Hoy se celebrará un nuevo aniversario del asalto al Cuartel Moncada por la llamada Generación del Centenario encabezada por Fidel el 26 de julio de 1953, fecha declarada como Día de la Rebeldía Nacional. Será ocasión, una vez más, para honrarla y tributar el homenaje a sus héroes y mártires.
“Hace falta una carga para… acabar la obra de las revoluciones…” Rubén Martínez Villena.
“Rubén: ¡el 26 de Julio fue la carga que tú pedías!” Fidel.
Recientemente se han librado escaramuzas en Cuba, alentadas desde suelos extranjeros, principalmente del Norte, que han tenido el mismo objetivo cardinal a lo largo de la historia conocida de la Revolución: empantanarla, frenar su obra e influencia, destruirla. Los participantes en las manifestaciones, con una mezcla de tendencias variopintas, requerirán análisis y tratamientos ajustados a hechos y motivaciones, tal como se han manifestado los dirigentes de la Revolución, de las organizaciones sociales y de masas y, en general, del pueblo cubano.
En los discursos de Fidel durante los actos celebrados en Santiago de Cuba con motivo del XX y XXV aniversario del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio, respectivamente en 1973 Y 1978, existen análisis integrales sobre la significación, propósitos y obras de la Revolución que aun mantienen vigencia.
Cuando el imperialismo y los sectores reaccionarios pretenden engatusar a los jóvenes a través de las redes sociales y cuantos instrumentos manejan para influir en la psicología, es pertinente señalar la abrumadora presencia de la juventud, decidida a todo, que milita en las filas de la Revolución.
En el final de su discurso de 1973, Fidel señalaba: “A los jóvenes me dirijo especialmente en este instante. A ellos ha consagrado la Revolución el máximo de su esfuerzo y en ellos ha puesto sus mayores esperanzas. Para las nuevas generaciones se trabaja con verdadero amor, para ellas se realiza fundamentalmente la Revolución; por ellos, por los que no habían nacido todavía el 26 de julio, derramaron su sangre generosa y pura los jóvenes que cayeron en el Moncada.”
Terminó su discurso con el poema encendido de Rubén Martínez Villena, sobre la obra de las revoluciones, que tienen muchos fines, pero que concluye con este: “para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos / la patria que los padres nos ganaron de pie.”
Cinco años después, el 26 de julio de a978, Fidel hace un profundo análisis de la situación de la Revolución enfrentada a ataques internos y externos. Por ejemplo, señalaba:
“Nuestras dificultades son las mismas dificultades objetivas de cualquier país subdesarrollado del mundo, pero en nuestras prerrogativas está decidir el futuro, con austeridad y modestia, pero con libertad y dignidad.
¿Cómo logramos esta victoria los revolucionarios cubanos? Con la firmeza, la lealtad a los principios, la estrecha vinculación a las masas, la absoluta confianza en la justicia de nuestra causa y el espíritu de sacrificio, heroísmo y las virtudes de nuestro pueblo; con la solidaridad internacional, la cooperación del movimiento progresista y la comunidad socialista…”
Y acto seguido Fidel resumió en frases breves las posiciones de principios asumidas por los revolucionarios con un NO y con un SI.
“Dijimos NO:
¡No! Al desaliento frente a la adversidad
¡No! A las dificultades.
¡No! Al pesimismo.
¡No! Al temor.
¡No! A la claudicación.
¡No! Al oportunismo.
¡No! A las concesiones ideológicas.
¡No! Al nacionalismo estrecho y al chovinismo.
¡No! Al abuso del poder.
¡No! A las violaciones de los principios.
¡No! A la corrupción.
¡No! Al envanecimiento.
¡No! Al endiosamiento de los líderes.
¡No! Al ridículo culto a la personalidad.
¡No! A la infalibilidad de los revolucionarios.
Y supimos decir SÍ:
¡SÍ! A la solidaridad entre los hombres.
¡Sí! Al marxismo-leninismo.
¡Sí! Al antimperialismo consecuente.
¡Sí! Al internacionalismo proletario.
¡Sí! A la necesidad de un partido de vanguardia.
¡Sí! A la dirección colectiva y las normas democráticas revolucionarias.
¡Sí! A la autocrítica y al reconocimiento y rectificación de los errores.
¡Sí! A la modestia.
¡Sí! A la dedicación total y absoluta al pueblo.
¡Sí! A la admiración y respeto a los que con su lucha pasada hicieron posible la patria de hoy.
¡Sí! A la gratitud eterna para los que se solidarizaron con nosotros, y con su apoyo desinteresado y noble nos ayudaron a vencer las agresiones del imperialismo.”
Hoy Cuba muestra resultados de desarrollo humano y social que son solo sueños inalcanzables para países con limitados recursos naturales, y lo logrado, todavía insuficiente para el bienestar aspirado, se debe a la consagración que la revolución y su pueblo han mantenido en más de sesenta años en medio del brutal y despiadado bloqueo económico, comercial, financiero y político, que un país poderoso como Estados Unidos ha impuesto a nuestra heroica patria. En los últimos años esa política genocida se ha practicado con delectación demencial.
Quizás algunos ¿equivocados?, ¿confundidos?, ¿cansados?, ¿engatusados por los cantos de sirena?, piensen que este especial diferendo de los Estados Unidos con Cuba obedece a un problema surgido después de la Revolución y su carácter socialista. Debían saber – ¡oh, maldita ignorancia histórica! – que la apetencia de apoderarse de Cuba por compra, anexión o invasión fue plan desde los primeros años de la fundación de la nación americana, como también lo fue caer con fuerza imperial sobre otros o todos los pueblos latinoamericanos y caribeños. ¿Quién puede olvidar los territorios ocupados, los comprados, los invadidos, los sojuzgados, los condenados, los amenazados durante los siglos XIX, XX y XXI?
Lo vieron con la claridad revolucionaria y lo rechazaron, cada cual en su momento, muchos de nuestros patriotas más descollantes y amados por el pueblo cubano. Y denunciaron y condenaron esas apetencias espurias: Céspedes, Martí, Maceo, Gómez y Fidel con su protagonismo sin igual.
Y lo ha visto, lo ha vivido, lo ha sufrido, lo ha condenado, lo ha combatido el pueblo cubano con estoicismo y heroísmo asombrosos. Y lo más importante: Ha sabido luchar y vencer todas las arremetidas agresivas del imperialismo. ¿Cómo pueden pensar algunos traidores de afuera y de adentro, que este pueblo puede renunciar a la historia que ha vivido y lo ha redimido?
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor titular y Consultante, Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.