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Entrevista con Andrew Coyle, consejero de prisiones de Naciones Unidas y redactor de las reglas penitenciarias europeas

«A España le gusta enviar a la gente a la cárcel»

Fuentes: El Periódico

Andrew Coyle fue alcaide de Peterhead, centro penitenciario de máxima seguridad de Escocia, y luego dirigió Brixton, en Londres, donde abundaban los reclusos con problemas mentales y sociales. Allí empezó a hacerse preguntas. ¿Qué quería la sociedad que hiciera con ellos? Saltó al terreno académico, se convirtió en consejero de prisiones de Naciones Unidas y […]

Andrew Coyle fue alcaide de Peterhead, centro penitenciario de máxima seguridad de Escocia, y luego dirigió Brixton, en Londres, donde abundaban los reclusos con problemas mentales y sociales. Allí empezó a hacerse preguntas. ¿Qué quería la sociedad que hiciera con ellos? Saltó al terreno académico, se convirtió en consejero de prisiones de Naciones Unidas y ha redactado las reglas penitenciarias europeas.

¿No se conoce a una sociedad hasta no conocer sus cárceles?
Así es. Las cárceles son un reflejo de los valores de la sociedad. En cualquier país del mundo, si quiere saber quiénes son los marginados, debe ir a las cárceles. En Australia verá a los aborígenes; en Europa central, a los gitanos; en EEUU, a los negros…

¿En todas las prisiones hay tanta masificación como en España?
No. La media de encarcelamiento en Europa occidental es de 100 por cada 100.000 habitantes. La mayor tasa de encarcelamiento se da en Reino Unido, con 142 por 100.000. Y le sigue España, con 140.

¿Por qué somos una excepción?
En mi país y en el suyo nos gusta enviar a la gente a la cárcel… Reino Unido y España utilizan la prisión para resolver problemas de justicia social. Dentro de las instituciones encontramos a gente con problemas mentales, sociales y de droga. La explicación es que tenemos miedo del distinto. Lo queremos lejos.

Sorprende que suceda eso en el Reino Unido…
Pues, pese a que la delincuencia no ha subido, la población de reclusos ha aumentado un 70% en los últimos 10 años. Afortunadamente se ha abierto un debate impulsado, entre otros, por un motivo práctico: ¡no nos lo podemos permitir!

¿Cuánto cuesta un preso?
En Gran Bretaña cuesta 50.000 euros por año. ¡Lanzamos dinero público en un agujero negro! Las cárceles deben dejarse para los que han cometido delitos graves. Y buscar otra forma para resolver los problemas sociales. En Londres trabajamos en la reinversión de la justicia.

¿Reinversión de la justicia?
Sí. Pedimos a un grupo de geógrafos urbanos que hiciera un mapa de las zonas con la tasa más alta de desempleo, mayor pobreza y marginación. Y vimos que la mayoría de presos procedía de esas zonas. ¿Por qué no reinvertir el dinero de la encarcelación en justicia social?

Excelente idea. ¿El terrorismo ha empeorado la situación?
Sí. Pero el mundo moderno debe darse cuenta de que se trata de un problema concreto. Hoy el reto para el sistema legal está en qué hacer con estas personas para que no amenacen a nuestra sociedad y, a la vez, no debilitar los derechos civiles.

Ya ¿Y quién vigila a los vigilantes?
Todos nosotros, supongo….

¿Supone?
En una sociedad democrática, el Estado está para protegernos a todos. La experiencia nos dice que la cárcel tiene que ser lo más transparente posible. La gente debe saber quién va a prisión y qué pasa dentro.

La corrupción existe.
Cierto. Pero en Europa existe el Comité para la Prevención de la Tortura, formado por 46 estados, con luz verde para inspeccionar los lugares donde existe privación de libertad.

¿Ha estado en Guantánamo?
No. Naciones Unidas pidió ir y EEUU puso como condición el no hablar con los prisioneros. No aceptaron. Guantánamo y Abú Graib son una mancha para todos los países democráticos. Han debilitado la posición de quienes intentamos desarrollar los derechos humanos.

Si tuviera que ir a la cárcel, ¿en qué país preferiría ser condenado?
Mmm… Recuerdo a un hombre que estuvo en el gulag, en la antigua URSS, y que visitó las cárceles de EEUU. ¡Le parecieron espantosas! Los reclusos comían bien, pero estaban en cajas de hormigón y sólo podían hablar con el personal por teléfono.

La incomunicación como tortura.
En cambio, visité una cárcel en Gambia, donde los presos se hacinaban, dormían en el suelo y comían bazofia. Pero se organizó un concierto y el director general del servicio penitenciario bailó con ellos. Las mejores cárceles son aquellas en las que hay sentido de la humanidad.

Todas son malas, ¿no le parece?
Sí. Los países que lo hacen mejor son los que menos la usan… En el mundo hay más de 9 millones de personas en las cárceles y más de la mitad están en EEUU, Rusia y China. En EEUU tienen el 23% del total.

¿Alguien sale mejor que entró?
A la gente no se la envía para mejorar, sino como castigo por infringir la ley. El reto es asegurarse de que no empeoran. En Inglaterra, el 60% de los excarcelados reinciden. Si queremos que la gente no cometa más delitos hay que asegurarles un techo, un empleo y ayuda social.