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Respuesta a Juan Carlos García

A Colombia no la salva ya quienes la han hundido en el pantano de horror, miseria y guerra

Fuentes: Rebelión

Está muy en boga la tesis de que Colombia es un Estado fallido, fracasado. La Carnegie Endowment for Internacional Peace publicó a través de la revista Foreing Policy una lista de los 60 Estados fallidos donde Colombia ocupa el puesto 14. Según este centro de estudios, las características de un Estado fracasado son: a) que […]

Está muy en boga la tesis de que Colombia es un Estado fallido, fracasado. La Carnegie Endowment for Internacional Peace publicó a través de la revista Foreing Policy una lista de los 60 Estados fallidos donde Colombia ocupa el puesto 14. Según este centro de estudios, las características de un Estado fracasado son: a) que el gobierno está perdiendo el control territorial, b) no tiene el monopolio de la fuerza, y c) no puede llevar a cabo tareas tan básicas como recolectar tributos. Muchos se han rasgado las vestiduras por que a Colombia le asignaron el lugar 14 de 60. Se olvidan que Colombia ya era un estado fallido desde hace muchos años, como asegura Reinaldo Spitaletta(2) La principal responsable del estado profundo de crisis en que está metida Colombia es la clase que lo ha gobernado y administrado. Cada vez más va hacia un abismo del cual no sabemos a qué profundidad está el fondo. ¿Los que no tenemos nada que perder, qué tenemos qué temer de ese fondo desconocido? Dependiendo de que derrotemos el proyecto de derecha que encabeza Alvaro Uribe, sabremos la profundidad del abismo donde tendremos que aterrizar un día.

¿Cómo y cuándo se produjo el fracaso de Colombia como nación? Para empezar en algún lugar del tiempo, digamos que la Constitución de 1991 intentó refundar un orden pero no a favor del bipartidismo o el presidencialismo en sí, sino a favor de una clase aferrada tozudamente al poder. Esto porque la quiebra del Estado de Derecho, la crisis terminal del bipartidismo (Liberal – Conservador) que ha gobernado al país cuya sombra solo espanta unos cuantos incautos, y la decadencia de una institución como la presidencia, uno de los pocos refugios que le queda a la oligarquía colombiana, ya eran síntomas evidentes de la pronunciada crisis orgánica que padece Colombia. Es decir, dicha Constitución tuvo como uno de sus principales objetivos restablecer el poder de la oligarquía que estaba siendo desafiado por movimientos revolucionarios y la oposición de las mayorías excluidas y explotadas. En estos 15 años luego de promulgada la nueva Constitución, la derecha, es decir, «el establecimiento político, el gran empresariado, los terratenientes, los sectores sociales más conservadores, los medios de comunicación y las iglesias evangélicas y cristianas reaccionarias» aparece reunida bajo la dirección de Alvaro Uribe, como bien lo plantea Libardo Sarmiento (3). Las contradicciones y luchas de clase de los últimos 15 años desde que introdujeron el neoliberalismo bajo la fórmula mágica de liberalización, desregulación y privatización han extrapolado y radicalizado aún más la situación y agudizado dichas contradicciones.

Sobre la polémica acerca del Estado fallido o la crisis orgánica de la burguesía y sus instituciones, no se trata tanto de introducir conceptos que por estar de moda o con los que se pretende instalar una nueva teoría política nos lleven a confusiones o diagnósticos desenfocados con respecto a la crisis de poder en Colombia, como que el debate nos ayude a establecer un diagnóstico claro para poder diseñar una estrategia de lucha acertada. Conceptos tales como «subjetividad del trabajo social», «social autovalorizado», «multitudes», «imperio», ¿dan cuenta de la realidad nacional, regional y local? A lo mejor sirvan para interpretar los movimientos antiglobalización que se juntan multitudinariamente en los lugares donde se reúnen los representantes de la globalización capitalista con el fin de denunciar la agenda económica injusta que allí se aprueba o pedir que se cancele una deuda externa en África que ya ha sido pagada no solo en capital sino en millones de vidas. Pero dudo que sirvan para entender las luchas de clases de los pueblos del continente hoy.

Las facciones que toman el poder después de la Independencia:
Las guerras de Independencia en el continente las encabezaron, no únicamente pero sí principalmente, una elite criolla tras un largo proceso de formación de la conciencia de pertenencia a la «patria americana». Elite que estuvo influenciada por la Ilustración, la Revolución francesa y la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Los Criollos, como se les conoce, entendieron la necesidad impostergable de romper el yugo de la monarquía española que oprimía y explotaba las colonias a través del ejército de la corona y los administradores de éstas provincias como virreyes, gobernadores y corregidores para poder, entre otras razones, comerciar libremente con otras naciones. ¿Y qué era lo que tenían qué hacer? Con la derrota militar de las tropas colonialistas, fundar un proyecto alejado del modelo de dominio que ejerció España sobre las colonias. Proyecto que devino en la fundación de repúblicas. Bien sabemos que desde su origen el Estado ha sido el aparato institucional que más enconados y sangrientos enfrentamientos entre clases, etnias, tribus, linajes y corporaciones transnacionales en busca de ganancias y mercados, hayamos conocido a través de la historia. El Estado es, de esta manera, el instrumento predilecto de poder y dominio de una clase por otra, la matriz donde se ejerce dicho dominio para la acumulación capitalista. En este sentido, la democracia en Latinoamérica ha sido un instrumento de engaño y dominio, el andamiaje para sostener dicha clase capitalista en el poder, que cuando ha visto desafiado su hegemonía por las masas expropiadas y explotadas jamás ha dudado en imponer formas autoritarias, dictaduras o tiranías. Ahora bien, fueron éstos criollos ilustrados, los mantuanos, el sector económico-social más poderoso de la colonia los que asumen al Estado como su propiedad al apropiarse el poder político utilizando su influencia, riquezas y ejércitos, posibilitándoles establecer las reglas del juego que ha caracterizado el quehacer político nacional. Tal vez Bolívar fue la excepción, por su desprendimiento tanto de riquezas personales como su afán de diseñar una estrategia de Unidad de pueblos y naciones a través de la propuesta de la Gran Colombia, y por eso ocupa, también, el lugar más alto en la historia desde la Independencia. Al mismo tiempo, en casi todas las repúblicas que fundaron, se perfilaron las tendencias que conformarían las dos facciones que han ejercido el poder desde la época del libertador: liberales y conservadores, blancos y colorados que han dominado la vida política. ¿Y qué los diferencia históricamente como facciones? ¿La tenencia de la tierra – estructura hacendataria, el anticlericalismo, el libre comercio? Tal vez, pero sobre todo con quién y qué partida sacar de las relaciones diplomáticas políticas y comerciales con las potencias Sin embargo, las mayorías que conformaban otros sectores sociales como los indígenas, campesinos pobres, esclavos, artesanos, y toda clase de mestizos y mulatos pobres han sido históricamente invisibilizados y expropiados. Éstos sectores sociales mayoritarios expropiados y explotados dieron origen a las luchas de clase que posteriormente se fortalecen con el crecimiento de la clase obrera, los partidos comunistas y el surgimiento de las guerrillas, los movimientos estudiantiles y trabajadores del sector público, hasta nuestros días.

El Estado cambia de forma, más no de contenido con la globalización capitalista
El estado se ha transformado en los últimos años, sin lugar a dudas, y la clase que ha ejercido el dominio, dadas las condiciones, puede prescindir de los partidos que les ha permitido dicho dominio. Si esas instituciones ya no cumplen su papel, se echan al tarro de la basura y se buscan movimientos políticos «nuevos». Ahora, ¿por el hecho de ser global el capital financiero especulativo y no tener controles, el libre mercado la panacea y nuevo «sujeto autónomo» de la sociedad, las maquilas lugares de explotación de mano de obra barata, las fábricas y producción movible, las privatizaciones de los bienes comunes y públicos por el capital «global» un hecho avasallador, todo a partir de la puesta en marcha del neoliberalismo, el estado ha perdido su centralidad? En absoluto, lo que tenemos es un Estado bajo nueva forma. El imperialismo avanza disfrazado de una nueva forma reconquistando el mundo, pero al mismo tiempo ha tensionado las fuerzas que lo resisten tanto local, regional, nacional como global. ¿Qué nos enseñan las experiencias de lucha de los pueblos de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Colombia, Irak, Afganistán, Corea del Norte, Cuba y Nepal? ¿Cuál es el eslogan: pensar como internacionalistas (global) pero actuar local? ¿Cuál es el marco de sus acciones y luchas? Lo nacional. ¿Qué tiene más efectos para la transformación de las relaciones de poder, las «multitudes» que corren enfurecidas tras los voceros de las transnacionales cada que éstas se reúnen o las marchas y luchas de los pueblos que reconquistan dichas riquezas y las devuelve al bien común consagrándolo en una nueva constitución? Solo durante la dirección de los Bolcheviques con Lenin se estuvo en el punto más cercano a la realización del poder absoluto para los obreros, «todo el poder para los soviets». ¿Qué fue lo que hicieron? Imponer la dictadura del proletariado. ¿Se puede llamar esta forma de poder mayoritario de una clase, el proletariado, sobre otra, una minoría capitalista y monárquica, democracia absoluta? Tal vez, pero no hay que confundirse del contenido y los propósitos. Por primera vez en la historia, una mayoría históricamente explotada imponía las reglas del juego a una minoría capitalista y restos de la monarquía zarista que habían gobernado por siglos a nombre de «todo» el pueblo de Rusia. El llamado leninista de oponer el internacionalismo proletario a la guerra entre naciones imperialistas por el reparto del mundo, la revolución proletaria mundial, tuvo acogida desafortunadamente sólo en Rusia. El chovinismo de la mayoría de los partidos socialdemócratas y socialistas de la época no les dejaba ver más allá de los intereses de sus fronteras, y se aliaron con la burguesía capitalista de sus países. Por eso afirmamos, nuevamente, que las luchas y resistencia locales, nacionales y regionales son la mejor muestra de solidaridad internacionalista con las que libran otros pueblo para acabar de hundir al Titánic de la globalización capitalista: el imperialismo.

Dos décadas donde se configuró el actual estado de cosas
¿Es posible comprender cabalmente la coyuntura histórica que atraviesa Colombia y la región, sin desglosar al menos cómo han sido estas dos últimas décadas? Partimos del punto de vista que las dos últimas décadas han sido las del «triunfo» político- militar y del «éxito» económico de la llamada democracia occidental, es decir, lo que conocemos como la derrota del socialismo «real» durante la época de Gorvachov, quien bajo el planteamiento de la reforma y la transparencia (perestroika y glasnot), terminó ofreciendo la economía centralizada y planificada, el mercado nacional a la apertura de fronteras que conllevó la disolución de la Unión Soviética a favor del libre mercado. Finalmente, lo que se concluyó es que socialismo y comunismo ya no eran alternativas para la humanidad por las que valía luchar. Se impone entonces Estados Unidos y su modelo de democracia. La caída del Muro de Berlín coronaba aquel triunfo ideológico y que una gran parte de la humanidad creyó, de momento, que entrábamos en una nueva era de paz, prosperidad y libertad. El ensayista Francis Fukuyama, incluso escribió un ensayo titulado «El fin de la historia y el último hombre», donde nos hablaba de la miel y leche que íbamos a vivir los pueblos bajo el amparo de la democracia liberal y el libre mercado, salvo algunos baches y lunares que algunos «movimientos» y pueblos, en la prehistoria todavía, aún no habían entendido y se resistirían contra este bello mundo que nos proponían el capitalismo encabezado por Estados Unidos y las transnacionales.

Los últimos gobiernos y la entrada en la escena presidencial del capo de capos Alvaro Uribe
¿Qué contexto posibilitó el origen del jefe de paramilitares y del gobierno actual, Alvaro Uribe? Los pasos a la nueva realidad de la globalización y el neoliberalismo en Colombia los dio decisivamente César Gaviria en 1990, quien como el más astuto de los oportunistas políticos pudo montarse al tren de la historia luego que varias guerrillas se desmovilizaron, y la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente que creara las condiciones para una transformación real y profunda de la sociedad colombiana ya había calado hondo en el pueblo. Una vez en la presidencia de la República (1990 – 1994) y aliándose con la «nueva» izquierda colombiana se dio a la tarea de transformar la economía y la política del país, y de paso la «nueva» izquierda anunció que iba a cambiar las viejas costumbres, métodos y estilos de lucha por el poder. ¿Qué hace César Gaviria como presidente, con Constitución nueva? De un lado declara la guerra y ordena un ataque militar a Casa Verde, donde permanecía el Secretariado de las FARC, y del otro aplica como aprendiz de curso en universidad extranjera la llamada apertura económica, el neoliberalismo que arrasó la economía del país. Jorge Enrique Robledo demuestra en su estudio(4) los efectos devastadores de la política económica neoliberal de aquel nefasto gobierno. El gobierno de Ernesto Samper (1994 – 1998), corrupto como el que más, aliado del narcotráfico que le financió su campaña política, principal acusado del caso «8.000» que demostró que casi toda la clase política estaba involucraba en negocios sucios, componendas y desfalcos al Estado, difícilmente pudo culminar su período de gobierno ya que el vacío de poder durante su mandato fue tan evidente que hubo un momento que ni los propios imperialistas lo sostenían por corrupto, dejando al país hundido en una profunda crisis (orgánica) que alcanza otros matices y ribetes durante la presidencia del delfín Andrés Pastrana (1998 – 2002). Pastrana ganó la presidencia y gobernó bajo la bandera de la paz, se vio obligado a acercarse a la insurgencia que había aumentado su capacidad de fuego y desafiado el poder militar del Estado, aceptando a regañadientes la declaración de una zona de despeje en el Caguan para iniciar diálogos con una guerrilla que se había fortalecido. Su objetivo era, de un lado, bajarle la intensidad al conflicto y matizar las derrotas en el campo militar que estaban sufriendo, y del otro, recomponer la máquina de guerra a través de la alianza con el imperialismo y el llamado Plan Colombia, el cual le abrió aún más las puertas a la invasión de las transnacionales estadounidenses, estimuló la expansión del paramilitarismo como un cáncer por todo el país e intensificó las fumigaciones de las selvas con glifosfáto. Y desde el punto de vista de de los diálogos, más no negociaciones, de las FARC y el ELN solo esperaba la desmovilización y entrega de armas. Lo que Pastrana logró fue ponernos a debatir los problemas del país pero
nunca dispuesto a negociar ni conceder nada. Las FARC y el ELN hicieron distinto tipo de propuestas sobre soberanía, reforma agraria, democratización del Estado, de las Fuerzas Armadas, política agraria, distribución equitativa de la riqueza, erradicación manual de miles de hectáreas con cultivos de coca. Finalmente, las FARC entregaron más de 400 policías y soldados al gobierno, y a cambio consiguió la salida de las cárceles de menos de una veintena de guerrilleros y guerrilleras que estaban necesitados de tratamientos médicos especiales para sus enfermedades.

Pero retumbó New York y el pentágono el S-11, y el imperialismo que tenía de antemano un plan de expansión y conquista de las riquezas petroleras y de gas de la cuenca del Caspio se sirvió en bandeja de plata con la disculpa del ataque del S-11, la nueva ofensiva militar en el mundo. Dividió el mundo entre estados civilizados y democráticos y los autoritarios (rogue states) o «eje del mal», los llamados estados hostiles a Estados Unidos, que, según la doctrina de Washington, restringen los Derechos Humanos, poseen armas de destrucción masiva y simpatizan o protegen a terroristas, lanzando una cruzada mundial contra el «terrorismo» que en Colombia encontró eco en un ex -gobernador de provincia con pretensiones presidenciales, un pasado en los carteles de la droga y el narcotráfico y fundador del paramilitarismo de las dos últimas décadas en el país a través de cooperativas de vigilancia privadas. ¿Qué buscaba Alvaro Uribe y el sector de derecha que lo sigue? Restablecer los intereses económicos y políticos de los terratenientes, ganaderos, grandes empresarios y narcotraficantes amenazados por el avance de la guerrilla y el movimiento popular, y atraer capital financiero y las transnacionales para que continuaran con el carnaval de ganancias sin ningún tipo de impedimento. Si sumamos a lo anterior 20 años de masacrar y hacer la guerra sucia y ejercer el terrorismo de estado que todos conocemos, crearon las condiciones militares y políticas, es decir ideológicas, para convencer a una amplia franja de la población cansada y afectada por el conflicto de que él era el Mesías para sacar al país de la profunda crisis que vive. Los medios de alienación masiva, instrumentos de dominio ideológico, vendieron su imagen de salvador en medio de un contexto mundial que también le favoreció. Es por eso factible repetir, que es con un aliado con quien se está negociando la impunidad completa hoy en Ralito, que no ha sido un contradictor de clase sino por el contrario un defensor de ésta y el statu quo con quien se está pactando un acuerdo por los buenos oficios prestados durante las dos últimas décadas. Y que la verdad, justicia y reparación a los millones de víctimas desplazadas, masacradas, torturadas, desaparecidas y encarceladas será sepultada y traicionada una vez más. Alvaro Uribe llega a la presidencia en medio del vacío de poder que deja Pastrana, con la bandera de la guerra y después de vender la imagen de que Colombia no debía seguir dándoles a los «terroristas» todo lo que pedían. Ya el Plan Colombia empezaba su desgaste y él nos traía un paquetico preparado por Washington que decía: Plan Patriota, Seguridad «democrática», lucha contra el terrorismo, aquí no hay conflicto armado sino terrorismo, la reelección es el camino para derrotar los «terroristas». En este túnel estamos todavía, de él tendremos que salir, ese es el reto.

Conclusión: sin lugar a dudas hay que impulsar un movimiento nacional que asuma como tarea impostergable, no solo la derrota política del proyecto clasista que representa Alvaro Uribe, Julio C. Turbay, Cesar Gaviria, etc. Sino también crear las bases para un nuevo gobierno que no necesariamente sea una presidencia, podría ser una junta donde haya una amplia participación por una nueva Colombia soberana, cuya columna vertebral y brújula sea la justicia social y la refundación de la República bajo un nuevo Estado de Derecho. Para ello es imprescindible, también, construir el programa que recoja los puntos sobre el cual se dibujaría el perfil de esa nueva República y nación, la segunda y definitiva Independencia que nos está reclamando Bolívar que fundemos. Esa sería nuestra gran tarea.

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(1)Hay una serie de artículos que sirven de referencia sobre este tema que se trata aquí. Los cito para quienes no los conozcan:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=16184
http://www.anncol.org/es/site/doc.php?id=1428
http://www.anncol.org/es/site/doc.php?id=1450
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17058

(2)http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17432
(3)http://www.redvoltaire.net/article5999.html
(4)»www.neoliberalismo.com.co, Balance de una década» (90)

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