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A quince años del Plan Colombia

Fuentes: Revista Insurrección

El próximo 4 de febrero, en Washington se reúnen el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, el presidente Juan Manuel Santos y los expresidentes Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, con el propósito de conmemorar los 15 años de la implementación del Plan Colombia y sentar los fundamentos de lo que sería una «nueva formulación» […]

El próximo 4 de febrero, en Washington se reúnen el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, el presidente Juan Manuel Santos y los expresidentes Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, con el propósito de conmemorar los 15 años de la implementación del Plan Colombia y sentar los fundamentos de lo que sería una «nueva formulación» de este plan, acorde con el denominado posconflicto.

El Plan Colombia fue una idea surgida a finales del milenio pasado, para dar respuesta a la implementación de acuerdos y a las reformas que requería el país, una vez se concluyera el proceso de diálogo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia; desarrollado en la llamada Zona de Distensión de San Vicente del Caguán, instalada el 7 de enero de 1999.

No obstante, el Plan tuvo un cambio sustancial, justificado, tiempo después, por el fracaso de la experiencia del Caguán. Sería el General de los Estados Unidos, Barry McCaffrey, Zar antidrogas, quien le daría su nuevo sentido: el involucramiento de la guerrilla colombiana con el negocio de las drogas ilícitas, determina que para superar la violencia, que afecta a la nación suramericana y a la región, es necesario combatir a la «narcoguerrilla» para lograr la paz.

El Plan se concretó el 20 de octubre de 1999 en el Congreso Norteamericano con el nombre de «Alianza Act», bajo la iniciativa de los senadores Repúblicanos Coverdell, Dewine y Glaseley. En ese momento, se contempló una ayuda suplementaria para Colombia de 1.600 millones de dólares en tres años, de los que más del 70 por ciento estaría destinado a la lucha antinarcóticos. Aunque en ingles, el Plan incluyó un capítulo que presentaba la llamada «declaración de la misión»; el cual, indicaba:

«Misión Nacional: asegurar el orden, la estabilidad y el cumplimiento de la ley; garantizar la soberanía nacional sobre el territorio; proteger al Estado y a la población civil de amenazas provenientes de los grupos alzados en armas y de las organizaciones criminales. Romper los lazos entre estos grupos y la industria de la droga que los apoya».

Desde el 20 de agosto de 2006, el diario estadounidense The New York Times, indicó que el Plan Colombia era un fracaso, pues a seis años de su implementación, con más de 4.7 billones de dólares invertidos, el problema seguía siendo el mismo. Los cultivadores se adaptaban reduciendo la extensión de las hectáreas cultivadas y se movían a zonas remotas para evitar la detección; asimismo, los dueños del negocio, evitando llamar la atención, generaban redes que impedían su ubicación. Lo anterior sin contar con el daño ambiental y a la salud del Glifosato, químico utilizado en la erradicación, cuyos nefastos efectos han sido demostrados.

El Plan Colombia, como arma de guerra, ha sido y es lo contrario a un país en paz. La presencia norteamericana ha cumplido su misión en la formación y conducción del Ejército colombiano. Las Bases militares con presencia norteamericana establecidas en territorio nacional, reconocidas en los acuerdos de cooperación, y las visitas de altos mandos provenientes de las guerras de Irak y Afganistán, son tan sólo pruebas públicas de ello. Maquinaria bélica que amenaza al continente, al ritmo que avanza el plan global de guerra imperialista.

Al ser una moneda de dos caras, el Plan Colombia hay que verlo como un fracaso, que hace parte de la ruina de la llamada «guerra anti drogas» lanzada por el presidente Nixon en 1974; hicieron falta 4 décadas para que los EEUU reconocieran, que fracasaron en la vía represiva contra las drogas. Y al medirlo por la otra cara, como arma contrainsurgente, el Plan Colombia es visto por la oligarquía, como algo bueno para sus intereses, dado el repliegue que produjo en las guerrillas colombianas.

Los planificadores estratégicos del imperialismo norteamericano han ajustado este Plan, acorde al momento que se abre, luego de los acuerdos que están en vía de sellarse con la guerrilla. Ajustes que contemplan un papel activo de las Fuerzas Armadas en la ofensiva reaccionaria, que ejecutan contra los gobiernos que han tomado distancia de los dictados de los EEUU.

La lucha de la sociedad colombiana por la paz debe seguir, siendo conscientes, que la hacemos en contra corriente del plan de guerra imperialista; el que no se detendrá hasta monopolizar de nuevo, la más grande reserva de petróleo del mundo, que está al oriente nuestro, en la República Bolivariana de Venezuela. Entonces, el escenario de pacificación de las luchas en Colombia, que buscan Obama y la oligarquía, es compatible con el escenario de guerra que atizan, contra el hermano pueblo de Venezuela.

Esta es la dura realidad que implica la versión 2.0 del Plan Colombia y contra ella, continuaran las luchas de los pueblos suramericanos, porque según dice el refrán: «la única lucha que se pierde, es la que se abandona».