Una de las características esenciales de cómo el mundo conservador enfrenta en lo discursivo la crisis económica global, se ha traducido en diversas estrategias que no se molestan en profundizar en las razones del problema, en las responsabilidades que le caben a los operarios del sistema -y mucho menos- en las consecuencias para el modelo […]
Una de las características esenciales de cómo el mundo conservador enfrenta en lo discursivo la crisis económica global, se ha traducido en diversas estrategias que no se molestan en profundizar en las razones del problema, en las responsabilidades que le caben a los operarios del sistema -y mucho menos- en las consecuencias para el modelo de desarrollo que se impuso en Chile, desde la dictadura.
Tienen ojos y no ven
Ya en noviembre de 2008, presagiando los efectos nocivos para nuestra economía y las de América Latina, un grupo de los defensores más extremos del modelo económico, elaboraron un documento titulado:»Libertad económica: El mejor camino para enfrentar la crisis».
Allí se presentan tres ideas fuerza, la primera es que el origen de la crisis ocasionada por la falta de liquidez de los deudores norteamericanos, es culpa del Estado por no regular a tiempo tal situación.
El documento pasa por alto factores sociopolíticos como los frentes de guerra (Irak, Afganistán) que debía enfrentar la gran potencia, el gasto público implicado en tal situación, donde se necesitaba aumentar el consumo interno y con ello la producción, de ahí la necesidad de bajar la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos, otro aspecto omitido por la declaración, es que mientras duró el negocio para los bancos fue bastante lucrativo, tanto que en busca de liquidez, para seguir otorgando créditos decidieron transar los paquetes de deudas en la bolsa, iba todo bien, pero al subir la tasa de interés, se produjo la debacle, miles de deudas impaga. Quienes adquirieron los paquetes de deuda dudaron y buscaron recuperar sus dineros con las consecuencias que conocemos. A eso se le puede llamar ¿responsabilidad del Estado?
El segundo argumento, nos habla de los ciclos económicos recesivos que afectan de vez en cuando a la economía, según la teoría económica liberal este sería uno más, sin grandes consecuencias.
Como hace cincuenta años atrás, los agentes del modelo, se encuentran a la defensiva, de hecho la necesidad de emitir un documento de estas características es una señal inequívoca de su debilidad, necesitan auto-reafirmarse, para ello la tesis de las crisis cíclicas, son una respuesta coherente, se entregan gráficos comparativos, pero se cae en explicaciones tecnócratas donde los factores socio-culturales parecieran no existir. La crisis por tanto, se transforma en un tema de expertos, si afecta los bolsillos del pueblo es un tema a parte, los consumidores no tienen pito que tocar en este circo.
Sin embargo, lo que pareciera una concesión teórica a los críticos del consumo, no es otra cosa que una exaltación prepotente, ya que el ciclo recesivo aceptado, nunca es problema del mercado, porque si ellos funcionan libremente se auto regulan provocando un crecimiento indestructible en la producción.
Por tanto sus máximas fundamentales de carácter religioso, nos dicen:
a. Si existen crisis estas se deben a intervenciones indebidas que atentaron contra la libertad.
b. Las turbulencias si se producen pueden ser absorbidas, con el mercado funcionando libremente.
c. La mano invisible conduce inevitablemente a situaciones de equilibrio, pues no se concibe una crisis bajo ese supuesto. (Ver La economía mundial a inicios del siglo XXI: La crisis actual inmobiliaria de Estados Unidos, Orlando Caputo, noviembre de 2007)
La tercera certeza del escrito y al parecer la más importante, es que las regulaciones son la peor salida a la crisis. Según los firmantes las economías más liberadas, con mayor flexibilidad laboral y sin restricciones son las que se recuperan más rápido.
Al parecer los europeos deben saber muy poco de economía porque según las informaciones que circulan en la red y los análisis que se realizan de la crisis en ese continente, las salidas han sido devolver al Estado una serie de facultades que habían sido arrebatadas, no lo hacen por gusto está claro, sino por obligación, porque la economía tiene un contexto socio-político que ninguna agrupación partidaria quiere cargar sobre su espalda: » Por ello es que en Inglaterra se dio marcha atrás, y se estatizaron de nuevo empresas relacionadas con el transporte. Es un ejemplo que no nace de la escuela socialdemócrata-marxista de la cual yo provengo, sino del Partido Laborista, que en parte contó con la aprobación de los propios conservadores». (El Dr. Diether Dehm, diputado de La Izquierda en el Bundestag. Deutsche Welle, 21-08-08). La conservadora Ángela Merkel, pese a la oposición de su partido no ha tenido más remedio que proponer una ley de estatización como única solución viable, porque entregar todo a «la mano invisible del mercado» desataría un desastre que ningún gobierno democrático podría resistir, sin recurrir a medidas reñidas con la democracia y los derechos fundamentales «…en la República Federal Alemana Democristianos y socialdemócratas han acordado, por vez primera en la historia que el Estado pueda convertirse en el propietario de un banco y que indemnice a los accionistas que tengan que renunciar a sus derechos de propiedad. Se trata, han repetido diferentes fuentes gubernamentales, de una solución que se aplicará sólo in extremis y cuando se hayan agotado todas las alternativas posibles». (» Crece el debate ante una eventual estatización de bancos en los mercados industrializados» Urgente24, 19-02-09) Tienen oídos y no escuchan Volvamos a nuestros contumaces tecnócratas, lo que ellos en definitiva nos proponen es que ante la crisis, los trabajadores de cualquier calificación aprieten el cinturón y los dientes, que cedan la mayor cantidad de beneficios sociales posibles a cambio de mantener la fuente laboral, en el trabajo titulado «Seis propuestas para enfrentar la crisis» elaborado por LyD el 24 de octubre de 2008 sostienen lo siguiente: «permitir mayor flexibilidad en la negociación entre empleadores y trabajadores» al explicarla no tienen ningún reparo en exponer su tesis «nuestra propuesta es establecer una adaptabilidad pactada entre empleadores y trabajadores que se pueda hacer efectiva en todo momento y no solamente en épocas de crisis» es decir al alero de una crisis emblemática del modelo, se atreven sin ningún pudor a formular una de las propuestas más indecentes que se haya escuchado en tiempos de restricción impuesta. Estas propuestas, jamás las presentarían en países con un sindicalismo fuerte y con una democracia, donde las representaciones den cuenta de las expresiones reales del país. Es tal el descaro de los llamados acólitos, que para coronar su legajo de soluciones sacadas de la biblia de Hayek y otros connotados cardenales de la nueva orden religiosa neo-conservadora nos proponen: «cambios al sistema de indemnizaciones por años de servicio y seguro de cesantía» el argumento que se usa para intentar alterar este derecho, es que la masa laboral de subcontratados, sin contrato y cesantes es tanta que un derecho como este, pasa a ser un privilegio. Es decir, el beneficio es el culpable de la pillería, el abuso y la masa de cesantes. Cuando el país más creció, los márgenes de la desigualdad se ampliaron, cuando enfrentó la crisis del 98, los trabajadores pagaron el precio, ahora en las actuales condiciones y sin escuchar los rumores de las grandes catedrales, estos tecnócratas acorazados con la fe del carbonero, insisten en adorar al becerro de oro.
La democracia como medio
Quienes plantean estas propuestas, suponen que los gobiernos de turno, se encuentran al servicio de un pequeño grupo de chilenos que no desea ver alterado su bienestar, por eso reaccionan condenando a quienes pretenden democratizar los aspectos: sociales, culturales y económicos «Es preferible un autoritarismo inspirado en los verdaderos principios liberales que una democracia ilimitada, basada en atavismos primitivos como la búsqueda de la justicia social, la disminución de las desigualdades socioeconómicas, y la distribución democrática del producto» ( Camino de servidumbre, Hayek 1978).
De ahí entonces, que la democracia no sea reconocida con un valor en sí misma, sino como un medio, porque si se opone a las exigencias del orden liberal, se hace necesario alterarla, de ahí la preocupación por las propuestas y supuestos con los cuales los conservadores en Chile, pretenden sostener sus privilegios -sin que se altere un ápice- los ladrillos de su edifico, aunque hoy luzca su rostro más tétrico, en el presuntuoso e inacabado edificio costanera norte.
Omar Cid – Centro Estudios Francisco Bilbao