Ha llegado septiembre y ese sabor a primavera extraviada nuevamente está en el ambiente. A 33 años del golpe militar que puso fin al proyecto de transición al Socialismo encabezado por Salvador Allende, se han multiplicado las reflexiones al respecto, las falsas lisonjas, las antiguas soberbias y la cada vez más viva impunidad. Sin embargo, […]
Ha llegado septiembre y ese sabor a primavera extraviada nuevamente está en el ambiente. A 33 años del golpe militar que puso fin al proyecto de transición al Socialismo encabezado por Salvador Allende, se han multiplicado las reflexiones al respecto, las falsas lisonjas, las antiguas soberbias y la cada vez más viva impunidad. Sin embargo, lo que se necesita es hacer un homenaje, pero no un homenaje de lágrimas encendidas, sino un homenaje de manos empuñadas dispuestas a asir con firmeza las banderas legadas por quienes decidieron entregar su vida para construir un Chile justo, sin privilegios.
El 11 de septiembre no fue una mera interrupción de nuestra tradición republicana, no fue un pronunciamiento que puso un paréntesis a la democracia, el 11 de septiembre fue la manifestación más radical de una clase privilegiada dispuesta a hacer uso de cualquier medio -lo que incluía la tortura, la sangre y la cobardía- para evitar que esos privilegios e intereses fueran puestos en riesgo por los siempre postergados, los siempre explotados, esos que producen la riqueza, pero que no la disfrutan, esos que un 4 de septiembre de 1970 quisieron ser gobierno. Es por esto que resulta indignante analizar la política de derechos humanos de los últimos gobiernos de la Concertación, basada en medidas compensatorias de carácter económico y de reconocimiento a las víctimas, pero que, sin embargo, han perpetuado la impunidad. La compensación no puede ser a cambio de menos justicia. Pues, no se puede llenar con dinero lo que debe ser llenado con justicia.
Asimismo, creemos que es necesario dejar de limitar a los derechos humanos a la tortura, la desaparición o el asesinato. Los DDHH son violados todos los días en nuestro país, porque la educación, la salud, la vivienda digna, la igualdad, el trabajo también son DDHH; nunca se han respetado los DDHH bajo el régimen capitalista, prueba de ello es la mala distribución de riqueza que existe, no sólo en el país sino que en el mundo. Es por esto que planteamos que la demanda por verdad y justicia está antecedida por la demanda por Justicia Social, mientras ella no exista no puede haber reconciliación. Hoy, asimismo, hay que rendir un homenaje a los hombres y mujeres que levantaron no sólo sus voces para gritar Democracia, para gritar Socialismo. Rendimos ese homenaje no con luto -porque, como decía Alí Primera, los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos-; sino con la alegría que nos da asumir el proyecto allendista como un proyecto inconcluso que está llamado a ser completado por estas generaciones.