Después de mes y medio de discusiones, en la más prolongada ronda de diálogo que haya tenido con el gobierno de Colombia, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) advierte que un acuerdo de cese el fuego y de hostilidades, temporal y verificable, está «a la vuelta del corto plazo», quizá en junio. «Nunca […]
Después de mes y medio de discusiones, en la más prolongada ronda de diálogo que haya tenido con el gobierno de Colombia, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) advierte que un acuerdo de cese el fuego y de hostilidades, temporal y verificable, está «a la vuelta del corto plazo», quizá en junio.
«Nunca una ronda había demorado más de seis días», dice a La Jornada el líder rebelde Pablo Beltrán, uno de los cinco miembros del Comando Central del ELN y jefe de la delegación insurgente. «Estamos sentados desde el 17 de abril y apenas hemos descansado los domingos».
En un receso de las conversaciones que mantiene aquí a puerta cerrada con el alto comisionado oficial para la paz, Luis Carlos Restrepo, Beltrán ofreció a este diario los trazos principales del pacto que se está construyendo: por vez primera en la mesa se han intercambiado posiciones por escrito; se discute un cese el fuego y de hostilidades sin que la guerrilla deba concentrarse, pero con una delimitación de «territorios habituales» de los rebeldes, que permita la verificación.
El proyecto incluye observación militar extranjera, con recursos, personal y respaldo político de los 10 países que apoyan el proceso: Canadá, Cuba, España, Holanda, Italia, Noruega, Suecia, Suiza, Japón y Venezuela. El ELN también pidió al gobierno del presidente Alvaro Uribe que designe personal técnico del Ministerio de Defensa para convenir mecanismos operativos.
Las partes estudian las experiencias de financiamiento a una fuerza irregular que entra en un proceso de paz. «Un ejemplo», dice Beltrán, «es la diplomacia noruega, que ha sido muy activa en Palestina, Sudáfrica o Sri Lanka».
Aún quedan «puntos críticos» por resolver, como el de la definición de las zonas guerrilleras. Diplomáticos de Noruega y Suiza y garantes civiles colombianos han atestiguado sesiones delicadas, «dados los niveles de desconfianza que había». El líder rebelde estima que en junio puede haber un acuerdo base, de contenidos gruesos, y varios anexos que lo detallen.
La añeja discrepancia entre el ELN y el gobierno sobre la definición del conflicto (crisis política, social y humanitaria, con expresiones armadas, para la guerrilla; brotes de terrorismo para las autoridades) se perfila como fórmula de dos opiniones inalterables. La clave, sostiene Beltrán, es que haya reconocimiento oficial de la insurgencia como actor político, no como delincuencia común. En la discusión «este es un punto duro».
Originario de la población de San Gil, en el departamento oriental de Santander, de 53 años de edad, Israel Ramírez Pineda es conocido por el seudónimo de Pablo Beltrán, que adoptó en la clandestinidad. Hombre menudo y de hablar pausado, estudió ingeniería petrolera en su provincia, donde despuntó como dirigente estudiantil y en los años 70 se unió a la guerrilla urbana del ELN.
En los 80 pasó a la insurgencia rural, aunque vinculado con los movimientos sociales. Llegó a la dirección nacional y más tarde al Comando Central, máximo liderazgo de la segunda fuerza rebelde colombiana. No ha vuelto a Bogotá desde 1992.
Consultado sobre qué es más difícil, si la lucha armada en la montaña o la negociación, advierte: «Es más difícil negociar, porque toda la organización está pendiente de que uno no se equivoque. Toda la izquierda observa a ver si uno acierta o se equivoca. Y hay muchos anhelos populares, muchas esperanzas, mucha confianza, depositados en una delegación que no puede resbalarse ni equivocarse».
Beltrán expone también la posición del ELN ante algunos temas del debate público actual en Colombia:
Guerrilleros presos: La guerrilla no puede solicitar indulto ni amnistía para sus presos, porque sentaría un precedente que puede favorecer a los paramilitares. «Para nosotros es asunto primordial que haya verdad sobre qué es lo que mantiene activa la maquinaria del conflicto interno. El objetivo mayor es que se esclarezcan los resortes de esa maquinaria de guerra y de conflicto, y como objetivo complementario, o subordinado, el de la excarcelación de los prisioneros políticos».
«El arte de la guerra del siglo XXI es el de esconder las autorías verdaderas. Mire cómo está el conflicto en Darfur. Ahí parece una matanza entre tribus por medio de paramilitares y el gobierno de Sudán todavía dice que no es responsable. Es el mismo fenómeno que pasa en Colombia.»
Liberación de presos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, principal guerrilla): «A primera vista se puede decir que es una muestra de audacia política», pero es un esquema que también podría ofrecerse a los paramilitares, sus aliados y los barones del narcotráfico. Uribe está aliado con el presidente francés Nicolas Sarkozy para impulsar el intercambio humanitario y resolver el problema de detenidos que tiene las FARC (uno de ellos, la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, también de nacionalidad francesa). «Que se piense en la excarcelación de unos prisioneros está bien», pero eso no es solución de fondo. En Colombia el principal componente de represión estatal ha sido ilegal. «Si bien el Plan Colombia dimensionó la represión legal y el ejército ha crecido 37 por ciento desde 2002, el grueso del descabezamiento de la oposición y del movimiento popular se ha ejercido por la represión ilegal. Propuestas como estas dejan en igualdad de condiciones represión legal e ilegal. Es más, esconden que la represión ilegal es la principal arma que ha tenido el régimen para mantenerse y para recomponerse, cuando ese es el corazón del conflicto. En Colombia hay autores intelectuales y materiales, y la propuesta del presidente desconoce a los autores intelectuales. Otra vez los chivos expiatorios. Para que haya soluciones completas al conflicto, las heridas no pueden sanar en falso».
Conflictos políticos de Uribe: «Esta crisis surgió exactamente al mes de su relección. Desde Estados Unidos se está metiendo más la mano en Colombia, sobre todo desde el Partido Demócrata, y ese componente internacional ha acelerado el ritmo de explosión. Hay más presiones internacionales. La crisis colombiana tiene un puesto más alto en la agenda del debate interno de Estados Unidos, en este momento de carrera por la Presidencia en 2008. Eso es lo nuevo. La situación del régimen es más comprometida. Los escándalos que pasan en Bogotá se saben cada vez más en Estados Unidos. La respuesta que ha tenido el presidente es la de intentar equilibrar la distancia y las condiciones que le ponen, sobre todo el Partido Demócrata, con una mayor cercanía con Sarkozy. Eso tiene sus costos. Estados Unidos lo cobra y ese puede ser un escenario por donde se desenvuelva la crisis en el mediano plazo».
Intento de derrocar al presidente Ernesto Samper (1994-1998): «Uno de los portavoces y organizadores de esa conspiración fue el actual ministro de Defensa (Juan Manuel Santos)», quien intentó involucrar al ELN. «La mayoría de la élite en Colombia trató de sumar fuerzas (…) se trataba abiertamente de que Samper no terminara el mandato. En eso no había duda. Le dijimos (a Santos): no cuente con nosotros para eso, porque no es nuestro estilo de hacer política». Si hay crisis, «convoquemos a las mayorías nacionales y que digan qué cambia y qué sigue. Ese es el origen de nuestra propuesta de convención nacional. La conspiración fracasó, porque Estados Unidos terminó por condicionar al presidente, pero en medio de todo eso hubo muertos y muertos ilustres, como Alvaro Gómez (político conservador acribillado a tiros en 1995)».