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«Al ver pasar al joven rey hubo algunos gritos de << ¡Joffrey! ¡Salve, Joffrey!>> pero por cada persona que lo aclamaba había cien que callaban. Los Lannister atravesaban un mar de hombres harapientos y mujeres hambrientas, se enfrentaban a un mar de ojos hoscos. A ambos lados de la calle la multitud empujaba las astas de las lanzas, mientras los capas doradas trataban de mantenerlos a raya. Les cayó encima una lluvia de piedras, excrementos y cosas aún peores. ― ¡Danos de comer! -gritó una mujer. ― ¡Pan! – rugió un hombre-. ¡Queremos pan, bastardo! Al instante, un millar de voces se unieron al mismo grito. El rey Joffrey, el rey Robb y el Rey Stannis pasaron al olvido, y el rey Pan reinó en solitario. ― ¡Pan! – era el clamor- ¡Pan!¡Pan!.»
George R.R. Martin, Choque de Reyes. Pág. 547-549
Esta magnífica escena de la popular serie de televisión, Juego de Tronos, se encuentra magistralmente narrada en el segundo libro, Choque de Reyes, que más o menos se corresponde con la segunda temporada.
Juego de Tronos se puede interpretar de muchas maneras, el análisis geopolítico o el análisis de la realpolitik son sin duda una buena manera de leer la lucha por el poder. Aunque cabria preguntarse ¿una buena manera para quién y para qué?
La clase dominante tiene sus intereses y sus formas de pensar, por lo que es lógico que determinadas teorías se correspondan a esta clase. Lo cual no quiere decir en absoluto que sean válidas para las clases subalternas. A cada clase una forma de pensar.
Aclarado esto, en esta escena el reino de Poniente ya esta enzarzado en una cruenta guerra civil entre las diferentes casas feudales. El objetivo es el Trono de Hierro símbolo del Poder. Los contendientes son diferentes fracciones de la clase dominante: Lannister, Stark, Baratheon…etc. Pero para los campesinos y la plebe todos son iguales, para ellos no habrá cambios en su modo de vida ni en sus condiciones materiales.
Cuando los Lannister ya han ejecutado a Ned Stark y la guerra está en marcha, se enteran de que el hermano mayor del difunto rey Robert se dirige a la capital con un gran ejército. Las malas cosechas, un aprovisionamiento insuficiente de comida junto con la llegada de muchas personas humildes desplazadas por la guerra convierten Desembarco del Rey en un polvorín social. En medio de un real paseo de la corte estalla un motín contra el rey. Nobles y sacerdotes son víctimas de la ira popular. Los guardias de la ciudad «son casi de todos de baja extracción» y simpatizan con el pueblo. El mayor miedo en este momento de Tyrion, por entonces mano del rey (primer ministro), es la de una incontrolable rebelión social que tome por asalto la Fortaleza Roja.
A pesar de este contexto propicio para el cambio social, con el pueblo muerto de hambre y la clase dirigente profundamente deslegitimada (gracias al rey Joffrey, verdadero Calígula) no se desata una revolución. Falta algo sin duda, un elemento esencial, falta la organización del tercer estado.
Con este ejemplo quería mostrar que Juego de Tronos no solo tiene episodios donde aparece el pueblo sino que se puede leer de una manera diferente a la usual: la cual se limita en leer el conflicto como una lucha maquiavélica por parte de las diferentes secciones de la clase dominante para ver quién se queda el pastel.
En Juego de Tronos tenemos un sistema político feudal basado en una economía agraria más o menos autárquica apoyada en la dominación de la mano de obra, los campesinos. Y hay una serie de reglas legítimas e ilegitimas que estructuran el poder y la disputa por el Trono.
La lucha en este mundo, como en el nuestro, se constituye a partir de la exclusión de actores políticos, de la definición de los límites del sistema y de las reglas del juego. En Juego de Tronos es muy interesante ver cuáles son los grandes Otros respecto al reino de Poniente. Se trata de ver aquellos agentes políticos definidos como foráneos excluidos de la comunidad política.
Los de abajo, como no, son el gran Otro, los siervos, las campesinas y la plebe de la ciudad no tienen ningún poder. Rara vez aparecen en la serie o en el libro actuando de forma colectiva y atacando a los de arriba. O bien tratan de ascender en el sistema o lo más común es verlos obedeciendo y siendo pisoteados por los grandes señores. La revuelta del pan de Desembarco del rey o las revueltas de esclavos instigadas por Daenerys son más bien la excepción que confirma la regla.
Tenemos otro sujeto político excluido de la comunidad; los salvajes o el pueblo libre, los que viven más allá del Muro. Ajenos a la estructura social feudal suponen una amenaza directa a la propiedad privada de la tierra. Y como enemigos mortales de los Stark y demás casas nobles son una amenaza a la clase social que defiende el Trono de Hierro. Eligen a sus líderes democráticamente, reconocen a las mujeres como a sujetos por propio derecho y funcionan compartiendo sus bienes y expropiando lo que les hace falta.
Fuera de Poniente tenemos a la famosa Daenerys Targaryen, uno de los personajes más maquiavélicos de la serie. No por ser malvada o retorcida. Sino porque simboliza la reacción de la vieja dinastía dirigente, los Targaryen. Tiene claro su objetivo, el Trono de Hierro y es una excelente princesa en un sentido propio de Maquiavelo. Usa la fuerza y la diplomacia cuando tocan, sabe hacerse querer y respetar entre los suyos así como sabe hacerse temer por los enemigos. Y lo principal, no duda en utilizar todos los medios necesarios para alcanzar sus objetivos: incluyendo la arriesgada carta de la agitación social.
Es una amenaza para el orden esclavista ¿pero lo es para la sociedad feudal existente en Poniente?
Gusano Gris, el líder de los esclavos liberados al servicio de Daenerys, debería dejar de actuar siguiendo órdenes y pararse a pensar ¿es Daenerys una jacobina o solo nos utiliza para tomar el Trono dado que no tiene otros medios? ¿Ahora que no somos esclavos somos libres o solo tenemos la misma libertad que un siervo pobre bajo las órdenes de su señor?
De ello extraemos que Daenerys es una princesa en un sentido maquiavélico mientras que el pueblo libre es un príncipe en un sentido gramsciano. Es decir que el pueblo libre es una entidad colectiva democrática que articula su horizonte político (atravesar el Muro y asaltar los castillos feudales) fruto de unas necesidades compartidas y reflexionadas conjuntamente. Lo que en la jerga de Gramsci se conoce por intelectual orgánico.
Tenemos otro sujeto excluido fascinante en los Caminantes blancos, los Otros también llamados. Unos entes misteriosos, semejantes a zombis, que aparecen con las tormentas de nieve. Los que mueren bajo su mano o por el frio se levantan siendo caminantes blancos (como son llamados también en la serie). Se nutren de las fuerzas vivas, del pueblo salvaje, cada derrota del pueblo libre los hace más fuertes.
Los vivos de toda condición son susceptibles de morir y levantarse como caminantes blancos. Son una amenaza para el sistema que hay tras el Muro pero una amenaza de un tipo muy diferente. Representan la aniquilación del orden existente al otro lado del muro. Pero mientras que los salvajes representan una aniquilación positiva y progresista del orden político y social, los Otros representan una aniquilación reaccionaria ya que no amenazan el modo de producción sino a la humanidad. De esta manera los caminantes blancos pueden ser interpretados como una materialización simbólica más o menos cercana a lo que representa el fascismo.
Todos estos actores definidos juegan un papel u otro en función de su ubicación el sistema político de Juego de Tronos. El Muro en este caso juega un claro papel simbólico y real de exclusión de los agentes políticos amenazadores.
El Muro simboliza un límite entre los actores aceptados y no aceptados en el sistema. Salvajes y caminantes no son tolerados en la disputa por el poder. Pero mientras que el pueblo libre solo puede triunfar derrumbando todos los muros y movilizando a los campesinos y a la plebe contra los señoritos. Los caminantes representan la destrucción total de la esperanza revolucionaria que suponen los salvajes.
Si el Muro no es derribado, si el pueblo libre no derriba las fronteras que le son impuestas difícilmente podrá conectar con el resto del pueblo, y terminará siendo engullido por el avance de los caminantes blancos.
Si lo trasponemos con los retos de la izquierda actual hay que evitar lo que le sucede al personaje de Beric Dondarrion líder de la «Hermandad sin estandartes» que a la práctica es un grupo de bandidos subversivos que se oponen a los poderes establecidos. Pero cercados y aislados por todas las casas nobles terminan jugando prácticamente ningún rol en los acontecimientos políticos decisivos de Poniente.
En el fragmento de el principio la mayoría de rebeldes provienen del Lecho de Pulgas, un barrio donde sus habitantes se encuentran en la más absoluta miseria y que tanto pueden aclamar un rey o a un sumo sacerdote como escupirle por la opresión. No se puede confiar en ellos para un cambio real, hay que articularse en base a un sujeto político opuesto frontalmente por sus condiciones materiales a la clase dominante.
En Poniente es el campesinado, y el pueblo libre de algún modo es la vanguardia del pueblo que puede activar la rebelión y echar a los nobles. Porque de lo que se trata no es de conquistar el Trono sino de destruirlo. Otro Poniente es posible, luchemos por él.
Albert Portillo es militante de En lluita / En lucha
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