Escasos ocho meses de gobierno lleva el presidente Gustavo Petro al frente de la primera magistratura del país y ya la rancia oligarquía ha empezado a configurar su macabro juego de erosionar su gestión y restarle credibilidad y legitimidad en los más insospechados frentes.
En el frente político, verbigracia, le metieron tantos micos a la reforma política que quedó convertida en una suerte de parque natural africano. Ante semejante despropósito bien hizo el gobierno nacional con retirar dicho adefesio que terminó convertido en una deshonra y en una vulgarización extrema del ejercicio político si se aprobaba.
Con la reforma a la salud parece que sucederá lo mismo, pues entre negociación y negociación ha terminado descafeinada la iniciativa original y ahora cada partido que se «autoproclama del bloque de la gobernabilidad» presentará su propio proyecto de reforma. Dicho en otros términos, hemos pasado de tener un único proyecto a tener una miriada de proyectos de reforma a la salud.
Sin duda, con esta jugadita pretenden políticos de profesión y oficio como Germán Vargas Lleras, Efraín Cepeda y Cesar Gaviria Trujillo convertir la actual reforma impulsada por la valiente ministra Carolina Corcho en algo amorfo, insustancial, intrascendente y, sobre todo, si es que de mantiene en pie, en algo que no altere la acumulación originaria de capitales de las tramposas y mafiosas EPSs, las cuales se han enriquecido a costa de negar un adecuado derecho de salud a la ciudadanía.
Si finalmente Cambio Radical, el Partido Liberal, Conservador, de la U y el Centro Democrático presentan cada uno de ellos su proyecto de reforma a la salud, esto tendrá como firme propósito ahogar la iniciativa del gobierno de Gustavo Petro, lo cual en estricto sensu es laminar el proyecto de reforma que la ciudadanía construyó a múltiples voces de modo democrático y popular y cuya cabeza visible y doliente primera es la ministra Corcho.
Como antecedente de esto, hay una política de acoso y derribo orientada a pulverizar a algunos integrantes del gobierno utilizando el mecanismo de la moción de censura. Contra Irene Vélez Torres –ministra de Minas y Energía– lo han intentado de manera fallida en dos ocasiones.
El ataque en su contra está motivado, hay que decirlo de modo claro, por atreverse a cuestionar los fundamentos de la acumulación de riqueza basada en las energías fósiles –petróleo, gas natural y carbón–, altamente contaminantes y depredadoras, y querer pasar a un modelo de energías limpias o renovables.
En el congreso de la república hemos sido privilegiados testigos de los fieros y despreciables ataques contra esta ministra, la cual a pesar de las invectivas y agravios de congresistas del establecimiento y sus medios afines, ha sabido enfrentarlos y salir airosa. Así, representar al gobierno de la vida implica enfrentar con firmeza y decisión el hacer tránsito de una economía de la muerte y la depredación, a una de la vida y el cuidado del ambiente para las futuras generaciones.
Lo paradójico de todo esto es que, mientras unos congresistas ecocidas se van lanza en ristre contra Vélez Torres, Fatih Birol, Director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, manifiesta estar en total desacuerdo con que hayan nuevas explotaciones de combustibles fósiles por las implicaciones que tienen en la aritmética del calentamiento global del planeta.
Asimismo, en estos incesantes ataques contra altos dignatarios del gobierno, en el día de ayer el turno le correspondió al canciller Álvaro Leyva Durán. La excusa que tuvo la derecha cerrera en el congreso para atacarlo en la moción de censura en su contra fue acusarlo de incumplir hasta en ocho ocasiones la «comparecencia» en el congreso, especialmente en la Cámara de Representantes.
En realidad lo que algunos representantes llaman comparecencia no es otra cosa que invitaciones cuasi informales y no ceñidas al reglamento como lo establece la ley 5 de 1992. A esos representantes hay que recordarles que una cosa es cursar una invitación a una comisión Constitucional Permanente y a la que se puede ir o no, y otra es una comparecencia a la misma ajustada al derecho. Aún así, el canciller ha delegado a miembros de su equipo para asistir a la gran mayoría de esas invitaciones.
Durante el desarrollo de la moción de censura, la cual se vio alterada por la infame y atrabiliaria irrupción de 80 militares en retiro en el salón elíptico del congreso, aupados, por supuesto, por el pedestre representante José Jaime Uscátegui, escuchamos que al canciller Leyva Durán le estaban exigiendo explicaciones por el nombramiento de 22 personas en el sistema diplomático sin al parecer el lleno de los requisitos legales o porque pesan sobre ellas investigaciones judiciales.
Además le reclamaron que su actuación ha implicado dejar en el abandono a siete millones de colombianos y colombianas que viven en el exterior y que usan el sistema consular; amén de poner en riesgo la cooperación técnica internacional y hasta le señalaron de fungir menos como canciller y más como gestor de paz.
En estos últimos comentarios, sin duda, hay una alquimia perfecta de mala fe que se entrecruza con un desconocimiento vomitivo de cómo funcionan los consulados y evidentemente se adereza con una insoportable omisión del protagónico papel que ha jugado el hoy canciller en la búsqueda y consecución de la paz en Colombia.
Llegado a este punto, resulta preciso hacerle unas preguntas a varios de los que fustigan el comportamiento de Leyva Durán al frente de la cancillería. He aquí algunas de ellas: ¿ Dónde estaban algunos de sus ácidos justicieros cuando el gobierno de Álvaro Uribe Vélez nombró a Jorge Noguera como cónsul en Milán después de entregarle el DAS a Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, o cuando nombró al paramilitar Salvador Arana como Embajador en Chile? De igual modo, ¿Dónde estaban estos doxósofos cuando el presidente Iván Duque nombró a Fernando Sanclemente como Embajador en la República Oriental de Uruguay, y a quien se le encontró un laboratorio para producir cocaína en una de sus haciendas?
Visto el curso de lo esgrimido por algunos en contra del canciller Leyva, no me queda la menor duda de que le están cobrando menos los defectuosos nombramientos a los que hacen referencia y si mucho más el que haya posibilitado el acuerdo general de paz entre el Estado colombiano y las otrora FARC.
De igual modo, le cobran a nuestro ilustre canciller el que haya sido decisivo a la hora de posibilitar el restablecimiento de relaciones diplomáticas con países como Venezuela y Cuba, decisivos ambos para construir y consolidar la paz en el país. Es evidente que a los rabiosos críticos de Leyva en el congreso les molesta que él ponga su prestigio como hombre de paz al servicio de la construcción de un nuevo marco de relaciones entre los EEUU y Colombia, sobre todo guiado por el principio de la corresponsabilidad y el respeto a la soberanía nacional cuando se trate combatir a las drogas.
Obviamente, tampoco algunos parlamentarios críticos de su gestión les agrada que diga que los indígenas y negros históricamente han sido inferiorizados y tratados como menores de edad, o que no se puede asociar las mingas con los actos de la subversión.
A Leyva Durán también le están cobrando, como al presidente Gustavo Petro, el fin de la política ecocida de fumigar con glifosato a nuestras selvas y el no perseguir a los empobrecidos campesinos cultivadores de la hoja de coca, el eslabón más débil dentro de la gran cadena de la producción de psicotrópicos.
Dos apuntes para finalizar. A Leyva ni al presidente Petro los racistas elegantes o estructurales patrios parecen perdonarle que una indígena como Leonor Zalavata haya sido designada como embajadora de Colombia en la ONU, lugar siempre ocupado por un destacado miembro de la élite colombiana y quien ha gozado del privilegio de practicar el colonialismo interno o en su defecto la colonialidad del ser, saber y poder en contra de los grupos racializados que componen la diversidad étnica y cultural de la nación.
Tampoco les ha gustado que un afrodescendiente como Luis Gilberto Murillo haya sido nombrado como embajador de Colombia en EEUU. La derecha racista colombiana no lo dice pero se siente incómoda con que una indígena y un negro ocupen dos de los cargos más emblemáticos de la diplomacia colombiana. Y por esta vía cinco nuevos miembros del pueblo negro han sido nombrados en diferentes consulados, hecho que saludo y estimo como conveniente por el valor, el reconocimiento y el simbolismo que ello tiene. Reconozcámoslo: históricamente nuestro sistema diplomático ha sido elitista, clasista y racista. Este como muchos espacios del poder debe y tiene que ser decolonizado.
Apreciado canciller: si algo requiere Colombia después de siete década de conflicto armado y de la pesada herencia de 260 mil muertos, 9 millones de desplazados internos, 9 millones de víctimas, 100 mil desaparecidos, 7 millones de migrantes y 500 mil refugiados/as, es construir la Paz Total y esto tiene como ingrediente básico el tener una cancillería dispuesta a asumir la Diplomacia de la Paz tal y como usted hoy la impulsa.
En el congreso le han gritado de modo despectivo gestor de paz. Desde aquí le decimos: prosiga en esa labor que bien lo define, caracteriza y requiere construir el país de nuestros sueños.
Y mientras la derecha política aprieta como un pitbull, la derecha mediática en cabeza de la Revista Semana, El Tiempo, RCN, Caracol y demás avinagran el ambiente con noticias falsas en contra del nuevo gobierno. A renglón seguido el exgeneral Eduardo Zapateiro reconvertido en mediocre escritor tergiversa dolorosos hechos históricos como los del Palacio de Justicia tratando de limpiar la sucia imagen de unas fuerzas militares comprometidas con la barbarie y la depredación en contra de la ciudadanía.
Si bien por un lado promueve esto, por el otro lanza gritos de guerra que parecen anunciar un llamado a la desestabilización. Solo basta escucharle la entrevista que le realizó el Diario El Tiempo promocionando su libro para entender bien el deprimente espectáculo que propiciaron los 80 militares de la reserva en el capitolio capitaneado por el representante Uscátegui.
La derecha se envalentona y se vuelve agresiva, de ahí que el progresismo está llamado a organizarse y a estar a la altura de las circunstancias. Unidad y unidad de los demócratas es la palabra de pase en contra de los fascismo de toda laya y condición que se gestan en Colombia. Que reine el pluralismo y la democracia.
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