La autora se pregunta cómo afrontar la huelga si, debido a una enfermedad, dependo de cuidados.
Este 2018 las mujeres nos paramos para demostrar que sin nosotras se para el mundo, porque somos quien lo mueve, somos quien lo cuida. Somos todas las mujeres, con nuestras intersecciones. Mujeres de todas las edades, etnias, culturas, clases, con enfermedades, con diversidades funcionales, con diferentes orientaciones sexuales, identidades de géneros y múltiples en todos los sentidos que desde la sororidad más profunda actuamos por y para todas.
La huelga del 8 M se propone en el ámbito laboral, de cuidados, consumo y estudiantil. Todo ellos, campos en los que estamos presentes y sin embargo no reconocidas. Yo me pregunto cómo afrontar la huelga si, debido a una enfermedad, dependo de cuidados. Considero que la clave es ser conscientes de que los cuidados nos mantienen, son condición sine qua non para nuestro bienestar y llevarlos a cabo supone una tarea ardua, sacrificada y a menudo poco gratificante.
El capitalismo patriarcal ha mantenido en la sombra de lo privado y lo íntimo esta tarea, reservándola para aquellas que hizo protagonistas de esta esfera: personas educadas en el rol femenino, mujeres. Desde ahí, la han llevado a cabo de manera aislada, asumiéndola como propia y como sus únicas responsables.
Las cargas de trabajo adjudicadas, en algunos casos, son cercanas a prácticas esclavistas: ausencia de tiempo libre, pérdida de autonomía en la toma de decisiones, olvido de las prioridades personales… Todo ello, y hoy en día cada vez más frecuente, dejando a tus familiares por atender a otras personas desconocidas. A menudo se tiende a infantilizar a las personas enfermas (se las despoja de intimidad, se cuestiona su criterio u opinión, se piensa anulada o disminuida su capacidad de decisión…), lo cual coincide con lo que ocurre con las personas con diversidad funcional.
Como si necesitar a otra persona que nos cuide nos llevase a pensar que somos más débiles. De la mano, también existe la tendencia de conceder prioridad absoluta a las necesidades de quien necesita cuidados, quedando relegadas las propias necesidades de quien cuida. No da lugar a despiste la coincidencia entre la socialización de las mujeres y su rol de cuidadoras. Educadas tradicionalmente para el agrado de las demás personas, complacientes, obedientes, empáticas, sumisas.
Cuidar a una persona enferma requiere muchas tareas que han de asumirse colectivamente, desde la tribu que forman las redes familiares, las amistades, las parejas…, porque cuidar ha de ser necesariamente verbo reflexivo. Es decir, quien cuida ha de ser cuidada. Si es obvio que, como personas, nuestras capacidades y aptitudes son diferentes y nos autodefinen, parece obvio también que cada una desempeñe mejor una faceta del cuidado, surgiendo un compromiso común entre quienes cuidan y quienes son cuidadas, que también han de atender necesidades de sus cuidadoras.
La propuesta se resume en cuidarse en simbiosis, desde la horizontalidad y no desde la sumisión. Co – cuidar multidireccionalmente, procurando espacios libres, tanto físicos como temporales, para evitar sobrecargas de trabajo, comunicar por parte de la persona enferma sus necesidades con asertividad y empatía, agradecer el tiempo que dedican a los cuidados otras mujeres, colaborar en la gestión de las dinámicas de los cuidados manteniendo un papel activo en lo posible, por poner algunos ejemplos prácticos.
Porque la revolución será feminista o no será y necesariamente implicará los cuidados, no solo cambiando quién se encarga de ejecutarlos o gestionarlos, sino también el enfoque colectivo, que resulta transcendente.
Fuente:https://perifericas.es/387/a-la-huelga-feminista-desde-la-dependencia-de-los-cuidados/