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A la clase trabajadora ya no le basta con despertar, ahora tiene que levantarse

Fuentes: Rebelión

Hace unos cuantos documentos atrás señalábamos, al tratar de sintetizar la situación política, que la crisis del régimen se podía explica de la siguiente manera; “la burguesía no puede y la clase trabajadora no sabe”. Este fue un acierto expositivo y analítico, sin embargo, amerita una explicación más profunda, producto de que los factores en juego en la crisis política del régimen y la situación, son altamente inestables.

Entendiendo el concepto inestable no como rupturista ni necesariamente movilizador- confrontacional, sino como la deriva sin rumbo conocido de parte del régimen y de las masas, distinto al que se abrió desde octubre del 2019.

Si hiciéramos una analogía de la evolución del proceso abierto en el año anterior, con el crecimiento de un ser humano; diríamos que el estallido social se dio en una etapa caracterizada por una explosión infantil producto de una carga de ira e insatisfacción acumulada; en cambio ahora, estamos en una etapa juvenil, que no obstante el proceso sigue cargado de energía, tampoco controlada y carente de un concepto global hacia donde dirigirse, sino que más bien focaliza su atención en objetivos inmediatos de satisfacción puntual, pero no es en todo momento ni siempre de forma confrontacional, sino que ahora es capaz de elaborar estrategias de corto y eventual alcance. 

La tarea inmediata y diaria, por tanto, es pasar a una etapa adulta en el proceso donde el auto control y el objetivo, se retroalimenten de forma sustantiva, por medio de un plan estratégico de desarrollo, que amalgame la historia, el presente y el futuro del movimiento de masas.  

Pero analicemos por parte, como se debe el régimen y luego la situación política.

El régimen se descascara.

El régimen político es la manera en que una formación económica y social (léase capitalista) impone sus concepciones de dominación política, económica y social de la clase dominante (burguesía), sobre otra dominada (trabajadores). Es en esta forma organizativa donde entran a tallar las contradicciones internas entre diferentes sectores de la misma clase en el poder. Estos sectores, en algún momento, deben por necesidad cooptar a la clase trabajadora o sectores de ella, para “legitimarse” frente al otro sector burgués.

Este esquema, ultra sintético, expresa con claridad lo que sucede en el país en la actualidad. La burguesía “reestructurada” bajo la dictadura militar se diferenció, entre un sector financiero-exportador poderoso y dominante a costa de otros de carácter agropecuario exportador, industrial, agrícola, minero, comercial, etc., todos y cada uno, eran dependientes de los préstamos del primero.

Pero, ¿Por qué el sector financiero-exportador dominante desde los años ’80, fue incrementando su poder anormalmente?

Esto se debió a que la burguesía desde hacía décadas, conocía que su financiamiento real, dependía de dos fuentes;

  1. Del incremento de la deuda externa (desde la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo), o
  2. Del control indirecto del cobre, por intermedio del Estado, como fuente proveedora de capital. Proyecto que prácticamente se originaba desde las primeras décadas del siglo XX, pero que la burguesía nunca tuvo la intención real de implementarlo, aunque C.I.C. llega al gobierno en 1952 bajo estás banderas).

Pero, ambas alternativas la vinculaban al imperialismo norteamericano, incrementando su dependencia y confrontación. La primera, en la forma de deudor y la segunda de competencia, lo que ninguna le había dado resultado hasta fines de los ‘70.

Es de esta manera que en plena dictadura se da cuenta la burguesía que se le abría la posibilidad de apropiarse de los fondos de pensiones, ya que eran (son) un fuerte y permanente flujo de capital (liquidez) para sus negocios. Este incremento anormal de capital en un sector, incluso en el funcionamiento clásico del capitalismo, determinó una diferenciación substancial al interior de la burguesía nacional como hemos visto más arriba.

Esta situación económica tuvo su correlación política en la extensión de una brutal dictadura y un presidencialismo desenfrenado (bonapartismo en términos marxistas), bajo la dominación del modelo neoliberal.

Sin embargo, este régimen democrático burgués con fuertes rasgos bonapartistas fundado en 1990, no es más que una dictadura de la burguesía, donde domina todo el espectro económico, político y socio-cultural, utilizando todos los medios para la cooptación de grandes segmentos sociales de la clase trabajadora, e incluso atrayendo a la pequeña burguesía a una alianza opresiva y explotadora de las masas.

Dicho modelo es el que se está descascarando a pedazos. Cada capa, cada segmento, se desprende del centro ya que este no puede seguir saciando sus requerimientos de capital (burguesía “nacional” dependiente), porque la productividad del capital debido a la competencia no es el mismo; o ya se les ha arrebatado el nicho de mercado (a pequeña burguesía) o los ha sobre endeudado en una espiral de crédito fácil y un empleo precarizado (trabajadores), arrebatándole la esperanza real o ficticia de ascenso social.

Esto es el origen concreto, de clase, de las diferencias sociales y sus contradicciones políticas con el modelo y la generación de la crisis del régimen. Esto no significa, que no existieran diferencias desde antes, pero las ilusiones de las masas por 30 años fueron cooptadas en base al consumo. Mientras pudieran, con esfuerzo y sacrificio, participar en dicho consumo, iban a continuar buscando la forma de como el modelo los beneficiara en algo. Ejemplo son muchas familias que vieron como por primera vez, tuvieron uno de sus miembros en la universidad, aunque esto significara una gigantesca deuda en relación a sus ingresos.

¿En qué forma los factores internos ayudaron a generar una implosión del régimen?

Esta diferenciación económica entre sectores burgueses generó, como hemos visto, el régimen democrático burgués con fuerte rasgos bonapartistas. Incluso desde la dictadura hasta el bonapartismo presidencialista, es decir de Pinochet a Frei, con un intervalo de ajuste como fue el gobierno de Aylwin, se fue construyendo lentamente, logrando su clímax con Ricardo Lagos. Para luego comenzar su decaimiento con el primer gobierno de Michelle Bachellet, en forma generalizada, porque en algunos aspectos se veía el deterioro desde la administración de Lagos. Desde ahí comienza un proceso de agotamiento político que viene a ser el símil del deteriorado modelo económico neoliberal.

Por tanto, el factor político se une a la decadencia progresiva del modelo, debido a las diferencias programáticas entre los sectores burgueses. Esto como si fueran una curvas descendentes en ondulados vectores a distintas velocidades, que en algún sitio tienden a confluir, generándose momentos de crisis agudas. Pero desde lo macro, mientras un sector burgués percibía lo potencialmente peligroso de mantener el modelo sin variación alguna, el otro obstaculizaba  cualquier cambio, aunque fuese el más mínimo.

Es esta dicotomía la que expresa la decadencia progresiva del modelo y el régimen político. Debido a que la estructura económica, comienza a ser “atacada” desde los ’90 progresivamente por un imperialismo ávido de nuevos negocios, y que ingresa a copar el mercado nacional. Esto motivó que la otrora burguesía arrogante y expansiva, fuera concentrándose en sectores extractivos y financieros, que no tardaron de ser también presionados por la avidez del imperialismo. Ejemplos sobran del como la minería del cobre comienza a ser dominada por empresas multinacionales o como el negocio financiero tiene que ser compartido por el ingreso agresivo del capital europeo BBVA o Santander (1990-2010), para luego dar paso al Scotiabank (2010-2015), generando fuerte competencia a los bancos nacionales como el Banco de Chile o el BCI. Este último del grupo de Alvaro Saieh, que para poder mantener sus negocios bancarios, tiene que recurrir a endeudarse en EE.UU., siendo en estos momentos agobiado por sus obligaciones que no puede cumplir sin liquidar algunos activos, por lo cual hoy tambalea como grupo económico importante.

Es este entramado lo que permite entender porque la propiedad de una AFP, un Banco y la industria extractiva (cobre), tipo Lucksic, eran necesarios para poder mantener el control, no sólo económico, sino político. Ya que la liquidez mensual de los ahorros previsionales, nutría al banco y este a los negocios de expansión minera.

Pero no se quedaron sólo en esto, los grandes grupos económicos junto a los gobiernos de la Concertación (Aylwin, Frei, Lagos, Bachellet) o de la derecha (Piñera) estructuraron una economía, que vivió de un permanente endeudamiento, que le permitían los años dorados de crecimiento de la economía china, desde el 2000 hasta aproximadamente el 2014. Dicho crecimiento generó un ingreso de capital vía Codelco (exportaciones de cobre), al Estado, por lo que el Banco Central prestaba dinero, muchas veces a interés cero, que los bancos redirigían a la población con intereses usureros. También le dotaban a los grupos económicos de capital ininterrumpido para ampliar sus negocios. 

Por ello, este sector burgués Lucksic, Saieh, Paulmann, etc., mantiene un régimen político conformado de acuerdo a sus necesidades e intereses. Estructurado para poder tener “en el Estado” su base de apoyo de liquidez de capital para la expansión de sus negocios. Lo cual se dio, a costa de otros sectores que debieron emigrar forzadamente a otros negocios, como fue el que fue desplazado para establecer el Tran-Santiago, pero también cooptando por medio de múltiples proyectos a la pequeña burguesía y sectores de la clase trabajadora que vivieron de ellos por cerca de dos décadas. Lo que sirvió para taponear, de alguna manera, el malestar de la clase trabajadora.

Esta organización dicotómica generó su fuerza estabilizadora y dominadora, pero también su debilidad intrínseca: por un lado, inició las fortunas más grandes conocidas que permitían controlar lo que fuera; medios de comunicación, agencias publicitarias y cooptar a quién fuera (políticos, personajes públicos, FFAA, etc.); y, por otro lado, la deuda de la población en crecimiento constante, tanto por el CAE universitario, el abuso del retail y las farmacias, y el empobrecimiento del comercio independiente, entre otros.

No obstante, esto se podía mantener mientras existiera liquidez a bajo costo, es decir dinero abundante y barato, que el Banco Central prestara a los bancos comerciales, lo cual era improbable que durara mucho tiempo, pero duró lo suficiente para que la burguesía se mal acostumbrara.

A la vez, el factor endógeno que conlleva el capital que es la corrupción, se manifiesta en toda la línea ideológica institucional. Todas las instituciones estatales que permiten una resolución de los conflictos, son permeados por el capital generando la corrupción desenfrenada; el ejecutivo, el congreso, los partidos políticos, la iglesia y las fuerzas armadas, dan muestras claras de su descomposición, ya que se transformaron en meros instrumentos económicos para los intereses de la burguesía más poderosa.  

Pero, sin embargo, este modelo se apoyaba en algo, que no podía mantener algo que no dependía de sí mismo. Su alta dependencia al exterior, generó que ante el des-aceleramiento progresivo de la producción industrial china, le pasara la cuenta. Conjuntamente, la presión social de las masas por incrementar la calidad de vida, salud, educación, etc., se le comenzó a hacer insoportable. Es este proceso el que se generaliza desde el 2006, reventando el 2019.

¿El factor chino?

En este escenario el factor chino es fundamental. Porque no sólo las diferencias son entre los sectores burgueses de diferente poder, sino que el cambio del flujo de capital internacional comienza a notarse desde principio de siglo, para consolidarse los últimos 5 años. La presencia china se ha incrementado centrándose en diversos sectores, tales como; el control del área de energía (Chilquinta – CGE); el aumento del ingreso de automóviles; proyectos de trenes rápidos que se vuelven recurrentes y de túneles internacionales para construir corredores internacionales; posibilidades de concesiones de carreteras; incremento exponencial de mall chinos, etc.

Todos estos capitales conllevan influencia política y negocios, que a la burguesía le está exigiendo una definición; o insiste en mantener su alianza con EE.UU. o vira hacia China. Lo cual, comienza a tensar las relaciones inter-burguesas, de por si tensas, producto de los expresado más arriba. Piñera encabezando viajes de empresarios a China o Eduardo Frei Ruiz-Tagle manifestando expresamente que el país asiático es socio estratégico de Chile, es sólo la punta del iceberg. Por otra parte, Saieh presiona por no desconectarse con EE.UU., porque significaría su caída.

Esta dinámica está haciendo que la burguesía acelere su definición, aunque esta no será antes de unos cuantos años. Sin embargo, ya se notas manifestaciones de inquietud entre la burguesía, por ejemplo las palabras de Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, que manifiesta la preocupación por el posicionamiento chino, que más parecen mensajes indirectos para lograr un negocio particular o para ser cooptado, que un legítimo interés nacional.

Por tanto, tenemos a una burguesía dividida por el ámbito interno y externo, prácticamente cooptada por los imperialismos norteamericano y chino, que no lo dejan estructurar un plan de ruta único. No obstante, el que sea que se adopte, será aplastando al otro sector y esto no será sin heridos en el camino.

De esta manera se entiende el por qué la política chilena, desde el punto de vista burgués, es decir de la UDI al PC, están preocupados por levantar un sistema parlamentario o por lo menos un presidencialismo debilitado, que permita que ambos sectores (pro chino y pro norteamericano), junto a los intereses de la burguesía venida a menos de carácter “nacional” estén representados. Esto debido a que, en estos momentos, el mantener el bonapartismo ya no es opción, sea por la presión de las masas como por las diferencias burguesas.

La crisis política y las estrategias burguesas.-    

Es en este contexto, en que las masas lentas, pero inexorablemente, intervienen y tienen en jaque al régimen, de por si conflictuado. Son los no invitados al banquete, los que hacen profundizar y relucir las profundas diferencias que tiene la burguesía, que hoy, a más de un año, no pueden imponer una estrategia única de salida a la crisis.

La debilidad política de la burguesía es tan profunda, que el ejecutivo no gobierna, o si lo logra hacer en algún momento, lo hace con la política del parlamento, que le fue impuesta a este por las masas movilizadas, ejemplo de esto es el 2° retiro de las AFP.

Mientras tanto, los medios de comunicación presionan para canalizar la crisis hacia la institucionalidad, conjuntamente con un parlamento débilmente unido, el ejecutivo (Piñera) lo conduce al contrario, con cada uno de sus movimientos. Expresando con claridad que la burguesía está dividida. Por un lado, Piñera pretende desconocer el poder de las masas por medio del manejo comunicacional, para imponer la idea de un aplastamiento ideológico y político, que sólo se apoya en la represión de carabineros; y, por el otro, el parlamento (la oposición y algo más) implementa la estrategia de reemplazo del ejecutivo, para poder canalizar las esperanzas de las masas que no sobrepasen los límites del régimen.

Ambos con una debilidad profunda y transversal; la lejanía de las masas. Aunque el parlamento se esfuerza en asirse de la conducción del proceso, el zigzagueo de los parlamentarios de Chile Vamos, debido al chantaje político del gobierno, les devuelve el desprestigio.

Sin duda, la crisis política seguirá abierta, porque la burguesía no tiene visos de resolver los conflictos entre ellos. Si a esto añadimos que sus partidos tantean con el populismo para poder desligarse de un gobierno en decadencia y descomposición, difícilmente podrán construir una estrategia única.

Todo lo cual, está acompañado por dos factores de inestabilidad coyunturales;

1.- La pandemia que el gobierno ha minimizado vergonzosamente, hasta reducirla a sólo un problema tangencial a la vida diaria, de sólo usar la mascarilla, soportar el toque de queda o una eventual cuarentena, cada vez más escasas. Manipulando las cifras y desligándose de las noticias internacionales para evitar alarmar a la población, ya que implementaron la misma estrategia que lleva a cabo el gobierno, y ahora están pagando las graves consecuencias, y

2.-  La crisis económica que viene a coronar un escenario de conflictos que lejos está de acabarse. Todos los economistas advierten que el primer retiro del 10% de las AFP, ayudó a evitar una mayor caída en los índices económicos y darle un cariz de recuperación a la situación económica nacional. La inyección de unos 17 mil millones de dólares conllevó un consumo que evitó, por ahora, un colapso mayor del empleo. Pero todo indica que no será por mucho tiempo, aunque se le inyecte un nuevo retiro que pueda empujar la economía los siguientes dos meses, la situación económica nacional tendrá una fuerte caída.

Esto porque ningún retiro reemplazará un aumento del empleo, que se ve lejano y ajeno a las políticas presupuestarias del ejecutivo, sobretodo en un contexto de espera de una segunda ola de la pandemia que puede ser más compleja que la que hemos vivido. Por su parte, Piñera seguirá enfrentándose al movimiento social y una oposición burguesa que pretende desplazarlo del primer plano, para evitar un estallido general.

Aunque la debilidad del apoyo popular de la oposición, que pretende canalizar el descontento hacia el ámbito electoral, es su talón de Aquiles. Claramente expresado en la votaciones de las primarias del 29 de noviembre, donde el pueblo expresó con la abstención que hasta ahora, no se siente representada por ninguno de los sectores burgueses ni pequeños burgueses. Abre un abanico de grandes posibilidad al movimiento de masas, pero también peligros sino aprovecha el tiempo para darse una organización y un programa.

Las masas y el proceso abierto.

El proceso democratizador (revolución democrática) se caracteriza por lo que señalamos más arriba  “la burguesía no puede y la clase trabajadora no sabe”. No es que la clase trabajadora desconozca su historia, sino que “el no sabe” se refiere a que desconoce o todavía no se convence que su fuerza, es la que puede llevarla a constituir un gobierno de trabajadores.

No ayuda a lo anterior, que multiplicidad de análisis y perspectiva, consideran que al no tener los niveles de movilización de octubre, noviembre y diciembre del 2019, el movimiento de masas esta en reflujo, por lo cual se debe tender a consolidar lo conseguido (¿?) o focalizar el espíritu renovador en las elecciones de los integrantes de la Convención Constituyente. Este tipo de análisis es demasiado básico, pero ronda en grandes sectores que realizan política en base al impresionismo.

Lo sucedido en octubre del 2019, en la historia del movimiento de masas, es extraordinario. Es decir, no ha sucedido muchas veces, que movilizaciones sociales de masas tan amplias se mantengan por meses en las calles, es muy raro. Porque tal nivel de movilización se da en crisis política y los gobiernos no resisten mucho y caen.

En cambio en Chile, la crisis política se genera producto de la movilización social, y aunque Piñera tambaleó, el régimen con toda su descomposición, fue apuntalado por la “fortaleza” (capital disponible) del modelo neoliberal, que hemos revisado más arriba, alineando a sus instrumentos políticos (partidos) para evitar su caída, es lo que fue el “Acuerdo por la paz”.

Por tanto, pretender que porque las calles no están llenas de manifestantes todos los días, significa que la burguesía retomó la iniciativa, no es correcto, sólo significa que la crisis toma otro cariz o se ubica en otra etapa.

Es por esta característica, muy resonante en estos últimos tiempos, que lo analistas políticos a sueldo de la burguesía, se apresuran para imponer el criterio que la crisis está centrada en la confrontación entre el ejecutivo y el parlamento. Pero esto no es más, que otro efecto del proceso que hemos revisado más arriba y la movilización permanente de las masas.

Fundamental es entender que en la crisis política del régimen, el factor disonante (de crisis) es el accionar de las masas, no las diferencias entre el ejecutivo y el parlamento. Y, a la vez, el accionar de las masas no sólo es gatillado por sus necesidades y los abusos, sino que también por el actuar del gobierno de Piñera, el cual en este escenario asume un verdadero rol de “desestabilizador”.

No es difícil entender que mientras exista la posibilidad de que las masas se movilicen, se pretenda hacer creer, por los diversos agentes de la burguesía, que ya han sido derrotadas. Sobre todo cuando durante esta semana (comienzo de diciembre) las movilizaciones demostraron en la calle que el movimiento sigue vivo, lo que no tiene claro es el fin de estas.

Situación política que se sigue caracterizando de prerrevolucionaria o podemos denominarla como una revolución democrática abierta. Es decir, la clase trabajadora arrastrando a sectores de la pequeña burguesía empobrecida, presiona al régimen democrático burgués (a la burguesía) por mayor participación y una redistribución de la riqueza nacional. Pero no pasa de ahí. Aquí volvemos a señalar que la clase trabajadora “no sabe” hasta donde puede llegar. No tiene conciencia de su propia fuerza, por lo cual no cruza los límites del régimen democrático burgués.

¿Por qué no lo hace?

Simplemente porque no tiene una dirección revolucionaria y un programa de clase, que la lleve a un gobierno de trabajadores de carácter socialista. Por ello, que en terminología marxista esta situación es pre-revolucionaria o una revolución democrática y no una revolución socialista. Es esta última, es donde el estado cambia la clase social que lo domina, de la burguesía a la trabajadora.

Por tanto, si el Estado sigue teniendo el carácter burgués en este proceso de revolución democrática, que pretende llegar de un gobierno y un régimen reaccionario y represivo a uno democrático y participativo, pero en los límites de la democracia burguesa, no podría haber una “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”.

Porque la soberanía popular (que radica en la clase trabajadora y los diversos sectores en su interior) no puede expresarse en toda su amplitud en los marcos restringidos del régimen democrático burgués, porque estará definido por lo permitido en la legislación burguesa. Por ejemplo, puede haber un avance en cuanto a la participación de la población en la generación de las autoridades, fiscalización, libertad de expresión y de movimiento, pero no así, en el aspecto económico. Sería imposible un proceso de democratización económica, que pretendiera superar los estrechos límites de la propiedad privada de los medios de producción. A lo más, se podría acceder a una nacionalización y propiedad estatal de los recursos naturales, pero no a una administración y control obrero de la producción, ya que esta tendría que ser a costa de la expulsión y expropiación de la burguesía. Sobre todo si se levanta el principio a base de la pregunta ¿Quién produce la riqueza en la empresa?, el burgués o el trabajador. ¡Porque ambos no son!  

Por lo tanto, sólo la movilización social permitirá que se impongan no todos, pero si la mayoría de los objetivos políticos que la clase trabajadora pretende, sino la burguesía impondrá los suyos, a menos que la clase explotada pase por encima de los torniquetes opresivos burgueses.

La confianza en las votaciones por tal o cual candidato obrero o cercano a la clase trabajadora que salga elegido convencional, es directamente proporcional a los impedimentos que se tendrán para ser elegidos, debido a la cobertura, a la publicidad y disposición de los medios de comunicación. Sin hablar del financiamiento. Vana esperanza, que se reduce en una legitimación de un proceso que seguirá arreglado y maleado, mientras las masas no derrumben el andamiaje político electoral.

De esta manera, el centrar los esfuerzos en levantar un candidato, no tendrá los resultados esperados, por lo que, es el programa, el que tiene que ser sociabilizado en todos los rincones del territorio. Que se levante, escuche y promocione, en todo lugar y por toda la clase.

El Programa de clase y los comités de difusión, la gran tarea de la clase trabajadora.

Es así que llegamos al meollo del asunto, el “Programa Clasista y Revolucionario”, necesario que aúne las soluciones a los problemas de la clase trabajadora. Este programa son ideas básicas, centrados en principios políticos sociales que permitan estructurar las pretensiones que el pueblo sienta en lo más íntimo, con lo cual se arme para la lucha política de clase.

Un ejemplo, es la propiedad del agua, la organización y cobertura de la salud o las características de la educación, los pilares de la previsión, etc. Temas extremadamente sensibles que deben ser la puerta de entrada para una profundización de la conciencia de clase de cada uno de los sectores de los trabajadores.

Sin embargo, pretender que esta lucha de clases se desarrolla, logrando alcanzar etapas sucesivas y con ellas consolidar las fuerzas y los logros para impulsar la siguientes, es de una miopía ridícula ya que el movimiento obrero mundial y nacional ya sufrió sus resultados, con el denominado reformismo socialdemócrata y el stalinismo.

El programa no vine sólo a expresar los intereses de clase que en el momento están en boga, sino que es la base estratégica de un cuestionamiento profundo al sistema, llevándolo a una contradicción activa con el modelo y el sistema económico, por lo cual, el régimen político se muestra inoperante para responder o dar soluciones.

En otras palabras, el programa es un eslabón entre las pretensiones inmediatas de la clase trabajadora y los objetivos históricos. Ejemplo es el problema de la vivienda, que se estructura al igual que muchos otros rubros, como un negocio de la burguesía para transferir fondos a sus arcas con aparente legalidad, aunque en el proceso se compruebe que sus ganancias equivalen a un alto porcentaje de las casas construidas. Es decir, del sólo hecho de levantar la reivindicación de que el aparato del Estado debe tener un departamento de ejecución directas de obras públicas y viviendas, le arrebata gran parte de los capitales a las empresas de la burguesía donde, no sólo extrae los capitales del estado sino que explota a la clase trabajadora. De esta manera se plantea como una clase que toma la iniciativa, no sólo copando el Estado, sino que la ejecución directa de obras necesarias para su propia clase.

Por tanto, el programa de clase debe tender fundamentalmente a construir un puente entre estos dos ámbitos, el coyuntural y el histórico. El coyuntural viene a ser el aprendizaje y toma de conciencia de la clase trabajadora y el histórico la cristalización de la conciencia de clase en la búsqueda del poder en un proceso permanente.

Por tanto, ¿La clase trabajadora debe buscar y levantar un candidato (os) o luchar por un programa?

Esta pregunta es fundamental y se responde no desde las abstracciones ni el voluntarismo, sino desde la correlación de fuerzas de las clases en pugna y, por supuesto, de la caracterización que se tenga de una coyuntura dada. Esto debido a que según la lectura de la correlación de fuerzas (coyuntura) se pueden llegar a distintos objetivos o políticas a aplicar.

Aquí se abren dos escenarios, que llevan a lecturas y políticas divergentes. Lo haremos con sólo dos escenarios, porque los otros son híbridos, donde deberíamos entrar a especular demasiado;

Escenario I.-

Constatación: Piñera y la burguesía con sus instrumentos (PP, Parlamento, FFAA, Iglesia, etc.) han logrado canalizar todas o casi todas las demandas de la población hacia el proceso político electoral constituyente.

Lectura: la burguesía y su gobierno que en un principio había perdido la iniciativa, hoy la retoma con fuerza y logra imponer una salida política institucional.

Efecto político: La burguesía derrota al movimiento popular, logrando reunir a todos los partidos políticos institucionalizados tras de sí e instalando un proceso de reacción democrática. Existe un reflujo del movimiento social hacia las acciones defensivas.

Política que el movimiento popular debe adoptar: Participar en todos los espacios políticos “cedidos” por la burguesía (para la auto legitimación se dirá, ganados), buscando atrincherarse en las elecciones y la convención constituyente. Se levantarán candidatos que participarán en el escenario establecido por la burguesía, logrando escasos resultados, pero legitimando el proceso y sus consecuencias, la nueva constitución, nacida en un ascenso restaurador de la burguesía por el reflujo popular.

Escenario II.-

Constatación: Piñera y la burguesía con sus instrumentos (PP, Parlamento, FFAA, Iglesia, etc.) no han logrado canalizar las demandas de la población hacia el proceso político electoral constituyente y las movilizaciones se reactivan periódicamente, cuestionando la dirección política del gobierno y la oposición burguesa y pequeño burguesa y no confiando en el proceso de la convención, que lo cataloga de engaño.

Lectura: La burguesía y su gobierno no han podido retomar la iniciativa, debido a un constante cuestionamiento de las fuerzas populares, extendiendo la crisis política (que no necesariamente significa movilizaciones tipo octubre-noviembre del 2019), sino conflictos constantes y represión permanente.

Efecto político: La burguesía sigue en jaque por el movimiento popular, por lo que continúan abiertas las posibilidades de cristalizar la revolución democrática. Entendiendo esta como una profundización de la participación democrática (Estado responsable directo; DDHH, etc.) y las reivindicaciones de carácter nacional-productivas (nacionalización del cobre, agua, mar, etc.) Existiendo un flujo del movimiento social hacia las acciones ofensivas (disolución de carabineros, no más AFP, etc.), aunque atomizada (sin programa y direcciones gremiales sectoriales) y sin dirección política (carencia partido revolucionario).

Política que el movimiento popular debe adoptar: Participar en todos los espacios políticos abiertos por la movilización, buscando constituir una dirección gremial unificada para aunar las luchas, presentar candidatos en las elecciones de forma independiente y movilizarse para convertir a la Convención Constitucional en Asamblea Constituyente. Pero con un programa de clase surgido desde la base. Con ello, se levantarían candidatos que participarían en el escenario establecido por la burguesía, pero logrando instalar un cuestionamiento de clase, al proceso y sus consecuencias, la nueva constitución, siendo dirigido desde el interior del proceso y presionado desde afuera por la movilización social.

Este proceso no sólo llevará a un cuestionamiento al modelo económico y al régimen político, sino que derivará hacia a las críticas al sistema, que permitirá la maduración de una organización revolucionaria, aunque sea lentamente.

Sin duda estas perspectivas, parten de la base de que todavía, la situación pre revolucionaria o el proceso de revolución democrática, sigue abierta o no se ha cerrado. Ya que como estos procesos históricamente se cerraban con el aplastamiento físico del movimiento de masas, aunque acotado geográficamente (2 y 3 de abril de 1957) o una traición abierta al movimiento de masas (1990-1997), hoy es más complejo este cierre. Por dos motivos;

1.- Porque Piñera no pudo aplastar un movimiento tan generalizado y tan profundo, ya que las fuerzas represivas no querían asumir el costo. Sólo carabineros tuvo que hacerlo, ya que buscaba necesariamente un aliado, aunque fuera Piñera, debido a la profunda crisis institucional que arrastraba.

2.- La falta de dirección del movimiento de masas, provoca que se le haga imposible negociar a Piñera una traición, por medio de la cooptación de la oposición. La estructura de este malestar es tan profunda que ubica al movimiento social en un lado versus el gobierno y la oposición en el otro.

Estas características, como hemos dicho en documentos anteriores, provoca que la burguesía recurra a los medios de comunicación de su propiedad (tv, diarios, radios, etc.) para convencer a las masas que el conflicto está radicado entre el parlamento y el ejecutivo, con la idea de ir armando un andamiaje institucional. Pero cuando creen haberlo logrado; es Piñera y su rol de “desestabilizador” o una elección primaria con la paupérrima participación del 2,9% del padrón electoral, que les recuerda que la legitimación no está pasando por los acuerdos políticos, sino por la masividad de las reivindicaciones sociales.

¿Pretensiones de ocultamiento de parte de la izquierda?

Es en este contexto que la izquierda revolucionaria, evalúa erróneamente a mi juicio, que la alternativa a un movimiento “desgastado y en reflujo”, es levantar candidatos a la convención constituyente, por medio de hipotéticos agrupamientos de dirigentes gremiales validados por sus acciones en protección de sus afiliados. Revolucionarios que olvidan algo básico en la lucha política de clases, que no importa el personaje, sino que el programa.

Pero olvidémonos que pretenden llamar a votar por las cualidades personales, más que por las posiciones políticas y el programa de clase, basándose sólo en posiciones efímeras y eventuales de carácter gremial. Lo más importante, es que se pretenden levantar en un contexto de reacción democrática, de “reflujo”, candidatos como forma de luchar en contra de un proceso de reacción democrática. Confiando más, en lo que haría una ínfima minoría en la convención constituyente, porque con la legislación electoral vigente, no se obtendrá nada más que eso, que en las masas. Que por muy vociferante o denunciadora que sea, al evaluar que el reflujo del movimiento de masas está instalado, no será más que una anécdota, porque no podrá apelar a la movilización de masas, debido a que estás han renunciado temporalmente a movilizarse, convencidas por un ambiente de reacción democrática.

Otros confunden las variaciones de la política formal y las relaciones ejecutivo-parlamento, como la expresión más nítida de la crisis, siendo que sólo es uno de los efectos de las tensiones de clase que la provocan; entre los sectores burgueses, como entre la burguesía y la clase trabajadora, con el eterno zigzagueo de la pequeña burguesía. Esta característica se muestra central, como si fuera un espejismo, producto de la carencia de un programa unificado para luchar contra el gobierno. Las movilizaciones sectoriales no permiten una consolidación de las luchas, debido a que gran parte de los dirigentes gremiales tienen militancia política en los partidos que están insertos en las negociaciones para estabilizar la situación política.

¿Qué Hacer?

1.- Las fuerzas revolucionarias tienen que hacer un análisis más profundo, que no derive de las pugnas políticas intestinas de la burguesía y sus partidos, sino que de la correlación de fuerzas, que tiene un espacio de análisis, cualitativamente mayor, tanto de carácter nacional como internacional.

2.- Centrarse en recoger las diversas experiencias y aspiraciones de las masas, en cada uno de los lugares, en que se movilizan, se organizan y se reunen.

3.- Agruparse en torno a un Frente Único que permita un amplio margen de desarrollo de las actividades políticas, gremiales, culturales, etc.

4.- Aunar las aspiraciones de la clase trabajadora en un programa básico general, que permita agrupar y movilizar a las masas, desde los estudiantes hasta los pobladores.

5.- Constituir grupos de acción proletaria en torno a la defensa de los objetivos del sector (gremial, económico, feministas, medio ambientales, etc.), en base a criterios de clase, aglutinando a sectores diversos y un análisis interrelacionado.

6.- Este programa básico debe ser la piedra angular del agrupamiento revolucionario. Tarea imperiosa es el realizar una conferencia unitaria para comenzar a construir la alternativa revolucionaria.

7.- Sólo cuando se tenga un programa real y generado desde las masas y las fuerzas revolucionarias, se podrá buscar los candidatos que se comprometan con el camino de la emancipación de las masas, lo demás es ir generando seudos líderes populistas y oportunistas, que lamentablemente proliferan en la pequeña burguesía.

Sin embargo, estas tareas que tienen las masas, se dan en un contexto político complejo; el gobierno neoliberal, reaccionario y represivo de Piñera, será quién enmarca no sólo el proceso de una nueva constitución, sino los eventuales miembros convencionales, la correlación de fuerzas y el contenido de la constitución, por lo que se hace peligroso, para las expectativas de las masas que continúe en el poder.

Por ello, es fundamental que la salida de Piñera sea la tarea prioritaria a emprender por las fuerzas populares, porque sino todo el esfuerzo no tendrá recompensa.

¡Fuera Piñera!

¡Asamblea Constituyente democrática!

¡Cambio a ley electoral!

¡Fin a las AFP!