocina asesinos, y es presumible que algunos de ellos hayan muerto en esos ataques, aunque Israel no suministre información al respecto.
Ver edificios derrumbados, lujosos rascacielos (como el de la Bolsa de Valores) caer en pedazos, zonas residenciales arrasadas, instalaciones militares destruidas, gente llorando y clamando al cielo para que no lleguen más misiles, el repicar de las sirenas antes de los ataques, sin que la cúpula de mantequilla los pueda detener… Todo eso, aunque no alcanza ni de lejos las dimensiones de lo que Israel hace en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria y más allá, sí es algo novedoso e indica que se ha quebrado un mito de mediana duración.
Para visualizar la quiebra de ese mito ha sido fundamental el papel que han desempeñado otros medios de información que también han roto el monopolio de falsimedia occidental, puesto que se destaca no solo un importante número de videos caseros que se difunden y registran los daños que se producen en Israel (pese a la prohibición expresa de hacerlo y de la censura imperante en la entidad sionista) como el rol de medios de información de otros países, entre los que se destacan los de India e Indonesia, que muestran un relato diferente al occidental, para nada complaciente con el sionismo.
En ese sentido, la quiebra del mito no es solamente sobre el terreno militar, sino que también involucra la cuestión de la información, en la que el poderoso lobby propagandístico del sionismo esta vez ha perdido la iniciativa y el monopolio.
Con independencia del curso de los acontecimientos, absolutamente imprevisibles, y del desenlace de la guerra, una cosa sí es evidente: se ha hecho añicos el mito del carácter inexpugnable de Israel, un acontecimiento que, además, marca también un punto significativo de quiebre en la hegemonía de Estados Unidos y de la cultura imperialista de occidente. Como diría Eric Hobsbawm, a pesar de lo nefasto que puede avizorarse el horizonte inmediato, vivimos tiempos interesantes, tanto que por primera vez se ha presentado lo inesperado y lo que nunca pensamos ver en vivo y en directo, como es contemplar que los asesinos sionistas viven algo, aunque sea poco, del dolor que les producen a millones de seres humanos de Palestina y el mundo árabe. Y eso no es poca cosa ni debe demeritarse su importancia, porque eso es un verdadero acontecimiento histórico, de esos que no se presentan ni se viven todos los días.
Tuvimos que esperar ocho décadas para contemplar que, como decimos con el dicho popular con el que abrimos este artículo, a Israel como a todo marrano gordo ‒cebado con arrogancia, impunidad y cobardía por el occidente imperial‒ le ha llegado su nochebuena, y por ello en el mundo entero se rubrica no sólo la quiebra moral del sionismo, que ya era indiscutible antes del ataque a Irán, sino que ahora lo que se evidencia es la vulnerabilidad militar de Israel, lo que demuestra, además, que sin Estados Unidos, no podría seguir existiendo ni durante una semana. Porque es no solo un marrano gordo, sino que tiene pies de barro y solo se mantiene vivo, aunque tambaleante, por la protección del matarife mayor, los Estados Unidos.
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