Recomiendo:
0

Entrevista a Ascensión Cambrón sobre Manuel Sacristán

Sacristán y su «coherencia filosófica entre lógica, ética y política»

Fuentes: Rebelión [Imagen: Ascensión Cambrón. Créditos: Espai Marx]

En esta nueva entrega del Centenario Manuel Sacristán Salvador López Arnal entrevista a Ascensión Cambrón, profesora emérita de Filosofía del Derecho y autora de diferentes publicaciones sobre historia del pensamiento sociopolítico decimonónico español y sobre bionomía jurídica.


Salvador López Arnal.- Salvo error por mi parte, empezaste a estudiar Filosofía en la Universidad de Barcelona a mediados de los años sesenta. ¿Fue entonces cuando conociste a Paco Fernández Buey?

Ascensión Cambrón.- Comencé la licenciatura un poco más tarde, en el curso 1970-71 con el Plan Maluquer. Durante estos años tuve como profesor a Francisco Fernández Buey. Y poco después, como amigo, junto con Neus Porta, con la que coincidí en algunas asignaturas. Con ella compartí posteriormente el tiempo de embarazo (ella de Eloy, yo de Miguel), la ropita y los útiles de atención a los bebés. La relación fluida con ellos perduró hasta su muerte, con visitas frecuentes a la calle Bonaplata.

Salvador López Arnal.- ¿No viviste entonces la experiencia del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona?

Ascensión Cambrón.- Si se entiende como «experiencia» en sentido estricto, no participé en ella directamente, aunque seguí los acontecimientos con atención. Y sí me impliqué en la proyección pedagógica posterior del experimento en la UB, plasmada en la creación de los «comités de curso». En ese momento inicial, conocí a Víctor Ríos, a Oriol Romaní, a Josu, a Àngels Martínez, Carles Fabra, Josep Maria Fradera, Angela Sierra y otros cuatro estudiantes canarios, todos comprometidos con la transformación de la universidad. Más adelante, formé parte del comité de Estudiantes del PSUC, donde amplié el conocimiento, y en el que participaron algunos otros estudiantes de distintas facultades, del Politécnico, de la Universidad de la Central y de la Autónoma.

Salvador López Arnal.- ¿Qué profesores recuerdas de tus años de Facultad? Me parece que fuiste alumna de dos amigos de Sacristán, de Jacobo Muñoz y de Jesús Mosterín.

Ascensión Cambrón.- Considero que en mi formación fueron fundamentales las enseñanzas de los tres. Pero la lectura de los escritos de Sacristán es anterior a mis inicios en la universidad, pues ya había leído Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores (1968), publicado por Realidad en París. Este documento llegó a mis manos a través de un amigo cordobés que estudiaba en la Politécnica de Madrid, amigo y militante del PCE. Ya en la UB la enseñanza de J. Mosterín me desveló las posibilidades epistemológicas de la lógica, completadas con la filosofía de la ciencia. A consolidar la dimensión crítica y rigurosa del pensamiento contribuyeron positivamente las enseñanzas (casi inabarcables) de Jacobo Muñoz sobre la filosofía contemporánea. Estas aportaciones se completaron con las enseñanzas de Paco Fernández Buey, maestro y amigo. Con él profundicé nociones metodológicas importantes para el estudio de figuras históricas, sin falsear el contexto o el contenido de sus aportaciones. Para ello proponía aplicar la hermenéutica que Manolo defendía en su publicación de 1968.

También considero muy significativos en el proceso de mi formación las aportaciones de dos excelentes profesores como Emilio Lledó y Miguel Candel, imprescindibles para el conocimiento tanto de la filosofía y la cultura griega como del pensamiento medieval.

Salvador López Arnal.- ¿Cuándo se inició tu militancia en el PSUC? ¿Qué te impulsó a tomar una decisión tan arriesgada en aquel entonces?

Ascensión Cambrón.- Durante mis últimos años en la residencia de las javerianas de la avenida de la Catedral, las responsables de la congregación organizaban con frecuencia charlas para las chicas residentes sobre temas de actualidad. Eran temas que de algún modo se relacionaban con las líneas teológicas del Concilio Vaticano II, e invitaban a exponerlos, entre otros, a frailes capuchinos, miembros de una comunidad instalada en una capilla de Baix de Sant Pere. Destacaba el fraile José Luis, cuyos planteamientos sociales eran bien aceptados por las residentes. El grupo de asistentes a las charlas adquirió una mayor consistencia al ampliarse a personas externas a la residencia, lo que generó la formación de un grupo. Nos reunimos clandestinamente entre 1968 y 1969 en una sala de la iglesia de Sant Pere de las Puelles. De la mano de José Luis, me vinculé primero con las luchas de las incipientes CCOO y simultáneamente con el PSUC. En 1969 abandoné la residencia junto a dos compañeras y alquilamos un piso en la calle Sant Gervasi de Cassoles, en cuyo entresuelo tenía el despacho Manuel Sacristán. El curso siguiente cambié mi domicilio a la calle Córcega (cruce con Balmes) junto a dos compañeras de militancia. Una de ellas, la periodista Manolita Sanz Ferré, me escribió recientemente, después de leer en la prensa un artículo sobre Manuel Sacristán, en donde me decía lo siguiente: «Llegeixo un llarg article a Cultura de La Vanguardia i penso en tu i en la veneració que li teníem en temps […]. Tu amb fonament, jo d’oïda […]. Sí, un article sobre Manuel Sacristán. Temps era temps […]»[1]. El texto de mi compañera refleja el estado de ánimo que me causaba la cabal comprensión de la filosofía del maestro.

Salvador López Arnal.- A Sacristán, como has comentado, le conociste en 1970, cuando residías en un piso de estudiantes en Sant Gervasi de Cassoles, justo encima de un despacho donde él estudiaba. ¿Qué recuerdas de aquellos primeros encuentros?

Ascensión Cambrón.- A Sacristán lo conocí personalmente al inicio del primer curso de licenciatura, aunque dos años antes llegó a mis manos el folleto de Realidad antes citado, Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores. Muy pronto conseguí la versión en catalán traducida por Ramon Folch i Camarasa. Su lectura y mis reflexiones habían motivado que adquiriera el extenso libro de Gustavo Bueno en el que objetaba la propuesta de Sacristán. Pero le conocí en persona porque un camarada no universitario me informó que en el edificio en el que yo residía, Sacristán tenía su estudio en la primera planta. Una mañana llamé a su puerta, me presenté y le trasladé mis impresiones sobre el contenido del libro y los interrogantes que me había generado. Enseguida se ofreció a colaborar y me recomendó un listado de textos para leer, que yo pasé a recoger al día siguiente. Iniciamos así una relación fraterna en la que además de detallarme sus conocimientos, fue desgranando confidencias de sus diferencias políticas con la dirección del partido y de algunas experiencias poco gratas con destacados intelectuales. También me explicó otras cuestiones que no he podido olvidar como, por ejemplo, las circunstancias de la caída en Madrid de Julián Grimau y su condena a muerte. Me describió también la escasa respuesta de los intelectuales a la convocatoria de protesta tras su asesinato en la plaza de Cataluña.

También recuerdo haber participado en la recogida de dinero para comprar medicinas para los defensores del pueblo vietnamita contra los norteamericanos en Vietnam. Manolo me puso en contacto con una hija de Joan Comorera, a la que acompañé a consultas de médicos progresistas en la parte alta de la calle Muntaner con esa finalidad. A punto de finalizar la licenciatura, residiendo Manolo en la avenida Diagonal y yo con mi familia en el barrio de Les Corts, continuamos la relación en las actividades organizadas por la asociación de vecinos. A estas reuniones asistía Vera, y también su padre de tarde en tarde.

Residente ya en Galicia y como profesora interina en la enseñanza media pública, me presenté en Barcelona a una convocatoria de oposiciones durante el verano de 1978, y pude contar con la presencia de Manolo durante la exposición del tema de lógica que me había correspondido por sorteo.

También me ayudó Sacristán a trazar las líneas generales de un proyecto de tesis doctoral sobre la filosofía de J. Ortega y Gasset. Fue un proyecto que hube de abandonar por las dificultades que entrañaba atender a un hijo pequeño, a la carga docente y a las dificultades para departir sobre los avances en la investigación. En ese tiempo, nuestra relación se había transformado con la mediación de Paco Fernández Buey y de Juan-Ramón Capella, una amistad que ha perdurado hasta el fallecimiento sucesivo de los tres maestros y amigos.

Salvador López Arnal.- ¿Conociste también a Giulia Adinolfi?

Ascensión Cambrón.- A Giulia la conocí casi al mismo tiempo que a Manolo, porque por entonces frecuentaba el estudio de su compañero, a media mañana, para saber cómo se encontraba y para llevarle algo ligero de comer. Poca conversación mantuve con ella hasta que se publicó el primer número de mientras tanto (1979) en el que aparece su nombre en el consejo de redacción y su artículo «Sobre las contradicciones del feminismo» (pp. 15-17). Como he comentado antes, todos residíamos en el barrio barcelonés de Les Corts. Pudimos participar en la asociación de vecinos y con frecuencia coincidía con Vera, algunas veces con Manolo, pero nunca con Giulia.

Salvador López Arnal.- Permíteme que insista en un punto ya comentado. Tu trato con Sacristán se fue estrechando a lo largo de la licenciatura y, finalizada esta, él te ayudó a elaborar tu proyecto de tesis doctoral sobre Ortega y Gasset. ¿Fue así?

Ascensión Cambrón.- Sí. Terminé la licenciatura en junio de 1975, pero el «místico» profesor Canals se negaba a dar por válidas las notas puestas por los profesores PNNs (interinos). Mantenía retenidas las actas y, mediante chantajes, nos sometió a los y las estudiantes a mantener una entrevista personal en su despacho. Hicimos lo que pudimos, pero al final tuvimos que «pasar por el aro». Resultado de ello fue que hasta el 20 de diciembre de 1975 no nos despacharon el título.

Durante estos meses nuestra relación se fue consolidando, aunque con interrupciones, porque Manolo no gozaba ya de buena salud. Comentaba con él algunas publicaciones de historia de la filosofía en las que aparecía su nombre como encargado de la colección, pero no de la traducción y le trasladaba la intención de leerlo. Pero a veces me desaconsejaba su lectura por el poco interés del contenido del libro. Yo tenía amplias lecturas de J. Ortega y Gasset y él me sugirió que hiciera unas calas en algunos de sus escritos para perfilar el tema y el método de trabajo. En el trato con él pude confirmar su coherencia filosófica entre la lógica, la ética y la política, lo que en conjunto justificaba sus críticas tanto a los análisis como a las propuestas y a las tácticas de los eurocomunistas y de otros muchos izquierdistas que pululaban en el ámbito intelectual.

Salvador López Arnal.- Has hablado del interés que tuvo para ti su texto del verano de 1967, publicado en febrero de 1968, «Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores». ¿Qué destacarías de este texto tan controvertido?

Ascensión Cambrón.- La lectura comprensiva de este texto me proporcionó la posibilidad de corregir, precisar y sustituir los conceptos estándar de marxismo (Diamat y/o Althusser) de los que yo partía. La inmersión en esa nueva construcción teorética me permitía integrar el procedimiento de la obtención de conocimiento, su objetivo crítico y, a la vez, su relación con las prácticas humanas, los códigos de valores y los fundamentos que las personas sostienen. Este esquema venía acompañado de importantes claves epistemológicas y lógicas ínsitas en las ciencias sociales precisas para, sobre ellas, situar el conocimiento de la historia, la sociedad y de la lucha de clases. Partiendo de estas enseñanzas no me era fácil ni convincente explicar las propuestas políticas del PSUC a los aspirantes a militantes del partido. Estoy segura que yo ponía fuerza en los argumentos para su adhesión al marxismo y sus objetivos, pero también estoy segura que dejaba en la penumbra promesas tácticas que me parecían la cuadratura del círculo.

Con el tiempo,fui completando en extensión la propuesta matriz de Manolo con los planteamientos de Paco Fernández Buey y Juan-Ramón Capella.

Salvador López Arnal.- Coincidiste con él, como decías, en una Asociación de Vecinos que agrupaba a los barrios donde vivíais…

Ascensión Cambrón.- En el barrio de Les Corts existía una asociación de vecinos muy activa y a las reuniones periódicas que convocaba el presidente acudían algunas veces Manolo y otras Vera. En ella había una amplia participación de los afiliados al PSUC, por lo que cuando acudíamos a las reuniones llevábamos preparados los planteamientos que nuestra organización proponía para el barrio.

Salvador López Arnal.- Al trasladarte tiempo después a Galicia, ¿seguiste relacionándote con Sacristán?

Ascensión Cambrón.- Mi traslado a Galicia modificó mis proyectos. Durante el curso 76-77 me habían contratado como profesora interina en el instituto de Martorell. Ese verano mi esposo obtuvo por oposición una plaza en Santiago de Compostela, por lo cual, en septiembre cerramos el piso de María Barrientos y nos trasladamos a Compostela. Como la enseñanza no estaba todavía transferida a las comunidades autónomas, en Galicia yo tenía derecho a un empleo de interina. Me lo dieron, pero no en Compostela sino en A Coruña. Esta circunstancia motivó que tuviera que viajar a diario de una ciudad a la otra. Mi vida se complicó porque sólo en viajes tardaba cuatro horas, por lo que hube de renunciar a trabajar en el proyecto de tesis. (Sin embargo, pronto aprendí a frecuentar la rúa del Franco a tomar las familiares tacitas de vino de finales de semana). En el segundo año, la vida se normalizó un poco y pude matricularme en los cursos de doctorado de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Seguí militando igualmente en el PCE gallego, donde no encontré el marco político y organizativo participativo, aunque seguí como afiliada algún tiempo, pero pude desarrollar una intensa actividad en el sindicato de CCOO de enseñanza. Durante estos años, seguí en contacto con Manolo mediante visitas cuando viajaba a Barcelona y a través de Paco Fernández Buey y Juan-Ramón Capella. Cuando falleció Giulia, le trasladé mis condolencias y conservo la carta que me escribió de acuse de recibo.

Salvador López Arnal.- Este año, el primer centenario de su nacimiento, le estamos recordando con más intensidad. Desde el punto de vista de una filósofa del Derecho como eres tú, ¿qué destacarías especialmente de su obra?

Ascensión Cambrón.- Para quien como yo ha pretendido actuar como una marxista por el socialismo, en los términos expuestos por Manolo a lo largo de mi trayectoria profesional y vital, plasmando y activando esos principios al estudio de la filosofía del Derecho, los objetivos críticos de mi docencia han basculado, en primer lugar, destacando la importancia de la precisión del lenguaje. Y, en segundo lugar, explicitando el método y las categorías jurídicas empleadas, su naturaleza convencional e histórica. Asimismo, se han de añadir otros dos rasgos imprescindibles en esta materia: la ética y la política. Sin su consideración, es imposible presuponer y explicitar la legitimidad para luchar con el derecho por una sociedad más justa. No tengo marcadores de las valoraciones estudiantiles de mis actividades docentes, aunque tengo señales de lo poco que les gustaban a ciertos mandamases de la UDC, como a su rector, José Luis Meilán Gil, quien, mientras fue rector, no desperdició ocasión para actuar en mi contra. O sea, que en tiempos más democráticos que los que vivió Manuel Sacristán, quienes modestamente hemos seguido sus enseñanzas, también hemos experimentado el sectarismo de aquellos mandamases.

Salvador López Arnal.- ¿Quieres añadir algo más?

Ascensión Cambrón.- En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento a quienes han realizado el esfuerzo de organizar este año en recuerdo de Manuel Sacristán y desvelar el valor de la persona y su integridad moral, el alcance político e intelectual de sus aportaciones y mi satisfacción por haberme invitado a participar. En segundo lugar, quiero añadir mi deseo de que, finalizado este año, los resultados exitosos de este esfuerzo no pasen al olvido, sino que se puedan concretar en revalidar los presupuestos de Sacristán en un esfuerzo por alcanzar una sociedad con menos desigualdades, injusticias y miserias.


Notas

«Leí un lago artículo en Cultura de La Vanguardia y pensé en ti y en la veneración que le teníamos en aquel tiempo […]. Tu con fundamento, yo de oídas […]. Sí, un artículo sobre Manuel Sacristán. Tiempos aquellos […]».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.