Fue Hanna Arendt allá por 1961 quien nos vino a plantear que la ausencia de pensar podría, sin duda alguna, traernos de nuevo a situaciones parecidas, similares o incluso de lleno, meternos en nuevos holocaustos. Esto que podría ser tachado de exageración debemos ponerlo en situación (contexto) y sobre todo asumir que quien profirió dicha afirmación no es una cualquiera y menos tratando el asunto. Hay otro nombre, Eichmann, coetáneo de Arendt, de significación bien distinta a ésta y sobre todo de resultado histórico. Eichmann llegó a ser considerado el burócrata por antonomasia de cualquier aparato de Estado. Se comentó que durante el holocausto nazi (último periodo) en conversaciones privadas, llegó a afirmar que por él pasaron (bajo su firma de tecnócrata del Estado Nazi) la muerte de algo más de 500.000 judíos y de todas las edades, solía enfatizar.
Bien, una vez presentado a ambos, señalar que la relación-vínculo se produjo porque Eichmann escondido en Argentina fue secuestrado por el “Mossad” y entregado a las autoridades israelitas por el 1960 y fue juzgado en Jerusalén. Arendt siguió el juicio como periodista acreditada del New Yorker, pero sobre todo como filósofa y antropóloga. No olvidar que Hanna ya había escrito su obra magna El origen de los Totalitarismos (de las obras políticas más leídas, trabajadas y vendidas). Durante el juicio, Arendt se preguntaba y a sus lectores, entre otras, si lo que se estaba juzgado allí era al Estado Nazi o a la persona Eichmann, ¿al nazismo o a un hombre de carne y hueso? Arendt optó por esto último, y aludiendo en varios de sus comentarios escritos que el acusado no era el monstruo que se quiso presentar, y que este no era más que uno de tantos burócratas de cualquier Estado que lo que hace es que las leyes y el propio Estado funcione. Un hombre ordinario, despreciado por muchos de sus colegas y jefes, inofensivo y hasta refractario al uso de la violencia en lo cotidiano. ¿Similitudes?
Si les soy sincero, me da mucho miedo esto último pues así es; cualquiera de nosotras/os podríamos ser o somos un Eichmann o al menos me plantea la duda. Recordarles además que Eichmann nunca se sintió culpable pues una y otra vez repetía al tribunal (como bien se puede ver en algún que otro documento sobre el juicio) que no tuvo “ninguna relación” con la “matanza de judíos”. De hecho, afirmaba que había sido un ciudadano “fiel cumplidor de las leyes,” incluso habiendo respetado el “imperativo categórico” kantiano, cumpliendo con su “Deber”. Arendt tras el juicio afirmó: “Considero que otro Holocausto es posible, al menos mientras los arsenales con armas de destrucción masiva que algunos estados alimentan ininterrumpidamente, prosigan y no cultivemos el pensamiento en y con la ciudadanía.”
La reflexión va en línea a que el aparato burocrático de cualquier sistema incluido un totalitario, supremacista y genocida, puede conseguir que se naturalice la barbarie y digo esto fundamentándolo bajo la mano de Arendt, porque considero que nadie como ella ha sabido mejor explicar, así como vivir el funcionamiento de los totalitarismos xenófobos y genocidas y miren por donde debo coincidir, tristemente, pero coincidir con Arendt en que estamos más cerca de lo que nos podríamos imaginar, sin ir más lejos hemos podido observar como determinados trabajadores/as extranjeros de Estados Unidos están siendo requeridos para tramitar su documentación y bajo esa máxima son esperados por la policía que directamente los deporta. La burocracia y aparatos del Estado una vez más al servicio de la expulsión de personas. Pero no sólo esto, los discursos en Europa, en España van en línea tan contradictoria como “vienen a quitarnos el trabajo” o “vienen a llevarse nuestras ayudas sin dar un palo al agua” pero consignas a la postre en sentido de echar al otro; hay otro que nos perjudica, hay otro diferente, hay otro inferior, hay otro que terminará usurpando nuestro yo y en definitiva moralmente hablando no nos queda otra que utilizar toda la ley que haga falta para evitarlo.
¿Somos responsables, como ciudadanos? Aparentemente, podría parecer que no, pero… créanme si les confirmo que sí, sí somos responsables y lo somos porque debemos ser conscientes de lo que se hace, desde dónde se hace y cómo se hace; pensarlo, discutirlo y siempre dignificando; Eichmann y millones de alemanes más dejaron de pensar, dejaron de dialogar con su conciencia, dejaron de compartir públicamente sus reflexiones y para que algo así vuelva a suceder “tan solo” tienen que darse los mismos ingredientes. ¿Estamos siendo conscientes? Por lo tanto, no nos debe caber la menor duda, somos responsables de nuestros actos individuales, de nuestros actos como comunidad política y de nuestros actos como sujetos y miembros de un Estado. Creo que esa es la gran lección a la que nos aproxima Arendt, bajo el paraguas de Eichmann. Insisto de alguna u otra manera todos y todas podemos ser algo Eichmann, cuando oímos sin el menor pudor y normalizamos que niños/as menores, inmigrantes, no se les puede dar cabida alguna y mucho menos crear vivienda tutelada de amparo a menores y sobre todo normalizar cuando una política tecnócrata, una Eichmann-menor, barrunta no sin maldad, la Consejera de Políticas Sociales de la Región de Murcia: “Pido disculpas… No volverá a ocurrir”. Fíjense, me ha salido de carrerilla lo de “maldad”, como bien incidía Arendt Normalizar el Mal.
Por ello y por tantas otras en las que estamos cayendo y las que nos vienen, llámenme mal pensado, pero recomiendo con toda pasión que para este verano le den si pueden repaso al documental sobre el juicio de Eichmann por genocidio y sobre todo les invito a que lean Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del Mal. Imprescindible para entender nuestro presente y sobre todo hacia dónde vamos (futuro). ¿Exagero?
José Turpín Saorín es antropólogo y filósofo.
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