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Jóvenes en la política, la economía y la cultura

Fuentes: Rebelión

Los jóvenes en Colombia (14-28 años) son un actor central, relevante, creativo, vulnerable, unas veces autónomos, otras silenciosos, perseguidos, acosados, amenazados por la guerra, el desempleo, la clientelizacion, la corrupción, las mafias. En la historia son el mayor potencial creativo, económico, político y cultural, el presente y el futuro de la nación. En cifras son la cuarta parte de la población, cerca de la mitad trabaja (47%) en la formalidad son un 10% más hombres que mujeres y en la informalidad un 20% más mujeres que hombres. El 15% son desempleados. 2. 5 millones asiste a la educación superior (1.5 millones en la pública) con numero similar de hombres y mujeres, se calcula que con un título hay cuatro veces más oportunidades de empleo que quien no lo tiene, el resto va a la escuela o la calle. Los jóvenes tienen menos garantías de salarios y estabilidad en un empleo formal. Los que van a la universidad hoy tienen la oportunidad de obtener más títulos que sus antiguos profesores, pero no exactamente mejores empleos con estabilidad y mejores garantías.

En la economía son vulnerables por el alto desempleo, informalidad y riesgo de pobreza, pero son la esencia de nuevas actividades (digital, creativa, comercios, consultorías, ventas, diseño, música, artes). La precariedad limita su bienestar, pero al Estado, organizado y conducido con la lógica medio colonial poco le importa, se ha negado a crear políticas y más bien ha distorsionado o encubierto su incapacidad con falsas expectativas como ser pilo paga, sacúdete al empleo, estatuto de ciudadanía juvenil o la “economía naranja” acompañada de “mañas y marañas” burocráticas, de insuperables tramites de formalización, interferencias, con más de tributos y negaciones que estímulos.

En política son casi la cuarta parte del censo electoral (23%) y tres cuartas de los participantes en las movilizaciones sociales, destacándose su capacidad de resistencia en el estallido social, reprimido brutalmente por el Gobierno de Iván Duque y que permanece en total impunidad, a pesar de que hubo jóvenes asesinados, cerca de 80 mutilados en sus ojos, torturas, abusos, falsos judiciales y jóvenes en prisión, con encubrimientos del congreso, tribunales, medios de comunicación, fiscalía de entonces, policía, defensoría, entre otros. La respuesta institucional para atenuar el estallido fue crear “para ellos”, “pero sin ellos”, los consejos de juventud, en 2021, que no convocan su atención, como lo muestra su reducida participación electoral que no alcanza un 10%, y al contrario anuncia el fracaso de derechas y ultraderechas que buscaban captarlos y callarlos. En el plano institucional en cargos, partidos y consejos su presencia es débil. Políticamente su fuerza es contundente en protestas globales y focalizadas, redes, resistencias, eventos masivos y en general como dinamizadores de la agenda pública sobre cambio climático, transición energética, paz, derechos sexuales, despatriarcalización, educación y empleo juvenil, desde grupos, movimientos y colectivos estudiantiles, de barrio o actividad como el rap o el muralismo, sin mayor interés por la afiliación política a partidos y empresas electorales, por carecer de legitimidad ante ellos y que a pesar de actuar contra ellos y rechazar sus iniciativas, proyectos y reclamos laborales, educativos, de salud, los llaman a estar de su lado.

La voz de los jóvenes es la más potente y de mayor capacidad para consolidar la idea de pueblo en el poder y de consolidar una vanguardia del cambio simbólico y efectivo. Son autores y a la vez audiencia de nuevos lenguajes estéticos (música urbana, cine, murales, contenidos digitales) y de nuevas referencias éticas, de solidaridad y luchas por agendas públicas (memoria, género, medio ambiente) y de unidad política popular mediante redes sociales y prácticas artísticas, que los convierte en brújula simbólica de los cambios sociales y la toma de decisiones en proporción a su capacidad.

Las interacciones entre política, economía y cultura de los jóvenes reflejan que la precariedad económica reduce su capacidad para dedicar esfuerzos y tiempo a la política organizada o a proyectos culturales de largo aliento y la fragmentación popular dificulta la construcción de liderazgos estables para la paz y el bienestar colectivo. Su lucha es también contra la mercantilización cultural que tiende a convertir la creatividad en mercancía antes que en esfera de reconocimiento social pleno, pero les corresponde a ellos construir poder desde abajo, buscar cerrar la brecha entre su presencia simbólica y su capacidad de poder efectivo y rechazar y denunciar la precarización, discriminación y clientelizacion laboral, recién negadas por la política tradicional del congreso; consolidar mecanismos de representación democrática que no dependan solo de la partidocracia, elecciones y corrupción, incluidas en la reforma política, también negada por los mismos poderes clientelizados y; promover la des-tramitología de formalización y financiamiento para la economía creativa juvenil con respaldo del Estado y de los bienes públicos y reducir la dependencia laboral del sector privado y sin garantías.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.