Toca la cita anual con la Fundación Juan Muñiz Zapico en la Semana Negra de Gijón. De un tiempo a esta parte se habla mucho de la memoria de nuestro pueblo y del lento proceso para construirla, de esto versa la mesa redonda que nos proponen desde la Fundación: Literatura y memoria histórica. La presenta […]
Toca la cita anual con la Fundación Juan Muñiz Zapico en la Semana Negra de Gijón. De un tiempo a esta parte se habla mucho de la memoria de nuestro pueblo y del lento proceso para construirla, de esto versa la mesa redonda que nos proponen desde la Fundación: Literatura y memoria histórica.
La presenta Francisco Prado Alberdi Pipas, memoria sindical de Gijón y presidente de la Fundación, que informa de la ausencia en la mesa de Luis García Montero, a quien se le ha retrasado el vuelo y en estos momentos todavía está volando.
Alberdi cita al sociólogo Jesús Ibañez como preámbulo: «El orden dominante nos impone el olvido…, y el olvido de que hemos olvidado». A él le gusta más el término memoria colectiva que el de memoria histórica. El ser humano no puede vivir sin memoria, así que se reescribe la Historia. El debate que quiere abrir es para encontrar lo que debe hacer la Literatura en ese esfuerzo para recuperar la memoria. Los tres ponentes que le acompañan en la mesa son el escritor de novela negra Alejandro Gallo, la escritora en asturiano Vanessa Gutiérrez y el historiador Francisco Érice.
Alejandro Gallo, autor entre otras novelas de Operación Exterminio y que en unos meses presentará una nueva obra que son dos en una, quiso hablar de 1984 como paradigma del control que ejerce el poder sobre el olvido y como muestra de que quien gobierna el presente, también gestiona el pasado y prepara nuestras mentes hacia el futuro que dibuja. Explicó después el tipo de Historia que habíamos recibido a través de la educación en este país. La que tuvimos durante la dictadura la definió como escatológica y acuñada en las monedas. Se limitó a un engañoso «Francisco Franco caudillo de España por la gracia de dios». Pero Franco no charló con dios, con quienes habló fue con Salazar, Hitler y Mussolini para empezar a hacer experimentos fascistas. Una etapa que acusaba con el dedo al gobierno de la República por las 547 toneladas del famoso Oro de Moscú y olvida el expolio que estaba realizando en las minas de wolframino españolas para recubrir el fuselaje de los Panzer del eje alemán. Franco regalaba a sus aliados un producto que en el mercado superaba al valor del oro, multiplicándolo por diez en aquellos tiempos. Murió Franco y surgió otra Historia, la historia capada, la que floreció a la sombra de un pacto de silencio y que comenzó un camino de reconstrucción de la Historia sobre la máxima de que en los dos bandos hubo buenos y malos para evitar el verdadero debate, el que debió establecerse entre víctimas y verdugos. Es una educación que busca el alzheimer colectivo.
Lentamente los libros de los vencedores van siendo sustituidos por las voces de los hijos de la dictadura que piden que no nos reinventen más la Historia los mismos. Con lentitud vamos viendo una justicia que no puede hacer justicia, así que tendrá que hacerla la Literatura. Literatura que tendremos que fabricarla entre todos, porque hay que reconstruir la Historia para hablar de nuestra gente, de su épica que han querido ir destruyendo en todo este tiempo. Lo que ocurrió en este país no tiene nombre, a los perdedores se les convirtió en esclavos y todas esas historias están pendientes de ser contadas. Hay que devolver la voz a los nuestros, a quienes fueron exiliados, a los que se asesinó con vileza, a nuestros familiares, a nuestros amigos, porque como decía Quevedo, «uno a uno somos todos mortales, pero juntos somos eternos».
Todos los países reconstruyeron su historia tras la Segunda Guerra Mundial, pero qué pasó en España. Aquí se mantenía una dictadura que no nos dejó reconstruir nada y nos fuimos olvidando de una parte importante de nosotros, de quienes siguieron luchando contra el fascismo en Europa. Somos cada uno de nosotros quienes tenemos que reconstruir la memoria, es una obligación de todos para dejar a nuestros hijos y nietos la Historia bien contada.
Francisco Érice que en su libro Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva nos propone una reflexión sobre los abusos de la memoria, señaló que la memoria no es equivalente a la reconstrucción histórica. El objetivo que pretende la Historia es el de establecer fielmente fragmentos del pasado. La memoria es diferente, lo que intenta es interpretar ese pasado en función de lo personal, de los intereses y del presente. Por decirlo de alguna manera, es el pasado de hoy. No existe una memoria única y siempre se encuentra en conflicto, pues la memoria es un campo de batalla, porque surge de la interpretación del pasado desde las necesidades del presente. Así que se reconstruye constantemente en función de nuevas luchas e intereses. La memoria colectiva es una especie de collage acerca de un pasado. Los recuerdos son limitados, algunas escenas, algunos hechos. La construcción de esos recuerdos es la memoria colectiva y los mecanismos que se utilizan para elaborarla no distan mucho de los empleados por la Literatura. Como no existe un pasado de recuerdos puros la memoria no se puede recuperar, lo que se hace con ella es construirla y en eso la Literatura tiene una enorme capacidad. Primero por sus técnicas que mezclan planos, no respetan los elementos cronológicos e introducen elementos subjetivos, emocionales y personales. En segundo lugar desde el punto de vista de los contenidos que incorporan el pasado utilizándolo para el presente y que consiguen hacerlo de una forma que se convierte en fuente más efectiva para generar nuevos recuerdos y unificar una visión del pasado mostrado; aprovechando la posibilidad de difundir un pasado con mayor atractivo para el público que la propia Historia.
La Literatura se ha utilizado de formas diferentes en tres momentos recientes de nuestra historia. Durante la postguerra se escribieron novelas para ofrecer la imagen que el Franquismo precisaba y para demonizar el recuerdo de la República. En el final del Franquismo y principio de la Transición, para señalar que vamos a tener una manifiesta imposibilidad de desenterrar el pasado de los vencidos. En los últimos años y paralela a los movimientos de recuperación de la memoria ha surgido una crítica al olvido del pasado y una recuperación de la tradición oral para dejar grabadas las historias concretas no contadas. Es este último un camino que busca recuperar tramos de nuestra Historia.
En las sociedades democráticas también existen silencios, hay límites a la memoria. No tenemos que ser beatos con ella, se puede llenar de mitos y deformaciones, pues su objetivo es crear una identidad. Es importante el conocimiento de la Historia, a la que incluso los literatos acuden para documentar sus historias. La gente construye su discurso y en torno a él elabora sus recuerdos.
Vanessa Gutiérrez es autora, junto con Beatriz R. Viado, del ensayo El país del silencio basado en la memoria contada por mujeres corrientes. Su experiencia personal más reciente en los medios audivisuales debida a su participación en Una vida contada hace que, a través de la entrevista a Anita Sirgo, vayan aflorando sus propias sensaciones, sintiéndose arte y parte. Recuerda que lo que Anita le contaba le afectaba a su propia memoria y también a su estado de ánimo.
Como escritora le interesa la literatura que se apoya en la experiencia humana. Para preparar El país del silencio, Beatriz y ella partieron de dos premisas, dos frases escuchadas, «El olvido está lleno de memoria» y «el miedo funciona como gas paralizante a largo plazo». El ensayo es una sucesión de narraciones que merecían ser contadas. Se adentra en el ámbito privado de las personas, testimonios de vencidos. Es un relato directo de sus protagonistas, pero desde una perspectiva de dar visibilidad a lo anónimo. Los hechos tienen recuerdos que han sido silenciados durante mucho tiempo por sus propios actores. También ha buscado el papel de las mujeres, siempre un tanto relegado. Asturias como territorio y la mujer como protagonista, así surge este trabajo periodístico de entrevistar a 21 mujeres que es El país del silencio. Le impresionó y marcó mucho la rotura del silencio que algunas mujeres habían guardado por miedo. Su intención era contar los hechos y también observar la selección de recuerdos que cada persona elegía narrar. Cada una de estas mujeres tuvo compromisos e implicaciones distintas, pues no hacía falta pasar por la cárcel para ser una víctima más. Las hay más célebres, que ya tienen un relato elaborado y construido a fuerza de repetirlo y otras que aún no lo habían contado y se expresan dando pinceladas. No forzaron la memoria, no quisieron dirigir las respuestas, porque los silencios también son significativos. «Si conoces las causas preocúpate por los efectos, si ves los efectos pregúntate por las causas».
Sus intenciones eran las de realizar un trabajo subjetivo ya que se sustenta en la experiencia y en la importancia de lo personal, de unos testimonios con mucho valor. Es una forma de recuperar nuestra autoestima a través del testimonio y la memoria de las personas. Nada impacta más que la sencillez de un relato escolar. Llega más que cualquier técnica.