A veinte años del triunfo del NO y el inicio de la interminable transición a la democracia, realizar un balance histórico con las dificultades que implica ser parte de los hechos recientes, como actor u observador de primera fuente, es siempre riesgoso. En febrero de 1988 el llamado comando del NO, será el órgano base […]
A veinte años del triunfo del NO y el inicio de la interminable transición a la democracia, realizar un balance histórico con las dificultades que implica ser parte de los hechos recientes, como actor u observador de primera fuente, es siempre riesgoso.
En febrero de 1988 el llamado comando del NO, será el órgano base que dio origen a la concertación de partidos por la democracia, instrumento político que agrupó a diversos sectores de la sociedad chilena, bajo la propuesta del Acuerdo Nacional firmado en agosto de 1985 e impulsado por el entonces cardenal Juan Francisco Fresno, en dicho documento, la Alianza Democrática (oposición de centro izquierda a la dictadura) y algunos personeros de la derecha, entre ellos el joven Andrés Allamand, más el apoyo en las sombras del ministro de Pinochet, Sergio Onofre Jarpa, acuerdan una serie de medidas a tomar en el corto plazo, de ellas rescato y resumo el punto tres del escrito, por las implicancias futuras del mismo.
III MEDIDAS INMEDIATAS:
– Término de los Estados de Excepción Constitucional.
– Formación de Registros Electorales.
– Término del Receso Político.
– Aprobación de una Ley Electoral para elegir Presidente de la República, Senadores y Diputados por sufragio directo.
– Un plebiscito que legitime las disposiciones de este documento.
(Ver: Acuerdo Nacional para la transición a la plena democracia, fuente CEME)
Este acuerdo restringido, dejaba fuera de la mesa de negociación a otras fuerzas políticas, en especial al (MDP) que en ese momento se encontraba integrado por el Partido Comunista, una fracción del socialismo y el MIR.
Votar entonces era parte del itinerario del propio dictador, presionado por las protestas nacionales y un contexto internacional, donde las dictaduras emprendían su retirada de América Latina, dando paso a las nuevas democracias, bajo recomendación del departamento de estado norteamericano.
El mundo de ese entonces confrontaba todavía a los dos grandes bloques y muy pocos imaginaban que un par de años después, los llamados socialismos reales se desmoronarían.
Desde esa matriz de razonamiento, el logro de los operadores de la dictadura, fue colocar como restricción a cualquier convenio, la exclusión de las fuerzas de izquierda, amparados en el recurso retórico del uso de la violencia, en un país sometido a estados de sitio, detenciones arbitrarias, tortura y asesinatos selectivos, de los que ellos eran y siguen siendo los únicos responsables, se priva a la izquierda de cualquier posibilidad de poner en la mesa sus exigencias.
Los firmantes de dicho acuerdo, son los futuros sostenedores de lo que se conocerá más tarde como sistema binominal o de exclusión de las minorías, en beneficio de las coaliciones destinadas al co-gobierno.
En un programa emitido por televisión privada de nombre «cadena nacional» el sociólogo y director de las encuestas CERC Carlos Huneeus, afirmó sin siquiera sonrojarse, que la democracia de hoy, tiene su origen en el grupo de los veinticuatro surgido en el contexto del plebiscito de 1980, en la Alianza Democrática y en el liderazgo de Patricio Aylwin, en los años del plebiscito de 1988 y las elecciones de 1989.
Recordar el plebiscito para estos sectores, se ha transformado en una manera tosca, de generar un guión de cine de bajo presupuesto, destinado a la pantalla chica y dirigido a los jóvenes, con el objetivo de intervenir la historia social de Chile y su memoria de lucha y resistencia.
El actor principal de ese tiempo, señor Huneeus, no fue el señor Aylwin, ni el señor Lagos, ni los negociadores de la dictadura, en realidad, ninguno de los que hoy elaboran sendas reflexiones sobre el proceso. El pueblo movilizado en los comandos del No, las organizaciones que durante años dieron dura batalla contra la dictadura en distintas esferas, ejemplo: los familiares de detenidos desaparecidos, las organizaciones de cesantes, ollas comunes, comprando juntos y así suma y sigue la memoria. Los jóvenes que desafiaron una y otra vez los estados de sitio, los hombres y mujeres que ampararon a un perseguido, a ellos todo el reconocimiento, a los muertos de esa historia todo nuestro respeto.
H oy se escucha a irrisorios políticos de esa época, decir que la franja del NO, fue la gran llave del triunfo en el plebiscito, es cierto, el factor discursivo y de imagen jugó un papel importante, pero la gran fortaleza estaba en la convocatoria de los actores sociales y políticos opositores al dictador.
En la capital, las concentraciones contrarias al continuismo militar, superaron en la mayoría de los casos las cuatrocientas mil personas, sólo en Santiago. Los comandos del NO, eran una expresión nacional, donde se plasmaba la convicción del triunfo y de su posterior defensa, los asistentes a esos comandos aprendieron a votar, incentivar la inscripción de los jóvenes, miles de cartillas de educación cívica recorrieron el país, pero junto a ello, se enseñaron también formas básicas de auto-defensa, porque veinte días antes, e incluso durante el mismo momento en que los chilenos votaban, existían dudas fundadas con la actitud que tomaría la dictadura ante la derrota.
La historia ya es conocida, hubo un intento por desechar el triunfo de la oposición, pero la presión externa e interna, genera en el seno del mismo régimen, el quiebre que permite imponer la lógica de los consensos.
Han pasado casi cuatro administraciones distintas, provenientes de la coalición triunfadora y el cansancio parece inevitable, la democracia cristiana, tan reacia a cualquier pacto con el partido comunista, acepta con pequeños reparos la nueva alianza estratégica, conocida como «pacto por omisión».
Veinte años no es nada
A veinte años del plebiscito, s uponíamos algunos que palabras como: estado de sitio, ley antiterrorista, presos políticos, se encontrarían desterradas de nuestro vocabulario, sin embargo, cada una de ellas, se repite con insistencia cuando se trata de los mapuches y sus luchas por la recuperación de tierras.
A veinte años del plebiscito, Chile sigue siendo una democracia selectiva y excluyente, donde unos pocos apoyados por fuertes sumas de dinero, logran obtener cargos de representación y eternizarse en ellos. El sistema binominal como expresión corporativa del nuevo régimen, representa los llamados «consensos obligatorios» que las fuerzas políticas deben conceder, generando una suerte de «oligarquía política» donde los nombres y apellidos redundan hasta el cansancio.
En su revista del sábado del 13 de septiembre, El Mercurio incluye dos artículos de balance de los veinte años, uno de Eugenio Tironi titulado «Mi país privado » y otro de Roberto Méndez «1998 el año del quiebre».
El primero es una alabanza al proceso de privatización de la sociedad chilena, somos un país de «propietarios y no de proletarios», según Tironi , salir de la pobreza es una travesía personal de la que no se puede culpar al Estado.
Es decir, los pobres contados con tenedor, porque no existe una canasta seria de consumo familiar que nos indique en qué momento la señora juanita, parafraseando al mejor Lagos, (el discursivo) saltó, de ser pobre a integrar las capas medias de la sociedad. O el asunto es pura identificación y deseo, sin embargo, en una cosa tiene razón, el proceso de autoconciencia y enajenación generado por el modelo de mercado, es tal, que permite a una persona que recibe menos de $500.000 como ingreso familiar, sentirse integrante de la esquiva «clase media» y eso es un mérito.
N adie en su sano juicio quiere ser pobre y por tanto ser catalogado de flojo, vicioso y delincuente, en resumidas cuentas, quién en esas condiciones puede considerarse a sí mismo en ese rango, son otros los llamados a catalogar los niveles económicos de la población. Siendo más preciso, y usando la lógica del señor Tironi, en la próxima encuesta que conteste, cuando me pregunten profesión u oficio voy a responder gerente y empresario, así el país crece y en mi entorno familiar, pasaré a ser el primer gerente, luego de generaciones de asalariados.
El segundo artículo, pretende convencernos que la mayoría de los chilenos está conforme con el Chile actual, o sea las protestas sociales de este último tiempo, la revolución de los estudiantes segundarios, el alza desmedida de los servicios y de manera particular el Transantiago, son meras sombras.
Para Méndez, existe un desplome de confianza con fecha precisa 1998, el año de la crisis asiática, y de la prisión del dictador en Londres. Lo que el autor no asume, es que efectivamente ese año marca el fin de la luna de miel del modelo neo-liberal y de la respuesta privada a los problemas de la gente.
Nada volvió a ser igual , los mejores años de crecimiento a tasas del 7% sirvieron para enriquecer a los mismos, el autor habla de la desconfianza de los chilenos en el Estado y usa un ejemplo poco afortunado, como el del sistema de transporte, porque si hay algo que ese régimen tiene por característica, es su condición de privado con subvención estatal, así como el sistema de enseñanza particular subvencionado, ambos un fracaso rotundo.
A veinte años del plebiscito y unos cuantos más del proceso de municipalizació n, los jóvenes chilenos exigen una educación pública y de calidad, donde los recursos que son escasos, sean invertidos en sus necesidades y no en los bolsillos de quienes hacen negocio y engañan cotidianamente al Estado.
A veinte años, las izquierdas de chile y los progresistas disconformes, tienen la gran tarea de actualizar las demandas que interpreten el sentir de los chilenos.
A veinte años, el agua, recurso básico de sobrevivencia tiene dueños, no será hora de corregir esto, la empresa privada cumplió su función de ampliar la cobertura de servicios, estudios técnicos tendrán que medir si con lo pagado por todos, recuperaron su inversión y han obtenido suculentas ganancias, si es así, nuestra meta es que vuelva a nuestras manos.
El mismo procedimiento se debiera aplicar a los demás servicios básicos, si la cobertura es nacional, si las retribuciones han sido suficientes, entonces a veinte años de recuperar la democracia y más de treinta de privatizaciones, los chilenos nos merecemos un mejor trato, nos merecemos un país más económico, nos merecemos una repartición de la riqueza más justa, nos merecemos unas pensiones dignas y si eso significa convocar cien plebiscitos para dilucidar cada tema ¡que lo hagan! si se resisten a hacerlo, nuestra tarea es convocar a todos los que quieran, a generar un nuevo pacto social, político y económico, porque el que existe, ya no sirve.
Omar Cid ( Centro de Estudios Francisco Bilbao)