Nuestros objetivos a corto, mediano y largo plazo no están claramente definidos para el pueblo. No basta con que mantengamos el poder, la Revolución, hay que dar resultados concretos en la economía en primer lugar.
Tiene que saberse cuando el salario mínimo podrá cubrir las necesidades básicas de una familia, cuando acabará la crisis de sub-producción que no permite ofertar al pueblo todo lo que necesita para una vida decorosa y un mejoramiento de las condiciones de vida. Es imprescindible saber cuándo las jubilaciones recién aprobadas tengan el poder de compra que tenían anterior a las medidas. En fin, darle las esperanzas concretas que el pueblo demanda y necesita.
Tal parece que vivimos dando vueltas y vueltas y llegamos siempre al mismo lugar. Hay que definir la dirección de nuestros pasos, de nuestras acciones, de nuestras estrategias, de nuestras leyes, de nuestras políticas.
Para ello se requiere primero saber qué somos, en qué situación estamos, con qué contamos, para el camino y para llegar al objetivo.
Somos una sociedad socialista, pero aquí está el primer y principal problema a resolver. ¿Qué cosa es un país socialista? La teoría dice que es una sociedad en transición del capitalismo al comunismo, donde todavía no están creadas las bases objetivas para este último y se requiere deshacerse de las del primero.
La palabra transición tiende a confundir. La mayoría de los entendidos la asume como que no es algo firme y establecido, sino como un paso, hacia el objetivo final, que por tanto debe darse con la mayor rapidez posible. Algo así como el momento en que la mariposa rompe y sale de la crisálida. Grave error. La sociedad socialista es una forma de gobierno, economía, hecha y derecha y que, si es transición, no lo es más que la capitalista que me parece más una transición menos estable y consolidada que el socialismo.
La nuestra es una sociedad que se construye con una buena dosis de participación consciente de sus habitantes, sus fundamentos fueron llamados incluso socialismo científico. Pero de aquí surge otro importante problema, esto hace pensar a muchos que ya los seres humanos hemos conquistado el control absoluto de la naturaleza, incluida, en particular, la humana. Nos parece una presunción arrogante y nociva. Los seres humanos somos cada vez más conscientes, conocedores y en posesión de mejores instrumentos para conocer más y aumentar nuestra acción sobre la naturaleza toda, pero se trata del camino infinito por el que hemos y seguiremos transitando a través de toda nuestra existencia.
La sociedad socialista permite un mayor control del devenir, pero no total, menos aún prescindir de lo que no podemos dominar. Por ejemplo, el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. Todos los intentos de socialismos que han pretendido prescindir totalmente del gran capital y de la media y pequeña empresa privada, han fracasado. Lo han hecho siguiendo, ideológicamente, el objetivo de su desaparición a ultranza. Esta ideología ha fracasado por no tener fundamento objetivo, por pretender estar por encima del materialismo dialéctico, asumiendo que las ideas ya pueden prevalecer sobre la realidad objetiva, aún sin que existan las condiciones objetivas para ello.
Socialismo no es comunismo, por más que este sea su ¨visión¨ a largo plazo, para utilizar términos organizacionales. Mucho menos es su visión a corto plazo que, por el contrario debe consistir en la consolidación de una economía y sociedad donde coexistan: el poder obrero-campesino; la planificación; el mercado funcionando a plenitud, en armonía con la planificación y al servicio de los objetivos de la sociedad; los sectores económicos principales por este orden: estatal, cooperativo, privado. Este último compuesto por el gran, mediano y pequeño capital cuya burguesía no puede funcionar como clase para sí, y está al servicio de los objetivos del socialismo y la clase en el poder, la alianza obrero-campesina.
Para los países que habían logrado la toma del poder y aplicaron la abolición del capital y la pequeña burguesía, están obligados a rescatar y devolver el importante papel que juegan el capital nacional y extranjero, léase inversión, en la nueva sociedad, tal y como han hecho China y Vietnam y tiene que hacer Cuba cuanto antes. La dirección política de ambos países reconoció el fracaso económico que eran y que el socialismo no solo era buenas ideas sino la garantía de una vida mejor ahora y mejorando constantemente hacia el futuro. Impedir esto es el objetivo de la brutal guerra económica de EE.UU. contra Cuba, objetivos idénticos contra Venezuela, contra cualquier gobierno de izquierda, sea Allende en Chile o Evo en Bolivia. Es su cruzada para intentar impedir lo indetenible, incluso en su propio país.
Para los nuevos países que logren el triunfo del socialismo, tiene que quedar claro, como ya parece están los que en América Latina luchan por llegar al poder, que se tiene que preservar mucho del sector capitalista que sea imprescindible para el funcionamiento de la economía y para el proceso de dominio de la gestión económica del sector estatal que ya exista o que se adicione con las nacionalizaciones imprescindibles que permitan consolidar el poder político de la nueva clase dominante, la obrera.
La práctica ha demostrado que no es posible prescindir totalmente del capital, tanto nacional como extranjero. Que este, para sobrevivir, tiene que aceptar funcionar con la condición de renunciar a la condición de clase para sí. Esto es bien fácil de decir, pero todos sabemos cuánto de lucha política, incluso cruenta, se requiere para lograrlo, pero las tendencias objetivas y cada vez más irreversibles hacia el socialismo en todo el mundo, lo harán más viable con el tiempo.
Hay que contar con el capital en el socialismo porque el desarrollo de las fuerzas productivas, lo exige. No se trata solo de los medios de producción desarrollados, sino de los actores que los hacen funcionar, que los hacen crecer. Más aún, se trata de hacer producir eficientemente lo que ya está funcionando, algo que resulta relativamente fácil, más importante aún de mantener y desarrollar el emprendimiento económico, incluso por encima de lo que este logra en el capitalismo. Hablamos del desarrollo y la expansión de la innovación, de la tecnología, ahora con otros objetivos y por tanto con mayor fundamento social, ambiental, de atemperar el objetivo lucrativo a las nuevas condiciones, realidades que reclaman un impacto social, no individual. Estamos hablando de mejoras sistemáticas y profundas de las condiciones de vida del pueblo, no de las minorías privilegiadas.
Se trata, en fin, de rescatar la NEP de Lenin, la reforma liderada por Deng Xiao Ping y la Doi Moi vietnamita, y adecuarlas a nuestras realidades creativamente, decididamente. Se trata de la política de Evo y Arauz en Bolivia, del intento de Correa en Ecuador, de evitar los errores similares a los nuestros en Venezuela.
Porqué escribo esto hoy, puede preguntarse el lector. Todavía leo y escucho a dirigentes del país a todos los niveles, hablar de las dañinas consecuencias del ¨mercado¨, satanizando al instrumento imprescindible que hemos usado sin interrupción estos 60 años y ahora tenemos que usarlo más consecuentemente con su valor y utilidad para salir de la crisis económica crónica, que hemos tenido y ahora se ha multiplicado, en que estamos. Seguimos satanizando al falso enemigo llamado mercado, error ideológico y político de gran magnitud, pues le regalamos a la burguesía el encubrimiento del verdadero enemigo, el capital, mientras este pretenda ejercer el poder omnímodo del que disfruta como clase para sí.
Cabría preguntarse por qué la propaganda contra Cuba siempre nos llama comunismo. No estamos ahora en la época en que Marx y Engels lo llamaban ¨fantasma¨ que recorre el mundo. No, ahora lo utilizan de ¨espantapájaros¨ pues conocen de los fracasos, sobre todo económicos, archiconocidos de todos los socialismos que han pretendido llegar al comunismo de la noche a la mañana. Esto está bien posicionado en la conciencia global. Lo utiliza ahora mismo la derecha neofascista, y su apoyo extranjero, contra el candidato de la izquierda en Perú.
El socialismo, como término, también tiene una historia que lleva a confusión a muchos, pero cuenta con ejemplos muy positivos que compensan su imagen para el pueblo. Una imagen que mejorará sostenidamente con los ejemplos de China y Vietnam y que el ¨socialismo del siglo XXI¨ debe aumentar si aquellos dos países son consecuentes con su esencia socialista tanto nacional como internacionalmente y si este nuevo concepto de socialismo se revela como el sistema viable, tanto económica como políticamente, que se necesita.
Para Cuba es vital entender estas realidades sobre el modelo de economía, de sociedad socialista que combina al sector estatal con el cooperativo y privado, nacional y extranjero, funcionando bajo la égida combinada de la planificación con pleno mercado al que no podemos seguir satanizando, so pena de que no funcione con el alcance y la eficiencia que es condición necesaria para el vuelco que el país necesita en su economía. Esta es su contribución internacional más importante ahora al mundo, más importante que la de los valientes y abnegados médicos y enfermeras que combaten los más peligrosos males de salud en decenas de países.
Se crean así las bases para los cambios que en paralelo demanda nuestra sociedad en lo social y lo político. Se convierte en el proceso donde poder aprender lo necesario para perfeccionar nuestra democracia, nuestro sistema político, de dirección, de participación. Nos enseñará lo necesario de pensar y hacer de abajo a arriba, de entender que la vida se hace, se construye y se desarrolla en la base, desde la base, del pueblo. Nos hará ver lo necesario de deslindar funciones de dirección, organismos que la ejercen y los actores que la ejecutan, que no pueden ser los mismos en cada función de dirección, pues se convierten en jueces y parte de los procesos de dirección y gestión de la sociedad. Nos hará ver con claridad que la dirección de una sociedad socialista tiene que concentrarse en ¨dejar hacer¨, en crear condiciones para que los de abajo produzcan, creen, emprendan, y sean los protagonistas de la Planificación, entendida como la conciliación de todas las voluntades del país hacia los objetivos trazados por ese mismo país, por su pueblo.
Y este vuelco es imprescindible también para cambiar de una buena vez la imagen negativa que aún hoy puede utilizar el enemigo de clase para emponzoñar el único futuro viable que tiene la sociedad humana si quiere salvar al planeta que le sirve de hospedero, el socialismo.