“El fin del terrorismo no es solamente matar ciegamente, sino lanzar un mensaje para desestabilizar al enemigo.”
Umberto Eco
La guerra en Colombia ha arreciado, aunque no parezca. Bajo el embrujo del cambio, los niveles de atención de la opinión pública están concentrados en las novelas del gobierno y los dramas electorales. Poco se sabe de la realidad y la ficción gobierna la fabricación del sentido común.
Mientras tanto los operativos de las fuerzas militares en alianza con grupos paramilitares y mercenarios comprados de las organizaciones que supuestamente se autodenominan revolucionarias, siguen desarrollando actividades de asedio, presión, hostigamiento y asesinato en diferentes regiones del país.
El país se sigue desangrando ante el escalonamiento del conflicto armado en los territorios, especialmente de las zonas rurales mas apartadas, que lamentablemente son silenciadas con las cortinas de humo y las omisiones prefabricadas de los medios de comunicación hegemónicos que no permiten abrir campo a las informaciones que se nos cuentan con la misma suerte de ser publicadas y difundidas, sobre todo si éstas se refieren a denunciar la mano de sangre que compromete la política de la seguridad humana del actual Gobierno.
Los bombardeos de la “seguridad humana”
En campaña, el otrora candidato presidencial Gustavo Petro, se jactaba de señalar que su modo de resolución del conflicto armado distaba de la dinámica repetitiva que siempre conducía al error y al alto costo de perdidas humanas en la confrontación. Se refería a su critica a los bombardeos, los ataques indiscriminados por tierra y aire de la fuerza pública que solo dejaban destrucción y desolación en la población civil.
El hoy presidente de la república del Gobierno del cambio, ha retomado la misma dinámica que decía criticar a sus enemigos políticos y bajo el pretexto de golpear definitivamente la criminalidad armada, ha decidido no dirimir los objetivos, romper la distinción entre población civil y grupos armados establecidas en el Derecho Internacional Humanitario (DIH), como tampoco diferenciar entre menores civiles en los operativos militares.
El Gobierno del cambio ahora repite la misma formula que en su momento, el ministro del Gobierno de Iván Duque, Diego Molano, justificó sobre las muertes de menores en bombardeos contra las FARC, llevados a cabo en el 2021, señalando a éstos como “máquinas de guerra”, que al cometer delitos contra el Estado “dejan de ser victimas cuando se convierten criminales”.
El actual ministro de Defensa, Pedro Sánchez Suárez, señaló que lo bombardeos tienen toda la legitimidad dado que “quien se involucra en las hostilidades pierde toda protección sin distinción alguna, recordemos claramente que lo que mata no es la edad, es el arma en sí”. El mismo Gustavo Petro ha reconocido que la muerte de los menores se debe a la necesidad de respaldar la operación de veinte soldados, que supuestamente estaban en riesgo de ser asesinados por la ofensiva bélica de ciento cincuenta hombres de las FARC.
Equipar la vida de hombres armados, a menores indefensos so pretexto de la necesidad de defensa y protección por cuenta de la inevitabilidad de un enfrentamiento, es una manera cínica que poco sirve para salir al paso a un crimen de lesa humanidad perpetuado por el terror del Estado y dirigido por el presidente que se autoproclama el primer humanista de la nación.
Maicol Andrés Perez Avila tenia 16 años de edad, Deiny Lorena Beltran Mendoza, 16 años, Martha Elena Abarca Vilchez, 17 años, Dani Santiago Leyton Cuellar, 15 años, Caren Smith Cubillos Miraña, 13 años. Ellos murieron en los bombardeos de la seguridad humana del Gobierno del cambio, llevados a cabo la primera semana de noviembre de este año en el Guaviare por la Fuerza Aérea, para supuestamente liquidar los objetivos de alto valor de la disidencia de las FARC.
Petro el líder contra los bombardeos en Gaza, el humanitario de las naciones unidas, arremete contra sus infantes nacionales, sin la mínima consideración de sus edades y sus situaciones sociales y económicas. Critica a Netanyahu, pero actúa como él en su propio territorio. Tenemos por comedia y tragedia un jefe de Estado. En la ONU, Petro es recordado por sus grandilocuentes discursos para ganar audiencia ante los diferentes jefes de estado del mundo, a fin de persuadirlos en la necesidad de parar la guerra de Israel contra los palestinos, llevar a juicio a Netanyahu ante tribunales por crímenes de lesa humanidad. Todo un mesías inmolado por una justa causa internacional.
Mientras tanto en Colombia actúa como el Herodes contra la infancia de las zonas rurales, castigándolos por haber nacido en territorios en los que el abandono del Estado no ha dado más remedio que reproducir la guerra como opción critica a la falta de oportunidades. Sin duda, la acción de la fuerza pública está orientada a generar terror dentro de la población civil, reproduciendo un plan de acción contrainsurgente que está enfocado en la coacción y la presión psicológica para debilitar la base insurgente que supuestamente alimenta la presencia orgánica de las organizaciones revolucionarias armadas en los territorios del orden nacional.
Contrainsurgencia progresista en ascenso
La contrainsurgencia progresista se fortalece en complicidad del mercenarismo que dentro y fuera de las fuerzas armadas opera, bajo la alianza de sectores paramilitares y de supuestos grupos que se denominan revolucionarios, pero que en la práctica colaboran con el establecimiento a cambio de títulos mineros y de tierras que ahora se reparten como botín, tras las mesas de diálogo que ficcionalmente se han montado para darle legitimidad a la moribunda política de paz total.
Mientras tanto, la población sufre y el silencio se mantiene con la complicidad de sectores de la izquierda que poco o nada le interesa la suerte de estos. En octubre pasado, el Gobierno bombardeo en el Amazonas zonas rurales bajo la misma tesis de la persecución al EMC de las FARC, dejando como saldo cuatro menores asesinados Endy Taminuca de 12 años, Javier Alcides Abarca Vilches de 15 años, Vanesa Martínez de 11 años y Ronald Estiven Macuna de 17 , noticia que poco se ha difundido por medios de comunicación y que evidencia la práctica recurrente ordenada por el presidente a sus fuerzas militares.
El terror de Estado está desatado, la fuerza pública tiene claras instrucciones de generar miedo a toda costa y sin reservas de los medios para causar afectaciones psicológicas a la población civil y a los combatientes. El respeto por las más elementales normas del DIH está siendo violadas en medio de la confrontación. Hace un mes y medio se conoció en el Cauca, la denuncia de la incineración dentro de una camioneta de Angie Paola Tovar, estudiante universitaria que, junto a Adrián Marcillo, fueron ajusticiados por el Ejército Nacional, cuando se desplazaban cerca al sector del Túnel de Piendamó el día 27 de agosto del presente, bajo el supuesto de ser presuntos miembros de la FARC- EP.
Mientras todo esto sucede, la cortina de humo mediática está concentrada en distraer la atención de la población, con la idea que estamos en un momento de tranquilidad y que los hechos ocurridos son aislados, que nada corresponden a la intensificación de la conflictividad armada y social en el país. Sin duda, hay sincronía entre el terror de Estado y la desinformación. Silencio, desviación de la información y una falsa sensación de tranquilidad coincide con la dinámica de ocultamiento que le prevé a los operativos contrainsurgentes todas las licencias para sus vejaciones.
Alineamiento por coacción: el cambio del Gobierno del cambio
Petro está atrapado por la ultraderecha norteamericana y cede a las pretensiones injerencistas. Tal disposición procede del cobro que la Casa Blanca ha hecho ante el desafío del Aureliano de la casa de Nariño de pretender convertirse en el adalid de la política anti imperialista del continente con su bandera pro Palestina como principal bastión de su ofensiva diplomática.
Para la Casa Blanca el desafío de Petro no representa peligro alguno sino oportunidades para alinear sus posiciones con los subalternos rebeldes, máxime si sus enemigos tienen rabo de paja con temor de acercarse a la candela. La inclusión de la familia Petro y sus cercanos colaboradores en lista Clinton, es tan sola una de las tantas medidas que, en la política de torniquete de los republicanos, han venido operando con éxito en medio del ocaso del Gobierno del cambio para presionar un alineamiento y la vuelta al carril del establecimiento colombiano.
Petro menospreció la respuesta norteamericana hasta que se quedó solo en la ofensiva diplomática frontal, dado que, si bien el caso Palestino es mediáticamente estratégico, políticamente nadie está dispuesto a escalar la confrontación con la Casa Blanca y menos con la variabilidad política de Trump que puede llevar a situaciones no previstas y de impactos colosales.
A ello, se suma la desalineación que trae consigo el caso de Venezuela en la región. La política del Gobierno del cambio con relación al hermano país ha ido poco a poco alineándose a los intereses norteamericanos. Cada vez hay menos respaldo al Gobierno de Maduro, poco reconocimiento a su legitimidad y una actitud de neutralidad benévola a la injerencia de Trump en los temas militares y su despliegue naval en el Caribe. Petro ha sido ablandado por suerte de una presión dentro y fuera que la Casa Blanca ha sabido matizar en este último periodo que le queda al Gobierno nacional.
Es este sentido es que se puede entender la ofensiva militar contra las FARC-EP. Se necesita un chivo expiatorio, un motivo para movilizar fuerzas y activar la presencia militar norteamericana, en especial del Comando Sur, todo esto para ambientar el escenario bélico contra Venezuela, un distractor justificatorio para preparar la intervención. El despliegue va con una idea de alinear posiciones ante el evidente descrédito de la política de paz de Trump en medio oriente, a raíz del fracaso del supuesto acuerdo entre Hamas e Israel. El escenario de incidencia vira a América Latina porque el campo de ultraderecha está a favor de los intereses gringos.
Petro lo sabe, como también es consciente de que la continuidad de su proyecto está virando más allá de su control y por eso asegura su futuro entregando el de otros, como el caso de Venezuela. Salvarse enterrando el proyecto también es una opción para sobrevivir. Así funciona la pragmática del cambio gatopardista: “que nada nada cambie para que todo cambie”.
La complicidad silente y conveniente de la izquierda
No es electoralmente correcto señalar al jefe de Estado en fase de exterminador porque ello afecta los balances de opinión de las encuestas. No es conveniente señalar los errores de la política de la seguridad humana, porque es también inadmisible reconocer el fracaso fehaciente de la política de paz total del Gobierno del cambio.
A pocos días de haberse realizado la consulta del Pacto Histórico, sería lamentable para el candidato de las víctimas, el senador Iván Cepeda, tener que cargar con los juicios sobre las muertes de menores durante el Gobierno que apoya, defiende y que incluso aspirar a continuar como su representante en la primera jefatura del Estado. A palabras necias, electorado sordo. Tal es la racionalidad pragmática de la izquierda de la verdad, la justicia y la reparación.
Pero los hechos militares no necesariamente representan victorias políticas y el arte de la guerra está en no perder la política como centro de toda acción, incluso la bélica, más cuando ello repercute en los ambientes electorales. Creer que el silencio y la complicidad puede llevar a la izquierda a una ventaja relativa sobre la derecha y la ultraderecha es una ingenuidad altamente costosa para el escenario que se avecina.
La neutralidad de los partidos tradicionales de la izquierda y de los supuestos movimientos políticos y sociales que acompañan el Gobierno del cambio, va a salir muy costosa si realmente todo esto termina alentando el escalamiento del conflicto a niveles inimaginados a nivel nacional y con posibilidades de una confrontación internacional entre EEUU y Venezuela con el patrocinio y la neutralidad benévola de nuestra actual política internacional.
Si la bandera de la solución política pierde totalmente fuerza en la actual coyuntura, el espiral bélico no tendrá de otra que el reavivamiento de fuerzas de la ultraderecha que están cogiendo fuerza en el continente. Seria un fuerte golpe a la transición política retornar a los escenarios del recrudecimiento del conflicto social y armado y un proceso de mediana duración insostenible para cualquier perspectiva que pretenda abrirse paso por las vías de la democracia burguesa.
Lenin señaló alguna vez que: “si es parte del problema, se es parte de la solución”. Tal parece que la izquierda ha perdido ese rumbo, no quiere asumir el problema y solamente ver en las elecciones la única solución. Oportunistamente amnésica sobre su pasado insurgente y reticente a la idea de la subversión social, la izquierda está atada en el porvenir de la inacción de masas y en el silencio cómplice para no comprometer su electorado. Sin embargo, ya Gramsci lo advertía cuando en la Italia del ascenso del fascismo decía que: “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.
Se avecinan tiempos difíciles y ya no habrá tiempo para la complicidad con los enemigos y la indiferencia con los que nos necesitan. Ojalá no sea demasiado tarde.
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