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El colonialismo de asentamiento a la luz de Fanon

Fuentes: Rebelión

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En el año 2024 se conmemoró el centenario del nacimiento del guineano y caboverdiano Amilcar Cabral, uno de los pensadores de los procesos y de las luchas de liberación que sigue siendo demasiado desconocido. El año 2025 será el de los centenarios del nacimiento del afroestadounidense Malcolm X (el 19 de mayo), del congoleño Patrice Lumumba (el 2 de julio), y del martiniqués y argelino (1) Frantz Fanon (el 20 de julio). Estos cuatro aniversarios ocurren en un momento histórico en el que desde Kanaky a Palestina pasando por el Sáhara Occidental, Polinesia, Mayotte, las Bermudas, Puerto Rico, las Isla Vírgenes, etc., se sigue planteando la cuestión de la colonización directa. Estos aniversarios tienen lugar sobre todo en una fase del sistema imperialista mundial que ve desplegarse nuevos procesos de colonización. Desde Libia a Siria, de Sudán a la República Democrática del Congo se fomentan la balcanización y el caos como estrategia para mantener el vínculo de dependencia total, es decir, de la colonización bajo nuevas máscaras.

No es de extrañar que se desarrollen en el mismo momento histórico unos movimientos populares que redescubre los conceptos, las reivindicaciones, las figuras y las aspiraciones de las décadas que van desde 1950 a 1970, décadas que fueron las de [la Conferencia de] Bandung, de las luchas independentistas armadas, de los congresos panafricanos, de la [Conferencia] Tricontinental, de la denuncia del neocolonialismo, etc. La aspiración al bolivarismo en muchos movimientos y países de América Latina, la aspiración al panafricanismo en muchos países africanos, la vuelta de expresiones como «neocolonialismo», «segunda independencia» y «patriotismo», el redescubrimiento y la reivindicación por parte de muchos movimientos juveniles africanos y en las diásporas de las figuras de Cabral, Keita, Sankara, etc; todas estas constataciones son, en nuestra opinión, la expresión del inicio de una segunda fase de las luchas de liberación nacional tras varias décadas de contrarrevolución mundial debidas a la transformación de la relación de fuerzas a favor del imperialismo hegemónico estadounidense tras la desaparición de la URSS.

Por supuesto, esta nueva fase está lejos de ser homogénea. Cada situación nacional tiene sus propias especificidades relacionadas con la historia nacional y con las configuraciones de clase que se cristalizaron desde las independencias formales, es decir, desde la sustitución de la colonización directa por el neocolonialismo. Las tomas de conciencia que hemos mencionado antes siguen estando salpicadas de muchas confusiones ideológicas e ilusiones políticas, lo que no merma en absoluto su importancia ni la fuerza de transformación que conllevan. Las necesidades históricas toman los caminos que pueden. Los grandes saltos cualitativos en materia de emancipación nunca adoptan una «forma pura», tienen lugar como pueden, esto es, en función de las herencias y transmisiones de las luchas pasadas, de la situación de la relación de fuerzas mundial, de la existencia o no de un movimiento antiimperialista en los centros imperialistas, del grado de organización de quienes portan estas nuevas aspiraciones y de su arraigo en el seno de las clases populares, que siguen siendo las que tienen un interés total en salir de la dependencia colonial. Por supuesto, las demás clases que cristalizaron desde las independencias formales pueden tener interés en aflojar el yugo colonial, pero las clases populares son las únicas que tienen un interés vital en acabar completamente con él. Tener en cuenta las lecciones del pasado es una necesidad imprescindible en estos momentos de nuevo impulso de las luchas.

Esta conclusión, que es pertinente para todas las formas de colonización, à fortiori es aún más imperiosa en el caso de la colonización de asentamiento a imagen de las que existen en Palestina, el Sáhara Occidental o Kanaky. En el caso de estas colonizaciones se imponen el pensamiento y la acción de Frantz Fanon, ya que ambos se elaboraron en el marco de una colonización de asentamiento, la de Argelia.

Las definiciones habituales de la colonización tienden a reducirse a una dimensión únicamente descriptiva y por ello tienden a subestimar o a invisibilizar lo que es el motor de la colonización, es decir, el sometimiento a una dependencia total de la economía de una formación social-nacional al servicio de las necesidades de otra economía nacional. Este proceso de sometimiento a la dependencia es lo que diferencia la colonización de la época del capitalismo de otras ocupaciones territoriales que han marcado la historia de la humanidad.

El nuevo modo de producción capitalista que nace en Europa en el seno del régimen feudal se caracteriza desde sus primeros pasos en el siglo XV por una tendencia a la expansión. Las leyes del beneficio y de la competencia llevan a la reproducción ampliada, es decir, a la anexión y a la destrucción de otros modos de producción y de sus relaciones sociales, y con ellos de las culturas y superestructuras que los acompañan. Aimé Césaire resume claramente esta lógica de reproducción ampliada: «¿Qué es en principio la colonización? […] admitir de una vez por todas, sin voluntad de inmutarse ante las consecuencias, que el gesto decisivo es aquí el del aventurero y el pirata, del buscador de oro y del mercader, de la ambición y de la fuerza, que tiene tras de sí la sombra proyectada, maléfica, de una forma de civilización que en un momento de su historia constata estar obligada, internamente, a extender a escala mundial la competencia de sus economías antagónicas» (2). Al tener que hacer frente a la competencia de los demás capitalistas, cada propietario de un capital está obligado a desarrollarse cuantitativamente para no desaparecer y para ello busca sin cesar materias primas más baratas, tecnologías más rentables, nuevas salidas. En otras palabras, el capitalismo solo puede funcionar expandiéndose.

Este proceso de expansión se produce en todos los ámbitos. Concierne a la vez tanto a la destrucción de los demás modos de producción de una formación nacional (Francia, Inglaterra, etc.) como a la conquista violenta de las primeras colonias. Estos dos tipos de expansión están unidos indisociablemente. La «colonización del nuevo mundo» fomenta la acumulación primitiva del capitalismo en Europa y, por ello, capitalismo y colonización son las dos facetas de un mismo proceso. Son consustanciales. La misma lógica lleva igualmente a la esclavitud para proporcionar mano de obra a las minas y plantaciones de las colonias por una parte y lleva a la teorización racista para legitimar ideológicamente tanto la esclavitud como la colonización por otra parte. El capitalismo, el colonialismo, la esclavitud y el racismo surgen así en el mismo momento histórico (siglos XV y XVI). Forman un sistema (3). Por ese motivo también se debe definir la colonización como un proceso de universalización del modo de producción capitalista y de sus relaciones de producción.

Esta segunda definición completa la primera, pero no la sustituye. El capitalismo impuesto por la fuerza en las colonias no es, al contrario de lo que ocurre en Europa, el resultado de la dinámica interna de las naciones colonizadas. No es el resultado de las contradicciones sociales que hay en la historia de estas. Como dirá Cabral con toda justicia, la colonización es incluso la interrupción violenta de esta historia. De ahí se desprende que la lucha de liberación nacional constituye un volver a enlazar con esta historia propia: «La liberación nacional es el fenómeno que consiste, en un conjunto socioeconómico determinado, en negar la negación de su proceso histórico. En otras palabras, la liberación nacional de un pueblo es la reconquista de la personalidad histórica de ese pueblo, es su retorno a la historia por medio de la destrucción de la dominación imperialista a la que estaba sometido» (4).

La extensión del modo de producción capitalista por medio de la colonización lleva a una unificación del mundo, pero no a su homogenización. Como explicará Samir Amin, se despliega sobre la base de la estructuración del mundo en centros imperialistas dominantes, y periferias coloniales y semicoloniales dominadas (5). El capitalismo periférico colonial es dependiente, el desarrollo de sus fuerzas productivas es limitado, sus configuraciones de clase son específicas, etc. El hecho de tener en cuenta este carácter dependiente del capitalismo colonial llevará a Frantz Fanon a advertir sobre el peligro de aplicar a las colonias unos esquemas elaborados en Europa: «La infraestructura económica en las colonias también es una superestructura. La causa es consecuencia: se es rico porque se es blanco; se es blanco porque se es rico. Por ello los análisis marxistas siempre deben ser ligeramente distendidos cuando se aborda el problema colonial. Incluso es necesario replantearse aquí el concepto de sociedad precapitalista, bien estudiado por Marx» (6).

Las anteriores definiciones de colonialismo se traducirán en formas diferentes según las características propias de la potencia colonial por una parte y según el estado de la relación de fuerza y de la resistencia por otra. Amilcar Cabral distingue así un colonialismo directo («un poder político compuesto por agentes ajenos al pueblo dominado») y un colonialismo indirecto («un poder político compuesto en su mayoría o en su totalidad por agentes autóctonos, que hemos convenido en llamar neocolonialismo») (7). Por lo que se refiere a la colonización directa, Cabral destaca tres casos concretos: la destrucción completa de la estructura social del pueblo colonizado, la destrucción parcial de esta y la conservación confinada en zonas de relegación o reservas. Aunque compartimos esta presentación de Cabral, creemos que este tríptico se puede reducir a una dualidad: la colonización de asentamiento, que agrupa el primer y el tercer caso, y la colonización de explotación constituida por el segundo. Kanaky y la imposición de un confinamiento de la población canaca en reservas hasta 1946, y Argelia y el expolio masivo de sus tierras indígenas son muestra de la misma colonización de asentamiento que es objeto de las tesis de Frantz Fanon.

Amilcar Cabral pone de relieve la tendencia inevitablemente genocida de la colonización de asentamiento, que nos ha recordado dolorosamente desde el año pasado el genocidio que sufre el pueblo palestino. «Esta destrucción completa de la estructura social va acompañada por lo general de la liquidación inmediata o progresiva de la población autóctona y, por lo tanto, de la sustitución de esta por una población alógena» (8), destaca Cabral.

En Kanaky este genocidio está actualmente ampliamente documentado. Una publicación de la UNESCO de 2008 recuerda: «La isla principal de Nueva Caledonia contaba en 1800 con al menos 100.000 habitantes; un siglo después solo se contabiliza un tercio de esa población» (9). Un estudio sobre la demografía melanesia añade que la hecatombe continuará hasta de década de 1930 (10): «La población melanesia siguió disminuyendo. El censo de 1901 no contabilizaba más que 28.800 melanesios, nivel que se conservará hasta 1936, antes de que la población empiece a crecer considerablemente» (11).

En el caso de Argelia el genocidio también está documentado. El demógrafo Kamel Kateb, autor del estudio más documentado sobre el tema, calcula en 4 millones la población argelina en el momento de la conquista y evalúa las personas muertas entre 1830 y 1872 en 825.000, esto es, más del 20% de la población total (12). Otros, como Djilali Sari, evalúan la cantidad de personas muertas en un millón, de modo que considera que el descenso es del 25% de la población total en menos de medio siglo, lo que denomina «el desastre demográfico» (13).

Inevitablemente toda colonización de asentamiento es tendencialmente genocida. Lo que hace que la tendencia se convierta completamente en realidad, como fue el caso de los pueblos «indios» de América del Norte y de la población aborigen de Australia, o, por el contrario, fracase total o parcialmente, como fue el caso de Kanaky y Argelia, son unos factores vinculados al contexto histórico y las relaciones de fuerza. El ritmo del poblamiento europeo de Kanaky y de Argelia que hacía posible la situación de la sociedad francesa de las primeras décadas de la conquista (que se lleva a cabo en el mismo momento histórico en ambas colonias) era demasiado lento para poder aniquilar totalmente los mecanismos de supervivencia de los pueblos colonizados.

Sin embargo, ni en Argelia ni en Kanaky se ahorraron esfuerzos para acelerar este ritmo de poblamiento europeo. Estos esfuerzos se encontraron con la resistencia de los pueblos en forma de insurrecciones campesinas y tribales, y con sus consecuencias. Es lo que ocurrió en 1878 y en 1917 en Kanaky. Ocurrió también en Argelia con insurrecciones de la misma naturaleza que estallaron prácticamente todas las décadas hasta principios del siglo XX. Además de la sensación de inseguridad que desanimaba a potenciales colonos, estas insurrecciones campesinas, atrozmente reprimidas, copan la mayor parte de presupuesto colonial disponible, lo que deja pocos medios para acompañar la instalación de nuevos colonos.

El carácter atroz y brutal de la represión de estas insurrecciones está bien documentado. Por citar solo un ejemplo, mencionemos una práctica común en ambas colonizaciones. El etnólogo Jean Guiart la recuerda así en el caso de Kanaky: «En 1878 se concedía una prima por cada par de orejas de un supuesto rebelde muerto. Como los soldados presentaban orejas de mujeres y niños, se decretó que había que aportar las cabezas y se tenían en cuenta esas macabras pruebas» (14). El historiador Alain Ruscio recuerda que durante la conquista de Argelia también encontramos esta práctica, llamada «desorejado»: «El desorejado tuvo sus adeptos durante la guerra de conquista de Argelia, las tropas francesas y los auxiliares argelinos la utilizaron, ya fuera por venganza o por afán de lucro («diez francos por cada par de orejas»)» (15). También están bien documentados los efectos disuasivos que tuvo esta práctica sobre potenciales colonos. Por ejemplo, el historiador Charles-André Julien da las cifras siguientes para el periodo comprendido entre 1842 y 1846: emigran a Argelia 194.887 europeos, pero otros 117.722 abandonan la nueva colonia (16). La apertura de la colonia penal en Kanaky en 1864 se legitima explícitamente por medio de la necesidad de compensar la escasa cantidad de colonos voluntarios.

No tenemos un afán macabro en recordar estas atrocidades coloniales, simplemente ilustran la violencia total que implica una colonización de asentamiento. No se puede sustituir a la fuerza un pueblo por otro sin acudir lógicamente a una violencia de Estado ilimitada y exterminadora. No se trata de un «exceso» del proyecto colonial de asentamiento, sino de su propia naturaleza. Por ello Aimé Césaire destaca con razón que los rasgos más abominables del nazismo habían existido y se habían experimentado antes en las colonias: «Sí, valdría la pena estudiar clínicamente, al detalle, los métodos de Hitler y del hitlerismo, y revelar al muy distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX que lleva consigo un Hitler que se ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es su demonio, que si lo vitupera es por falta de lógica y que, en el fondo, lo que no perdona a Hitler no es su crimen en sí mismo, el crimen contra el ser humano; no es la humillación del hombre en sí, es el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco y haber aplicado en Europa unos métodos coloniales que hasta entonces solo afectaba a los árabes de Argelia, a los culis de India y a los negros de África» (17).

Una de las aportaciones esenciales de Frantz Fanon es, precisamente, haber analizado meticulosamente la violencia congénita de la colonización de asentamiento y sus efectos. La tesis de la «violencia consustancial a la opresión colonial» está presente en todos sus análisis, una tesis que desarrolla en la Conferencia de Acra de abril de 1960 en respuesta a las profesiones de fe no violenta de Kwamé N’krumah: «El régimen colonial es un régimen instaurado por medio de la violencia. El régimen colonial siempre se ha implantado por medio de la fuerza. Otros pueblos más avanzados en las técnicas de destrucción o numéricamente más poderosos siempre se han impuesto contra la voluntad de los pueblos. Afirmo que semejante sistema establecido por medio de la violencia solo puede lógicamente ser fiel a sí mismo y su persistencia en el tiempo está en función del mantenimiento de la violencia […]. No, la violencia del pueblo argelino no es odio a la paz ni rechazo del contacto humano, ni convicción de que solo la guerra puede acabar con el régimen colonial en Argelia. El pueblo argelino ha elegido la única solución que se le dejaba y nosotros nos mantendremos firmes en ella» (18).

Esta tesis fundamental de Fanon plantea dos conclusiones políticas y estratégicas. La primera es que el colonialismo no se puede reformar, solo se puede destruir. La segunda la formulará años más tarde Nelson Mandela: «Siempre es el opresor, no el oprimido, quien determina la forma de lucha. Si el opresor utiliza la violencia, el oprimido no tendrá más opción que responder por medio de la violencia. En nuestro caso no era sino una forma de legítima defensa» (19).

Para Frantz Fanon la violencia física solo es la parte más visible de una violencia más profunda que no es otra que la destrucción total de la personalidad histórica y nacional del pueblo colonizado. «Los responsables de la administración francesa en Argelia, que se encargan de destruir la originalidad del pueblo, a los que las potencias les habían encomendado proceder a toda costa a la desintegración de cualquier existencia susceptible de evocar de cerca o de lejos una realidad nacional […]» (20), explica Fanon. Al mismo tiempo que la violencia física, la colonización de asentamiento despliega unas violencias jurídicas, simbólicas, culturales, etc., que coinciden con la primera en el objetivo de destruir totalmente la idea misma de construir un pueblo argelino o un pueblo canaco. El genocidio físico va acompañado inevitablemente de un genocidio cultural, histórico, político, etc.: «No obstante, el colonialismo no se contenta con esta violencia respecto al presente. Ideológicamente se presenta al pueblo colonizado como un pueblo que se ha detenido en su evolución, impermeable a la razón, incapaz de dirigir sus propios asuntos, que exige la presencia permanente de una dirección. La historia de los pueblos colonizados se transforma en agitación sin significado alguno y por ello se tiene la impresión de que en el caso de estos pueblos la humanidad comenzó con la llegada de esos valientes colonos» (21).

Más allá de los duelos y de los sufrimientos físicos, la colonización de asentamiento necesita generar una «vergüenza de sí mismo» y un complejo de inferioridad. Esta dimensión del análisis de Fanon es fundamental para entender las mutaciones de la colonización de asentamiento cuando esta se da cuenta de que no es posible el genocidio físico total, ni siquiera a largo plazo. Puesto que el objetivo de la destrucción total es imposible, se transforma para mantener la relación de dominación y pasa a ser la producción de una «colaboración» de la persona dominada con su propia dominación con la esperanza de mejorar a la larga su situación. En un artículo titulado «Décolonisation et indépendance» [Descolonización e independencia] publicado en El Moudjahid el 16 de abril de 1958 Fanon responde de la siguiente manera a la promesa del general De Gaulle de «un plan de renovación económica, social y moral»: «El pueblo argelino no legitimará la colonización francesa.  Ninguna empresa espectacular nos hará olvidar el racismo legal, el analfabetismo, el servilismo suscitado y mantenido en lo más profundo de la conciencia de nuestro pueblo. Por esa razón, en nuestras declaraciones nunca hablaremos de adaptación o aligeramiento, sino de restitución. […] El pueblo argelino no ha aceptado que la ocupación se transforme en colaboración» (22).

En nuestra opinión, estas palabras son esenciales para todas las colonias francesas actuales (denominadas eufemísticamente «departamentos o territorios de ultramar») y en particular para Kanaky. El objetivo de estos eufemismos es hacer arraigar la idea de que es posible una descolonización sin independencia. Si para Fanon la independencia formal no basta para obtener una verdadera descolonización, esta es imposible sin la independencia. La independencia formal es una condición necesaria, pero insuficiente, de una verdadera descolonización.

Por consiguiente, la violencia total de una colonización de asentamiento, en Argelia, en Palestina o en Kanaky, es a la vez física y simbólica, económica y cultural, política y social, religiosa y civil. Se trata, en el sentido literal de los términos, de sustituir una sociedad por otra, de reemplazar a un pueblo por otro, de destruir una historia para justificar un presente ilegítimo. Por lo tanto, a las víctimas de estas colonizaciones de asentamiento solo les queda una opción: resistir o desaparecer. A día de hoy los anales de la humanidad no conocen ningún ejemplo de pueblos que hayan elegido desaparecer. Inevitablemente la resistencia está presente en unas formas que son a la vez múltiples y evolutivas.

Fanon describe de forma brillante las mutaciones de las formas de la resistencia a medida que el dominio colonial se impone a la sociedad colonizada. Las primera formas de resistencia son lógicamente dependientes de las formaciones sociales y económicas anteriores a la colonización. En consecuencia, serán agrarias y tribales, comunitarias y locales, insurreccionales y de guerrilla. Lo que se enfrenta militarmente son dos épocas de la historia de la humanidad, dos modelos de identificación colectiva (tribal y de confederación tribal para los colonizados; Estado-nación para los colonizadores), dos tipos de tecnología militar, dos concepciones de la guerra. A pesar del desequilibrio de fuerzas, esta resistencia primaria de una sociedad que se niega a desaparecer y que pone todas sus energías en sobrevivir impregnará de forma duradera a los pueblos colonizados. La superioridad militar del colonizador lleva sin duda a la imposición de la colonización, pero el sentimiento de dignidad está profundamente arraigado y se transmitirá de generación en generación.

Tanto en Argelia como en Kanaky la transmisión de la historia de las resistencias a la conquista y después a la colonización fue la base subjetiva sobre la que se levantaron las reactivaciones posteriores de la lucha anticolonial. Así, Frantz Fanon explica que la memoria es una de las formas importantes de la resistencia: «El recuerdo del periodo anticolonial permanece vivo en las aldeas. Las mujeres todavía murmuran al oído de los niños los cantos que acompañaron a los guerrilleros que ofrecían resistencia a la conquista. A los 12 o 13 años los pequeños aldeanos conocen los nombres de los ancianos que intervinieron en la última insurrección y los sueños en los aduares [son] sueños de identificación con tal o cual luchador, y el relato de su muerte heroica sigue provocando todavía hoy abundantes lágrimas» (23). El libro de Alban Bensa, Kacué Yvon Goromoedo y Adrian Muckle Les Sanglots de l’aigle pêcheur. Nouvelle-Calédonie: La guerre Kanak de 1917 [Los sollozos del águila pescadora. Nueva Caledonia: la guerra canaca de 1917] pone de relieve la misma utilización de la transmisión y la memoria como herramienta de resistencia. «Derrotados por las armas, diezmados, dispersados y, sin embargo, todavía allí, es a la palabra y a la escritura a quienes confiaron la tarea de recordar este tiempo», se precisa en la contraportada del libro (24). Tanto en Argelia como en Kanaky el cuento, la canción, la poesía y las leyendas fueron resortes de supervivencia frente a la apisonadora de la colonización de asentamiento.

Otra mutación de la resistencia descrita por Fanon concierne a las dimensiones identitarias, en las que se produce un movimiento doble: de arraigo y de ampliación. En primer lugar de arraigo, porque la persona colonizada percibe el peligro de desaparición y reacciona sumergiéndose totalmente en todo lo que constituye su personalidad histórica, su especificidad cultural, sus diferencias sociales, religiosas y de civilización. Casi instintivamente se acurruca en sus valores, sus ancestros, su religión, etc., para mantener una existencia frente al multiforme genocidio. En el caso de las mujeres, llevar velo se convierte en resistencia, lo mismo que evitar todo contacto con el colono y sus instituciones, igual que implicarse en las djemaas (25), también la religiosidad, etc. Fanon explica lo siguiente respecto al empecinamiento del colonizador en quitar el velo a las mujeres argelinas: «La administración [colonial] precisa: “Si queremos golpear a la sociedad argelina en su constitución, en sus facultades de resistencia, primero debemos conquistar a las mujeres; debemos ir a buscarlas detrás del velo donde se ocultan y en las casas donde las esconde el hombre”» (26).

La misma lógica de arraigo en la costumbre y la tradición como forma de resistencia y de supervivencia se encuentra hoy en el funcionamiento del FLNKS (27), por ejemplo. Para gran incomprensión de muchos activistas occidentales, la designación de delegados en diferentes instancias suscita, entre otras cuestiones, la del respeto de la costumbre. Así, la antropóloga Isabelle Leblic recuerda que en un minicongreso de la región Centro-Sur, los delegados encargados de definir los criterios para designar a los candidatos a las elecciones regionales se inclinaron por la siguiente opción: «Ser un militante activo, conocer bien la costumbre y estar bien integrado en ella, ser capaz de defender las posturas del FLNKS, ser representativo de su región y respetar la norma de no acumular mandatos». Al describir el inicio de las diferentes reuniones, explica la carácter imprescindible del momento de la «costumbre»: «Es la costumbre, el momento de la costumbre. En el espacio vacío en medio de nuestro círculo, acumulamos paquetes de cigarrillos, “tabacs-bâtons”, palitos de tabaco en bruto y compacto, algunos billetes de francos CFP y, sobre todo, manus, esos trozos de tela largos y finos que simbolizan los vínculos entre las personas. Todos nosotros hemos aportado estos objetos. Son signo del respeto que nos debemos todos, que debemos también a esta tierra, la tierra del vallecillo que nos acoge» (28).

A esta primera mutación identitaria, la del arraigo, se añade una segunda, la de la ampliación de la imagen de sí mismo y del grupo de pertenencia. La persona colonizada bajo una colonización de asentamiento toma conciencia muy rápido de la imposibilidad de resistir de forma duradera sobre la base de la tribu e incluso de la confederación tribal. El proceso de identificación nacional frente al colonizador, que ya existe más o menos según los países, se acelera inevitablemente. Frantz Fanon resume así este proceso: «La movilización de las masas […] introduce en cada conciencia la idea de causa común, de destino nacional, de historia colectiva» (29). Igual que en su descripción de la utilización de la costumbre en la vida política por parte del FLNKS, Isabelle Leblic menciona una diferencia respecto a esa misma costumbre en la vida cotidiana: «La única diferencia notable entre ambos tipos de reunión reside en el hecho de que para las costumbres políticas, las “costumbres de llegada” se suelen terminar con el izado de la bandera de Kanaky» (30). Las formas de resistencia pasan así de la tribu a la nacionalidad al tiempo que continúan arraigadas en la historia específica popular. Por su parte, la cuestión de la movilización de la lucha armada proviene a la vez de la constatación de que es imposible que la llamada lucha «pacífica» sea eficaz y de la situación de la relación de fuerzas.

Insistimos en estas mutaciones identitarias y en el trabajo de transmisión de las resistencias porque constituyen una herencia subjetiva sobre la que se despliegan las resistencias posteriores y hacen inevitables estas últimas. No hay una tercera alternativa a la colonización de asentamiento: o se destruye el colonialismo o el pueblo colonizado desaparece. Frantz Fanon concluye que la contradicción es totalmente antagonista: «En el plano del razonamiento, el maniqueísmo del colono produce un maniqueísmo del colonizado. A la teoría del “indígena mal absoluto” responde la teoría del “colono mal absoluto”. La aparición del colono significó sincréticamente la muerte de la sociedad autóctona, el letargo cultural y la petrificación de los individuos. Para la persona colonizada la vida solo puede surgir del cadáver en descomposición del colono» (31).

El campo y los pueblos son el lugar esencial en el que tienen lugar los procesos antes descritos. Al ser sociedades esencialmente agrarias y comunitarias, los países que han sido y/o son víctimas de una colonización de asentamiento sienten el impacto destructivo de esta en primer lugar en el campo, donde vive la gran mayoría de la población. Lo que el geógrafo argelino Djilali Sari denominó «la desposesión de los fellah» [campesinos] (32) y que el director de cine argelino Lamine Merbah llamó «los desarraigados» (33) se concretiza en un inmenso robo de tierra para la colonización de asentamiento y con él la destrucción de las bases materiales de la vida colectiva campesina. Tanto en Argelia como en Kanaky la cuestión colonial empieza con la cuestión de la tierra. Frantz Fanon saca de ahí la conclusión de que el campesinado desempeña un papel determinante en la lucha anticolonial y que es su elemento fundamental. «Está claro que en los países coloniales solo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que perder y todo que ganar» (34), explica Fanon al describir la actitud de estas masas rurales ante la colonización: «Las masas rurales nunca han dejado de plantear el problema de su liberación en términos de violencia, de tierra que hay que recuperar de manos extranjeras, de lucha nacional, de insurrección armada. Es muy sencillo» (35).

También en Kanaky el campesinado es la primera base social del movimiento independentista. Casi el 70 % de la población melanesia del país pertenece al mundo rural. El robo colonial de tierra provocó un descenso constante de la agricultura de subsistencia canaca en la producción agrícola nacional. «Más del 80 % de la producción agrícola de Nueva Caledonia la realizan agricultores europeos situados al sur del archipiélago, en el “cinturón verde” (36) preurbano de Numea», resume el sociólogo Marcel Djama en 1999. Uno de los colores de la bandera canaca, el verde, simboliza este arraigo rural del movimiento independentista. Cuando se fundó en 1984 el FLNKS explicaba así la presencia de este color verde en la bandera nacional: «Es el color del reino vegetal y de las aguas vivas, representa “los verdes pastos”, la comida, el campesinado, el mundo rural. Es el color del despertar de la naturaleza, del despertar de la vida, de la esperanza, de los remedios. Es el emblema de la salvación» (37).

Es también el origen campesino del «lumpemproletariado» urbano lo que lleva a Frantz Fanon a considerar que posee un importante potencial revolucionario que lo convierte en la «punta de lanza urbana» de la lucha. Este campesinado expulsado de su tierra se acumula en las periferias urbanas sin poder ocupar ningún puesto profesional debido al carácter dependiente del capitalismo colonial. La superpoblación agrícola no se transforma en masa en proletariado, sino en «lumpemproletariado»: «Las personas a las que la población cada vez mayor del campo y la expropiación colonial han llevado a desertar de la tierra familiar dan vueltas sin descanso por las diferentes ciudades, esperando que un día u otro se les permita entrar en ellas. En esta masa, en este pueblo de los barrios de chabolas, en el seno del lumpemproletariado es donde la insurrección va a encontrar su punta de lanza urbana. El lumpemproletariado constituye una de las fuerzas más espontáneamente y más radicalmente revolucionarias del pueblo colonizado» (38).

La situación apenas es diferente en el Kanaky contemporáneo. El éxodo rural a Numea ha provocado la acumulación de una población canaca pobre y entre ella de un lumpemproletariado. Miles de habitantes canacos de Numea viven ahora en barracas instaladas en terrenos públicos de la capital. Estos «okupas» sobreviven buscándose la vida y de la agricultura de subsistencia. No es de extrañar que estos lugares okupados de Nuema hayan sido importantes centros de movilización durante la insurrección que sacude Kanaky desde mayo de 2024. El Consejo de Administración de la Société des Océanistes presenta así la situación durante estas revueltas populares: «Muchas de las personas que ahora están calificadas de alborotadoras proceden de poblaciones marginales y excluidas que están formadas esencialmente por personas canacas y otras personas oceánicas. Estas poblaciones pobres, que incluyen también a un lumpemproletariado, surgieron con la urbanización masiva de la Gran Numea en los últimos treinta años. Son las grandes olvidadas y las náufragas de estos acuerdos de Matignon y Numea. ¿Cuántas se habrían quedado en sus pueblos o incluso regresado a ellos si hubieran podido encontrar ahí medios para tener unas condiciones de existencia decentes? En adelante hay que considerarlas, a ellas también, ciudadanía de pleno derecho» (39).

Esta lectura de la estructura de clase de las colonias de asentamiento es, por supuesto, una toma de postura política contra una lectura dogmática del marxismo que lleva a buscar en un proletariado embrionario la base social y la base de ofensiva de la lucha de liberación nacional. Fanon considera incluso que este proletariado poco desarrollado debido a la naturaleza misma del capitalismo colonial dispone de un lugar social incomparable al de los demás componentes del pueblo colonizado: «En los territorios coloniales el proletariado es el núcleo del pueblo colonizado más mimado por el régimen colonial. El proletariado embrionario de las ciudades es relativamente privilegiado. En los países capitalistas el proletariado no tiene nada que perder, él es quien, finalmente, tiene todo que ganar. El los países coloniales el proletariado tiene todo que perder. En efecto, representa la parte del pueblo colonizado necesaria e insustituible para la buena marcha de la maquinaria colonial» (40).

Algunas personas han creído poder interpretar este análisis de Fanon como un rechazo total del planteamiento marxista, mientras que el objetivo del conjunto de su argumentación es destacar la importancia de tener en cuenta unas especificidades del capitalismo colonial (dependiente y extrovertido para servir a los intereses de la economía metropolitana) para comprender la colonización de asentamiento. Por lo demás, Fanon no es el único pensador de la liberación nacional que llegó a esta conclusión. Amilcar Cabral, por ejemplo, considera haber seguido dogmáticamente en un primer momento unos esquemas europeos, lo que llevó al movimiento independentista a un dramático callejón sin salida. Esta valiente autocrítica le lleva, como a Fanon, a defender la importancia fundamental del campesinado en la lucha de liberación nacional: «No puedo pretender organizar un Partido, organizar una lucha a partir de mis ideas. Debo hacerlo a partir de la realidad concreta del país. […] Por ejemplo, al principio de nuestra lucha estábamos convencidos de que si lográbamos movilizar a los trabajadores de Bissau, de Bolama, de Bafata para hacer huelgas, para manifestarse en las calles, los portugueses cambiarían y nos darían la independencia. Era falso. Para empezar, en nuestro país los trabajadores asalariados no son tan poderosos como en otros países. Desde el punto de vista económico, los asalariados no son una fuerza suficiente; en efecto, en nuestro país la gran fuerza económica está en el campo» (41).

Fanon murió demasiado pronto para ser testigo de la independencia de Argelia por la que tanto había luchado, pero, en cambio, fue testigo de las primeras independencias nacionales africanas y con ellas del ascenso de las pequeñas burguesías nacionales que a menudo estaban a la cabeza de las organizaciones independentistas. A partir de la primavera de 1960 fue embajador itinerante para África del Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA) y tuvo la oportunidad de observar de cerca los primeros pasos de estas independencias, desde Congo a Senegal, de Liberia a Guinea, de Mali a Ghana. En el caso del Congo constata con amargura la complicidad de algunos países africanos para aislar y asesinar a Lumumba: «El gran éxito de los enemigos de África es haber comprometido a los propios africanos. Es cierto que estos africanos estaban directamente interesados en el asesinato de Lumumba. [Eran unos] Jefes de gobierno títeres en el seno de una independencia títere a la que se enfrentaba día tras día la oposición generalizada de sus pueblos» (42).

En opinión de Fanon, la complicidad africana en el drama congoleño confirma la constatación que hizo en varios países africanos acerca de una independencia confiscada por la instauración de una nueva era de colonialismo, el colonialismo indirecto, el colonialismo gracias a la mediación de élites africanas que se han convertido en gerentes de los intereses del antiguo colonizador, el neocolonialismo. Las expectativas y esperanzas populares depositadas en la independencia empezaron a verse defraudadas desde los primeros pasos de los nuevos gobiernos: «Los obreros descontentos sufren una represión tan despiadada como la de los periodos coloniales. Los sindicatos y los partidos políticos están prácticamente confinados a la clandestinidad. El pueblo, ese pueblo que lo había dado todo en los momentos difíciles de la lucha de liberación nacional, se pregunta con las manos y el vientre vacíos hasta qué punto es real su victoria» (43).

Para comprender la secuencia de las independencias hay que distinguir, como hemos señalado antes, independencia y descolonización. Precisamente para evitar una verdadera descolonización el colonizador francés promovió bruscamente después de 1956 algunas independencias africanas. El colonizador francés todavía afirmaba una década antes, durante la Conferencia de Brazzaville en febrero de 1944, que «los fines de la obra civilizadora llevada a cabo por Francia en las colonias descartan cualquier idea de autonomía, cualquier posibilidad de evolución fuera del bloque francés del Imperio; hay que descartar la posible constitución, incluso lejana, de autogobierno en las colonias» (44). Se recurre a la represión generalizada para tratar de eliminar cualquier esperanza independentista. Es lo que ocurrió el 8 de mayo en Argelia, en Vietnam en septiembre de 1945 y en Camerún en 1947. Poco más de una década después es París quien defiende la idea de una autonomía a partir de 1956, después de una independencia a partir de 1958 para las colonias de África Occidental Francesa (AOF) y de África Ecuatorial Francesa(AEF). Entre ambos momentos históricos se produce la victoria de los independentistas vietnamitas en Dien Ben Phu, el inicio de la lucha armada en Argelia y Camerún, la Conferencia de Bandung y la derrota anglo-franco-israelí durante la nacionalización del Canal de Suez. El miedo a que se radicalizaran las luchas de liberación nacional llevó al colonizador a transformarse para mantenerse y a promover unas independencias formales, encorsetadas por unos acuerdos económicos y militares que reproducían la dependencia colonial bajo una nueva máscara.

Al describir estas independencias «títeres», Fanon las compara desde 1958 con una independencia real, es decir, una independencia que va hasta una verdadera descolonización: «La verdadera liberación no es esta pseudoindependencia en la que ministros con una responsabilidad limitada conviven con una economía dominada por el pacto colonial. La liberación es la muerte del sistema colonial, desde la preeminencia de la lengua del opresor y la departamentalización hasta la unión aduanera, que en realidad mantiene la acción colonizada en las mallas de la cultura, la moda y las imágenes del colonialista» (45). Destaquemos la referencia a la «departamentalización», que indica que Fanon no se deja engañar por el nuevo discurso colonial de 1946 sobre las «cuatro antiguas colonias», Guadalupe, Martinica, La Reunión y Guayana, que más tarde se ampliará con Kanaky y Polinesia. Fanon, al que tanto había inspirado la obra de Césaire, se diferencia de él al rechazar el «realismo» que había llevado a Césaire a aceptar la lógica de la departamentalización en vez del objetivo de la independencia nacional.

Tres años más tarde Fanon nos ofrece en su obra maestra Los condenados de la tierra una verdadera autopsia de estas independencias «títeres». Define la naturaleza de clase de los nuevos dirigentes de estos Estados «títere»: «La burguesía nacional que toma el poder al final del régimen colonial […] tiene una psicología de hombres de negocios y no de capitanes de la industria. Y es muy cierto que la rapacidad de los colonos y el sistema de embargo establecido por el colonialismo no le permitieron escoger» (46). Describe el tipo de economía que establece esta clase una vez está en el poder: «La economía nacional del periodo de independencia no está reorientada. Se trata siempre de la cosecha de cacahuate, de la cosecha de cacao, de la cosecha de aceituna. […] No se instala ninguna industria en el país. Se siguen exportando las materias primas, se sigue haciendo como los pequeños agricultores de Europa, especialistas en productos sin elaborar» (47). Caracteriza políticamente la función social y política de los nuevos dirigentes, esto es, servir de intermediarios y de agentes de negocios: «La burguesía nacional descubre que tiene la misión histórica de servir de intermediario. Como vemos, no se trata de una vocación de transformar la nación, sino de servir prosaicamente de correa de transmisión a un capitalismo llevado al camuflaje y que se atavía ahora con la máscara neocolonial. La burguesía nacional va a regodearse, sin complejo y muy digna, con el papel de agente de negocios de la burguesía occidental» (48).

La realidad concreta ha dado la razón a Fanon en muchos países africanos. Con frecuencia la independencia fue una carrera por obtener los bienes de los colonos. En unos meses se acumularon riquezas, que a continuación aumentaron considerablemente por medio de una acumulación a la sombra del aparato de Estado. En pocas palabras, el proceso de cristalización de las clases sociales, que antes estaban todas comprimidas por el colonialismo, se aceleró bruscamente para dar nacimiento a una burguesía compradora de negocios y a una clase de grandes terratenientes. A diferencia de Fanon, nosotros caracterizamos a las capas sociales instaladas en el poder por el colonizador como mayoritariamente una pequeña burguesía y, en el mejor de los casos, una burguesía media en el caso de los terratenientes. En nuestra opinión, el proceso de neocolonización consiste precisamente en la transformación de estas capas sociales en clases sociales compradoras (comercial y agraria).

Fanon hace el balance político de este proceso alertando sobre la naturaleza de las organizaciones nacionalistas, sus programas y sus bases sociales. Subraya que las antiguas colonias no tienen ninguna posibilidad de un capitalismo independiente. Los pequeñoburgueses comprometidos en la lucha de liberación nacional tienen que elegir entre traicionar sus ideales o traicionar sus intereses de clase: «En un país subdesarrollado una burguesía nacional auténtica debe convertir en deber imperioso traicionar la vocación a la que estaba destinada, acudir a la escuela del pueblo, es decir, poner a disposición del pueblo el capital intelectual y técnico que ha extraído durante su paso por las universidades coloniales» (49). Semejante «traición» no se produce espontáneamente. Solo puede ser el resultado de una organización política democrática dotada de un programa y de una base social en las clases populares (campesinado y clase obrera), e instituyendo un control desde la base de sus dirigentes.

Amilcar Cabral llegará a la misma conclusión en su tesis sobre el «suicidio de la pequeña burguesía», que expuso en la Conferencia Tricontinental de La Habana en 1966: «La pequeña burguesía solo tiene un camino para no traicionar sus objetivos: reforzar su conciencia revolucionaria, repudiar los intentos de aburguesamiento y las tentaciones naturales de su mentalidad de clase, identificarse con las clases trabajadoras y no oponerse al desarrollo del proceso de la revolución. Esto significa que para cumplir perfectamente el papel que le corresponde en la lucha de liberación nacional, la pequeña burguesía revolucionaria debe ser capaz de suicidarse como clase para resucitar como trabajador revolucionario, plenamente identificado con las aspiraciones más profundas del pueblo al que pertenece. Esta alternativa (traicionar a la revolución o suicidarse como clase) constituye la elección de la pequeña burguesía en el marco general de la liberación nacional» (50).

El colonizador no permanece inactivo ante esta elección. Al acercarse las independencias, multiplica las aperturas, las instancias burocráticas, las comisiones, las sinecuras, etc., con el objetivo de burocratizar las organizaciones políticas independentistas y orientarlas así hacia el neocolonialismo. Hoy en día en Kanaky se yuxtaponen una institucionalización y una burocratización de una parte no desdeñable de la pequeña burguesía, y una radicalización del movimiento popular. Las lecciones de Fanon y Cabral suenan a advertencia y a una llamada a estar vigilantes.

***

Los centenarios de los nacimientos de Lumumba, Malcolm, Fanon y Cabral tienen lugar en un mundo en el que se yuxtaponen la reanudación de la lucha anticolonial (como atestiguan los problemas de Francia en África Occidental, pero también la operación del 7 de octubre en Palestina) y una ofensiva imperialista que se concreta en la multiplicación de las guerras (Irak, Siria, Sudán, Libia, etc.). El mensaje de Fanon es indiscutiblemente moderno en este contexto. Ya sea sobre la naturaleza de la opresión colonial, sobre sus vínculos con el capitalismo y el imperialismo, sobre las resistencias que inevitablemente suscita, sobre la actitud de las diferentes clases y capas sociales respecto a ella, sobre la relación entre independencia y descolonización, sobre la que existe entre descolonización y socialismo, sobre los posibles callejones sin salida y las contradicciones de las luchas de liberación nacional, etc., Fanon sigue siendo imprescindible para quien quiere acabar con el sistema colonial que perdura ataviándose constantemente con nuevas máscaras. Mientras se mantenga la estructuración de nuestro mundo entre un centro imperialista dominante y unas periferias dominadas, Fanon, Cabral, Malcolm o Lumumba seguirán siendo de actualidad.

Notas:

(1) Frantz Fanon, nacido en Martinica, es jurídicamente francés de nacimiento. Al unirse al FLN [argelino] rechaza simbólica y políticamente esta nacionalidad de nacimiento. En sus escritos se expresa como argelino. Por ejemplo, escribe en L’An V de la Révolution Algérienne [El año V de la Revolución argelina, sin traducción al castellano]: «“Los que nosotros, argelinos, queremos…”, “nuestra lucha”, “nuestra causa”, o incluso “nuestra revolución” …». Al morir antes de la independencia, nunca pudo ver que se le concedía oficialmente la nacionalidad argelina. No obstante, fue representante del Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA), lo que indica que las autoridades del nuevo Estado lo consideraban argelino.

(2) Aimé Césaire: Discours sur le colonialisme, Présence africaine, París 2004, p. 9.

(3) Jean-Paul Sartre: Le colonialisme est un système, intervención en un mitin «por la paz en Argelia», Les temps modernes, n° 123, marzo-abril de 1956.

(4) Amilcar Cabral: Fondements et objectifs de la libération nationale et structures sociales, Intervención en la primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, La Habana, 3-12 de enero 1966, en Unité et Lutte, Maspero, París 1980, p. 161.

(5) Samir Amin: Le développement inégal. Essai sur les forations sociales du capitalisme périphérique, Minuit, París 1973.

(6) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, in Œuvres, La Découverte, París 2011, p. 455.

(7) Amilcar Cabral: Fondements et objectifs de la libération nationale et structures sociales, op. cit., p. 159.

(8) Ibidem, p. 159.

(9) Ali Moussa Iye y Khadija Touré (coord.), Histoire de l’humanité, volumen 6, éditions de l’UNESCO, París 2008, p. 1388.

(10) La Melanesia agrupa a Papúa Nueva Guinea, las Islas Salomón, Vanuatu, Kanaky y las Islas Fidji. El término «canaco» designa a la población melanesia de Kanaky.

(11) Jean-Louis Rallu: «La population de la Nouvelle-Calédonie», Revue Population, año 1985, n° 4-5, p. 725.

(12) Kamel Kateb: Européens, «indigènes» et juifs en Algérie (1830-1962). Représentations et réalités des populations, INED, París 2002, pp. 16 y 47.

(13) Djilali Sari: Le désastre démographique, SNED, Argel 1982, p. 130.

(14) Jean Guiart: «Bantoustans en Nouvelle-Calédonie», Droit et Liberté, n° 371, julio-agosto de 1978, p. 14.

(15) Alain Ruscio: La première guerre d’Algérie. Une histoire de conquête et de résistance, La Découverte, París 2024, p. 394.

(16) Charles-André Julien: Histoire de l’Algérie contemporaine, volumen 1, PUF, París 1964, p. 250.

(17) Aimé Césaire: Discours sur le colonialisme, Présence Africaine, París (1955) 2004, pp. 13-14.

(18) Frantz Fanon: Pourquoi nous employons la violence, Discurso pronunciado en la Conferencia de Acra de abril de 1960, en L’an V de la révolution algérienne, Œuvres complètes, op. cit., pp. 413 y 418.

(19) Nelson Mandela: Un long chemin vers la liberté, Fayard, París 1996, p. 647.

(20) Frantz Fanon:«L’Algérie se dévoile», en L’an V de la révolution algérienne, Œuvres complètes, op. cit., p. 275.

(21) Frantz Fanon: Pourquoi nous employons la violence, op. cit., p. 414.

(22) Frantz Fanon: «Décolonisation et Indépendance»,El Moudjahid, n° 22, 16 de abril de 1958, p. 7.

(23) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, op. cit., p. 514.

(24) Alban Bensa, Kacué Yvon Goromoedo y Adrian Muckle: Les Sanglots de l’aigle pêcheur. Nouvelle-Calédonie: la guerre Kanak de 1917, Anarcharsis, Toulouse 2015.

(25) La djemaa es una institución política consuetudinaria formada por representantes de todas las familias de un pueblo y responsable de las decisiones que conciernen a la comunidad y a sus relaciones tanto internas como externas.

(26) Frantz Fanon: L’Algérie se dévoile, op. cit., p. 275.

(27) El Front de Libération Kanak Socialiste [FLNKS, Frente de Liberación Canaco Socialista] es una agrupación de partidos y organizaciones independentistas. Se fundó en 1984 y actualmente está integrado por L’Union Calédonienne [UC, Unión Caledoniana], Rassemblement Démocratique Océanien [RCO, Agrupación Democrática Oceánica], L’Union Progressiste en Mélanésie [UPM, Unión Progresista en Melanesia] y Palika [Partido de Liberación Canaco].

(28) Isabelle Leblic: «De la démocratie à la base: coutume et militantisme kanak dans les années 1985-1986», en Jean-Marc. Regnault (dir.), François Mitterrand et les territoires français du Pacifique (1981-1988). Mutations, drames et recompositions ; enjeux internationaux et franco-français, Les Indes savantes, París 2003, p. 314 y p. 316.

(29) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, op. cit., p. 495.

(30) Isabelle Leblic: De la démocratie à la base: coutume et militantisme kanak dans les années 1985-1986, op. cit., p. 316.

(31) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, op. cit., p. 495.

(32) Djilali Sari: La dépossession des Fellahs, ENAG, Argel 2012.

(33) Les déracinés, Réalisation de Lamine Merbah, Argel marzo de 1977.

(34) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, op. cit., p. 470.

(35) Ibid., p. 523.

(36) Marcel Djama: «Transformations agraires et systèmes ruraux mélanésiens en Grande Terre de Nouvelle-Calédonie»,Revue d’ethnobiologie, n° 41-1, 1999, p. 210.

(37) «Proposition de loi du pays relative au drapeau de la Nouvelle-Calédonie», [Propuesta de ley del país relativa a la bandera de Nueva Caledonia] presentada por el grupo FLNKS, propuesta nº 116, 1 de diciembre de 2022, Congreso de Nueva Caledonia. Actualmente sigue la lucha para que se adopte la bandera del FLNKS como bandera del país.

(38) Ibid., p. 525.

(39) Motion du Conseil d’administration de la Société des Océanistes, se puede consultar en la web de la Société des océanistes : https://www.oceanistes.org; consultado el 22 de enero de 2025 a las 17:04 horas.

(40) Frantz Fanon: Les Damnés de la terre, op. cit., p. 510

(41) Amilcar Cabral: Unité et Lutte, op. cit., p. 66.

(42) Frantz Fanon: La mort de Lumumba: pouvions nous faire autrement?, Œuvres complètes, op. cit., pp. 874-875.

(43) Frantz Fanon: Cette Afrique à venir, Œuvres complètes, op. cit., p.868.

(44) Déclaration finale de la Conférence de Brazzaville, 30 enero-8 febrero1944, citado en Serge Bernstein: La décolonisation et ses problèmes, Armand-Collin, París 1969, p. 33.

(45) Frantz Fanon: «Décolonisation et Indépendance», El Moudjahid, n° 22, 16 de abril de 1958, p. 7.

(46) Frantz Fanon; Les Damnés de la terre, op. cit., p. 544.

(47) Ibid, p. 545.

(48) Ibid., p. 546.

(49) Ibid., p. 544.

(50) Amilcar Cabral: Unité et lutte, op. cit., pp. 168-169.

Texto original: https://bouamamas.wordpress.com/2025/07/03/le-colonialisme-de-peuplement-a-la-lumiere-de-fanon/

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