La huelga de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, UAM, anticipa las luchas de las y los académicos de las universidades (UES) públicas y privadas nacionales por mejores condiciones laborales, de remuneraciones y salarios, a nivel latinoamericano. Las condiciones académicas y laborales son las peores que hayan existido en toda la historia de la universidad […]
La huelga de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, UAM, anticipa las luchas de las y los académicos de las universidades (UES) públicas y privadas nacionales por mejores condiciones laborales, de remuneraciones y salarios, a nivel latinoamericano. Las condiciones académicas y laborales son las peores que hayan existido en toda la historia de la universidad en América Latina y el Caribe, especialmente, del siglo XX.
En el caso chileno, estas son deplorables y paupérrimas. Totalmente reguladas y condicionadas por la lógica capitalista centrada en la mayor extracción de plusvalía posible, para incrementar las utilidades y ganancias de la «industria de la educación superior», sea, esta privada o pública. En esa lógica no hay distinción entre ambas. La extracción de la plusvalía académica, en una actividad tan particular como es la educación superior universitaria, se focaliza, en las y los trabajadores, es decir, en funcionarios, académicos, investigadores y docentes. Los bajos salarios y remuneraciones y las extenuantes jornadas de trabajo son los principales mecanismos de explotación de la UES del capitalismo académico.
Se hace urgente establecer un Estatuto Nacional Académico Universitario (ENAU), destinado a regular la situación laboral de Académicos, Investigadores y Docentes de la Educación Superior tanto pública como privada. Pues como decía, actualmente, las condiciones laborales y salariales en que se desempeñan cientos de académicos son francamente deplorables. Solo por dar un ejemplo, hay ues públicas en donde el 80% de los académicos y docentes llevan décadas bajo la condición de «contrata» u otras dónde la condición de «profesor a honorario» es predominante, con jornadas extenuantes de docencia, sin ninguna posibilidad para investigar o para producir conocimiento nuevo, innovador, etcétera.
Por esa razón. la mayoría de la enseñanza universitaria de pregrado actual consiste en «conocimiento envasado», o sea, la repetición mecánica de parte de las y los docentes de conocimiento producidos por otros. Predominante, en nuestras ues, es la perspectiva educativa por competencias que en vez de potenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje reflexivo y profundo busca tan solo generar competencias y habilidades laborales y funcionales con una exagerada profesionalización y mercantilización de la enseñanza universitaria.
La pedagogización ortodoxa de esa perspectiva en la educación superior esta «asesinando» a la universidad reflexiva, critica, compleja y, sobre todo, humanista. La transformación de los académicos universitarios en pedagogos, anula los procesos formativos alto nivel de ellos, y cierra y obstaculiza su constitución en cientistas sociales, productores de nuevos e innovadores conocimientos. Muchos de estos han sido formados, por de medio de becas financiadas por el Estado, o sea, por toda la sociedad, en centros universitarios de alto nivel en el extranjero. Sin embargo, al momento de regresar al país, se convierten en meros «docentes» universitarios. Provocando su frustración integral y total. Al mismo tiempo, esto constituye un despilfarro tanto de los «recursos» humanos y económicos que la sociedad nacional posee y ha invertido en su formación. Téngase presente que aproximadamente 30% de los PhD que el programa de Formación Humana Avanzada de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) en el área de las ciencias sociales y las humanidades, se encuentran cesantes o, con empleos precarios.
En un país en donde no hay políticas de investigación nacionales, donde la definición de la actividad investigativa se focaliza en concursos competitivos de carácter individual, sin ninguna conexión con los requerimientos de la sociedad, la investigación solo está al servicio de una carrera individualista de una minoría de investigadores. Actualmente, las ues, definen áreas de investigación específicas solo con la intención de incorporar cientistas con el objeto de mejorar su posición en los rankings nacionales o internacionales o para cumplir con los requisitos de acreditación. No existen o son contados con los dedos de una mano, las ues que disponen de centros de investigación destinados, de manera exclusiva, a generar conocimiento nuevo en aquellas áreas que el país requiere y para enfrentar los problemas de la sociedad actual. Centros constituidos por equipos de investigación colectivos, interdisciplinarios, plurigenéricos o plurigeneracional, etcétera. No hay interés por parte de las ues de constituir estos centros, fundamentalmente, por los costos financieros que ello implica. Y, especialmente, porque la burocracia universitaria, mayoría de ellos, formados en la gestión gerencial de la empresa, considera que estos centros son escasamente rentables o redituales financieramente.
Como señalaba, la mayoría de los cientistas sociales sin posibilidades de realizar una carrera académica en la investigación, terminan haciendo clases por remuneraciones y salarios miserables, atendiendo a semestralmente a cientos de estudiantes, corrigiendo centenares de pruebas y trabajos, en horas de trabajo personal «no remuneradas» en sus casas, completan un cuadro de explotación académica muy propia de las universidades del capitalismo académico.
La huelga de UAM, institución que conozco y visitado en diversas ocasiones, da cuenta de los diversos problemas que el capitalismo académico neoliberal, imponen a las y los académicos y trabajadores de la educación superior no solo en México, sino en toda Nuestra América, un ejemplo, es lo que ocurre con la educación superior en la Argentina Macri, en Colombia, etcétera. Sistemas universitarios afectados por los mismos males, el virus neoliberal y la educación por competencias.
Por eso, estimo, que, a pesar de algunas significativas diferencias, no debe dejar indiferente a la academia universitaria nacional. Ayer fue el tiempo de las y los estudiantes universitarios, hoy por hoy, es el tiempo de los académicos, investigadores y docentes de hacer presente las pésimas condiciones laborales en que deben desempeñar sus actividades. La actual proletarización, sin querer de ninguna manera ofender a las y los proletarios, todo lo contrario, obliga a los académicos abandonar sus prejuicios clase medieros aspiracionistas, y asumirse como lo que somos: proletarios académicos. Todo ello exige comenzar a hacer posible, en primer lugar, el Estatuto Nacional Académico Universitario (ENAU) y en segundo lugar, aunque esto no supone una jerarquización, sino tareas diferentes, pero concatenadas, la creación, en el largo plazo, del Colegio Nacional de Académicos Universitarios (CNAU) que agrupe a todas y todos las y los académicos que se desempeñan en la universidades nacionales con el objeto de representar ante el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil nuestros intereses como gremio. Considero que para mejorar y modificar el actual sistema universitario nacional no solo se requieren estudiantes movilizados sino también sus trabajadores, o sea, de los académicos, investigadores y docentes.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.